Capítulo 15

Eran las cuatro de la madrugada.

Hannah había logrado dormirse, pero Chris miraba el vacío, incapaz de cerrar los ojos. A su alrededor, el hospital estaba a oscuras, en silencio. En el pasillo, las enfermeras hablaban a media voz para no despertar a los pacientes. Tomó un sorbo de un vaso de café de máquina y escuchó el tictac del reloj de pared. Le dolía todo el cuerpo y necesitaba una ducha.

Fuera de la sala de visitas, oyó el ruido del ascensor. Cuando las puertas se abrieron, Michael Altman apareció limpio y despejado a pesar de la hora. El fiscal del condado llevaba la gabardina colgada del brazo y el Fedora calado hasta los ojos, y sostenía una enorme caja de cartón. Vio a Chris en el sofá y le hizo un gesto con la cabeza.

Chris apartó con cuidado a Hannah, quien se había dormido apoyada en su hombro, se reunió con Altman en el pasillo y cerró la puerta de la sala tras de sí.

Altman habló en voz baja.

—¿Cómo se encuentra Olivia?

—Estable. Ahora está durmiendo.

—¿Cuál es el alcance de las heridas?

Chris respiró hondo para tranquilizarse.

—Está mucho mejor de lo que me temía. La han golpeado, pero no tiene ningún hueso fracturado, conmoción cerebral ni heridas en la cabeza.

—Lamento preguntarlo, pero…

—Si tenían pensado violarla, no llegaron tan lejos.

—Es un alivio —le dijo Altman—, y siento mucho todo esto. ¿Qué hay de Johan Magnus?

—Tiene un par de costillas magulladas y un ojo morado. Tendrán que reconstruirle parte de la dentadura; ha perdido dos muelas. Aun así, es un chico duro. Quería marcharse a casa, pero los médicos han insistido en que se quedara. Están haciéndole pruebas para asegurarse de que no tiene heridas internas.

Altman meneó la cabeza.

—Esto es desquiciante. Hay que poner fin a tanta violencia.

Chris no dijo nada, y el fiscal del condado interpretó su expresión con una aguda mirada.

—Espero que sea usted lo bastante sensato como para no involucrarse, señor Hawk. No necesito tener que lidiar con más justicieros.

—No es su hija la que ha pasado por esto —señaló Chris.

—Le entiendo, pero tiene que dejar que la policía y yo hagamos nuestro trabajo.

Chris estaba demasiado cansado para disimular su sarcasmo.

—¿Y qué tal les ha ido hasta ahora?

—Les cogeremos, señor Hawk —insistió Altman—. El vagón es una mina de pruebas. Los chicos se marcharon con prisas. Obtendremos ADN y huellas dactilares.

—Empiece por Kirk Watson.

Altman pareció incómodo.

—Ya lo hemos hecho.

—¿Y?

—Kirk y su hermano Lenny viven en una casa cerca del río, al sur del pueblo. No está muy lejos del cementerio de trenes. Dice que ha estado toda la noche en casa, y tres chicas respaldan su versión.

—Están mintiendo.

—Es muy probable. Por eso intentaremos desmontar su coartada. Si logramos identificar a alguno de los otros chicos, podemos enfrentarlos en un careo. Lo conseguiremos, pero nos llevará tiempo.

Tiempo significaba días. Semanas. Meses. Chris era ya bastante escéptico con la aplicación de la ley en Barron. Se frotó la cara con las manos, cansado.

—Debería dormir —le recomendó Altman.

—Algún día.

Echó un vistazo a la caja que Altman sujetaba y preguntó:

—¿Qué es eso?

El fiscal del condado flexionó las rodillas y dejó la caja en el suelo.

—Le prometí que le entregaría las copias de la documentación que hemos reunido hasta el momento.

—Es muy eficiente.

—Ya le dije que no me gustan los juegos. Podemos arreglarlo para que revise también las pruebas físicas —dijo, y añadió—: A pesar de lo doloroso que resulta, espero que sea consciente de que lo que ha ocurrido no cambia la situación legal de Olivia. Voy a presentar cargos ante un gran jurado.

—Lo daba por hecho.

—Aunque tal vez me lleve más tiempo.

—Se lo agradezco.

Chris pensó en preguntarle a Altman por los resultados de la autopsia. El aborto. El triángulo formado por Olivia, Johan y Ashlynn. Suponía que Altman estaba al corriente, pero no quería arriesgarse a abrir una puerta que estaba cerrada.

—Tanya Swenson me explicó que el año pasado Ashlynn estuvo saliendo con Kirk Watson —dijo—, y Florian lo negó. ¿Sabe usted si es cierto?

—No, pero ¿qué importancia tiene eso?

—Kirk es un delincuente. Si Ashlynn le abandonó, tenía un motivo para matarla.

—No hay pruebas que lo sitúen en el escenario del crimen.

