CAPÍTULO 6

Cómo llegar a ser un aprendiz de brujo

Es un hecho innegable que todas las formas de sicoterapia hasta cierto punto son efectivas, a pesar de ser, en apariencia, tan distintas unas de otras. Desde luego que esto ha constituido uno de los enigmas más grandes de esta disciplina. Durante años, tanto los psicoterapeutas prácticos como los teóricos emplearon mucho tiempo y energía discutiendo y argumentando sobre la superioridad de un enfoque sobre otro. Por fortuna, últimamente se ha visto un creciente interés por los de una escuela en aprender y aplicar técnicas originalmente de otras escuelas. A esto se refiere Haley (Advanced Techniques of Hypnosis and Therapy, pp. 530-535).

En la última década, la idea de experimentar con nuevas técnicas ha sido adoptada por muchos siquiatras, y esto ha conducido a una serie de innovaciones tales como la terapia conductual, tratamiento de condicionamiento y terapias familiares y de pareja. Hemos visto que el énfasis ha pasado sobre el ritual y que los procedimientos terapéuticos se juzgan por sus resultados y no por la concordancia con alguna escuela en particular. Incluso ha llegado a aceptarse el hecho de trabajar de diferentes maneras con diferentes pacientes (Haley citando directamente a Erickson)… «Una de las cosas importantes que hay que recordar sobre la técnica… es el hecho de tener la voluntad para aprender una y otra técnica y luego reconocer que cada uno de nosotros, como personalidad individual, es muy diferente de los profesores que nos enseñaron una técnica en particular. Hay que extraer de las diferentes técnicas los elementos particulares que nos permitan expresarnos como una personalidad individual. La segunda cosa más importante sobre una técnica es el hecho de tener conciencia de que cada paciente representa una personalidad diferente, una actitud diferente, experiencias pasadas diferentes. Él acercamiento al paciente debe hacerse considerando que es una persona con un marco referencial particular para ese día y en esa situación inmediata».

Generalmente las personas que recurren a nosotros expresan alguna forma de sufrimiento en sus vidas, y no ven muchas posibilidades para sí en asuntos que consideran importantes. Todas las terapias se enfrentan con el problema de tener que responder adecuadamente a estas personas. Responder adecuadamente, en este contexto, significa ayudar al cliente a cambiar su experiencia de tal forma que se enriquezca. Las terapias rara vez logran esto cambiando el mundo. El sistema consiste, entonces, en cambiar la experiencia del cliente sobre el mundo. Las personas no actúan inmediatamente en el mundo, pero actúan necesariamente en el mundo a través de sus percepciones o de su modelo del mundo. Por lo tanto, las terapias actúan para cambiar el modelo del mundo del cliente, y en consecuencia, su comportamiento y sus experiencias.

Hay un grupo de terapeutas que, utilizando las más diversas formas de sicoterapia, han llegado a ser particularmente eficientes en ayudar a sus clientes a cambiar sus experiencias. Su comportamiento en sicoterapia nos parece que es extremadamente sistemático, ya que tienen un poderoso arsenal de técnicas para desafiar y expandir directamente el modelo del mundo del cliente. Estas técnicas han sido adoptadas ampliamente por otros psicoterapeutas, pero desgraciadamente sin los excelentes resultados del primer grupo. Creemos que la diferencia está en que este primer grupo de terapeutas tiene intuiciones muy claras acerca de cómo utilizar estas técnicas para desafiar y expandir el modelo del cliente. En otras palabras, estos sicoterapeutas son capaces de identificar cuándo el uso de una técnica determinada es apropiado. El uso de estas mismas técnicas por otros, conduce, a menudo, a resultados muy irregulares; a veces obtienen resultados excelentes, otras veces fracasan; a veces el uso de estas técnicas parece apropiado, otras veces no.

