Theodor Fontane constituye un fenómeno insólito en la historia de la literatura. Si bien sus intereses literarios se manifiestan desde su juventud y en ella se dan también sus primeras actividades en este sentido, la etapa decisiva de su producción comienza cuando ya había cumplido los sesenta años y alcanza sus más altas cimas a una edad de casi ochenta años. Thomas Mann ha descrito bellamente este fenómeno, diciendo que del mismo modo que hay quienes han nacido para ser jóvenes, hay naturalezas para las que lo único adecuado es la ancianidad, ancianos clásicos, por así decirlo, llamados a presentar del modo más perfecto ante los ojos de la Humanidad las cualidades ideales de esta etapa de la vida, como son la indulgencia, la bondad, el sentido de la justicia, el humor y la sabiduría que nace de la experiencia. En cierto modo, es como si Fontane tuviera que haber llegado a viejo, incluso a muy viejo, para llegar a ser él mismo de un modo total. Y sin embargo, este envejecimiento corporal es un rejuvenecimiento artístico, espiritual y humano, una segunda y auténtica madurez y juventud en edad avanzada. A los veintiocho años escribe a un amigo:
Con los años me he ido haciendo más joven, y la alegría de vivir, que realmente es patrimonio de la juventud, parece crecer en mí cuanto más largo es el hilo que se ha ido soltando del ovillo.
Veamos, pues, cuál es el camino que le lleva a convertirse en el viejo Fontane.
Primeros años (1819-1850)
Los padres de Theodor Fontane eran de origen francés. El abuelo fue pintor y llegó a la corte de la reina Luisa como preceptor de príncipes. Pertenecían a la colonia de hugonotes franceses que llegaron en algunos momentos a constituir hasta un cuarto o un quinto de la población berlinesa y que fueron atraídos por los príncipes prusianos para realizar trabajos de dirección en la industria, el comercio y las artes en un país por entonces menos desarrollado. Esta minoría, pese a mantener los lazos que les unían y aferrarse a determinadas costumbres y reglas de vida, pronto quedó asimilada a la población berlinesa por medio de matrimonios y el contacto permanente con el nuevo entorno. El que esta asimilación se produjera al cabo de pocas generaciones es índice indudable de una cierta comunidad de rasgos entre berlineses y franceses, algo que el mismo Fontane ha acentuado, si bien estaba convencido de que sus caracteres artísticos se debían a su ascendencia francesa.
Emilie y Louis Henri Fontane, padres del autor.
El padre, Louis Henri, boticario de profesión, se casó el 24 de marzo de 1819 con Emilie Labry, instalándose en Neuruppin, una pequeña ciudad de la marca de Brandemburgo, donde había adquirido la «Löwen-Apotheke» (Farmacia del león). Allí nació Theodor Fontane el 30 de diciembre de 1819 y allí pasó los primeros años de su niñez. El padre, un hombre inquieto y apasionado jugador, se vio obligado a vender la farmacia de Neuruppin en el verano de 1826. Un año después adquirió la «Adler-Apotheke» (Farmacia del águila) en Swinemünde, un pequeño puerto del mar Báltico, donde se trasladó la familia, a la que entretanto se habían sumado tres hijos más. Los casi cinco años que Fontane pasó en Swinemünde forman parte de los más felices de su vida, lo que explica la posición central que Swinemünde tiene en su autobiografía Meine Kinderjahre (Mi infancia). A menudo se han comparado los dos paisajes de la niñez de Fontane: el pasaje sobrio y prosaico de Neuruppin y la pequeña ciudad portuaria, poética y abierta al mundo, de Swinemünde, con los caracteres de una madre severa y consciente de sus obligaciones y un padre encantador, pero irreflexivo. Lo que en cualquier caso es innegable es que la relación entre padre e hijo se hizo más intensa en los años de Swinemünde. Junto a los hijos de otras familias distinguidas de la ciudad, asistía Fontane a clase con preceptores particulares hasta que los padres tomaron la decisión de encargarse directamente de la educación del niño. El método «socrático» del padre en la enseñanza del latín, francés, geografía e historia estableció un fuerte vínculo entre ambos. Un factor decisivo fue, sin duda, la renuncia a la autoridad paterna y su sustitución por la autoridad del saber, el humor y la bondad. De aquí parten el interés de Fontane por la historia y su inveterada costumbre de leer diariamente los periódicos, de aquí su amor a la libertad y su admiración por las hazañas militares del pasado prusiano. En 1832 deja Fontane la casa paterna de Swinemünde y vuelve durante un año a Neuruppin para asistir a las clases del Instituto. Llama la atención la brevedad con que Fontane trata en sus memorias los años pasados en Neuruppin. El recuerdo de Swinemünde es indudablemente mucho más consciente, sin embargo, poemas posteriores y las páginas que dedica al condado de Neuruppin en sus Wanderungen durch die Mark Brandemburg (Andanzas por la Marca de Brandenburgo) hacen pensar que el paisaje prosaico de su ciudad natal ha ejercido en él mayor influencia de lo que sus testimonios autobiográficos permiten deducir. En su novela Der Stechlin vuelve a este paisaje, del mismo modo que Swinemünde (Kessin en la novela) es el escenario de Effi Briest. De hecho, la relación con Neuruppin no se cortó nunca, pues allí volvió a residir la madre después de la separación del padre (1850) hasta su muerte, acaecida en 1869.
