Capítulo 18

—No recuerdo haber estado en el vagón —le contó Olivia—. Estaba tendida en el suelo, en la parte trasera de una furgoneta, sin poder moverme. Después, es como si la película se interrumpiera, ¿sabes lo que quiero decir? Y luego me desperté aquí.

Sentado junto a la cama del hospital, Chris le acarició el pelo con el dorso de los dedos. Recordaba haberla acariciado así cuando era una niña y se sentaba en su regazo para que le leyera las historias de Jorge el Curioso hasta que se quedaba dormida sobre su pecho.

—A veces ocurre —dijo.

Ella le miró con ojos mortalmente serios.

—¿Qué es lo que he bloqueado?

—Un ataque que no merecías.

—El doctor dice que no me han violado. ¿Es mentira? No quiero que nadie intente protegerme como si fuera una niña.

—Los médicos no mienten sobre ese tipo de cosas.

—Quiero recordar lo que ocurrió —dijo ella.

—¿Por qué?

—No me gusta que mi cerebro me esconda cosas.

—Bueno, cuando tu cerebro decida que es seguro recordar, recordarás. Hasta entonces, concéntrate en recuperar fuerzas.

Olivia asintió.

—Lo siento —añadió.

—¿El qué?

—Haberme escapado. Mamá debe de estar cabreada.

Chris la tomó de la mano. El apretón de ella fue firme, pero tenía la palma húmeda. En la habitación reinaba un calor incómodo.

—Lo único que nos importa es que estás a salvo.

—¿Puedo irme ya de aquí? Estoy harta de que me toquen y me pinchen.

—Tal vez mañana. Los médicos quieren que te quedes un poco más —contestó Chris, y añadió—: Tu madre ha llamado a una amiga suya de Mankato. Una terapeuta. Esta tarde vendrá para hablar contigo.

—No quiero ver a un loquero.

—Dale una oportunidad.

—Ya te he dicho que no me acuerdo de nada.

—Tú habla con ella, ¿vale?

Olivia se encogió de hombros.

—Vale. Si tú lo dices…

Chris se preguntó qué parte de su valentía era real y qué parte fingida.

—¿Te gustaría ir a visitar a mi hermana cuando salgas? La tía Jennie tiene una casa increíble en las afueras de Little Rock. Podríais pasar juntas un par de meses, hacer cosas de chicas.

—¿Y el juicio por el asesinato? —preguntó Olivia.

—Primero hay que solucionar una gran cantidad de asuntos legales. Dado lo que ha ocurrido, puedo conseguir una autorización del juzgado para que te quedes en casa de la tía.

Olivia negó con la cabeza.

—No, no pienso huir.

—Eso no es lo que estoy diciendo —aseguró Chris.

—Sí lo es, y no lo haré. No pienso ir a ninguna parte.

Chris no discutió. Habría preferido que Olivia permaneciera lejos de Barron, pero estaba acostumbrándose a algo que Hannah había descubierto años atrás: su hija era igual de tozuda que la madre.

Olivia jugueteó con la barandilla metálica de la cama y tamborileó con las uñas mordidas.

—Supongo que lo sabes, ¿no?

—¿Saber qué?

—Lo mío con Johan.

—He hablado con él —admitió Chris—. Me habló de vosotros, y de Ashlynn.

—¿Cómo se encuentra? ¿Está bien?

—Lo estará.

—¿Puedo verle? ¿Dónde está?

—Olivia, sería mejor que no hablaras con él durante un tiempo, hasta que se aclare tu situación legal.

—¿Qué quiere decir eso?

—Quiere decir que ambos sois testigos en un caso de asesinato, y los testigos no deben hablar entre ellos.

Olivia hizo un puchero con el labio inferior.

—Crees que fue él quien la mató ¿verdad?

—¿Qué opinas tú?

—Johan no haría algo así.

—Si eso es verdad, ¿por qué lo protegías? —quiso saber Chris—. No me contaste que habías hablado con él esa misma noche. Tengo la impresión de que crees que es culpable.

—Lo único que sé es que Ashlynn estaba viva cuando la dejé —dijo Olivia—. Cuando me enteré de que había muerto, pensé… Bueno, sabía que Johan habría ido al pueblo fantasma a buscarla.

Chris asintió.

