EL METAMODELO

El metamodelo está en gran parte inspirado en el modelo formal desarrollado por la lingüística transformacional. Dado que el modelo transformacional fue creado para responder a preguntas que no están íntimamente relacionadas con las formas en que se producen los cambios en los seres humanos, no todas las partes de él son igualmente relevantes en la creación de un metamodelo terapéutico. Por lo tanto, hemos seleccionado y ordenado sistemáticamente sólo las partes importantes para nuestros fines.

En este capítulo presentaremos el metamodelo de terapia. Nuestra intención es brindar un cuadro general de lo que nos ofrece el metamodelo y explicar su funcionamiento.

Las eliminaciones: Las partes ausentes del modelo

En la mayoría de las modalidades terapéuticas (con la posible exclusión de algunas terapias físicas) entre las cosas que ocurren están las transacciones verbales entre el «paciente» y el «terapeuta». Uno de los rasgos comunes del encuentro terapéutico es que el terapeuta trata de averiguar el motivo por el que el cliente ha venido a terapia, en otras palabras, qué es lo que el cliente quiere cambiar. Según nuestra postura teórica diríamos que el terapeuta está tratando de averiguar Cuál es el modelo del mundo que tiene su cliente. Al ir comunicando sus modelos del mundo, lo hace por medio de estructuras de superficie. Estas estructuras de superficie contendrán algunas eliminaciones del tipo de las descritas en el capítulo anterior. La modalidad que el cliente adopta para comunicar su modelo representación está necesariamente sujeta a los procesos universales de modelaje humano tales como la eliminación. La estructura de superficie es a su vez una representación de la representación lingüística plena de donde se derivó: la estructura profunda. Cuando ha ocurrido el proceso lingüístico de la eliminación, la descripción resultante —la estructura de superficie— es necesariamente insuficiente para el terapeuta. Esta parte también podrá faltar en el modelo consciente del mundo que tiene el cliente. Si al modelo de la experiencia del cliente le faltan partes, es un modelo empobrecido. Como decíamos anteriormente, los modelos empobrecidos implican necesariamente menos opciones o alternativas de conducta. A medida que se recuperan las partes que faltan, comienza el proceso de cambio para la persona.

El primer paso es que el terapeuta sea capaz de determinar si la estructura de superficie de su cliente es o no una representación completa de la representación lingüística plena de donde se derivó la estructura profunda. En esta etapa el terapeuta puede echar mano de su capacidad de intuir, altamente desarrollada en base a sus experiencias, o bien, podrá recurrir al uso explícito del metamodelo para recobrar las partes ausentes. En el metamodelo entran en juego las intuiciones que tiene todo hablante nativo del idioma. El cliente dice:

Tengo susto.

El terapeuta ahora comprueba sus intuiciones para determinar si la estructura de superficie del cliente está completa. Un modo de hacerlo (este proceso lo presentamos más detalladamente en los capítulos siguientes) es preguntándose uno mismo si puede recordar otra oración bien formada en español que tenga la misma palabra de proceso «susto» y más argumentos nominales que la estructura de superficie del cliente con el mismo verbo asustar. Si uno puede recordar una estructura de superficie que cumpla con estos requisitos, entonces la estructura de superficie del cliente es incompleta.

Ante esto, los terapeutas tienen tres alternativas[18]. Pueden aceptar el modelo empobrecido, pueden preguntar por la parte que falta, o suponerla. La primera alternativa, la aceptación del modelo empobrecido, lleva consigo la dificultad de hacer del proceso de terapia algo lento y tedioso, ya que toda la responsabilidad de la recuperación de las partes que faltan en el modelo recae sobre el cliente, quien está en terapia precisamente para ser ayudado en este proceso. No estamos sugiriendo que el cambio no sea posible de esta manera, pero requiere de más tiempo del necesario. La segunda alternativa es que el terapeuta pregunte por la parte que ha sido eliminada:

C.: Tengo susto.

T.: ¿De qué?

El cliente suministrará el material de su modelo que ha sido eliminado lingüísticamente con lo cual la comprensión de dicho modelo se hará más completa para el terapeuta, o bien podrá contrastar que la parte ausente de la expresión verbal del cliente está también ausente en su modelo. Junto con comenzar su trabajo de recuperar las partes ausentes y de comprometerse más activamente en este proceso de autodescubrimiento, el cliente comienza a experimentar un cambio, comienza a expandirse, a sí mismo, mediante la expansión de su modelo.

