El Enano de la suerte no pudo llegar al Independencia en peor momento. El coronel Keip había aparecido muerto en su celda; al parecer por una cápsula de veneno que se había tragado. Todos los soldados que estaban de turno cuando falleció fueron pasando uno a uno al despacho de Erengish, que los interrogó personalmente. Rania y Soren debieron esperar varias horas hasta que el comandante hizo una pausa y les recibió.
Rania le entregó la grabación que comprometía a Transbank, y que a la luz de los hechos demostraba que el coronel había sido asesinado.
—Lamentablemente, hemos llegado tarde —dijo la mujer—. Keip conocía información vital acerca de por qué se entregó la bomba a Herb. Me temo que esto sólo era la punta del iceberg. La Coalición amenaza con desintegrarse igual que la Unión. En el seno de la CML hay tensiones violentas que amenazan con estallar.
—Gracias por venir, Rania, y disculpad que os haya hecho esperar. De haberlo sabido os habría atendido antes.
—Comandante, ¿qué va a hacer ahora? Ya no puede fiarse de sus propios hombres.
—De momento detendré a Brusi. Me contará qué es lo que está pasando o le someteré a neuroescáner.
—Esos procedimientos están prohibidos por la Coalición. ¿Y si Brusi no fuese el responsable? Tal vez eso es lo que quieren que usted haga.
Erengish comprobó la carga de su pistola. Sacó otras dos, que ocultaba en el falso fondo de un cajón, y se las entregó.
—Venid conmigo.
El camarote de Brusi estaba cerrado y nadie respondía a sus llamadas. Soren acababa de oír un ruido ahí dentro.
—¡Abra de una vez o echaré la puerta abajo! —amenazó Erengish—. ¡Sabemos que está ahí!
No hubo respuesta. Erengish no se entretuvo más y tecleó el código de emergencia en la cerradura.
Hallaron a Brusi en el suelo, con la boca ensangrentada y la nariz rota. El ejecutivo balbuceó algo al verles, pero sólo consiguió toser.
—Mire esta zona del brazo —observó Rania—. Tiene la marca de una punción. Probablemente han intentado envenenarlo y se ha resistido.
—Llevémoslo a la enfermería —dijo Erengish—. Rápido.
* * *
El embajador Lum ofreció a Rania el sillón más confortable que había en su cabina y ocupó una modesta silla frente a ella. Entrelazó las manos de un modo desconcertante a causa de sus pulgares oponibles y trató de ofrecer un rostro amable.
—Ésta no es una visita de cortesía, embajador —dijo ella secamente—. Brusi se debate entre la vida y la muerte y el coronel Keip ha fallecido. Tenemos motivos para pensar que usted está detrás de estos sucesos.
Esperaba que el alienígena se defendiese airadamente de aquella acusación, pero Jajhreen no movió un músculo.
—¿No va a decir nada?
—No.
—¿Por qué?
—A usted corresponde la carga de la prueba. Su sistema judicial funciona así, salvo que vayan a prescindir de las reglas ahora.
—Los Lum han estado ayudando a los dos bandos en esta guerra —Rania no estaba segura de eso, pero decidió correr el riesgo de presentar sus hipótesis como verdades—. Vuelvo a repetirle la pregunta: ¿por qué?
—Demuestra usted una gran candidez al pensar que puedo caer en su trampa. No tengo ninguna relación con la muerte del coronel ni sé de qué me está hablando.
—Pero aunque la tuviese, no me lo diría.
—Rania, su organización sigue siendo aliada de la Coalición, y por tanto socios nuestros. De todas formas, y por si eso la tranquiliza, no somos responsables del uso que hayan dado a nuestra tecnología. Les ofrecimos los generadores de efecto túnel y ¿qué uso han hecho de ellos? Montarlos en máquinas de guerra para matar y huir cómodamente.
Rania le mostró una hoja de papel electrónico.
—Si le digo dónde lo encontramos ¿accederá a contarme la verdad?
El Lum estudió la fotografía durante largos segundos. La imagen cambió al pasar el índice por el ángulo superior, ofreciendo un detalle ampliado del interior de la esfera de gel.
—Quiere la verdad —sonrió—. Le recomiendo que no se arriesgue a preguntar, corre el peligro de que algún día se encuentre con ella.