En este libro hemos presentado un metamodelo para el uso de los terapeutas en el intercambio verbal del encuentro terapéutico. El metamodelo es un instrumento para los terapeutas de cualquier escuela psicoterapéutica. Se puede llevar a la práctica de dos formas: primero, da una instrucción explícita (esto es, paso a paso, y por lo tanto aprendible) sobre lo que se debe hacer en cualquier momento del proceso terapéutico, y segundo, cualquier hablante nativo tiene en sí las intuiciones necesarias para usar el metamodelo y sólo necesita tomar conciencia de esas intuiciones.

Tal como hemos dicho reiteradamente, nuestro metamodelo no agota, bajo ningún punto de vista, las alternativas o posibilidades de lo que el terapeuta puede hacer en un encuentro terapéutico. Ha sido diseñado más bien para integrarlo con otras técnicas y métodos ya establecidos en otras formas de sicoterapia. La integración del metamodelo con las técnicas y métodos que ustedes ya manejan no extenderá las posibilidades que tienen como terapeutas, pero aumentará el potencial de sus estilos terapéuticos haciendo que sus intervenciones se dirijan explícitamente a expandir el modelo del mundo de sus clientes. De esta forma el metamodelo da al terapeuta una estrategia explícita en terapia.

Los objetivos de este último capítulo son:

  1. Elegir y presentar algunas de las técnicas de las diferentes formas de sicoterapia; en cada caso demostraremos cómo estas técnicas implícitamente desafían y expanden el modelo del cliente. Por lo tanto, ellas comparten con el metamodelo explícito que hemos presentado aquí, el objetivo de operar directamente en la representación del mundo del cliente.
  2. Mostrar cómo estas técnicas se vinculan con las etapas explicitadas por el metamodelo, indicando cuándo su uso es apropiado.

El segundo ingrediente: Estructuras de referencia

Una de las características de nuestra experiencia que permitió el desarrollo del metamodelo explícito para el lenguaje en terapia fue que cada uno de nosotros, como hablantes nativos de nuestro idioma, tiene intuiciones consistentes sobre lo que son las representaciones lingüísticas completas —las estructuras profundas— de cada oración o estructura de superficie que escuchamos. Como terapeutas, podemos llegar a saber exactamente lo que falta en una estructura de superficie de un cliente, comparándola con la estructura profunda de la cual sabemos que deriva. De esta forma, preguntando por lo que falta, comenzamos el proceso de recuperación y de expansión del modelo del cliente: el proceso de cambio.

Llamaremos a la estructura profunda, estructura de referencia de la oración que escuchemos de nuestros clientes. Es una estructura de referencia, ya que la estructura profunda es la fuente de la cual deriva la estructura de superficie. La estructura profunda es la representación lingüística más plena del mundo, pero no es el mundo en sí mismo. La estructura profunda deriva a su vez de una fuente más completa y más rica. La estructura de referencia para la estructura profunda es la suma total de todas las experiencias y vivencias que el cliente tiene del mundo. Los procesos que especifican lo que transcurre desde la estructura profunda a la estructura de superficie son los tres procedimientos universales de modelaje humano, las reglas de representación: generalización, eliminación y distorsión. Estos procesos generales tienen formas y nombres específicos dentro del metamodelo que hemos creado con conceptos y mecanismos sugeridos por el modelo transformacional del lenguaje; por ejemplo, los índices referenciales, las transformaciones por eliminación y las condiciones de buena formación semántica. Estos mismos tres procesos generales de modelaje determinan la forma en que las estructuras profundas se derivan de su fuente, la experiencia del mundo que tiene el cliente. Nuestra sugerencia es que este mismo conjunto de conceptos y mecanismos específicos nos siga guiando en la recuperación de la estructura de referencia para la estructura profunda[47].

El metamodelo para terapia es un modelo formal. Específicamente es formal en dos sentidos:

  1. Es un modelo explícito; es decir, describe la estructura del proceso de terapia paso a paso.
  2. Es un modelo que se relaciona con la forma, no con el contenido. En otras palabras, el metamodelo es neutro con respecto al contenido del encuentro terapéutico.

