Capítulo 25

Los campos que rodeaban la casa de Rollie Swenson llevaban años sin cultivarse y los acres inertes habían sido reclamados por la pradera. El granero rojo era una reliquia con las paredes abombadas y el tejado a punto de derrumbarse. En el jardín había un tractor engullido por el barro y el óxido, como si un día lo hubieran sacado de entre las hileras de maíz para dejar que se enfrentara solo a los elementos. La hierba, alta y marrón, estaba moteada con las hojas caídas durante la última estación que el viento había arrastrado desde la orilla del río, al otro lado de la carretera.

Chris aparcó junto a un Chevy Tahoe cerca de la casa. Estaba anocheciendo. Había luz en la planta baja y el piso superior; las ventanas estaban abiertas para dejar correr la brisa vespertina. Salió del coche y oyó ladridos. Un Westie terrier blanco salió disparado desde el porche y corrió a su alrededor en frenéticos círculos. Chris se agachó para acariciarle la cabeza, pero el perro estaba demasiado ocupado para pararse y prestarle atención; después resopló, se lanzó hacia la casa y avanzó olisqueando los cimientos.

—Se pasa la vida persiguiendo conejos y ratones —comentó Rollie Swenson desde el porche, con una lata de Miller Lite en la mano—. Y los aviones también, cuando sobrevuelan la casa. Supongo que cree que tal vez aterricen aquí.

—Toda precaución es poca —observó Chris con una sonrisa.

—Bueno, la verdad es que, desde que empezó a perseguirlos, nunca ha aterrizado un avión en el jardín. No puede ser una coincidencia.

Rollie le guiñó un ojo y bajó los escalones. Vestía vaqueros y un jersey gris de cuello alto que se ceñía a su fornido pecho.

—Bienvenido a la granja familiar Swenson.

Chris percibió la ironía.

—Por lo que veo, no estás preparándote para la siembra de primavera.

—Ya te dije que las manos callosas no cuadran con mi estilo. Podría arrendar los campos, pero no me apetece despertar con el ruido de los motores diésel a las cinco de la mañana.

—¿Es aquí dónde vivían tus padres? —quiso saber Chris.

—Y mis abuelos, y mis bisabuelos. La dinastía Swenson termina conmigo. Con un poco de suerte, Tanya será lo bastante lista para trasladarse a la ciudad. ¿Quieres una? —preguntó alzando la lata de cerveza.

—No, gracias.

Rollie tomó un trago y admiró el Lexus.

—Bonito coche, aunque no muy práctico en esta zona. Ésta es una tierra de camiones. Se necesita tener un vehículo que pueda pasar por encima de un ciervo como si fuera un badén. —Y añadió—: ¿Cómo está Olivia?

—Físicamente, mejor de lo que me esperaba. Veremos cómo evoluciona en las próximas semanas.

—Me alegro. Tanya quería ir a visitarla, pero tuve que pedirle que no lo hiciera.

—Lo entiendo.

—Por favor, dale recuerdos de Tanya, ¿vale?

—Lo haré —aseguró Chris.

—Se rumorea que estás considerando a Johan Magnus como sospechoso de la muerte de Ashlynn.

—¿Dónde lo has oído?

Rollie se encogió de hombros.

—Conozco a todos los polis del condado. Se ha corrido la voz.

Chris calculó hasta dónde podía contar.

—Johan y Ashlynn estaban saliendo.

—Eso he oído.

—¿Te sorprende?

—¿Por qué, por el rollo Romeo y Julieta? Bueno, supongo que sí. Por otro lado, que dos chicos de un pueblo pequeño salgan juntos no tiene nada de extraño. Lo que no sé es en qué ayuda eso a tu caso. La poli cree que Johan dejó a Olivia para estar con Ashlynn, así que lo único que tienes es un nuevo motivo para matarla.

—Johan estuvo esa noche en el pueblo fantasma, después de que Olivia y Tanya se marcharan —señaló Chris.

Rollie asimiló la información como si estuviera en una partida de póquer.

—¿Se trata de una suposición o puedes demostrarlo?

—Él mismo admitió haber estado allí. Y encontré ropa manchada de sangre.

—Vaya, qué hijo de puta. ¿Admitió haberla matado?

—No, asegura que Ashlynn ya estaba muerta.

—Aun así, es una buena noticia para Olivia. Sinceramente, pensaba que, cuando decías que ella no había apretado el gatillo, estabas levantando una cortina de humo. Daba por supuesto que pretendías sentar las bases para llegar a un acuerdo con la acusación a cambio de que Olivia se declarase culpable de un delito menor. Sin embargo, con esto tienes la oportunidad de conseguir que la dejen en libertad.

—¿Sabía Tanya que Johan y Ashlynn salían juntos? —preguntó Chris.

—Nunca me lo comentó; y aunque lo supiera, no creo que lo hubiera hecho.

—¿Está en casa? Me gustaría hacerle algunas preguntas.

Rollie se acabó la cerveza sin contestar. Chris no creía que la lata de Miller Lite fuera la primera de la tarde. El día tocaba a su fin; el abogado llevaba el pelo despeinado y en su mentón se apreciaba una sombra de barba.

—En cuanto mencionas a Tanya empiezo a ponerme nervioso, Chris. ¿Qué quieres saber?

—Tanya y Johan eran amigos. Me preguntaba si él le habría contado algo sobre Ashlynn.

Vio como Rollie hacía sus cálculos. Se había pasado años descifrando la expresión de quienes se sentaban al otro lado de la mesa de negociación. Así era como trabajaban los abogados: trataban de descubrir el juego de sus oponentes y encontrar la forma de superarlos, de ser más listos que ellos. Rollie hacía lo mismo.

