Chris encontró a Tanya en una travesía a doce manzanas de la escuela. Estaba sentada en el último escalón de la entrada de una casa amarilla en forma de caja, con los rechonchos antebrazos alrededor de las rodillas y los cascos del iPod metidos en las orejas. Al ver que el coche de Chris se detenía, se puso en pie y sus rizos se agitaron. Él temió que echara a correr, de modo que salió del vehículo con rapidez y levantó las manos.
—Tanya, tranquila. Quiero ayudarte.
La chica le miró con suspicacia, desenchufó los cascos y se los metió en el bolsillo.
—Soy el padre de Olivia —añadió él.
—Ya sé quién es.
Chris echó un vistazo a la calle en ambas direcciones. Estaban solos. Las ramas desnudas de los añosos árboles colgaban sobre el vecindario. Era un día gris.
—La señora Valma estaba preocupada por ti —dijo—. Johan nos ha contado lo ocurrido.
—No debería haberlo hecho.
—Has tenido suerte de que anduviera cerca —observó Chris.
—Sí, lo sé. Sólo que no quiero hacer una montaña de esto.
—¿Estás bien? ¿Te han hecho daño?
—Estoy bien.
Chris avanzó por la acera y se reunió con ella. La casa frente a la que Tanya estaba sentada era vieja y de dimensiones modestas, una reliquia de los años cincuenta. Las cortinas de las ventanas estaban echadas y el camino de entrada, vacío.
—¿Vives aquí? —le preguntó.
—No.
—¿De quién es la casa?
—No lo sé. Estaba cansada de correr.
Chris hizo un gesto hacia los escalones.
—¿Te importa que me siente?
—Haga lo que quiera.
Chris se sentó tres escalones por debajo y se frotó la mandíbula, rígida como si él fuera el Hombre de Hojalata y le faltara aceite. A pesar de que no llovía, el escalón estaba húmedo. El porche olía a madera podrida y a la nube del perfume dulzón de Tanya. Chris le sonrió y ambos se quedaron sentados en silencio. Era una chica bonita, con un rostro sereno de tono sonrosado. Su voz tenía una entonación dulce, aunque hablaba en voz baja. Era como un tímido gatito. Chris se la imaginó con Olivia, y el contraste le resultó llamativo. Su hija era una chica extrovertida; Tanya, todo lo contrario.
Pensó en lo que sabía de ella. Al igual que Olivia, había perdido a uno de sus progenitores a causa de un divorcio y a una amiga a causa del cáncer. Sus amigos de Barron la habían repudiado. Ahora era el centro de atención de la policía y los abogados en una investigación por asesinato, y se había visto arrastrada por la violencia entre ambos pueblos. Parecía que era el último lugar donde deseaba estar.
—¿Qué pasa con Kirk Watson? —le preguntó Chris.
Tanya frunció el ceño.
—Es un bestia.
—¿Qué quería Kirk de ti?
—No lo sé. Supongo que me culpa de lo que le pasó a Ashlynn. —Y añadió en voz baja—: En parte soy culpable. Yo la dejé allí.
—¿Qué tiene que ver la muerte de Ashlynn con Kirk?
Tanya puso los ojos en blanco.
—Es por la disputa entre los pueblos; hace que se sienta importante. Alardea de que va a rescatar Barron de los de St. Croix, como si se creyera un general que intenta ganar una guerra.
—¿Los demás chicos de Barron sienten lo mismo? —quiso saber él.
—La mayoría sólo le tienen miedo. Se mete con las chicas. Lleva siempre mucho dinero, y nadie sabe de dónde lo saca. Es como si tuviera a todo el pueblo dominado.
—¿Y Ashlynn? —preguntó él—. ¿También se metía con ella?
—Estuvieron saliendo durante un tiempo.
—Por lo que me han contado de Ashlynn, Kirk no parece su tipo.
Tanya se encogió de hombros.
—Kirk es un idiota, pero está bastante bueno. Las chicas quieren estar con él, y no les importa lo que haga. Aunque Ashlynn le dejó. No lo sé, tal vez él le pegara.
—Y ahora que está muerta, ¿intenta convertirse en su ángel vengador?
—Ashlynn era una chica de Barron, la hija de Florian Steele. Siento mucho lo de Livvy, ¿sabe? —añadió Tanya—. Tengo la sensación de haberla traicionado al hablar con la policía.
—Ella no te culpa.
