Terapias familiares son aquellas que conducen al encuentro terapéutico con una familia completa en lugar de un cliente individual.
«Todas las indicaciones anteriores están basadas en la necesidad de ver los síntomas de un paciente determinado en función de la interacción total de la familia, con el convencimiento explícito, fundado en el conocimiento teórico, de que hay una relación entre los síntomas de un cliente determinado y la interacción total de la familia. El grado en que el terapeuta esté convencido de la bondad de la terapia familiar determinará el énfasis que dé a las técnicas que conducen al paciente en esa dirección».
(Therapy, Comm. & Change, p. 250).
Las formas de terapias familiares que mejor conocemos y manejamos hacen amplio uso del concepto de congruencia (Satir, Bateson, etc.). En este caso, la comunicación congruente puede ser un instrumento muy útil para observar a los miembros individuales de la familia o a la familia como unidad. De hecho, se sostiene que modelos de comunicación incongruente, que se repiten frecuentemente, son una de las causales mayores de la esquizofrenia (ver Jackson, 1967).
Hasta el momento, nos hemos concentrado exclusivamente en el metamodelo terapéutico como una forma de generar una estrategia explícita para la terapia individual. Queremos ahora, brevemente, señalar la relación entre nuestro metamodelo y la terapia familiar. Simplificando, podemos decir que la estrategia global del metamodelo es identificar, desafiar y expandir las partes que empobrecen y limitan el modelo del mundo del individuo. Uno de los mejores indicadores de un aspecto empobrecido o limitado del modelo de una persona es el área en la cual la persona siente dolor o insatisfacción. De manera similar, en las familias el sufrimiento también sirve como una indicación clara de una experiencia que empobrece y limita el modelo. En el contexto de terapia familiar se aplican los mismos principios formales del metamodelo. Sin embargo, hay por lo menos una complicación seria: un sistema familiar es más que el conjunto de los modelos de los individuos de esa familia. Específicamente, además del modelo del mundo que cada individuo tiene, los miembros de la familia tienen un modelo compartido de sí mismos como familia y de la forma en que interactúan. Dentro de su modelo cada miembro de la familia tiene un modelo, de un modelo compartido de sí mismos como parte del conjunto familiar. Para tener una idea de lo complicado que esto puede ser, aun en una familia de tres personas, consideren lo siguiente:
Supongan que designamos a los miembros de la familia con las letras a, b y c. En este sistema familiar existen por lo menos los siguientes modelos o percepciones:
El modelo que a tiene de sí mismo.
El modelo que b tiene de sí mismo.
El modelo que c tiene de sí mismo.
El modelo que o tiene de sí mismo en relación con b.
El modelo que a tiene de sí mismo en relación con c.
El modelo que a tiene de la relación entre b y c.
El modelo que a tiene de sí mismo en su relación con b y c.
Juntos.
El modelo que b tiene de sí mismo en su relación con a.
El modelo que b tiene de sí mismo en su relación con c.
El modelo que b tiene de la relación de a y c juntos.
El modelo que b tiene de sí mismo en su relación con b y c.
Juntos.
El modelo que c tiene de sí mismo en su relación con a.
El modelo que c tiene de sí mismo en su relación con b.
El modelo que c tiene de la relación de a y b juntos.
El modelo que c tiene de sí mismo en su relación con a y b juntos.
En el contexto de la terapia individual surgen necesidades estratégicas distintas que en la terapia familiar. En esta es importante para una estrategia saber a quién pertenece el modelo que hay que desafiar y ampliar, y hasta qué punto el grado de congruencia de los modelos de la familia es compartido por los diversos integrantes.