GENERALIZACIÓN

Cómo obtener una imagen clara del modelo del cliente

Uno de los procesos universales que ocurren cuando los humanos crean modelos de sus experiencias, es el de la generalización. Las generalizaciones pueden empobrecer el modelo del cliente al punto de ocasionarle pérdida del detalle y de la riqueza de sus experiencias originales. De esta manera, la generalización impide hacer distinciones que de otra forma constituiría un conjunto más rico de alternativas para enfrentar una situación particular. Al mismo tiempo, en algunos casos la generalización expande la experiencia dolorosa específica hasta el punto de abarcar un conjunto entero. Por ejemplo, la experiencia dolorosa específica «Yo no le gusto a Luisa» puede generalizarse como «Yo no le gusto a las mujeres». El hecho de desafiar las generalizaciones del cliente tiene por objeto:

  1. Reconectar el modelo del cliente a su experiencia.
  2. Reducir los obstáculos infranqueables resultantes de la generalización a algo definido que el cliente pueda eventualmente enfrentar.
  3. Asegurarse que el modelo del cliente sea suficientemente detallado y rico, creando así opciones basadas en distinciones que con anterioridad no estaban presentes.

Existen dos modalidades lingüísticas importantes para reconocer las generalizaciones dentro del modelo del cliente. Estos son los procesos de:

  1. Comprobar la presencia de índices referenciales para sustantivos y palabras-eventos.
  2. Comprobar los verbos plenamente especificados y las palabras-proceso.

Índices referenciales

Una de las condiciones esenciales para una terapia exitosa es que el terapeuta sea capaz de determinar si acaso las estructuras de superficie presentadas por el cliente están relacionadas o no a su experiencia. Un modo explícito de conseguir esto es que el terapeuta identifique las palabras y oraciones que no tienen un índice referencial. Por ejemplo, la siguiente estructura de superficie,

(140) La gente me mandonea.

El sustantivo gente no lleva índice referencial y, por lo tanto, no identifica nada específico en la experiencia del cliente. Por otra parte, la oración,

(141) Mi padre me mandonea.

Contiene dos sustantivos (mi padre y me), ambos con índice referencial que identifica algo específico dentro del modelo del cliente.

Aquí, nuevamente, aplicamos un procedimiento paso a paso:

Paso 1: Escuche la estructura de superficie del cliente identificando cada palabra no proceso.

Paso 2: Ante cada una de estas, pregúntese sí acaso se refieren a una persona o a una cosa específica en el mundo.

Si la palabra o la oración no llegan a distinguir una persona o cosa determinada, entonces estamos ante una generalización en el modelo del cliente. En el siguiente conjunto de estructuras de superficie compruebe la existencia o la no existencia de un índice referencial:

(142) Nadie presta atención a lo que digo.

Sin índices: nadie y lo que.

(143) Siempre evito situaciones en las que me siento incómodo.

Sin índices: situaciones.

(144) Me gustan los perros amigables.

Sin índice: los perros amigables.

(145) Ayer vi a mi suegra.

Todos los sustantivos llevan índice.

(146) Uno debiera respetar los sentimientos de los demás.

Sin índice: uno y demás.

(147) Tú sabes que nos es doloroso verla así.

Sin índice: nos.

(148) No nos dejemos enredar por los detalles.

Sin índice: nos y detalles.

(149) En esta sala hay mal ambiente.

Sin índice: mal ambiente.

(150) Todo el mundo se siente así a veces.

Sin índice: Todo el mundo, así y a veces.

Una vez identificadas las palabras y oraciones sin índice referencial, se requieren solamente dos preguntas:

(151) Específicamente, ¿quién?

(152) Específicamente, ¿qué?

Con esta exigencia el cliente se ve obligado a reconectar las generalizaciones de su modelo con sus experiencias reales. En el siguiente conjunto de estructuras de superficie formule la pregunta adecuada para lograr el índice referencial ausente:

Nadie presta atención a lo que yo digo.