En otoño de 1833 fue enviado por el padre a Berlín, a estudiar en una escuela de formación profesional. En la segunda parte de su autobiografía, Von Zwanzig bis Dreissig (De los veinte a los treinta), habla de esta época en el capítulo dedicado al tío August, el hermanastro de su padre con el que vivía. A partir de este momento y pese a las distintas interrupciones, Berlín se convierte en su segunda y auténtica patria chica. Allí fue arrastrado a la vida desordenada del tío. A consecuencia de las deudas tuvieron que trasladarse a una casa de vecindad, en la que Fontane tenía su habitación en un ala de la casa compartida con una prostituta y un noble polaco arruinado. Allí conoció a la que después sería su mujer, en casa de un jugador amigo de su tío. Fontane faltaba a clase, iba a los cafés y mostraba su interés por la literatura más moderna. En otoño de 1836 obtuvo el diploma de la escuela y empezó a trabajar como aprendiz en una botica de Berlín. Lo poco que sabemos de esta época lo ha contado el mismo Fontane en la segunda parte de su autobiografía, en la que hace una descripción de su primer jefe, el boticario Wilhelm Rose, caracterizándole como el tipo burgués por antonomasia. Es evidente que en esta época escribía mucho, poesía y prosa. Era asiduo visitante de los cafés (llenos de policía secreta) y lector de las revistas literarias que allí había a disposición del público. En 1839 se convierte en colaborador de una de ellas, el Berliner Figaro, donde publica una narración y posteriormente distintos poemas. También se hace socio de círculos literarios. En sus memorias acentúa Fontane su carácter solitario, pero la realidad es que la pertenencia a círculos literarios ha tenido un papel importante en su vida, e indudablemente constituía algo necesario para él. Obligado por razones profesionales y económicas a seguir con su formación como boticario, estos círculos de Berlín, como después en Leipzig o nuevamente en Berlín, significaban el contacto con literatos de sus mismas ideas. Los círculos de lectura y los cafés tenían una función semejante, y en este sentido no le faltaron incentivos. El boticario Wilhelm Rose era cofundador de un círculo de lecturas que daba a conocer a los autores del movimiento de la Joven Alemania. Fontane lee a Gutzkow, Mundt, Kühne, Laube, Wienberg, pero también a Walter Scott, Fenimore Cooper, Charles Dickens y Marryat. Junto al interés literario por Inglaterra, participaba de la admiración por el modelo político inglés que dominaba en los clubs alemanes políticos y literarios. Inglaterra estaba considerada como la patria de las modernas ideas parlamentarias. Para los liberales alemanes Gran Bretaña era el lugar donde se había encontrado la solución de la cuestión nacional y de las aspiraciones liberales individuales, algo que en Alemania se venía arrastrando sin resolver. No es, pues, extraño que Fontane, como muchos de sus contemporáneos, abrigara grandes esperanzas respecto a la posibilidad de una Constitución en Prusia y el movimiento de unificación, cuando Federico Guillermo IV subió al poder.
