La trama argumental de las novelas berlinesas de Fontane se deriva generalmente de una historia de amor, cuyos conflictos surgen de la diferencia de clase social de los amantes o de la contradicción y oposición existente entre los imperativos sociales y los designios del corazón. Protagonistas fundamentales son las mujeres, algo por otra parte no extraño en la novelística del siglo XIX y en lo que se refleja la problemática femenina como una de las grandes cuestiones del siglo.
En las relaciones amorosas se desvela cómo cada individuo, con sus sentimientos y expectativas de felicidad, se comporta respecto a los imperativos sociales y sus convencionalismos, hasta qué punto prevalece lo auténticamente humano o entra en conflicto con ideas caducas y necesidades económicas de casta. Las posibilidades individuales de felicidad dependen de si es posible aunar estas fuerzas opuestas, de si se da una coincidencia entre las expectativas sociales e individuales, o si, por el contrario, es necesaria la renuncia a la felicidad o incluso el conflicto conduce a una catástrofe. En las relaciones entre hombre y mujer se pone de manifiesto cómo las fuerzas históricas determinan el destino individual. Por otro lado, es precisamente en la relación con la mujer donde más claramente se revela el auténtico carácter de una sociedad en la que el ser humano se equipara a una mercancía. Y a su vez son las mujeres, con todos sus errores y debilidades, defensoras y portavoces de humanidad en sus esfuerzos por sustraerse a los determinantes sociales y realizarse como seres humanos. A través de los personajes masculinos critica Fontane la ética del éxito de la burguesía, se divierte con los afanes del pequeño burgués por ascender socialmente, expresa su descontento ante los representantes del Imperio en política y administración, en el ejército, la iglesia y la cultura, aun cuando muy raramente presenta tipos absolutamente negativos, dotando siempre a sus personajes de rasgos profundamente humanos.
El conflicto originado por la diferencia de clase entre los amantes es el tema de nuestra novela, Errores y extravíos, y de Stine. Stine, escrita después de Errores y extravíos, es una variante sentimental de ésta, pero en la que las contradicciones conducen a un final más trágico. El sentimentalismo de Stine se deriva de las dos figuras principales; Stine, la obrera de una fábrica textil, y el joven conde Waldemar son dos personas soñadoras, enfermizas y débiles. Stine vive con su hermana viuda, la amante del viejo conde, tío de Waldemar. La doble y falsa moral de la sociedad, los prejuicios de casta, se ponen de manifiesto en la tolerancia respecto a la relación del viejo conde con la viuda y la actitud frente al deseo de Waldemar de casarse con Stine, una idea a la que el tío se opone violentamente. Stine y su hermana se oponen también, conscientes de la imposibilidad de traspasar las barreras sociales. Ante el rechazo de Stine, con la que Waldemar oye por primera vez «cómo hablan los seres humanos», éste no encuentra otra salida que el suicidio.
A menudo la historia de amor presenta el consabido esquema triangular de la mujer entre dos hombres: L’Adultera, Cecile, Ellernklipp, Graf Petöfy y Effi Briest. L’Adultera, la primera de las novelas berlinesas, es la única que tiene un final feliz. Su protagonista, Melanie van Straaten, consigue realizarse como ser humano en sus aspiraciones de libertad y felicidad, superando los conflictos con la sociedad y obteniendo la aceptación de ésta. Las demás mujeres fracasan de uno u otro modo. En Cecile es la mujer que, tras haber sido amante de príncipes para salvar a su arruinada familia —a la muerte del primero, su sucesor la «hereda» junto a las demás propiedades—, pretende insertarse de un modo honorable en la sociedad sin conseguirlo. La imposibilidad de librarse de su pasado la conduce al suicidio.