—Aún no —convino Chris—. ¿Ha revisado las pruebas recogidas en el Mustang de Ashlynn?

Altman asintió.

—Por supuesto.

—Vi el coche cuando fui a entrevistarme con Florian, en Mondamin. Cuando eché un vistazo al interior hubo algo que me preocupó, y ya he descubierto qué es.

—¿Qué?

—El barro —contestó Chris.

—¿Disculpe?

—Había barro en el asiento del conductor.

—¿Y? Hace semanas que llueve.

—Sí, pero Tanya dice que esa noche Olivia empujó a Ashlynn en el parque. Ashlynn se cayó y se manchó la ropa de barro.

—No le sigo.

—Tal vez Ashlynn manchara el coche de barro. Si Olivia dejó a Ashlynn en el pueblo fantasma, viva, ¿qué habría hecho ésta? Se habría sentado en el coche a esperar. Entonces llegó alguien, la persona que la mató.

—Es una teoría interesante, señor Hawk, pero el cuerpo de Ashlynn fue hallado en el parque, justo donde Olivia se enfrentó con ella. Si volvió al coche, ¿por qué no la mataron allí? La explicación más plausible es que el barro llevara días en el asiento del Mustang.

Chris frunció el ceño. No podía explicar por qué habría regresado Ashlynn al parque, pero aun así, el barro del coche suscitaba una duda, y para un abogado una duda era como un grifo que gotea: gota a gota, terminaba por formar un charco.

Altman le puso una mano en el hombro.

—Duerma un poco, señor Hawk.

—Lo intentaré.

—Insisto, señor Hawk; siento mucho lo de Olivia, y haré todo lo que esté en mi mano para atrapar a los responsables.

—Gracias.

—Insisto igualmente en pedirle que se mantenga al margen. La venganza no le da carta blanca para ejercer la violencia.

—Mensaje recibido —dijo Chris.

Altman volvió al ascensor y dejó a Chris solo en el pasillo del hospital, mirando cómo se cerraban las puertas. Cuando Altman se hubo marchado, dejó la caja con las pruebas en el suelo y se dirigió hacia la habitación que quedaba detrás del puesto de las enfermeras. Contempló a Olivia desde el quicio de la puerta; en la cama, dormida, en paz. Su cara parecía la de un ángel. No había cicatrices visibles en la superficie, pero a Chris le preocupaban su mente y su corazón.

Necesitaba aire fresco. Regresó al pasillo y se cargó la caja de pruebas al hombro. Dentro del ascensor, se apoyó en la pared del fondo y cerró los ojos, y durante un segundo o dos se quedó dormido. Al llegar a la planta baja, las puertas se abrieron y se despertó sobresaltado. Se sacudió el sueño y salió al vestíbulo del hospital. Fuera, la noche era fría; aunque había humedad en el ambiente, había dejado de llover. Su Lexus estaba aparcado en la parte de atrás del aparcamiento, de cara a un campo cubierto de hierba. Llevó la caja al coche, abrió el maletero y la metió dentro. Por la mañana revisaría lo que había descubierto la policía en busca de más pistas, más dudas, gota a gota.

Chris cerró el maletero con un golpe. No vio coches en las calles, y en las casas cercanas no había luz. El pueblo de Barron estaba en silencio. Aun así, tuvo la impresión de que alguien lo observaba. Era una sensación extraña y desagradable. Escrutó los coches aparcados en el aparcamiento del hospital, pero estaba solo. Miró hacia los campos oscuros del otro lado de la calle, envueltos en sombras. Si había alguien allí, resultaba invisible.

Estaba a punto de volver al hospital cuando reparó en algo que había bajo el limpiaparabrisas de su coche y que no estaba allí cuando aparcó. Imaginó que se trataría de uno de esos molestos anuncios que los restaurantes de comida rápida dejaban en los coches estacionados en las calles de Minneapolis, pero al cogerlo del parabrisas vio que se trataba de un sobre. No había nada escrito por fuera y no estaba sellado.

Chris sacó una sola hoja del interior y, al desdoblarla, alzó la vista bruscamente y escrutó la oscuridad vacía que lo rodeaba. No se había equivocado: no estaba solo.

Leyó las letras de imprenta escritas en la hoja:

A LA ATENCIÓN DEL SEÑOR CHRISTOPHER HAWK

ESTA NOCHE HAS CONOCIDO EL SUFRIMIENTO

ESTÁS EN UN MUNDO CUYA MALDAD

NO PUEDE SER REDIMIDA

ESTÁS EN UN MUNDO QUE PRONTO SERÁ DESTRUIDO

QUE ESTO TE SIRVA DE ADVERTENCIA

NO HABRÁ ESCAPATORIA

SI TE QUEDAS, MORIRÁS

MI NOMBRE ES

AQUARIUS