Después de haber concluido su aprendizaje en la botica de Wilhelm Rose, estuvo empleado durante tres meses en Burg, cerca de Magdeburgo. Tras una grave enfermedad, fue Leipzig la siguiente etapa. En Leipzig, en un clima político y literario más progresista y vivo que en Berlín, encontró pronto los ansiados contactos literarios en una asociación llamada «Herwegh-Club». Desde octubre de 1841 hasta la primavera de 1843, o quizás incluso más tarde, publica con regularidad poemas y artículos en la revista Die Eisenbahn. Los poemas de esta época muestran claramente su pertenencia a la generación de los literatos del «Vormärz»[1], que expresan en la lírica su descontento político y sus esperanzas. Sus poemas exhortan a la lucha política para implantar los objetivos sociales.
Tras una nueva enfermedad, consigue un empleo en Dresde. Las épocas de Leipzig y Dresde deben ser consideradas como una unidad, aunque la importancia del círculo de amigos de Leipzig es mayor. Desde Dresde mantiene el contacto con ellos, trabaja intensamente en los artículos que envía a Die Eisenbahn, traduce Hamlet y poetas ingleses de carácter revolucionario. Su carrera literaria comienza a perfilarse con mayor precisión, aunque no se atreve a dedicarse exclusivamente a ella y rechaza un puesto en la redacción de la revista, simultaneando su actividad como escritor con la preparación de los siguientes exámenes de Farmacia. Trabaja ocasionalmente en la botica de su padre hasta que en abril de 1844 realiza durante un año su servicio militar como voluntario en el Regimiento de Granaderos de la Guardia Kaiser Franz. Comienza aquí su amistad con Bernhard von Lepel, al que le unían intereses literarios y que ya en 1843 le había presentado en la asociación literaria «Tunnel über der Spree» (Túnel sobre el Spree) de Berlín. Durante el servicio militar hace su primer viaje a Inglaterra. Su admiración por este país aumenta de tal modo que a su vuelta califica de exageradas, rechazándolas, las críticas cada vez más generalizadas sobre las injusticias de la sociedad inglesa.
En septiembre de 1844 y bajo la protección de Lepel se convierte en socio regular del «Túnel», asociación que va a influir decisivamente en su evolución literaria y política a través del nuevo círculo de amistades. En el «Túnel» entra Fontane en contacto con el ala derechista de literatos y hombres de la cultura de Berlín, de actitud acentuadamente prusiana y antidemocrática. Allí conoce a oficiales de la nobleza como Bernhard von Lepel o altos funcionarios como Wilhelm von Merckel, personalidades locales y también grandes artistas como Eichendorff, Adolf von Menzel y Theodor Storm. La diferencia con sus amigos de otros clubs era notoria y sin duda alguna contribuyó a ampliar la visión social de Fontane, algo que el futuro novelista sabría aprovechar. Estas nuevas amistades se mantuvieron en gran parte hasta su muerte. Merckel, por ejemplo, de quien se sospecha que es el autor del pareado «Gegen Demokraten / helfen nur Soldaten» (Contra los demócratas sólo valen los soldados), apoyó siempre a Fontane y a su familia, lo que éste le agradeció con una falta de crítica rara en él. La influencia política de Merckel sobre Fontane se hace perceptible sobre todo después de 1848, aunque desde su entrada en el «Túnel» comienza una evolución contradictoria en su actitud, que ha causado abundantes quebraderos de cabeza a los estudiosos.
Los primeros poemas de tendencia democrática con que Fontane hizo su presentación literaria en el club fueron sometidos a fuerte crítica y burla, tanto por su contenido como por su compromiso político. Poco a poco fue Fontane abandonando estos temas, convirtiéndose en un poeta de baladas, a las que intentó dar una nueva forma. El primer éxito lo obtuvo con sus Preussenlieder (Canciones prusianas), ocho baladas dedicadas a famosos generales de la historia patria. Mezclando elementos de la canción popular y de las canciones de ciego, hace un retrato de los generales humorísticamente ensalzados, en el que éstos aparecen no como monumentos históricos, sino como hombres del pueblo, con sus pequeños defectos cotidianos. Fontane desarrolla su propio estilo en este género, aunque es notoria la influencia de la balada popular inglesa, que conocía a través de Walter Scott. Sentía especial predilección por los temas de la historia inglesa y escocesa, con los que cosechó resonantes aplausos en el club. Como autor de baladas se caracteriza por la profundización psicológica en el retrato de los personajes, el tono popular y la interiorización lírica de los sucesos, dejando en un segundo plano los acontecimientos dramáticos. La perfección lírica que adquiere en esta época llegará a su punto máximo en las baladas de su última fase creativa, referidas a temas del presente y de un singular realismo psicológico y social.