Effi Briest es, según las palabras de su autor, «una historia de adulterio como tantas otras». El esquema de la acción (como es frecuente en Fontane, basado en un hecho real) tampoco parece demasiado original: una joven, casada por consideraciones sociales con un hombre que le dobla la edad, por el que se siente abandonada e incomprendida, un amante, hombre de mundo y experimentado con las mujeres, una relación corta y no excesivamente profunda ni apasionada, un duelo con consecuencias mortales para el amante y, a la larga, para la repudiada mujer. Un conjunto de motivos conocidos y utilizados hasta la saciedad por la novela de la época. Sin embargo, el rango singular de esta novela —con la que Fontane, según Thomas Mann, sitúa la novela alemana a nivel europeo— consiste en la acertada conjunción de lo individual con lo socialmente característico. El triunfo de lo público, lo social, frente a lo privado llega a su cumbre en el duelo. El marido, que descubre las cartas comprometedoras siete años después de concluido el asunto, no desafía al amante impulsado por el dolor o los celos, sino por unos imperativos sociales que le obligan a actuar como si se tratara de una especie de comedia en la que cada papel está preestablecido. El convencionalismo social, la sociedad, invade la esfera de la libertad y la humanidad. El ser humano queda reducido a la simple consciencia «de ese algo social que nos tiraniza». Como en tantas otras novelas de Fontane, Bismarck es la figura que desde el transfondo está permanentemente presente en el desarrollo de la acción. Con ello se establece la dimensión histórica del acontecer, la dimensión generalizadora del caso individual. El orden que Bismarck representa aparece íntimamente ligado al orden a que Effi Briest debe someterse en el matrimonio. La protagonista acaba sucumbiendo ante él, reconociendo en la muerte su poder omnipotente.
De El Stechlin (1898) dice Fontane por dos veces que se trata de una «novela política». Con ello no se refiere a las numerosas alusiones históricas y de crítica social que se encuentran en todas sus novelas, sino a la preponderancia que en esta novela se da a lo político y social. La acción es casi insignificante, «todo lo que ocurre es que al final muere un viejo y dos jóvenes se casan». La novela carece de conflictos, tensiones o sorpresas. En una anticuada mansión señorial de la Marca y en una moderna residencia de Berlín se reúnen un grupo de personas y hablan de lo habido y por haber. Lo más importante que ocurre son unas elecciones, en las que Dubslav von Stechlin, empujado por los demás nobles de la región, se presenta por el partido conservador y es derrotado por el candidato socialdemócrata. El contenido de la novela se expresa en los diálogos y conversaciones más que en la escasa acción. Las visitas, viajes y excursiones son en ocasiones solamente el enmarque realista de unas conversaciones que giran fundamentalmente, en tomo a las elecciones, la revolución, el ascenso de la socialdemocracia, y en las que se manifiesta la reflexión sobre el gran tema del devenir histórico, el cambio de estructuras sociales, la dialéctica entre lo nuevo y lo viejo. Si en otra de sus novelas, Los Poggenpuhls (1895), había ya practicado Fontane la casi ausencia de argumento en favor de la descripción del ambiente de una familia aristocrática en decadencia —Los Buddenbrooks (1901) de Thomas Mann son sus inmediatos sucesores—, en El Stechlin es el lenguaje, el diálogo, el que adquiere una autonomía estética que anuncia la gran novelística de comienzos del siglo xx y concretamente, también aquí, a Thomas Mann.
Fontane pone en boca de una mujer la frase que resume su postura en el conflicto entre lo nuevo y lo viejo:
Debemos amar todo lo viejo, en tanto que lo merece, pero realmente debemos vivir para lo nuevo. Y sobre todo, como nos enseña el Stechlin, nunca debemos olvidar la gran interdependencia de las cosas. Encerrarse significa emparedarse y emparedarse es la muerte.
Con el Stechlin se refiere aquí Melusine al lago del mismo nombre, el gran símbolo histórico de toda la novela. Del pequeño lago Stechlin se dice que cuando tienen lugar acontecimientos que transforman la faz de la tierra, cuando hay terremotos y explosiones volcánicas, por muy lejos que esto ocurra, surge del fondo del lago un gran chorro y en él un gallo rojo. Así, las transformaciones sociales que tienen lugar en este apartado lugar de la Marca de Brandemburgo están en íntima relación con los cambios políticos y sociales del mundo.
Melusine y el Pastor Lorenzen, con sus ideas socialdemócratas, son los portadores de lo nuevo. Su ideal es una comunidad humana y tolerante en la que no haya barreras divisorias, para que se pueda ver «al ser humano en el ser humano».
La conclusión del Stechlin fue para Fontane una carrera contra la muerte. En él nos ha dejado su testamento político y humano.