¿Específicamente, quién? ¿Qué, específicamente es lo que se dice?

Siempre evito situaciones en que me siento incómodo.

¿Específicamente, qué situaciones?

Nos es doloroso verla así.

¿A quién, específicamente, le duele? ¿Quiénes, específicamente, somos nosotros? ¿De qué modo, específicamente?

Todo el mundo se siente alguna vez así.

¿Quién, específicamente? ¿De qué manera? ¿Cuándo?

Hay un caso especial que vale la pena mencionar y que se refiere a ciertas palabras carentes de índice referencial que contienen cuantificadores universales, tales como todo, cada y cualquier. El cuantificador universal reviste una forma distinta cuando va combinado a otros elementos lingüísticos, tales como un elemento negativo, nunca, jamás, nadie, ninguno, nada. Los cuantificadores universales, así como las oraciones que los contienen, no llevan índices referenciales. En este caso utilizamos un tipo especial de desafío. Por ejemplo, frente a la estructura de superficie presentada anteriormente:

Nadie presta atención a lo que yo digo.

El desafío puede llevarse a cabo ya sea como lo hicimos en la página anterior o bien mediante el siguiente tipo de pregunta:

(153) ¿Me quiere decir que NADIE JAMAS presta atención a lo qué dice?

La estrategia es poner énfasis en la generalización descrita por el cuantificador universal del cliente, exagerándola por medio del tono de la voz e insertando otros cuantificadores universales dentro de la misma estructura de superficie del cliente. Este tipo de desafío identifica y pone en relieve la generalización presente en el modelo del cliente, y al mismo tiempo revela si hay alguna excepción a sus generalizaciones. Una sola excepción a la generalización inicia al cliente por la vía de la asignación de índices referenciales, con lo cual se comienza a recuperar los detalles y riquezas dentro del modelo del cliente, y en consecuencia se le presentan nuevas alternativas para encarar su vida.

C.: Nadie presta atención a lo que yo digo.

T.: ¿Me quiere decir que NADIE JAMAS presta atención a lo que usted dice?

C.: Bueno, en realidad, no es exactamente así.

T.: Entonces, ¿quién, específicamente, no le presta atención?

Una vez que el terapeuta ha identificado la generalización, esta puede ser desafiada de diversas maneras.

  1. Las generalizaciones pueden ser desafiadas poniendo énfasis en la naturaleza universal de lo que proclama la estructura de superficie, insertando en ella cuantificadores universales. Entonces, el terapeuta le pide al cliente que compare la nueva generalización explicitada en la nueva estructura de superficie, contra su experiencia. Por ejemplo, el cliente, dice:

    C.: Es imposible confiar en las personas.

    T.: ¿Siempre es imposible confiar en las personas?

  2. Debido a que el objetivo de desafiar la generalización del cliente es lograr reconectar su representación con su experiencia; un modo bastante directo de conseguir esto es preguntando, literalmente, si acaso existe alguna experiencia que contradiga lo que acaba de decir.

    C.: Es imposible confiar en las personas.

    T.: ¿Alguna vez ha tenido la experiencia de confiar en alguien?

    O bien

    ¿Alguna vez ha confiado en alguien?

    Desde el punto de vista lingüístico, el terapeuta está haciendo varias cosas a la vez. Está relativizando la generalización a la experiencia del cliente al cambiar la carencia de índice referencial (el objeto indirecto faltante del predicado imposible, como en, ¿imposible para quién?, y el sujeto ausente del verbo confiar) a formas lingüísticas que llevan el índice referencial del cliente (en el caso anterior; usted ha tenido).

  3. Un tercer modo de abordar las generalizaciones de este tipo es preguntándole al cliente si acaso puede imaginar una experiencia que contravendría la generalización.

    C.: Es posible confiar en las personas.

    T.: ¿Podría imaginar alguna circunstancia en que usted confiaría en alguien?