Con todo, no se puede descartar un cierto oportunismo en estos años, que bien pudiera estar determinado por la inseguridad material y vital en que se encontraba. En junio de 1845 consigue un empleo en una farmacia de Berlín, en diciembre se promete con Emilie Rouanet y, tras haber aprobado los exámenes finales de farmacéutico en 1847, se encuentra con las condiciones previas para llevar una vida burguesa acomodada, pero no puede ponerla en práctica por falta de dinero. La imposibilidad de adquirir una farmacia propia le induce a elaborar distintos planes, entre los que se incluía la emigración. Finalmente, encontró un nuevo empleo en la «Jungschen Apotheke», aunque la situación no mejoró sustancialmente con ello.
Los acontecimientos políticos de 1848 establecen una cesura en la influencia del «Túnel». El estallido de la revolución el 18 de marzo halló a un Fontane dispuesto a la lucha. En De los veinte a los treinta cuenta en tono irónico su participación en la sublevación, su intento de asaltar él solo la iglesia de San Jorge, y cómo se apodera de una vieja escopeta de la guardarropía de un teatro para emplearla desde las barricadas, aunque la carga con demasiada pólvora, y cómo la decepción y la tristeza se apoderan de él cuando se da cuenta de que se ha dejado llevar por entusiasmos literarios. Cuando el 19 de marzo le llega la noticia de que «todo ha sido concedido» no ve en ello más que un algo que se había alcanzado con permiso de la autoridad suprema: «La voluntad popular no era nada, el poder real lo era todo». Cuarenta años después, cuando escribe estas memorias, su visión de los acontecimientos es completamente distinta:
[estas luchas] —suponiendo que en la sublevación se exprese un sentimiento grande y generalizado— han de acabar siempre con el triunfo de la revolución porque un pueblo que se subleva, aunque no tenga más que sus manos desnudas, es al fin necesariamente más fuerte que el poder armado mejor organizado.
En realidad, el entusiasmo revolucionario del 48 no se apagó tan rápidamente como el viejo Fontane nos describe. Las cartas que por entonces escribe a su amigo Lepel hablan un lenguaje muy claro, así como los cuatro artículos que escribe en el Berliner Zeitungshalle, el órgano de publicaciones de la comisión central de los demócratas alemanes, en lo que se refiere a las cuestiones de la unidad, la libertad y la posición especialmente problemática de Prusia. También por entonces estudia la historia inglesa del siglo XVII, la figura de Carlos I y la guerra civil bajo Cromwell, comenzando una tragedia con el título Carlos Estuardo, en la que el ajusticiamiento del rey había de constituir el momento cumbre del drama. Sin embargo, la tragedia quedó inconclusa y el radicalismo democrático de Fontane fue cediendo paulatinamente a la resignación generalizada de la burguesía liberal alemana tras el fracaso de la revolución de 1848.
En septiembre de 1848, después de haber dejado el empleo de la botica, empieza a dar clases de farmacia a dos diaconisas del Hospital de Bethania. Este trabajo, que dura un año y que le deja mucho tiempo libre para sus actividades literarias, es el último que Fontane realiza en su profesión de boticario, pues al dejarlo adopta la firme decisión de vivir de su pluma. El ambiente conservador de la sociedad parece no hacer aún mella en él y trabaja como corresponsal en Berlín del Dresdner Zeitung, un periódico democrático radical, hasta abril de 1850. Pero ya en mayo comienzan sus intentos de colaborar en la prensa conservadora. Con la recomendación de Lepel empieza a trabajar en el Literarisches Kabinett, que dirigía Merckel y que pertenecía al servicio de prensa del gobierno prusiano. Este paso sorprendente se puede explicar sin duda por los conflictos personales de Fontane debidos a la decisión de seguir su vocación, la inseguridad económica y su responsabilidad ante su prometida, que llevaba cinco años esperando el cumplimiento de la promesa de matrimonio. Sin embargo, no hay que olvidar el desánimo general de la burguesía progresista ante los vientos reaccionarios que soplaban en Prusia, y buena prueba de ello son la amargura y los remordimientos que Fontane expresa en su correspondencia respecto a su nuevo empleo:
Hoy me he vendido a la reacción por treinta monedas de plata al mes… como hombre honrado no puede uno salir adelante.