Existe una tercera alternativa para el terapeuta, quien a base de su experiencia puede tener una intuición acerca de la pieza o parte que falta. El podrá optar por interpretar o suponer lo que falta, y no estamos en contra de esta alternativa; sin embargo está siempre presente el peligro de que cualquier forma de interpretación o conjetura pueda ser imprecisa. En el metamodelo incluimos un seguro para el cliente. El cliente prueba la interpretación o conjetura del terapeuta, generando una frase que incluye ese material y que le permite comprobar sus intuiciones, es decir, ver si tal conjetura calza con su experiencia, si tiene sentido, si es una representación de su modelo del mundo. Por ejemplo, el terapeuta podrá intuir que su cliente teme a su padre. Su intuición podrá basarse en información previa o en el reconocimiento de una actitud corporal o de algún movimiento del cliente que ha observado cada vez que surge el tema de su padre. En este caso, el intercambio podrá ser así:

C.: Tengo susto.

T.: Quiero que digas y compruebes si esta frase te calza:

Mi padre me asusta.

El terapeuta le está indicando a su cliente que exprese en voz alta la estructura de superficie que contiene su conjetura o intuición, y que compruebe si esta calza con la representación plena del cliente, con su estructura profunda[19]. Si esta nueva estructura de superficie, que contiene la intuición del terapeuta acerca de la identidad de la parte suprimida en su estructura de superficie calza con el modelo de su cliente, de seguro experimentará una cierta sensación de congruencia o reconocimiento. En caso de no ser así, las técnicas del metamodelo sirven como una guía para recuperar el material ausente que realmente coincida con el modelo del cliente. La mayor seguridad para el cliente es que el terapeuta sea sensible a las intuiciones y a las experiencias del cliente haciendo que sea este quien juzgue si la conjetura del terapeuta es adecuada a su modelo, repitiendo la frase y comprobando si se ajusta o no a su experiencia.

Esta necesidad de que los terapeutas reconozcan y estén conscientes de la integridad de sus clientes, ha sido ampliamente reconocida. Polster & Polster (1973, p. 68) comentan:

No hay una vara precisa con la cual identificar los limites de la capacidad de un individuo para asimilar o expresar sentimientos que tienen posibilidades expansivas, pero hay un seguro básico —no forzar o seducir al paciente hacia conductas que no hayan sido en gran medida establecidas por él mismo.

En general, la efectividad de una determinada forma de terapia dependerá de su habilidad para recuperar partes eliminadas o ausentes del modelo del cliente. Por lo tanto, el primer paso es el aprender a reconocer las piezas ausentes del modelo, específicamente, identificar el hecho que ha habido una eliminación lingüística. Las piezas que faltan en la estructura de superficie es el material que ha sido removido mediante transformaciones por eliminación. La recuperación del material que falta implica un desplazamiento hacia una representación más plena: la estructura profunda.

La distorsión: Proceso → evento

Una de las modalidades más frecuentes por las que se rigidizan las personas es convirtiendo aquello que es un proceso en transcurso, en acontecimiento o evento. Los eventos son sucesos que ocurren en un determinado momento y luego concluyen. Una vez ocurridos, sus consecuencias son fijas y nada puede hacerse para cambiarlas[20]. Esta forma de representación de la experiencia del cliente es empobrecedora en el sentido que este pierde todo control sobre el proceso en transcurso al representarlo como un evento. Los lingüistas han identificado el mecanismo lingüístico mediante el cual se convierte un proceso en un acontecimiento. Se trata del fenómeno denominado «nominalización», el cual será examinado en detalle en el último capítulo. La capacidad del terapeuta para desafiar las partes distorsionadas del modelo del cliente, que hacen que los procesos se representen como eventos, requiere que el terapeuta sea capaz de reconocer las nominalizaciones en las estructuras superficiales del cliente. Esto puede hacerse examinando directamente la estructura de superficie del cliente mediante la revisión de los no-verbos presentes en la oración y tratando de pensar en algún verbo o adjetivo que se le parezca o aproxime en grafismo/sonido y significado. Por ejemplo, a medida que el cliente comienza a relatar algún proceso en transcurso en su vida —el proceso continuado de evitar una confrontación con una persona sobre un tema determinado—, él podrá representar este proceso en su estructura de superficie mediante la frase mi decisión:

Verdaderamente lamento mi decisión.

El terapeuta, buscando una distorsión, identifica el sustantivo decisión como semejante en grafismo/sonido y significado a la palabra proceso decidir, y, por lo tanto, está frente a una nominalización.

La tarea del terapeuta es ayudar a que el cliente vea que aquello que en su modelo ha representado como un evento cerrado y concluido es, de hecho, un proceso sobre el cual puede tener alguna influencia. Hay varias maneras de conseguirlo. El terapeuta podrá preguntarle a su cliente cómo se siente ante esta decisión. Al responder que está insatisfecho, el terapeuta podrá preguntarle qué es lo que le impide reconsiderar su decisión. El cliente responde y el terapeuta prosigue en la aplicación de las técnicas del metamodelo. De este modo el terapeuta procura volver a vincular el evento con el proceso actual.