—Descubrimos esa cosa en las ruinas de una de sus ciudades.
—¿Dónde?
—Se lo diré si colabora conmigo. Sólo se hizo visible al bombardearla con un haz de neutrinos. Aparentemente la esfera estaba vacía en cualquier longitud de onda.
—Su especie es joven y dinámica, quizás por ello imperfecta e inestable. Su sistema límbico constituye una seria limitación de sus procesos racionales, ganarían mucho si rediseñasen su genoma.
—Se está saliendo por las ramas.
—Nada de eso, Rania, y enseguida comprenderá por qué. Nosotros hemos eliminado el equivalente a lo que para ustedes es el complejo reptiliano. En lo más profundo de su cerebro, sus instintos de agresividad y territorialidad afloran a la superficie e interfieren con la razón. Les hemos estudiado detenidamente y sacado nuestras conclusiones. Cuando la Coalición nos pidió ayuda se la dimos, pero estábamos seguros de que la usarían destructivamente. No puedo decir que nos decepcionasen.
—Y sin embargo, entregaron a la Coalición la bomba de punto cero.
—Les explicamos las aplicaciones de la energía de vacío. Es limpia, segura y no produce radiactividad. Habría solucionado las limitaciones de sus reactores convencionales de una forma barata, pero lo único que a la Coalición le interesó fue su uso militar, porque les preocupaba más solucionar sus querellas con el gobierno de la Tierra que una utilidad pacífica. No nos sorprendió porque, como ya le he dicho, anticipamos que se comportarían así.
—En otras palabras, nos lo tenemos merecido.
—Si se consideran adultos, deben soportar las consecuencias de sus actos.
—Aunque eso suponga nuestra extinción.
—Es una ley natural. Como bióloga, debería saber que la incompetencia no triunfa. Los humanos se han revelado peligrosamente incompetentes y nosotros no tenemos culpa de ello; así que, por favor, no nos use de chivos expiatorios.
El Lum hizo una eficaz imitación de sonrisa y se dispuso a esperar. Rania reconoció interiormente la habilidad del embajador para manejar aquella situación. No había admitido absolutamente nada y además se las había arreglado para volver las acusaciones contra ella.
—¿Por qué elude contestarme a esto? —Rania recobró la fotografía—. Me lanza un discurso cargado de autosuficiencia para convencerme de que su especie nos lleva millones de años de adelanto y que no merecemos vivir, pero ¿qué me dice de ustedes? Ni su tecnología ni su cultura supuestamente superior evitaron que se extinguieran. ¿Les molesta reconocer su fracaso porque son vulnerables? ¿Por eso rehuye contestar a cualquier pregunta que se le formula sobre el pasado de su especie?
—Esa cosa de la fotografía, como usted la llama, no pertenece a nuestra realidad.
—Conozco la teoría de los universos múltiples, embajador. Hace siglos que comprendemos ese concepto, el experimento de Schrödinger y…
—No sabe de qué está hablando, Rania, y le ruego que no se ofenda. El universo es un animal que cuando más crees conocerlo, más extraño se vuelve. Si quiere lanzarse al océano, descubrirá que lo que su experiencia, su sentido común le han dictado hasta ahora, apenas le sirven de algo. Puede guardarlo en un baúl y facturarlo de regreso, no necesitará ese equipaje. La única herramienta que puede llevarse consigo es el cerebro, y es un órgano más limitado de lo que le gustaría reconocer. Han hecho algunos avances notables, la relatividad o la física cuántica son conceptos que contradicen la lógica humana, pero el animal que nos rodea les tiene deparadas otras sorpresas, y si algún día las descubren se arrepentirán de haberlas buscado.
El comunicador interno que Erengish le había dado zumbó inoportunamente. Soren la llamaba desde la enfermería.
—¿Alguna novedad respecto al señor Brusi? —se interesó el Lum—. Francamente, me tiene preocupado.
—Seguiremos esta conversación en otro momento, embajador. No me iré del Independencia sin las respuestas que he venido a buscar.
El Lum sonrió afablemente.
—Entonces deberá quedarse aquí eternamente.