A partir de este momento se encuentra en un bando político al que realmente no pertenece, lo que dará lugar a una gran resignación y a una cierta escisión de su personalidad.
En octubre de 1850 contrajo matrimonio con Emilie Rouanet-Kummer. El matrimonio duró cuarenta y ocho años. Fue un matrimonio por amor que, pese a la ocasional incomprensión de Emilie respecto a su vocación literaria, consiguió superar las crisis y dificultades a que se vio a menudo sometido.
1850-1859
Fontane trabajó con algunas interrupciones —como una corresponsalía de medio año en Londres— en el Literarisches Kabinett hasta septiembre de 1855. Esta actividad insatisfactoria le dejaba tiempo para el trabajo literario. Publica baladas como Die schöne Rosamunde (La bella Rosamunda) y en 1851 sale a la calle su primera colección de poesías. Da clases particulares, traduce, hace críticas y pronuncia conferencias sobre temas históricos. De esta época es su ensayo Unsere lyrische und epische Poesie seit 1848 (Nuestra poesía épica y lírica desde 1848), publicado anónimamente en 1853, en el que dice:
El realismo en el arte es tan viejo como el arte mismo, aún más: es el arte.
En 1855 es enviado como corresponsal de la Agencia Central de Prensa a Londres, esta vez por más tiempo, con lo que se realiza uno de sus antiguos deseos. La situación económica mejora sensiblemente y la familia se reúne con él en 1857.
Los años de estancia en Inglaterra fueron de una importancia decisiva para la evolución y madurez de Fontane. Su mirada, ya desde siempre dirigida al exterior, adquiere un panorama más amplio; profundiza sus conocimientos con estudios de la historia y las instituciones inglesas y desarrolla, sobre todo, sus aptitudes periodísticas. Escribe para periódicos y revistas de distintas tendencias políticas, prefiriendo los artículos de temas culturales a los políticos. Estos artículos constituyen el preludio de sus libros sobre Inglaterra, en los que tiene lugar la transición del poeta de baladas al gran prosista. Los numerosos artículos de Fontane sobre Inglaterra muestran una cierta libertad e independencia de juicio, sin duda relacionados con el tema, cuyas posibilidades él supo aprovechar.
En 1858 hizo un viaje a Escocia con Lepel. La descripción de este viaje se publicó en 1860 con el título Jenseits des Tweds (Más allá del Tweed). También en 1858 concluyó la era reaccionaria de Manteuffel al asumir el príncipe Guillermo de Prusia la regencia y entrar los liberales en el gobierno. Fontane decide abandonar la corresponsalía en Londres y volver a Berlín. Si bien lo lógico hubiera sido que entrara al servicio del nuevo gobierno, con el que tenía mayor afinidad ideológica, abandonando así la dura situación de trabajar para la reacción, escrúpulos morales se lo impidieron: atacar al recién caído Manteuffel que personalmente le había ayudado, aunque su régimen policíaco había sido un horror para Fontane, le parecía que contravenía los deberes elementales del honor y el agradecimiento. En un episodio como éste se manifiesta esa cierta escisión, a la que antes aludíamos, entre actividad pública y vida privada. Georg Lukács lo ha caracterizado como el intento de distanciar lo más posible la actividad profesional, políticamente más que dudosa, de su moralidad individual, para así preservar un ámbito moral en el que su capacidad literaria pudiera continuar su proceso de maduración. Dos premisas parecen necesarias para conseguir este distanciamiento: una severa autocrítica y una rigurosa corrección en la vida privada, sobre todo en los aspectos en que ésta está estrechamente relacionada con la pública.
El año 1859 es un año de transición e inestabilidad. Tras un corto episodio en la Agencia Central de Prensa, abandona definitivamente la actividad oficial al servicio del gobierno prusiano. Sus esfuerzos por asegurar económicamente la existencia familiar fracasan, pero con el trabajo en sus Andanzas por la Marca de Brandemburgo y la preparación de una colección de artículos sobre Inglaterra se abre un nuevo camino al que su vocación literaria le conduce lenta, pero consecuentemente.