Otro desafío que puede utilizar el terapeuta es el siguiente:

¿Usted ya ha tomado su decisión y no existe absolutamente nada que podría hacer cambiar su decisión?

Nuevamente el cliente responderá con una estructura de superficie que podrá ser utilizada por el terapeuta, junto con el metamodelo, como guía para la etapa siguiente de inducción al cambio en el cliente.

Examinemos sistemáticamente las dos técnicas siguientes:

  1. Recuperar las partes suprimidas mediante la transformación por eliminación de la estructura profunda, y
  2. Transformar las nominalizaciones en las palabras procesos de las cuales se derivan (la estructura profunda).

Estas técnicas permiten generar una representación más plena del modelo del cliente —la estructura profunda lingüística de donde se derivaron las expresiones verbales iniciales del cliente, es decir, sus estructuras de superficie. Este proceso, que consiste en llenar las piezas que faltan y de transformar las cosas representadas como eventos en procesos, compromete activamente al cliente en su proceso de cambio.

Las estructuras profundas son las representaciones lingüísticas más plenas de las experiencias del cliente y pueden diferir de sus experiencias y vivencias de varias maneras que ya nos son familiares. Los tres rasgos comunes a todos los procesos de modelaje humano son: la eliminación, la distorsión y la generalización. Estos son los procesos universales del modelaje humano, es decir, el modo por el cual las personas crean todas las representaciones de su experiencia y de sus vivencias.

Las intuiciones representadas en el modelo transformacional del lenguaje humano son casos especiales de estos tres principios; por ejemplo, las oraciones o estructuras de superficie que no llevan un sujeto expreso constituyen ejemplos del proceso de eliminación. Para desarrollar un modelo que el cliente ya tiene, es preciso restaurar la pieza ausente; la expresión tiene que relacionarse de nuevo con su origen, su representación más plena. En el caso de una estructura de superficie, su origen y su representación más plena es la estructura profunda. En el caso de la estructura profunda, su origen son las experiencias y vivencias del cliente. Mientras que la estructura profunda es la representación lingüística más plena, ella se deriva de una fuente aún más rica y plena: la suma total de las vivencias y experiencias del cliente[21]. No debe sorprender entonces que los mismos procesos universales del modelaje humano que nos brindan un modo sistemático de ayudar a un cliente a pasar desde una estructura de superficie empobrecida a una representación lingüística completa (la estructura profunda), nos den un modo sistemático de vincular la representación lingüística con el conjunto completo de experiencias y vivencias de donde se derivó dicha representación lingüística.

Más allá de la estructura profunda.

Desde el momento que el terapeuta compromete a su cliente en la recuperación de la estructura profunda, la representación lingüística plena, la terapia está surtiendo efecto. El paso siguiente es el cuestionamiento de la estructura profunda con el objeto de enriquecerla. En este momento el terapeuta tiene ante sí una serie de alternativas. El punto central es que las personas están sufriendo, no porque el mundo no sea lo suficientemente rico como para permitir que satisfagan sus necesidades, sino porque su representación del mundo está de tal modo empobrecida, que no ven salida posible. Por consiguiente, nuestra estrategia como terapeutas es vincular al cliente con el mundo, de modo que tenga ante sí un conjunto más rico de alternativas. En otras palabras, debido a que el sufrimiento de nuestro cliente se originó al crear este una representación empobrecida del mundo, olvidando que es sólo una representación y no el mundo mismo, el terapeuta ayudará a su cliente a cambiar cuando este llegue a comportarse de un modo inconsistente con su modelo, enriqueciendo, por lo tanto, su propio modelo. Hay varias maneras de lograr esto, muchas de las cuales han sido descritas detalladamente. Entre otras, están la importancia de tener canales sensoriales claros y despejados, la elucidación de las configuraciones utilizadas en familia ante las situaciones de tensión, los traumas infantiles, la instauración de dobles vínculos terapéuticos. Estos ejemplos ilustran los aspectos que han subrayado las diversas escuelas de sicoterapia para desafiar los modelas empobrecidos de sus clientes. Todas las formas de sicoterapia, en la medida que van teniendo éxito y sea cual fuere su énfasis típico, presentan estos dos rasgos:

  1. Una gran cantidad de comunicación en la forma de lenguaje hablado[22]
  2. Un cambio en la representación/modelo que el cliente tiene del mundo.

El lenguaje es tanto un sistema representacional como un medio o proceso de comunicar nuestra representación del mundo. Los procesos que experimentamos para comunicar nuestra experiencia son los mismos que experimentamos al crear nuestra experiencia. Visto de esta manera, la recuperación de la estructura profunda plena a partir de la estructura de superficie corresponde a la elucidación de la representación lingüística plena del mundo que tiene el cliente; el cuestionamiento de la estructura profunda del cliente es un desafío directo que se hace a la representación lingüística plena del cliente. Los mismos instrumentos/técnicas son aplicables a ambas estructuras.