    Una vez que el cliente logra fantasear una situación que contradice la generalización, el terapeuta puede preguntarle cuál es la diferencia entre su experiencia y su fantasía, o qué impide que esa fantasía se haga realidad. Una de las técnicas más poderosas respecto a esto es contactar al cliente con su experiencia inmediata, en este caso relacionando la generalización al proceso de la terapia en transcurso. El terapeuta podrá decir:

    ¿En este momento Ud. confía en mí?

    Si el cliente responde positivamente, se habrá contradicho en su generalización. Si responde negativamente, entonces las demás técnicas estarán disponibles. Por ejemplo, se le podrá preguntar ¿qué, específicamente, le está impidiendo confiar en el terapeuta?

  4. Si al cliente le fuera posible imaginar una experiencia que contradiga su generalización, el terapeuta podrá optar por buscar en sus propios modelos, una situación en la que haya experimentado algo que demuestre lo contrario a la generalización del cliente.

    C.: Es imposible confiar en las personas

    T.: ¿Ha ido alguna vez al médico (o al dentista, o ha subido a un colectivo, a un avión, o a un taxi…)? ¿Confió en el médico, (el dentista, el chofer, el piloto…)?

    Una vez que el cliente admite que ha tenido una experiencia que contradice su generalización, ha reconectado su representación con su experiencia y el terapeuta ahora puede explorar más a fondo con él las diferencias.

  5. Otro enfoque es preguntar directamente qué es lo que hace que esa generalización sea posible o imposible. Esta técnica está descrita en la sección de los operadores modales de necesidad.

    C.: Es imposible confiar en las personas.

    T.: ¿Qué le impide confiar en las personas?, o bien

    ¿Qué ocurriría si Ud. confiara en las personas?

  6. Muchas veces ocurre que, el cliente, hará generalizaciones desde su modelo pero bajo la apariencia de generalizaciones de otras personas. Por ejemplo:

    C.: Mi marido está siempre discutiendo conmigo, o bien

    Mi marido jamás me sonríe.

Nótese que los predicados discute y sonríe a, describen procesos en transcurso entre dos personas. La forma de estas frases es: El sujeto (el agente activo), el verbo (el nombre del proceso) y el objeto (la persona no activa involucrada en el proceso). En ambos ejemplos el cliente se representa a sí mismo como el miembro pasivo del proceso —el objeto del predicado—, evitando así cualquier responsabilidad por el proceso o la relación. Las generalizaciones que hace el cliente en estas dos estructuras de superficie contienen un tipo especial de eliminación, la estructura profunda está representada adecuadamente por estas estructuras de superficie, pero hay una eliminación en el proceso de representación de la experiencia del cliente, causada por la estructura profunda. En otras palabras, el cliente ha eliminado una parte de su experiencia al representarla en su estructura profunda, que es de donde derivan las estructuras de superficie. La imagen de los procesos o relaciones de discutiendo conmigo y me sonríe está incompleta, ya que sólo se describe a una de las personas con un rol activo. Cuando el terapeuta se encuentra con este tipo de estructuras de superficie, tiene la posibilidad de preguntar quién es la persona pasiva que está involucrada en el proceso. Una manera muy específica y, a veces, poderosa de solicitar esta información es cambiando los índices referenciales contenidos en la generalización del cliente. En los ejemplos dados, el cambio, sería[34]:

Mi marido - y yo

Yo (el cliente) - y mi marido

Al cambiar los índices referenciales, el terapeuta crea una nueva estructura de superficie, basada en la estructura de superficie original del cliente. Específicamente:

Mi marido está siempre discutiendo conmigo.

Yo estoy siempre discutiendo con mi marido.

Mi marido jamás me sonríe.

Yo jamás sonrío a mi marido.

Una vez cambiados los índices referenciales, el terapeuta puede, entonces, pedir al cliente que verifique estas nuevas estructuras de superficie, mediante la pregunta:

¿Siempre está discutiendo con su marido?

Y

A veces, ¿le sonríe a su marido?