1860-1876
1860 trajo la ansiada seguridad material, que duraría diez años. Por mediación de un amigo del «Túnel» entra como redactor del ámbito anglosajón en el Neue Preussiscbe (Kreuz-)Zeitung (Nuevo diario prusiano (de la Cruz)), periódico de la nobleza ultraconservadora. Su vida transcurre a partir de este momento de un modo bastante rectilíneo. Se asienta definitivamente en Berlín, que será su residencia hasta su muerte. A los hijos que habían tenido en los primeros años de matrimonio, de los cuales vivían dos, George y Theodor, se suman otros dos: Martha, nacida en 1860, que tendrá una enorme afinidad con el padre, y Friedrich, nacido en 1864, que será el editor de sus obras.
El trabajo en la redacción le exigía poco tiempo y le permitía dedicarse a sus actividades literarias. Reúne en dos libros los artículos publicados sobre Inglaterra y comienza con la publicación del primer tomo de las Andanzas. Aunque hasta el final de su vida seguirá dedicándose a trabajos sobre la Marca de Brandemburgo, en estos años acaba los dos primeros volúmenes. Las Andanzas son una serie de reportajes sobre la Marca que empezó a publicar en el Diario de la Cruz, en los que el prosista se afianza y desarrolla. Si bien se puede hablar de «realismo» en ellas, la obligada ausencia de crítica y de visión propia convierte muchos de estos reportajes en enumeraciones de detalles geográficos, históricos o genealógicos de la nobleza. Sólo cuando responden a excursiones realizadas por Fontane, en las que a la observación propia se añaden las anécdotas, tenemos ante nosotros un prosa jugosa y fresca que anuncia al novelista.
Por estas fechas comienza su primera novela Vor dem Sturm (Antes de la tempestad), un hecho de indudable transcendencia. Sin embargo, lo que sería la expresión definitiva de su vocación literaria se vio interrumpido por los acontecimientos históricos: las guerras prusianas, que durante doce años le apartarían de sus proyectos de creación, iniciándole en el nuevo campo de la historia bélica. Cuando en 1864 estalla la guerra con Schleswig-Holstein es enviado al frente como corresponsal de guerra. A los artículos sigue un libro sobre la guerra, Der Schleswig-Holsteinische Krieg 1864, publicado en 1866. En ese mismo año viaja a Bohemia y el Sur de Alemania para informar sobre la nueva guerra, esta vez con Austria, publicando otras dos obras en relación con ella: Reisebriefe vom Kriegsschauplatz (Cartas desde el escenario bélico) y Der deutsche Krieg 1866.
En abril de 1870 se despide del Diario de la Cruz. El motivo, una nimiedad, indica que el íntimo rechazo de esta colaboración había alcanzado cotas insoportables. En junio del mismo año firma un contrato con el periódico liberal Vossche Zeitung (Diario de Voss) como crítico teatral. En julio estalla la guerra franco-prusiana y Fontane firma un contrato para un nuevo libro de guerra. El primer viaje a Francia para reunir material acaba en un peligroso episodio, al ser tomado en Domremy (mientras contemplaba el monumento a la Juana de Arco) por espía prusiano y ser encarcelado. La familia y los amigos en Berlín emprenden todo tipo de gestiones para deshacer el malentendido, hasta que una carta personal de Bismarck hace posible su liberación en diciembre, tras dos meses de prisión. Esta experiencia quedó recogida en un libro Kriegsgefangen (Prisionero de guerra), que se empezó a publicar en el Vossche Zeitung a finales de año.
Los años de 1860-70 marcaron a Fontane entre sus contemporáneos como conservador, algo que los estudiosos posteriores han seguido aceptando en términos generales, hasta la década de los 60 en nuestro siglo. La relación con el Diario de la Cruz, las Andanzas y los libros sobre las guerras fueron determinantes para esta valoración. Si bien la actitud personal de Fontane frente al periódico era profundamente negativa, sin embargo no dejan de manifestarse ciertas influencias, sobre todo porque en su andanzas por la Marca entraba en contacto con la misma clase social que el periódico representaba. Por otro lado, quizás esta dualidad de su posición y el profundo conocimiento que adquirió sobre estos círculos explican la crítica y el rechazo de los años posteriores.