La primera característica por la cual el metamodelo es formal garantiza la posibilidad de que cualquiera lo aprenda, es decir, que al ser una descripción explícita de un proceso es aprendible. La segunda característica garantiza que tendrá aplicabilidad universal[48], sin importar cuál sea el tema o el contenido de una sesión terapéutica en particular; el intercambio entre el terapeuta y el cliente involucrará necesariamente estructura de superficie; estas estructuras de superficie son el material sobre el cual el metamodelo está diseñado para operar.

Dado que el metamodelo es independiente del contenido, no hay nada en él que distinga las estructuras de superficie de un cliente que está hablando de su último viaje a Arizona, de las estructuras de otro cliente que está hablando sobre una experiencia muy feliz o muy dolorosa que tuvo recientemente con un amigo. Este es el punto en el cual la forma particular de sicoterapia del terapeuta determina el contenido de la sesión terapéutica. Cuando una persona viene a nosotros en busca de terapia, nosotros sentimos que tiene algún dolor o insatisfacción en su situación actual, y generalmente comenzamos preguntándole qué espera obtener de la terapia; es decir, qué es lo que quiere. Su respuesta, sin importar cuál sea (aun sin contestar o diciendo no lo sé), es upa estructura de superficie, que nos hace iniciar el proceso de terapia aplicando las técnicas del metamodelo. La pregunta inicial que hacemos no es algo obligatorio en el metamodelo, es más bien una pregunta que hemos desarrollado a raíz de nuestra experiencia en terapia. En otras palabras, nuestra experiencia en terapia nos ha llevado a comprender que uno de los elementos necesarios de la experiencia terapéutica es que nosotros debemos saber qué es lo que ha traído al cliente a la terapia.

La estructura de referencia para la representación lingüística completa de la estructura profunda es la gama completa de experiencias y vivencias humanas. Como humanos, podemos estar seguros que cada experiencia o vivencia tiene ciertos elementos o componentes. Con el propósito de comprender estos componentes podemos dividirlos en dos categorías: las sensaciones que se originan a partir del mundo, y el aporte que nosotros hacemos mediante nuestro sistema nervioso a estas sensaciones, ya que al recibirlas y procesarlas las organizamos en una estructura de referencia para las estructuras lingüísticas profundas de nuestro lenguaje. La naturaleza exacta de las sensaciones originadas en el mundo no se conoce directamente, ya que usamos nuestro sistema nervioso para modelar el mundo, aun percibiendo con nuestros sistemas receptores, ajustándolos y calibrándolos (el concepto retroalimentación anticipada, forward feed-back, Pribram, 1967), de acuerdo a las expectativas que derivamos de nuestro actual modelo del mundo. El modelo que nosotros creamos está evidentemente sujeto a ciertos impedimentos impuestos por el mundo, pues si mi modelo es demasiado diferente al mundo, no me servirá como una guía adecuada para mi comportamiento en el mundo. Nuevamente la forma en que el modelo que desarrollamos difiere del mundo es en cuanto a las opciones (habitualmente inconscientes) que hacemos al emplear los tres principios de modelaje. Esto nos permite a cada uno tener un modelo diferente del mundo, y al mismo tiempo poder vivir en el mismo mundo. Así como las estructuras profundas tienen ciertos componentes necesarios, las estructuras de referencia para las estructuras profundas también los tienen. Por ejemplo, recibimos sensaciones a través de los cinco sentidos: vista, oído, tacto, gusto y olfato. Así, uno de los componentes de la estructura de referencia, que nosotros como terapeutas podemos comprobar, es si la estructura profunda contiene descripciones de sensaciones producidas a través de cada uno de estos cinco sentidos, es decir, si la representación lingüística completa incluye descripciones que representen la habilidad del cliente para ver, oír, tocar, gustar y oler. Si alguno de estos sentidos no está representado, podemos desafiar la representación pidiéndole al cliente que re-conecte la estructura profunda con la estructura de referencia y que recupere las sensaciones eliminadas, expandiendo y enriqueciendo de esta forma su modelo.