—Si la relación entre Johan y Ashlynn era un secreto —señaló éste—, resulta difícil imaginar que él le contara algo a Tanya.

—Tal vez le hablara de una nueva novia, aunque no le dijese quién era.

—O tal vez dijo algo que perjudique tu caso y que lo descarte como sospechoso. ¿Lo has considerado? Me sorprende que asumas ese riesgo, Chris. Ya sabes cuál es la regla de oro de los interrogatorios a testigos: no hagas una pregunta si existe alguna posibilidad que no te guste la respuesta.

—Si no se lo pregunto yo, lo hará la policía —replicó Chris—. No quiero que me pillen desprevenido.

Rollie volvió a estudiar el Lexus, como si el coche fuera un testigo que desvelara sus secretos en el estrado.

—Apuesto a que eres un gran negociador, Chris. El problema es que jamás creo en la palabra de otro abogado. Cuanto más insistes en que quieres hablar de Johan, más me convenzo de que en realidad lo que quieres es hablar de Tanya.

—Sólo quiero averiguar qué es lo que sabe.

—Lo cual significa que crees que sabe algo.

Chris decidió que no iba a conseguir nada de Rollie Swenson andándose con subterfugios. El único enfoque posible era mostrarse directo.

—¿Ponemos las cartas sobre la mesa?

—Mejor.

—¿Tanya y Ashlynn eran muy amigas?

—Tanto como pueden serlo dos chicas que van a la misma escuela. Tenía cero motivos para matarla.

—No he dicho que los tuviera.

—Ya, pero te encantaría encontrar uno —replicó Rollie—. Johan es el sospechoso principal, pero siempre está bien disponer de un recambio, ¿verdad? Tanya llamó a Olivia esa noche, y luego se escurrió de vuelta al pueblo fantasma para matar a Ashlynn. Ésa es la idea, ya lo capto. El problema es que, si quieres vender semejante estupidez a un jurado, necesitas un motivo. Siento curiosidad: ¿tienes alguna teoría o te limitas a lanzar mierda sobre una ventana a ver cuánta se queda pegada? Déjame adivinar: Tanya y Ashlynn mantenían una tórrida aventura lésbica; o quizá Tanya estaba secretamente enamorada de Johan y quería deshacerse de su rival; o tal vez mi hija sea una asesina en serie que persigue a chicas rubias y ricas. ¿Es eso, Chris? ¿Crees que todo esto es el argumento de una novela de James Patterson?

—No estoy tratando de acusarla de nada, pero Tanya sabe más de lo que me ha contado.

—¿Qué te hace pensar eso?

—Ashlynn la llamó el día antes de morir —declaró Chris.

Rollie meneó la cabeza con expresión divertida.

—¿Y ése es el gran secreto? Lamento pinchar tu burbuja, pero yo ya sabía lo de la llamada.

—Ninguno de los dos se lo mencionasteis a la policía —señaló Chris.

—Tienes razón; es culpa mía. No es mi intención ofenderte, pero el sábado por la mañana ambos estábamos bastante cansados y agobiados, ¿vale?

—¿Y para qué la llamó? —preguntó Chris.

—Tanya se sienta junto a Ashlynn en clase de estudios religiosos. Ashlynn se perdió la clase del jueves, y quería saber si el profesor les había puesto deberes para el fin de semana.

—¿Eso es todo?

—Eso es todo —confirmó Rollie—. Yo estaba sentado a su lado en la sala cuando recibió la llamada.

—¿Por qué Ashlynn llamó a Tanya y no a otra persona?

—Probablemente porque las dos sean las mejores alumnas de la clase. Aunque no entiendo por qué: está claro que Tanya no recibe de mí ese tipo de enseñanzas.

Chris frunció el ceño. La explicación tenía sentido. Era sencilla, lógica, sin misterios, pero aun así, había algo que le preocupaba.

—¿Sabes qué estaba haciendo Ashlynn ese día? —preguntó.

—No, Tanya sólo me dijo que había faltado a clase.

—Estaba en Nebraska para que le practicaran un aborto —explicó Chris.

El golpe pilló a Rollie por sorpresa. Su turbación parecía auténtica.

—¿Es eso cierto?

—Sí.

—Mierda. Lo siento. No pretendía burlarme, Chris. No tenía ni idea.

—Resulta bastante difícil creer que Ashlynn estuviera preocupada por los deberes cuando acababa de perder a su bebé —observó Chris.

—No sé qué decirte. Tanya me contó de qué hablaron, y yo la creo.

—Me gustaría mucho hablar con ella, de verdad.

—Chris, está asustada, es frágil y no hizo nada. No voy a dejar que nadie la intimide.

Rollie se volvió al oír el sonido de un temporizador a través de la puerta abierta.

—Y ésa es nuestra cena, así que buenas noches.

—¿Qué vais a tomar?

—Un guiso de patatas. El plato favorito de Tanya.

—Que aproveche.

—No te olvides de darle recuerdos a Olivia, ¿vale?

—Lo haré.

Rollie desapareció por la escalera y cerró la puerta. Chris se quedó de pie junto a su Lexus. Seguía dándole vueltas al motivo de la llamada telefónica. No creía que la respuesta fuera tan simple, no importaba lo que Tanya le hubiera explicado a su padre. Había algo más entre Ashlynn y ella, y quería descubrir qué era.

Abrió la puerta del coche y, al hacerlo, captó un movimiento en las cortinas de uno de los dormitorios de la primera planta. El rostro desapareció de su vista con rapidez, pero sus miradas se encontraron a través de la oscuridad. Era Tanya Swenson. Había permanecido escondida junto a la ventana abierta mientras Chris hablaba con su padre.

Lo había escuchado todo.