Con el abandono del Diario de la Cruz comienza una nueva época de su vida en la que su situación económica pasa a depender de su producción literaria. Por primera vez en veinte años había conseguido una independencia exterior. El contrato como crítico teatral le proporcionaba una cierta base económica y al tiempo una actividad más adecuada a sus intereses y a su capacidad crítica. Durante más de veinte años escribió las críticas de las representaciones en el Teatro Real de Berlín y concluyó su colaboración en 1890 con la serie dedicada a la primera temporada artística de la Freie Bühne, la institución teatral berlinesa del naturalismo europeo. La última de sus críticas teatrales fue la de Die Weber (Los tejedores) de Gerhard Hauptmann, la primera había sido la de Guillermo Tell de Schiller. De Sófocles a Ibsen, no falta en ellas ningún nombre del teatro universal. En una época en que la crítica teatral —y literaria— alemana se encontraba en un estado de postración sin igual desde la época de Lessing (que también fue colaborador del Vossche Zeitung), fue Fontane prácticamente el único en desempeñar este puesto con integridad y sentido de la responsabilidad, haciendo época en la historia de la crítica teatral alemana. Con las críticas teatrales se inicia la segunda etapa de sus críticas literarias, en las que la novela contemporánea adquiere cada vez una importancia mayor.
A finales de 1875 concluye la última parte de su libro Der Krieg gegen Frankreich 1870-71 (La guerra contra Francia de 1870-71), cuya primera parte había sido publicada en 1873. El libro fue un fracaso total, entre otras cosas por su espíritu objetivo frente a los franceses y su ausencia de nacionalismo. Comienza una crisis decisiva. En 1876 es nombrado Secretario Permanente de la Academia de las Artes de Berlín, puesto que acepta en marzo del mismo año, llevado sobre todo por la preocupación de su mujer respecto a la seguridad material en la vejez. Sin embargo, a finales de mayo presenta la dimisión. El emperador y rey de Prusia no tardó en concederla, pues en las altas esferas Fontane estaba considerado como elemento «no fiable», del que había notas confidenciales desde los años 50.
Su decisión de mantener la independencia conseguida en 1870 fue recibida con indignación e incomprensión por parte de su mujer. La consecuencia fue una profunda crisis matrimonial. La renuncia a la seguridad económica le había abierto el camino para poder proclamar su independencia ante sí mismo y ante los demás: «Mi ruiseñor es la libertad, el de otras gentes, el sueldo». Sin embargo, no abrigaba ilusión alguna respecto a la existencia del escritor «libre», como se desprende de su artículo La situación social del escritor, publicado anónimamente en 1891, la cual en términos generales consideraba miserable. Pero con esta decisión había nacido el novelista Fontane.
1876-1898
En febrero de 1876 reanuda el trabajo, que había interrumpido doce años antes, en la novela de carácter histórico Vor dem Sturm. Publicada en 1878, tuvo una amable acogida, pero no fue un éxito de público. En el mismo año comienza con la visita y el estudio de los lugares que serán escenario de su próxima novela, Grete Minde, que se publicó en 1880 en una revista y fue un éxito.
En 1879 escribe:
… por muy ridículo que parezca, puedo —quizás por desgracia— decir de mí mismo: ahora es cuando empiezo. Detrás de mí no queda nada, delante todo, una suerte y una desgracia al mismo tiempo.
En los diecinueve años siguientes las novelas se suceden con rapidez. Como en las baladas, se observa en ellas una evolución de lo histórico a lo actual; incluso en su primera novela, Vor dem Sturm, se mezclan ya con los elementos históricos los de la novela sobre la sociedad contemporánea, que será el verdadero tema de su obra narrativa. Novelas como Grete Minde (1880) y Ellernklipp (1881), situadas respectivamente en el siglo XVII y mediados del XVIII, y que tienen como motivo fundamental el crimen, con su combinación fatalista de delito y castigo, culpa y expiación, están relacionadas por la temática con Unterm Birnbaum (Bajo el peral) (1885) y Quitt (1890), estructuradas como novelas contemporáneas y como tales captadas por el público, pese a que la acción de Unterm Birnbaum se desarrolla en el primer tercio del siglo XIX. La narración Schach von Wuthenow (1882), situada en la época napoleónica, marca, según todos los críticos, la transición a la novela realista[2]. El encuadre histórico no es un elemento accesorio de la verdadera creación literaria, sino que la novela, en cuyo primer plano tenemos una historia de amor, carece de sentido sin la descripción del transfondo histórico. Y, a su vez, a través de este contenido concreto de la historia de amor, se expresan las manifestaciones típicas de la estructura político-social de Prusia en esa época. L’Adultera (1880) es la primera de la serie de novelas sobre la sociedad berlinesa. A ella pertenecen Cecile (1886), Irrungen, Wirrungen (Errores y extravíos) (1887), Stine (1890), Frau Jenny Treibel (1892), Die Poggenpuhls (1895-96) y, en cierto modo, Effi Briest (1895) y Der Stechlin (1898), que en parte se desarrollan en Berlín.