* * *
Tanos Brusi despertó en la cama rodeado de rostros expectantes, que aguardaban la ocasión para acribillarlo a preguntas. Intuyendo lo peor, Brusi estaba decidido a contar cuanto sabía con tal que Erengish no lo sometiese a un consejo de guerra. Fue un error para él. Su memoria reciente no conservaba recuerdos de lo sucedido hace dos horas.
—No sabía a quién iría a parar ese dinero —balbució—. Se lo pregunté al embajador, pero se negó a decírmelo y yo me limité a transferir quinientos mil creds a la cuenta que me indicó, que estaba a nombre de una sociedad ficticia. Ignoraba que el titular real era el coronel Keip.
Erengish asintió y le dejó continuar.
—Cuando me enteré de la detención del coronel, realicé mis propias pesquisas y averigüé que él había retirado ese dinero. Traté el asunto con el embajador, pero volvió a pedirme que no hablase. La flota de la Unión caerá sobre nosotros de un momento a otro, Transbank tiene a sueldo a varios militares de la Unión y gracias a ellos sabemos que preparan una ofensiva inminente. Si los Lum están detrás de todo esto, le prevengo que no es para nada bueno.
—El coronel Keip ha aparecido esta mañana muerto en su celda —dijo Erengish—. Supuestamente se suicidó, pero el cadáver muestra signos de violencia. ¿Qué sabe de eso?
—Ni siquiera sé qué estoy haciendo en esta cama, comandante.
—Intentaron matarle a usted también.
—No recuerdo lo ocurrido.
—Tenemos pruebas de que Transbank ordenó asesinar al coronel. ¿Por qué?
—Yo… yo no fui informado, comandante, créame, le aseguro que el coronel era un completo desconocido para mí hasta que… bueno, ya se lo he explicado.
—¿Qué querían evitar? ¿Qué es lo que temía Transbank para eliminar a Keip?
—Únicamente puedo hacer conjeturas. Yo no di la orden, pero… —Brusi miró con recelo a su alrededor—. ¿Este lugar es seguro?
—Estamos solos en la enfermería, he conectado el sistema de privacidad y tres soldados de mi confianza custodian la única entrada que hay. ¿Le basta con eso?
—No —Brusi miró a Rania y Soren—. Ellos deben marcharse.
Erengish hizo una seña y Soren abandonó la sala.
—Rania se queda. Es de mi plena confianza.
—¿Está seguro? Yo no confiaría en nadie después de lo que ha pasado. Me pregunto qué hace ella a bordo del Independencia en este preciso momento. Por su propio interés le sugiero que la haga salir.
—Vine a prevenir al comandante —le respondió la mujer—. Pero Keip ya había muerto cuando llegué.
—Les juro que yo no tuve nada que ver en eso.
—Voy a ser claro con usted —dijo Erengish—. Si se empeña en guardar silencio, la gente que mató a Keip intentará acabar el trabajo con usted; no tienen modo de saber qué me ha dicho en esta habitación mientras el circuito de privacidad siga funcionando, pero aunque no me cuente nada de valor, haré que circule el rumor de que me ha dicho lo me interesaba saber, y por supuesto le prohibiré marcharse de la nave. Caso de que dentro de una hora siga vivo, tiempo que tardará en llegar el neuroescáner que he pedido, le arrancaré de sus sesos lo que se niega a entregarme.
—Sé que usted no lo haría.
—Como comandante en jefe de la CML he dejado en suspenso los acuerdos firmados con Transbank. Ya no goza de ningún privilegio aquí.
Brusi cerró los ojos, con la esperanza de que cuando volviese a abrirlos, Erengish y Rania hubiesen desaparecido. Obviamente, no fue así. Por alguna razón, creía que podía disolver aquella pesadilla con desearlo. Tal vez en otro universo más determinista sucediera de ese modo, pero no en el suyo.
—El sector duro de la Coalición pactó en secreto con la extrema derecha de la Tierra para provocar la caída de Alessandro —confesó Brusi—. Brancazio es uno de los cabecillas y tiene el apoyo de algunos militares de alta graduación de la Unión. La crisis de Japón fue planeada para crear una fuerte reacción social y un desmoronamiento en cascada del gobierno federal. El presidente dimitiría y la gente de Brancazio se haría con el control.
—Entiendo, pero ¿qué tiene que ver Transbank en eso?