Aunque todavía no hemos desarrollado una estructura explícita para la gama total de experiencias humanas, tenemos algunas sugerencias sobre cuáles serán algunos de los componentes necesarios de la estructura de referencia. Además de la comprobación de los cinco sentidos, hemos considerado útil emplear un conjunto de categorías desarrollado por Virginia Satir en su dinámico trabajo en sistemas familiares y de comunicación. Virginia Satir organiza la estructura de referencia de acuerdo a tres componentes principales:

  1. El contexto, es decir, lo que está pasando en el mundo (para ser más rigurosos: en la representación del mundo del cliente).
  2. Los sentimientos del cliente sobre lo que está pasando en el mundo (en su representación).
  3. Las percepciones del cliente de lo que otros sienten sobre lo que está pasando en el mundo (en su representación).

Estamos conscientes de que mientras el cliente informa acerca de sus sentimientos sobre lo que está ocurriendo —a través de estructuras de superficie a las que pueden aplicarse las técnicas de metamodelo— no enfatizamos este proceso como un componente necesario de una estructura profunda bien formada. Los sentimientos del cliente sobre lo que está ocurriendo en el mundo son, sin embargo, un componente necesario de cualquier estructura de referencia bien formada. En otras palabras, el terapeuta puede estar seguro de que la estructura de referencia está incompleta o, en los términos que hemos desarrollado en este libro, está mal formada, si los sentimientos del cliente no están representados en la estructura de referencia. Esto equivale a decir que las emociones humanas son un componente necesario de la experiencia humana.

Por el hecho de mencionar este factor bastante obvio no estamos sugiriendo que ustedes como terapeutas no se den cuenta de los sentimientos de las personas, sino que tratamos que reconozcan que cuando ustedes hacen una pregunta como, «¿Cómo te sientes con respecto a eso?», (sin importar lo que sea eso), están, de hecho, pidiendo al cliente una representación más completa (incluso que la estructura profunda) de su experiencia del mundo. Al hacer esa pregunta en particular están solicitando un componente necesario de la estructura de referencia del cliente. Este componente particular de la estructura de referencia es común a la mayoría de las terapias y es una información muy útil en nuestro trabajo como terapeutas. Lo que no es común a la mayoría de las terapias —y hace que esta pregunta sea aún más poderosa— es que la respuesta del cliente será una estructura de superficie sujeta a las condiciones de lo bien formado en terapia. Esto les permitirá saber más sobre el modelo del cliente, recuperando uno de los componentes necesarios de la estructura de referencia, y al mismo tiempo desafiar y extender el modelo del cliente. Cuando esta pregunta común es captada desde el punto de vista del metamodelo, surge una pregunta adicional muy poderosa. Esta nueva pregunta, característica en el trabajo de Virginia Satir, es: «¿Cómo te sientes acerca de tus sentimientos sobre lo que está ocurriendo?». Consideren esta pregunta desde el punto de vista del metamodelo. Esencialmente es una petición de parte del terapeuta para que el cliente diga cómo se siente respecto de su estructura de referencia, su modelo del mundo, enfocado específicamente en sus sentimientos sobre la imagen que él tiene de sí mismo en su modelo. Esto es, entonces, una forma explícita de acercamiento directo a lo que en muchas terapias se llama la autoestimación del cliente, un área muy poderosa de la estructura de referencia del cliente y estrechamente relacionada con la posibilidad de cambio en cada persona.

La siguiente secuencia entre un terapeuta y un cliente demuestra la forma en que el terapeuta llega a este aspecto de la estructura de referencia del cliente:

(1) S.: A Pablo sencillamente no le importa que la casa esté limpia.

En la estructura de superficie de la cliente, esta declara conocer el estado interior de otra persona sin establecer cómo llegó a saberlo (adivinación); por lo tanto, rompe una de las condiciones semánticas de lo bien formado en terapia.