Sólo hay dos novelas de temas de la actualidad social cuya acción no tiene lugar en Berlín: Graf Petöfy (1884) y Unwiederbringlich (1891), situadas en la monarquía austro-húngara y en Schleswig-Holstein y Dinamarca, respectivamente.
La vida de Fontane discurre en estos años sin interrupciones externas. Al círculo de viejos amigos del «Túnel» se unen otros nuevos, sobre todo a partir de su vuelta de Inglaterra. Los principales son Mathilde von Rohr y el juez Georg Friedländer. Con ambos mantiene una abundante correspondencia. A Mathilde von Rohr, la amiga maternal, le hace partícipe de muchas de sus preocupaciones familiares y los problemas de su carrera literaria. Las cartas a Georg Friedländer son testimonio de la asombrosa visión política que Fontane desarrolla en estos años de independencia íntima y pública. Si a éstas unimos las cartas escritas a su mujer y a su hija, tenemos ante nosotros una correspondencia de una densidad sin par en el siglo XIX en Alemania.
A pesar de las frecuentes quejas por su aislamiento, la realidad es que tenía un amplio círculo de amigos y conocidos en el que estaba presente todo el Berlín literario, el mundo del teatro y de la prensa, y en el que no estaban excluidos los autores jóvenes del naturalismo, a los que, con su fina sensibilidad para todo lo nuevo, supo acoger y valorar.
Aprovecha los veraneos, ahora regulares, para descansar y trabajar e incluso a veces le sirven para encontrar nuevos temas para sus novelas, y continúa su labor como crítico teatral y literario, de efecto indudablemente enriquecedor para la propia producción literaria.
Acababa de ser publicada su novela Frau Jenny Treibel, cuando el trabajo en Effi Briest se vio interrumpido en 1892 por una grave enfermedad. Ésta dio lugar a una crisis psíquica que sólo consiguió superar con el trabajo en la primera parte de sus memorias, Mi niñez. Le siguió el segundo volumen autobiográfico, De los veinte a los treinta. A continuación reanuda el trabajo en Effi Briest y tras haberla concluido en 1884, escribe su última gran novela Der Stechlin. Poco antes de la publicación de éste en forma de libro (había sido ya publicado en una revista) murió Fontane repentinamente el 20 de septiembre de 1898 en su casa de Berlín.
En este último periodo de su vida vuelve Fontane a sus comienzos anteriores al 48. «Todo el interés reside en el cuarto estado» escribe en 1896 al médico inglés James Morris. Y años antes había escrito a su mujer:
El burgués es horrible y la nobleza y el clero están rancios, siempre lo mismo. El mundo nuevo y mejor empieza en el cuarto estado… lo que los obreros piensan, dicen y escriben ha superado realmente lo que piensan, dicen y escriben las clases que gobiernan desde tiempo inmemorial, todo es mucho más auténtico, más verdadero, más lleno de vida. Ellos, los obreros… no sólo tienen nuevos objetivos, sino también nuevos caminos.
Este «radicalismo de vejez», como lo ha llamado Thomas Mann, sin embargo no se explica solamente por los antecedentes políticos de Fontane, sino que también tiene su origen en los acontecimientos de la época y en las enormes transformaciones sociales, económicas y espirituales que tuvieron lugar en las décadas posteriores a la fundación del Imperio alemán. Fontane, que participó vivamente en los acontecimientos históricos, sobre todo en momentos de gran dinamismo, era consciente del estado de efervescencia de todas las estructuras. Su visión de las transformaciones de la estructura social de Alemania y de la situación tambaleante de las tradiciones quedó recogida en su obra novelística, que sin estas transformaciones sería impensable.