—La corporación ha estado apoyándole a usted hasta que se ha hecho evidente que no corregiría los fallos que convirtieron a Alessandro en un personaje molesto; por eso Transbank mantuvo contactos con los duros de la Coalición: no quería dejar cabos sueltos si su propia gente decidía prescindir de usted, algunos le acusan de haberse vendido a Alessandro y no defender una proyecto de soberanía libre de ataduras con la Tierra. La Unión se ha asentado sobre bases duraderas que han funcionado bien sin interferencias, pero vino Alessandro y lo estropeó todo. Desde que llegó a Bruselas no ha hecho más que tocarnos las narices. Pretendía suprimir el doce por ciento de comisión sobre las transacciones monetarias y recortar el poder de las corporaciones en la actividad de las colonias.
—¿Me está diciendo que han iniciado esta guerra por un miserable porcentaje?
—Es algo más complicado que eso, comandante. Antes de la llegada de Alessandro había un statu quo mutuamente aceptado. La cosa iba bien, los funcionarios cobraban su paga y las colonias recibían sus suministros. ¿Por qué estropearlo? ¿Alguien pidió ser salvado? El siglo XXIV no necesita mesías, gracias.
—Me da usted asco, Brusi —dijo Rania, sin poder contener más su rabia.
—Ya que me mete el dedo en el ojo, le recuerdo que fue Tierra Viva quien saboteó las conversaciones de paz entre el gobierno y la CML. Si hubiera sujetado mejor a sus perros de presa, Rania, el atentado contra Ares 2 se habría evitado y los extremistas del ejército no habrían tenido la excusa que buscaban para desatar la guerra.
—Aún no me ha dado una explicación al asesinato del coronel Keip —le recordó Erengish.
—Ésta es la parte más oscura para mí; supongo que Transbank me ha mantenido al margen deliberadamente para evitar este interrogatorio, y me alegro no poder responder a eso, pero hay alguien en esta nave que sí puede, y usted sabe quién es.
La puerta de la enfermería se abrió de improviso.
—Comandante, se requiere su presencia en el puente —dijo uno de los soldados—. Hemos detectado una perturbación gravitatoria a cincuenta mil kilómetros de distancia. Las IA dictaminan que es un portal de transferencia de la Unión.
* * *
El transbordador en que viajaban Triviño y Necker activó sus retrocohetes para la maniobra de acoplamiento con el Independencia. El delegado del presidente sabía que, si fallaba, ya no volvería a salir con su camión cisterna a apagar más incendios. La flota de la Unión aguardaba a una prudente distancia de Nuxlum la orden de atacar, convenientemente desplegada para prevenir ataques con bombas de punto cero. Las fuerzas de la Coalición igualmente habían tomado posiciones alrededor del planeta, situando sus efectivos a distancias que impidiesen la repetición de la debacle de Altair II. En toda la historia humana jamás se había colocado en el espacio una capacidad destructiva como la que orbitaba en aquellos momentos el tercer planeta del sistema Cetus Moss. Si fracasaba en su labor mediadora, el cielo de Nuxlum se convertiría en un espectacular castillo de fuegos de artificio y el brillo de las explosiones sería divisado a años luz, décadas después de que la batalla hubiese concluido.
Una tenebrosa idea le hizo temer a Triviño si algunas supernovas que ocasionalmente aparecían en la galaxia no tendrían origen artificial. La energía de vacío carecía de límite teórico superior, tal vez una implosión de espaciotiempo del tamaño de un alfiler había originado el nacimiento del cosmos; y tanto la Unión como la Coalición poseían armas de punto cero suficientes para generar una nova dentro del sistema.
Nunca sus servicios de bombero habían sido tan necesarios. Pero dudaba que el compañero que el almirante le había impuesto le ayudase a abrir el grifo de la manguera.
La presencia de Necker le resultaba incómoda; el general había fracasado en las negociaciones con la CML y su tesis de una tregua estratégica no contemplaba en serio un final definitivo de la guerra. El general contaba, sin embargo, con la ventaja de conocer a la gente de la Coalición.
Al otro lado de la esclusa, un grupo de soldados del Independencia les registraron y confiscaron la pistola que Necker llevaba oculta dentro de su guerrera. Triviño suspiró. ¿Qué pretendía aquel imbécil trayendo un arma, tomar rehenes si la negociación iba mal? Ese cabeza de melón iba a estropearlo todo antes de que se hubiesen sentado a la mesa.
