Así como de Effi Briest se han hecho varias ediciones en lengua castellana, de Errores y extravíos sólo he encontrado una traducción de 1921, realizada por Máximo Asenjo y publicada en la editorial de Bernhard Tauchnitz en Leipzig. Forma parte de una colección llamada «Biblioteca rojo y azul», en la que se incluyen traducciones de otros autores alemanes. La traducción es incompleta, presenta solamente veintidós capítulos y en el texto traducido faltan distintos pasajes de la obra. En un breve «Prólogo del traductor» presenta Asenjo a Fontane como escritor costumbrista, destacando la pintura de personajes, caracteres y escenas.
La traducción que ofrezco al lector está realizada siguiendo el criterio fundamental del respeto y la fidelidad al texto original. Este respeto incluye el no haber corregido reiteraciones o aparentes faltas de estilo o coherencia lingüística, ya que en un autor como Fontane, que corregía varias veces cuidadosamente los textos de sus obras, no se pueden atribuir a descuido, sino a intencionalidad estilística. A ella responde también la abundancia de la palabra «y». Decía Fontane que él escribía «novelas con y» y «novelas sin y», acomodándose al tema y en consideración a él, y que cuanto más sencillo era éste, cuanto más «sancta simplicitas», tantos más «y» empleaba, porque el «y» tenía un algo bíblico.
Una gran dificultad ha supuesto el traducir el dialecto berlinés en que se expresan en ocasiones los personajes. Equipararlo de un modo general a un dialecto del castellano habría supuesto una deformación y desfiguración, entre otras cosas porque Fontane lo utiliza de un modo no radical y solamente para caracterizar la procedencia social de algunos personajes y las relaciones de confianza y familiaridad entre ellos. He optado, pues, por una vulgarización comedida del castellano, que, si bien no siempre afecta a las mismas palabras que en el original están en dialecto, en su conjunto pretende corresponder a la caracterización lingüística y la intencionalidad de Fontane. Por el mismo criterio de fidelidad he mantenido en el idioma original los nombres de los personajes, los topónimos y las expresiones en francés o inglés, que también tienen una función caracterizadora. En conjunto, no ha sido una tarea fácil traducir Errores y extravíos, pues cada palabra, en su aparente simplicidad y naturalidad, está perfectamente calibrada para ir creando en el lector las sugerencias múltiples a que antes me refería. Otra de mis preocupaciones ha sido el intentar conseguir en las conversaciones el inimitable «tono fontanesco» de gran charlista, común a todos sus personajes.
Antes de concluir, permítaseme hacer al lector una pequeña recomendación: que una vez acabada la novela, tras haberse enterado de la suerte de Botho y Lene, relea al menos los primeros capítulos. Una vez que la curiosidad y el interés por el desarrollo de la acción hayan sido satisfechos, podrá el lector entregarse al placer estético de detenerse en los detalles que en una primera lectura quizás pasen desapercibidos, de captar sutiles insinuaciones, de descubrir bellezas ocultas y penetrar así más profundamente en el retrato de los personajes.
Sólo me resta expresar mi agradecimiento a las personas —familiares, amigos, compañeros— que con su apoyo, ayuda y conocimientos han contribuido a hacer posible esta edición. Ellos saben que el que no los mencione por sus nombres —la lista sería larga— no disminuye en absoluto mi gratitud.