—Sí, eso hizo. Dice que, al llegar, la encontró muerta.

—Tú no le crees.

—No lo sé. Pero, según parece, Ashlynn le rompió el corazón. Creo que la gente, incluso la buena gente, puede hacer cosas en el calor del momento de las que después se arrepiente. —Y añadió—: Tú también tenías un motivo, Olivia. Deberías habérmelo contado. La policía pensará que odiabas a Ashlynn porque te robó el novio, y que por eso le disparaste.

Olivia suspiró.

—Ella me robó a Johan. No voy a fingir que no estaba enfadada.

A Chris no le gustaba oírla confesando emociones que la hacían parecer culpable, pero también sabía que por fin estaba siendo sincera con él. Necesitaba más detalles. Necesitaba la historia completa.

—¿Te sientes con fuerzas para hablar? —preguntó.

—Sí, estoy bien.

—Cuéntame la verdad —le rogó—. ¿Qué pasó en realidad entre Ashlynn y tú esa noche?

Olivia se tendió en la cama sin parpadear, levantó la vista hacia el techo y Chris se dio cuenta de que su mente se retraía, recordando. Volvía a estar de pie sobre el barro del parque, sola con Ashlynn en el pueblo fantasma. La furia la embargaba. Sostenía la pistola en la mano.

Uno.

Dos.

Tres.

Olivia siguió contando mentalmente (cuatro, cinco, seis, siete), pero fue incapaz de apretar el gatillo. Era como saltar desde un puente: cuando tus pies se despegan del suelo, ya no hay marcha atrás. No podía hacerlo. No podía ir tan lejos. Masculló entre dientes y dio un paso atrás. La pistola le resultaba extraña, un objeto horrible, pesado e indeseado. Abrió los dedos y la dejó caer sobre la tierra mojada.

Ashlynn abrió los ojos. El miedo se convirtió en confusión y, al final, en alivio.

—Gracias —murmuró.

Olivia no quería mirarla. Al ver su perfecto rostro volvían a embargarla la envidia y la sensación de pérdida. No era difícil entender por qué Johan la había elegido a ella. ¿Quién no lo haría? La animadora rubia en lugar de la empollona morena. Los pechos generosos y maduros en lugar del torso infantil. Las curvas en lugar de la piel y los huesos.

—Esta noche has estado con él, ¿verdad? —preguntó Olivia—. No me mientas.

—No, no le he visto. De verdad.

Olivia no sabía si creerla, pero tampoco importaba. Eso no cambiaba las cosas.

—Sé que crees que yo te lo quité —continuó Ashlynn—, pero no fue así, de verdad. Nunca hubiera permitido que pasara algo entre nosotros mientras todavía estabais juntos.

—¿Crees que eso sirve de algo?

—Supongo que no.

—Os odio a los dos —le espetó Olivia.

—Lamento que te sientas así, Olivia. Sé que no puedo hacer nada por cambiarlo, pero aun así lo lamento.

—No quiero tu compasión. He perdido a Kimberly y a Johan. No tienes ni idea de cómo me siento.

—Yo he perdido algo aún peor.

—¿El qué?

—No importa. Es problema mío, no tuyo.

—Me marcho —decidió Olivia.

—Por favor, espera. Al menos llévame a casa, ¿no? No hace falta que hablemos, sólo acércame.

Hacerlo habría sido lo correcto, y Olivia lo sabía. Pensó en consentir, pero algunos favores implicaban demasiado: llevar a Ashlynn en su coche, conducir hasta la casa donde vivía su padre y fingir que su propio dolor no significaba nada.

—No —contestó.

La voz de Ashlynn se quebró.

—Olivia, por favor, esta noche necesito ayuda. Es difícil de explicar, pero de verdad, necesito tu ayuda —rogó con desesperación.

—No puedo hacerlo —replicó ella.

Giró sobre sus talones y se alejó, pero se detuvo, frustrada. Sabía que no estaba bien dejarla allí sola.

—Le diré a Johan que estás aquí. Él vendrá a buscarte.

—¡No! ¡No lo hagas!

—¿Por qué?

—No puedo verle.

Ashlynn avanzó un paso en dirección a Olivia, hizo una mueca y volvió a sentarse en el columpio.