Subieron hasta la cubierta superior, donde Erengish y una mujer que resultó ser una significada activista de Tierra Viva les esperaban en una estrecha sala. Triviño, como buen observador, dedujo que algo iba mal. Se suponía que el comandante debía estar rodeado de sus oficiales y que tratarían de impresionarles en un entorno solemne de negociación, con los coloristas emblemas de la Coalición cubriendo las paredes.
Erengish fue preciso en su exposición: tal vez la flota de la CML tuviera menos efectivos, pero estaba mejor armada y dispuesta a utilizar su arsenal si era atacada. No fue necesario que explicase a qué se refería, tanto Triviño como Necker lo comprendieron al instante y sabían que los misiles equipados con ojivas de punto cero podían hallarse en cualquier punto de la órbita, invisibles a las pantallas de detección. También fue terminante en que no iban a capitular. La existencia de la Coalición debía ser reconocida oficialmente por el gobierno y modificarse el tratado constitutivo de la Unión para garantizar la autonomía de los mundos federados.
Era el terreno de Triviño, y el delegado intervino antes de que Necker tuviese oportunidad de lanzar algún exabrupto castrense. Alessandro consideraba razonables algunas de las exigencias de la Coalición y estaba dispuesto a negociar la reforma del tratado dentro de ciertos límites. Actualmente, el Congreso era más propicio que hace unas semanas a respetar los derechos de los territorios federados, dado que la crisis de Japón había creado una opinión pública favorable a la reforma. De hecho, la modificación del tratado se presentaba como la única alternativa para calmar el clima de revuelta social que se vivía en la Tierra después de que se supiese que el ejército federal había participado en el derrocamiento del gobierno nipón. O la Unión evolucionaba a un modelo confederal o el gobierno de la Tierra saltaría por los aires, justo lo que los radicales buscaban para hacerse con las riendas. Ni a Alessandro ni a la Coalición les convenía eso.
Rania pidió garantías de que la reforma iba realmente a llevarse a cabo. Promesas similares se hicieron en el pasado y entraron en vía muerta. Triviño le aseguró que la situación cambiaría y los primeros sondeos a congresistas arrojaban una mayoría a favor de la reforma, pero tendrían que actuar rápido para aprovechar la coyuntura actual.
La negociación fue más fluida de lo que cabía esperar; tras varias horas de conversaciones, ambas partes admitieron que el inicio de las hostilidades había sido un error, una suma de malentendidos y torpezas propiciados por un clima de desconfianza, pero en definitiva estaban condenados a entenderse y buscar una salida que no cerrase en falso el conflicto. Erengish reconoció que aunque Alessandro no era el presidente que él quería, lo aceptaría antes que permitir que fuese reemplazado por Brancazio. Nadie mencionó a los Lum hasta que Necker, que había permanecido en un segundo plano para satisfacción de Triviño, sacó una holoficha y se la entregó a Erengish.
Era la imagen de la sonda que acompañaba a la flota en sus incursiones a través de los portales Ícaro, presuntamente para estabilizar los puntos de salto. Aunque Necker no reveló sus fuentes, dijo que la sonda era de fabricación Lum y que les había abierto el camino para atacar los mundos de la Coalición, manteniendo así el control sobre cada uno de los movimientos de la armada federal. Igualmente afirmó que los Lum habían procurado que la flota capturase en la órbita de Marte una bomba de punto cero y localizase poco después la base secreta de la CML en Pegaso, donde hallaron más. El núcleo de los generadores de efecto túnel era de manufactura Lum y no sería descabellado que sus fabricantes provocasen fallos a distancia si les apetecía. Rania pidió explicaciones sobre la suerte de Herb y Nela, pero Necker se negó a dar detalles.
Los Lum habían dominado la guerra desde el principio. Erengish y Necker se dispusieron a confrontar los datos que cada uno había recopilado. Y la conclusión no pudo ser más evidente.