Aquí aparece una diferencia lingüística adicional que puede ser útil para el terapeuta: los predicados que describen procesos o relaciones entre dos personas son de dos diferentes características lógicas:

  1. Predicados Simétricos: Son aquellos que si son verdaderos implican necesariamente, al invertirlos, sean también verdaderos. El predicado discutiendo conmigo es de este tipo. Si la estructura de superficie:

    Mi marido está siempre discutiendo conmigo.

    Es verdadera, entonces, necesariamente, la estructura de superficie

    Yo estoy siempre discutiendo con mi marido.

    Es también verdadera. Esta propiedad de los predicados simétricos se representa lingüísticamente bajo la siguiente fórmula general.

    Si una estructura de superficie de forma X Predicado Y es verdadera, y el predicado es simétrico, entonces, necesariamente, la estructura de superficie de forma Y predicado X es también verdadera.

    Si tú discutes conmigo, entonces, necesariamente, yo discuto contigo. Esto también se define con la expresión «Se necesitan dos para tener un argumento». Al aplicar la técnica de cambiar el índice referencial, el terapeuta sabe que el resultado será una generalización, la cual necesariamente derivó del original. Esta técnica ayuda al cliente a re-conectar su representación con su experiencia.

  2. Predicados No-Simétricos. Son aquellos que describen una relación que al invertirla no es necesariamente verdadera. El predicado me sonríe es de este tipo. Si la estructura de superficie:

    Mi marido jamás me sonríe

    Es verdadera, puede o puede no ser que la inversión de la estructura de superficie (cambiando el índice referencial) sea también verdadera:

    Yo jamás sonrío a mi marido.

    Aunque no existe lógicamente la necesidad de que la inversión de una estructura de superficie con un predicado no simétrico sea verdadera, nuestra experiencia es que la inversión frecuentemente es psicológicamente adecuada. Esto significa que a menudo, cuando el cliente establece una generalización sobre otra persona (especialmente si la relación entre el cliente y la otra persona es importante para el cliente) la inversión es verdadera. Tradicionalmente en algunas formas de sicoterapia este fenómeno ha sido llamado «proyección». Aunque la inversión de la estructura de superficie del cliente resulte verdadera, pidiendo al cliente que la verifique, el terapeuta comienza a recuperar el material perdido y a ayudar al cliente a reconectar su representación con su experiencia.

  3. A veces los clientes presentan generalizaciones de su modelo bajo la forma:

    X o Y

    Por ejemplo, un cliente dice:

    C.: Tengo que ocuparme de los demás.

    A lo que el terapeuta puede responder (como se describió en la sección de operadores modales):

    T.: Y si no, ¿qué pasaría?

    C.: Si no, no me van a querer.

    Luego, la generalización completa sería:

    Tengo que ocuparme de las demás personas, porque si no, no me van a querer.

    Esta generalización involucra necesariamente una relación causal entre el hecho que el cliente se ocupe de otras personas (o no se ocupe) y el hecho que sea querido por estas personas. Lo mismo ocurre con la estructura de superficie:

    Si no me ocupo de las demás personas, no me van a querer.

    De hecho, dentro de los sistemas formales, la equivalencia lógica se mantiene[35].

    X o Y = no X entonces Y

    Ya sea que el cliente presente sus generalizaciones espontáneamente como X o Y o proporcione la segunda parte —el resultado o consecuencia— al preguntarle, sus generalizaciones pueden ser re-establecidas por el terapeuta con la forma: Si… entonces… Una vez que el terapeuta ha logrado que el cliente verifique la forma Si… entonces…, de su generalización, puede contradecirla introduciendo negativos en las dos partes de la generalización y presentando las resultantes estructuras de superficie al cliente:

    Si te ocupas de otras personas, ¿ellos por eso te querrán?

    El terapeuta puede usar esta técnica invertida en combinación con otras técnicas; por ejemplo, algunas de las analizadas bajo operadores modales o cuantificadores universales, restituyendo la estructura de superficie anterior:

    Si te ocupas de otras personas, ¿ellos te querrán?

    Necesariamente/siempre