—Hace un mes que rompí con Johan. Le dije que no podíamos seguir viéndonos.

—No te creo. Él no me ha dicho nada.

—Es verdad.

—¿Por qué lo hiciste?

—Es complicado —contestó Ashlynn—. Por favor.

Olivia deseaba creerla, pero era demasiado fácil adivinar la verdad en su rostro. Ashlynn no podía ocultar sus sentimientos.

—Eres una mentirosa —le dijo—. Aún le quieres.

Olivia se alejó sin mirar atrás. Al llegar a la calle corrió hacia su coche, aparcado en un campo de maíz al sur del pueblo. Dejó la pistola donde había caído. Dejó a Ashlynn sola.

—Todos tomamos decisiones que nos gustaría rectificar, Olivia —murmuró Chris.

—Ya lo sé. Yo estaba borracha, enfadada con ella y conmigo misma. Si la hubiera llevado a casa en mi coche, ahora estaría viva.

Chris no tenía palabras para reconfortarla. Cuando era una niña pequeña, él siempre había sido capaz de arreglar las cosas que se rompían en su vida. Ahora no. Ya no.

—¿Qué pasó después? —preguntó.

—Me marché a casa.

—¿Fuiste a ver a Johan?

Olivia negó con la cabeza. El pelo le caía sobre la cara.

—No enseguida. Me metí en la cama, pero estaba demasiado alterada para dormir. Pensé en volver allí para recogerla; sin embargo, no logré convencerme para hacerlo.

Chris esperó.

—Recibí una llamada de Tanya —continuó ella—. Estaba fuera de sí, gritaba; quería saber qué había ocurrido. Le conté que Ashlynn estaba bien, pero ella no cejó: que si teníamos que decírselo a alguien, que si teníamos que volver para ayudarla. Así que me vestí, me acerqué hasta la iglesia y se lo conté a Johan.

—¿Qué dijo él?

—Se enfadó conmigo por haber dejado a Ashlynn sola.

—¿Le preguntaste por la ruptura de su relación?

—Claro.

—¿Te lo confirmó? ¿Te dijo que fue Ashlynn la que había cortado con él?

—Sí, pero su expresión fue muy reveladora, igual que la de ella. Seguían queriéndose.

—¿Y por qué rompió Ashlynn con él?

—No lo sabía. Estaba hecho polvo.

—¿Piensas que podría haberla matado?

—Él la quería —contestó Olivia con lágrimas en los ojos—. Más de lo que nunca me quiso a mí. No puedo imaginarlo matándola; no tiene ningún sentido.

—¿Y si ella hubiera hecho algo que él no fuera capaz de perdonarle? —quiso saber Chris.

—¿Cómo qué? No lo entiendo.

Chris escrutó su rostro, pero no cabía duda de que estaba desconcertada. No sabía nada.

—Ashlynn se había sometido a un aborto; cuando la encontraste, iba de regreso a su casa —le explicó—. Creo que el bebé era de Johan.

Olivia se puso pálida como la cera. El labio inferior le temblaba, y sus ojos se abrieron de par en par.

—No puedo creer que Ashlynn hiciera algo semejante. Era muy religiosa.

—Acudió a Hannah —le dijo Chris—. No quería que sus padres se enteraran, y tampoco Johan.

—Oh, Dios mío, y yo la dejé allí. La dejé allí. ¿Qué he hecho, papá?

—No tenías forma de saberlo.

—Ella necesitaba mi ayuda y yo me marché.

—Olivia. —Chris la cogió de la mano y le sujetó la barbilla con la otra palma—. Escúchame: no es culpa tuya. Tú no la mataste.

Deseó poder liberarla del sentimiento de culpa, poder cambiar el pasado. Había errores que no podían corregirse; sólo sobrellevarse.

—Hay algo que tengo que saber —prosiguió—. ¿Johan mostró algún indicio de que supiera que Ashlynn estaba embarazada?

Olivia negó con la cabeza.

—¿Qué habría hecho si ella se lo hubiera contado, Olivia? ¿Y si supiera que ella había interrumpido el embarazo? ¿Podría haber estado tan desesperado como para matarla?

Olivia cerró los ojos, como si fuera incapaz de soportar la respuesta, pero lo confirmó con un asentimiento.

—Eso lo habría destrozado —susurró.