* * *
Escoltado por soldados, el embajador Jajhreen fue sacado de su camarote y conducido a la sala de reuniones, donde les esperaban los cuatro humanos. El Lum no necesitaba leer sus mentes para saber por qué le habían llevado hasta allí, pero aún así lo hizo. Su cerebro estaba acondicionado para analizar los campos eléctricos producidos por la actividad neuronal; era capaz de discriminar cada frecuencia, aislarla de las demás y atender los procesos mentales individualmente sin que interfirieran unos con otros.
Su mayor sorpresa fue descubrir que Erengish estaba convencido de que los Lum les habían traicionado, y había resuelto vengarse. Aquel interrogatorio sólo tenía por objeto darle una oportunidad para que se explicara, pero la decisión de atacar Nuxlum por parte de las flotas combinadas de la Unión y de la CML ya había sido tomada.
Jajhreen les saludó educadamente, como era su costumbre, y tomó asiento. Los soldados esperaron fuera, mientras Erengish se concentraba durante la siguiente media hora en presentar las pruebas acumuladas. El Lum escuchó pacientemente sin interrumpir, prestando especial atención a cómo era percibido el discurso del comandante por los demás. Salvo en Triviño, que mostraba algunas lagunas, tanto Rania como Necker estaban convencidos de que lo que el comandante decía era verdad. Jajhreen captó que si negaba los hechos sería contraproducente y podría adelantar la ejecución de las represalias, así que se vio forzado a adoptar una estrategia ofensiva que habría deseado evitar.
—Puesto que ya nos han juzgado y condenado —comenzó el embajador— debo hacerles una advertencia: es cierto que el núcleo de los GET los fabricamos nosotros, y también que, para evitar que se diese una situación como la presente, los dotamos de un mecanismo de seguridad que nuestros ingenieros controlan a distancia. Comandante, su flota depende por completo de los GET, o lo que es lo mismo, de nosotros. Lance una sola bomba sobre Nuxlum y sus naves arderán.
—Esos motores no llevan componentes explosivos en su interior —dijo Necker—. Está mintiendo.
La indecisión se apoderó de los humanos, y Jajhreen supo que había llegado el momento de una demostración de fuerza. Su cerebro transmitió por radio el objetivo a la base de Nuxlum.
—Me temo que pronto recibirá el aviso de que la fragata Nemo ha sufrido un desdichado accidente.
El comunicador de Erengish zumbó poco después. Jajhreen percibió claramente una oleada de temor entre los humanos. Estaba consiguiendo su propósito.
—Bien, comandante; ahora que le he demostrado que no bromeo, ¿dejarán de comportarse como chiquillos, o quiere perder otra nave?
Los músculos de Erengish se tensaron, pero no dijo nada. El embajador recorrió uno a uno los rostros de los humanos: Triviño dudaba del éxito de la negociación, Necker sopesaba si debía recomendar al almirante el bombardeo a Nuxlum mientras la reunión proseguía, y Rania… Rania le devolvía la mirada con un sentimiento intenso de desprecio. La mujer había presentido desde el principio las intenciones de los Lum, pero fue incapaz de convencer a nadie.
—Discúlpenme un minuto —dijo el general—. Voy al aseo y vuelvo enseguida.
—Si sale por esa puerta, nuestra sonda recibirá la orden de destruir el Némesis. El buque insignia de su flota se habrá convertido en una bola de fuego antes de que tenga tiempo de comunicarse con su almirante, y el portal Ícaro quedará colapsado. La flota terrestre se encontrará aislada en este sistema.
Humillado por segunda vez, Necker se tragó trabajosamente su rabia y regresó a su asiento, ante el estupor de los demás humanos. Jajhreen no podía estar más satisfecho.
—Debo reconocer que me ha sorprendido el giro que han tomado los acontecimientos —dijo el Lum—. Dábamos por supuesto que serían incapaces de solucionar civilizadamente esta guerra y acabarían autodestruyéndose. La posibilidad de un arreglo pacífico era remota.
—Ya ve que después de todo no somos una tribu de predecibles salvajes —dijo Rania.