(2) T.: ¿Cómo sabes que no le importa?

El terapeuta decide pedir a la cliente que especifique el proceso en forma más completa.

(3) S.: Él me lo dijo.

La cliente entrega la información solicitada. Sin embargo, su estructura de superficie contiene una eliminación asociada con el verbo decir (decir, ¿qué?).

(4) T.: ¿Qué te dijo, específicamente?

El terapeuta solicita el material eliminado.

(5) S.: Él dijo, «no importa si la casa está limpia o no».

La cliente proporciona el material.

(6) T.: ¿Cómo te sientes tú ante el hecho que él te diga que no le importa si la casa está limpia o no?

El terapeuta, sabiendo que la estructura de referencia de la cliente debe contener sus sentimientos sobre el comportamiento de Pablo como una condición necesaria para una estructura de referencia bien formada en terapia, solicita este componente.

(7) S.: Siento rabia, de hecho me pongo furiosa…, sobre esto peleamos siempre.

La cliente explica sus sentimientos con respecto al comportamiento de Pablo. Su nueva estructura de superficie contiene un cuantificador universal (siempre) que identifica una generalización que el terapeuta puede objetar.

(8) T.: ¿Cómo te sientes al sentirte furiosa?

El terapeuta ignora las generalizaciones y decide cambiar niveles, preguntando a la cliente sobre sus sentimientos acerca de la imagen de si misma en su modelo del mundo (su estructura de referencia).

(9) S.: ¿Cómo me siento yo al sentirme furiosa?

Inicialmente la cliente aparece confundida por la pregunta del terapeuta. En nuestra experiencia, esta es una reacción común ante estos cambios de niveles; sin embargo, los clientes tienen recursos ante este tipo de maniobras.

(10) T.: Sí, ¿cómo te sientes tú al sentir rabia hacia Pablo?

El terapeuta repite la pregunta.

(11) S.: Bueno, no me siento muy bien.

La cliente dice lo que siente acerca de sus sentimientos, es decir, su autoestimación en ese momento.

El terapeuta comienza a explorar el modelo de la cliente en este nuevo nivel, pidiéndole que especifique más a fondo su verbo. Los cambios en este nivel, el nivel de autoestimación, son extremadamente importantes, ya que la autoimagen de la persona afecta la forma en que organiza toda su experiencia o estructura de referencia. Por lo tanto, los cambios en este nivel pasan a través de todo el modelo del mundo del cliente.

Estas técnicas y categorías particulares de Virginia Satir ofrecen la base para determinar el conjunto de componentes mínimos para completar lo bien formado en terapia en las estructuras de referencia. Al observar a terapeutas eficientes, tales como Virginia Satir, hemos identificado otro tipo de categoría que ofrecemos como parte de este conjunto mínimo de componentes, que deben estar presentes para que una estructura de referencia esté completamente bien formada, la cual es otra forma de comprobar que las estructuras de referencia del cliente estén completas.

Estas incluyen:

  1. La forma como el cliente representa sus experiencias pasadas en el presente, estas, a menudo, aparecen como reglamentos sobre su comportamiento;
  2. La forma cómo el cliente representa sus experiencias actuales en el presente, es decir, sobre lo que está consciente ahora;
  3. La forma cómo el cliente representa sus posibles experiencias futuras, es decir, sus expectativas sobre el resultado que espera de su comportamiento.