—Ya, bueno, las dos nos comportamos como un par de estúpidas. No puedo creer lo que pasó.
Chris trató de interpretar su mirada. Vio a una adolescente asustada, superada. Un jurado no la consideraría una sospechosa convincente, y era poco probable que alguien creyese que era una asesina. Aunque lo fuera.
—¿Qué ocurrió esa noche? —le preguntó.
Tanya parpadeó, como si acabara de recordar con quién estaba.
—No sé si debería estar hablando con usted.
—Está bien. Si quieres, te llevaré a casa y no tienes que decir nada. Sólo intento ayudar a Olivia. —La chica guardó silencio. Chris esperó un instante y añadió—: Ella afirma que no lo hizo, Tanya. Que no disparó a Ashlynn.
—Sí, ya lo sé.
—¿La crees?
—No lo sé. Esa noche, Livvy estaba como loca. Tenía una pistola y empezó a gritarle a Ashlynn, por eso me largué. La llamé más tarde y me dijo que no había pasado nada, pero luego me enteré de que Ashlynn estaba muerta. Es decir, ¿quién más pudo haberlo hecho?
—¿Llamaste a Olivia? ¿Cuándo?
—Más o menos una hora después de llegar a casa. No podía dormir. Yo estaba en el salón viendo la tele, pero seguía pensando en Ashlynn; así que llamé a Livvy para asegurarme de que todo iba bien.
—¿Se lo explicaste a la policía?
Los ojos de Tanya se inquietaron, como si hubiera cometido un error.
—Yo… no creo que lo hiciera.
—No pasa nada. Háblame de la llamada.
—La llamé al móvil y contestó enseguida.
—¿Te dijo dónde estaba?
—Dijo que estaba en casa. Le pregunté si Ashlynn estaba bien y me dijo que sí. Me contó que se le había pasado la borrachera, que había tirado la pistola y que había dejado a Ashlynn allí.
Era exactamente lo que Olivia le había contado a Chris. Una hora después del crimen y otra vez cuatro días más tarde, había contado la misma historia. Eso era bueno.
—¿Cómo sonaba Olivia? —preguntó.
—No lo sé… Desanimada, como si hubiera estado llorando.
—Sólo para dejarlo claro, Tanya: ¿Olivia te dijo específicamente que Ashlynn estaba bien?
—Sí, eso es lo que dijo.
—¿De qué más hablasteis?
—Yo le pregunté si no sería mejor que llamáramos a alguien. Ashlynn se había quedado tirada, y deberíamos haber hecho algo al respecto. Me sentía mal por haberme marchado.
—Vale.
—Olivia dijo que no. Supongo que quería darle una lección.
—¿Y entonces?
—Eso es todo. Colgué y me fui a la cama, pero me desperté sobre las cinco porque no podía dejar de pensar en Ashlynn, allí sola. Me sentía muy culpable por no haberla ayudado. No se lo merecía. Así que desperté a mi padre y le expliqué toda la historia, y él llamó a la policía.
Chris afrontó con nervios la siguiente pregunta; no quería levantar las sospechas de la chica.
—¿Pensaste en volver allí tú sola después de hablar con Olivia? ¿Te planteaste conducir hasta allí y ayudar a Ashlynn?
—Sí, claro —admitió Tanya.
Chris escudriñó su rostro.
—Pero no lo hiciste.
—No. Debería haberlo hecho, pero no quería salir sola.
Si estaba mintiendo, lo hacía muy bien. Ella le miró fijamente, como si lo desafiara a no creerla.
—Agradezco mucho tu ayuda, Tanya —dijo él—. ¿Quieres que te lleve a la escuela?
Tanya negó con la cabeza.
—Quiero ver a mi padre.
—¿Tiene despacho en el centro?
Ella asintió.
—Te acercaré hasta allí.
Chris se levantó del escalón mojado; Tanya le alcanzó mientras bajaba por el camino de entrada hacia su coche y le detuvo poniéndole una mano en el brazo.
—¿Señor Hawk? Hay una cosa que no le he contado a nadie, y no sé si quiere usted oírla.
—¿Qué es?
—Bueno, entre Ashlynn y Olivia había otro tema.
—¿Qué quieres decir?
—No sé exactamente qué era —contestó Tanya meneando la cabeza—. Olivia se guarda muchas cosas, ¿sabe? A veces me enfado con ella porque no me cuenta sus secretos. Pero su problema con Ashlynn no era sólo por Mondamin. Estoy segura de que había algo personal.