—Les entregamos la llave de la galaxia que les permitiría explorar millones de mundos, y ¿qué hicieron con ella? Montarla en naves de guerra para matar. Les mostramos la energía de vacío y sus infinitas posibilidades. Podrían haber levantado industrias sin residuos contaminantes, pero no, tenían otros planes. El territorio juega un papel predominante en su historia, son capaces de asesinar y morir por él olvidándose de otras consideraciones. Si tanto empeño ponían en ello, nos preguntamos si podríamos salir beneficiados dejándoles que siguieran con sus reyertas; de modo que procuramos que tanto la Unión como la Coalición contasen con las mismas armas, y nos aseguramos que las investigaciones del gobierno federal sobre tensores de supercuerdas recibieran un oportuno impulso en el momento que lo necesitaban; no habría sido un combate justo en otro caso, ¿verdad? La Coalición les habría sometido a una guerra de desgaste que el gobierno no podría ganar, y cuando se hubiese hecho lo bastante fuerte nos habría atacado a nosotros. Equilibrando el plato de la balanza nos asegurábamos un mínimo de limpieza.
—Por eso sobornaron al coronel Keip y utilizaron a Brusi de peón para su juego —dijo Erengish.
—Nosotros no matamos a su coronel. Creo que en Transbank se pusieron nerviosos y no se fiaban de que Keip mantuviese la boca cerrada. Brusi estaba en medio y sabían que su cobardía podría traicionarles, e intentaron lo mismo con él. Usted, Erengish, tenía al enemigo en casa y fue tan torpe que no supo verlo. Si no es capaz de controlar a su propia gente, ¿cómo pretendía ganar la guerra?
El comandante no supo qué responder. Estaba básicamente de acuerdo en lo que decía el embajador y dejó que un vergonzoso silencio le envolviera.
El alienígena detectó un sentimiento de confusión y duda en la mente de Necker, pero el general no se atrevía a hablar dado lo poco afortunado de sus dos últimas intervenciones.
Al final, el militar remendó los escasos jirones de dignidad que le quedaban y le espetó:
—Tratan de humillarnos con su tecnología superior, pero su cultura es sólo un fósil del pasado: los Lum se extinguieron hace dos mil millones de años y sé que todavía sienten miedo. ¿Qué encontramos en Fosas Medusa que les obligó a intervenir? ¿Va a contárnoslo de una vez o se esconderá porque tiene pánico de revelarlo?
—Necker tiene razón —intervino Rania—. Como usted mismo me dijo esta mañana, embajador, la incompetencia no triunfa, y su especie no pasó la prueba de fuego hace dos eones.
—Esa cosa que encontró en su viaje todavía le obsesiona, ¿cierto? —dijo Jajhreen—. Bien, lo admito, ahí lo tiene, fuimos exterminados por criaturas idénticas a la que usted vio encerrada en la esfera de gel. ¿Quiere saber más? Surgieron de la nada, no hubo provocación, aviso previo ni discusiones por el territorio. Nos atacaron, calcinaron nuestras ciudades y luego arrancaron las biosferas de nuestros mundos como quien despelleja a un animal. Creemos que el ataque estuvo relacionado con el funcionamiento de una red de comunicación instantánea que habíamos desplegado en nuestras colonias. Antes de la aparición de esas criaturas comenzamos a percibir sucesos extraños alrededor de las estaciones, pero no les concedimos la atención que merecían, creyendo que se trataba de escapes debidos a un mal aislamiento. El nodo que encontraron en Marte formaba parte de esa red y no podíamos arriesgarnos a que ustedes lo activasen accidentalmente. Por eso construimos la sonda, para localizar y destruir los que todavía quedaran por las colonias antes de que ustedes los descubriesen. Pensaba que en Gea podrían haber hallado alguno y ese fue el motivo real de que la visitase, Rania. Y sobre lo que esos nodos son capaces de hacer, Necker, no son necesarias más explicaciones. Usted sabe lo que desenterraron en Fosas Medusa. Si alguno de los presentes todavía lo ignora, le sugiero que lo cuente.
—Vayamos al grano —dijo Necker—: tenemos la órbita de Nuxlum llena de naves de guerra; tal vez los Lum puedan destruir a las de la Coalición, pero no a las nuestras, y si algo le ocurre al Némesis le aseguro que no quedará nada en la superficie del planeta que pueda reconocer después del bombardeo.
—Bien, ése es un punto interesante, y no encuentro razones que impidan un acuerdo satisfactorio para todos. Permítanme que les exponga nuestra proposición y luego tómesen el tiempo que necesiten para debatirla.