Nótese que los cuatro componentes iniciales presentados por Virginia Satir (sentimientos del cliente, sentimientos de los demás, contexto, sentimientos del cliente sobre sus sentimientos) serán componentes de cada una de estas tres representaciones —el pasado, el presente y el futuro—, tal como el cliente las represente ahora. Nosotros consideramos que estas categorías son muy útiles para organizar nuestro modelo de conducta terapéutica, para ayudar a los clientes a desarrollar estructuras de referencia más completas. Como lo habrán notado en las técnicas explícitas de metamodelo, presentadas en los capítulos 3, 4 y 5, este metamodelo incluye técnicas para recuperar y desafiar categorías de las estructuras de referencia delineadas aquí. Las reglas, basadas en experiencias del cliente representadas en el presente, son lo mismo que las generalizaciones basadas en la experiencia del cliente, tal como son las expectativas del cliente. En cada caso el cliente presentará el material solicitado por el terapeuta cuando este desafía y enriquece el modelo del cliente, en forma de estructura de superficie, las cuales están sujetas a las condiciones de lo bien formado en terapia que especifica el metamodelo. El objetivo de presentar estas categorías es ofrecer algunas sugerencias claras acerca de lo que pueden ser los componentes necesarios para una estructura de referencia completa y bien formada, de una estructura profunda. Sugerencias adicionales para una estructura de referencia completa pueden encontrarse en las ideas de varios filósofos (cualquiera de los filósofos occidentales que trabajaron explícitamente la epistemología, por ej., dentro de la tradición empírica, Locke, Berkeley, Hume y en la tradición idealista, Kant, Hegel, Vaihinger, etc.), y de semánticos, lógicos y lingüistas (por ejemplo, Korzybski, Humboldt, Carnap, Tarski, Chomsky, Katz, etc.).

En lo que sigue de este capítulo seleccionaremos y analizaremos algunas técnicas de diferentes formas de psicoterapia. Estas técnicas, tal como se usan actualmente, desafían implícitamente la representación del mundo del cliente, y cada una de ellas puede integrarse al metamodelo. Hemos elegido estas técnicas en particular, porque las conocemos bien y sabemos a través de nuestra experiencia que son poderosos instrumentos terapéuticos. Queremos dejar claro que con esto no las consideramos más poderosas que otras técnicas, o que se prestan más para ser integradas al metamodelo.

Actuación: La representación instantánea de la experiencia

Por actuación nos referimos a aquellas técnicas que requieren de una dramatización de una experiencia actual o fantaseada de parte del cliente. La actuación el cliente puede hacerla solo o bien puede incorporar a otros participantes.

«Al tomar una palabra en forma absoluta, sin investigar su significado personal, esta adquiere vida propia. Al reificar la palabra en esta forma se remueve de su función práctica como una forma más o menos eficiente para referirse a un proceso que se mantiene vivo y que cambia continuamente de referencia. La actuación es una forma de mantener vivas las palabras que una persona usa para caracterizarse a si misma o a otras. Manteniendo el lenguaje conectado a la acción permite sentimientos de cambio y crecimiento…».

(I. and M. Polster, Gestalt Therapy Integration, p. 00). (Sic).

La solución (a la pregunta sobre qué es el conjunto de componentes necesarios de una estructura de referencia completa) es compleja. Afortunadamente para la sicoterapia, esta solución no es necesaria para hacer terapia. Una forma de evitar esta dificultad y al mismo tiempo obtener acceso a algo que se aproxime a la estructura de referencia del cliente, es que el cliente presente las experiencias de las cuales se derivó la representación lingüística completa[49]. Por ejemplo, una cliente tiene dificultad en expresar rabia hacia su marido. Esto lo sabemos porque ella comenzó presentando una serie de estructuras de superficie que fueron sometidas a las condiciones de lo bien formado en terapia, llegando finalmente a la representación lingüística completa. En este punto, para determinar cuál es la estructura de referencia de la cual deriva la representación lingüística completa, podemos pedir a la cliente que dramatice una ocasión específica en la cual fue incapaz de expresar rabia hacia su marido. Además de reconectar las estructuras profundas del cliente con una aproximación más completa de su estructura de referencia, con las técnicas de actuación, generalmente, se obtienen otros dos resultados:

  1. Al re-crear su experiencia, el cliente se da cuenta de partes de la estructura de referencia o de la experiencia que no tenía representación en la estructura profunda.
  2. La actuación da al terapeuta acceso a dos cosas importantes:
    1. Una estrecha aproximación a la estructura de referencia misma —la experiencia del cliente— y, por lo tanto, provee al terapeuta de un material muy adecuado para usar en el encuentro terapéutico.
    2. Una oportunidad para que el cliente vea directamente un ejemplo de modelaje. En otras palabras, a través de la actuación el terapeuta dispone de una estructura de referencia aproximada. Al compararla con la descripción verbal del cliente, el terapeuta tiene un ejemplo de las generalizaciones, las eliminaciones y distorsiones típicas del cliente.

Cuando el cliente actúa su experiencia, ocurren varias cosas. Primero, la experiencia actual del cliente en sí misma llega a desafiar y a expandir su modelo del mundo, tal como lo experimenta en sus actuaciones, las cuales habían sido previamente eliminadas, recuperándose, así, las partes del modelo que faltaban. En segundo lugar, las partes del modelo del cliente, que eran vagas y confusas, se aclaran, ya que la actuación es una experiencia específica, equivalente a proporcionar índices referenciales, en este caso en forma semiótica y no sólo lingüística. Esencialmente, la actuación es una dramatización de lo que el cliente ha representado como un hecho —la actuación en sí misma—, desnominaliza la representación; es decir, transforma el hecho nuevamente en un proceso, y, en este proceso, presenta una imagen mucho más específica del proceso (equivalente a especificar más completamente el verbo en técnicas de metamodelo). Estos cuatro aspectos de una actuación típica, tomados en conjunto, dan como resultado una experiencia que se encuentra, en parte, más allá de los límites de la representación lingüística inicial del cliente. Ya que la técnica de actuación desafía implícitamente el modelo del cliente en estos cuatro aspectos, al integrarla con las técnicas de metamodelo, el resultado es que la técnica de actuación en sí misma se hace más poderosa y directa al desafiar explícitamente la representación lingüística del cliente:

En cualquier situación terapéutica, en la cual la técnica de actuación esté completamente integrada con el metamodelo, el terapeuta tiene un conjunto extremadamente rico de posibilidades. Dentro de estas posibilidades está la sugerencia de parte del terapeuta para que el cliente describa su actual experiencia durante la dramatización. Esta descripción, igual que cualquiera otra comunicación verbal del cliente hacia otros participantes de la dramatización será, evidentemente, una serie de estructuras de superficie. El terapeuta somete estas estructuras de superficie a las condiciones de lo bien formado en terapia, haciendo preguntas de acuerdo al metamodelo. Esto asegura que el material que va apareciendo a través de la técnica de actuación en forma implícita, sea recuperado completamente de una manera explícita. La técnica de actuación está diseñada para permitir una aproximación a la estructura de referencia, de la cual se derivó la parte empobrecida de la representación lingüística del cliente. Una aproximación provechosa a las estructuras de referencia, proporcionada por la actuación, incluye formas de comunicación verbal y analógica. Además de someter la descripción del cliente y su comunicación con otros participantes a las condiciones de lo bien formado en terapia, el terapeuta dispone de una representación más completa —la experiencia de actuación en sí misma—, la cual puede usar como una estructura de referencia aproximada para compararla directamente con la descripción verbal del cliente.

El terapeuta puede usar algunos de los componentes necesarios de una estructura de referencia completa sugeridos previamente. Por ejemplo, el terapeuta puede asegurarse que el cliente está representando sus sentimientos sobre la experiencia de actuación, explícitamente, preguntándole directamente por esos sentimientos. O, por ejemplo, el terapeuta puede poner especial atención en comprobar si el cliente representa explícitamente sensaciones obtenidas a través de los cinco sentidos, es decir, el terapeuta puede comprobar si el cliente observa y ve claramente la acción de los demás participantes en la dramatización, o puede comprobar si el cliente oye y escucha claramente las cosas dichas por él mismo y por los demás participantes.