Los mismos procesos mediante los cuales las personas empobrecen sus representaciones del mundo son los procesos mediante los cuales empobrecen la expresión de su representación del mundo. El modo como las personas han llegado a crearse padecimientos involucra estos mismos procesos. Mediante ellos se han creado un modelo empobrecido. El metamodelo ofrece un marco específico para desafiar y cuestionar estos mismos procesos. En primer lugar, el metamodelo especifica el proceso de pasar de la estructura de superficie a la estructura profunda. El tránsito de una estructura de superficie con una eliminación, a una estructura profunda plena, no sólo le brinda al terapeuta una imagen precisa del modelo del cliente, sino que en el proceso puede ocurrir que el cliente expanda su modelo al intentar recuperar la eliminación por la que el terapeuta está inquiriendo. En segundo lugar, provee un formato para desafiar la estructura profunda y reconectarla con la experiencia de la persona, permitiendo así el cambio.

Habiendo recuperado el modelo lingüístico que el cliente tiene del mundo, el terapeuta podrá escoger cualquiera de las numerosas técnicas de tratamiento que encuentre útil dentro del contexto. Para ayudar en el proceso de cambio el terapeuta podrá, por ejemplo, optar por el establecimiento de un doble vínculo terapéutico (Haley, 1973), por la utilización de una técnica de actuación (Perls, 1973) o seguir desafiando el modelo del cliente mediante un trabajo puramente verbal En cada uno de estos casos está involucrado el lenguaje. La efectividad de un terapeuta está íntimamente relacionada a la riqueza de su metamodelo —el número de alternativas que tiene a su disposición y su destreza en el combinar estas alternativas. En este trabajo nos focalizaremos en las técnicas verbales/digitales, y no en las técnicas no-verbales/analógicas por las siguientes razones:

  1. Las transacciones verbales son una forma significativa de comunicación en todas las formas de terapia.
  2. Hay ahora un modelo explícito del lenguaje natural.

Más adelante mostraremos en detalle que el metamodelo que hemos creado a partir del modelo de la Gramática Transformacional para constituir un modelo terapéutico puede, también, ser generalizado a los sistemas de comunicación no verbal[23].

Desafío a la estructura profunda.

Que el terapeuta desafíe la estructura profunda de su cliente equivale a exigirle a este que movilice sus recursos para reconectar su modelo lingüístico con su mundo experiencial. Dicho en otras palabras, aquí el terapeuta está desafiando y cuestionando la suposición de su cliente de que su modelo lingüístico es la realidad.

Desafío a las generalizaciones.

Uno de los elementos más empobrecedores de la experiencia y más frecuente en el modelo del cliente es la generalización. Correspondiente a esto, las estructuras superficiales que representan la porción empobrecida del modelo contendrán palabras y oraciones sin índice referencial y llevarán verbos incompletamente especificados.

Claridad a partir del Caos

Los sustantivos / argumentos

A medida que se recuperan las partes ausentes en la estructura profunda del cliente, es posible que el modelo de sus experiencias se complete más; sin embargo aún puede ser poco claro y borroso[24]. El cliente dice:

C.: Tengo susto.

T.: ¿De qué?

C.: De las personas.

En este momento, el terapeuta puede tener un conjunto bien desarrollado de intuiciones acerca de qué hacer en seguida, o bien podrá guiarse por el metamodelo. Un modo explícito de determinar cuáles partes de la expresión verbal (y el modelo que representa) están mal precisados o mal enfocados, es buscar específicamente los argumentos sustantivos que carecen de índice referencial. Nuevamente el terapeuta tiene tres alternativas posibles: aceptar el modelo impreciso, formular una pregunta que exige enfocar el modelo, o hacer una conjetura o suposición acerca de cuál sería el modelo bien enfocado y nítido. La elección que hace el terapeuta tiene las mismas consecuencias que intentar recuperar las piezas faltantes en el modelo. Si el terapeuta opta por preguntar por el índice referencial ausente, podrá decir, sencillamente:

T.: ¿Quién específicamente (te asusta)?

Si, por otra parte, el terapeuta tuviera una intuición acerca de la identidad del argumento sustantivo carente de índice referencial, podría optar por adelantar una suposición. En este caso estará presente el mismo seguro para la integridad del cliente si el terapeuta adelanta una conjetura.

C.: Tengo susto.

T.: ¿De qué?

C.: De las personas.

El terapeuta decide hacer una suposición acerca de quién, específicamente, atemoriza al cliente. Siempre utilizando el seguro que recomendamos, el terapeuta le pedirá al cliente que enuncie la estructura de superficie que incorpora la suposición del terapeuta.

T.: Quiero que intente repetir esta frase y vea si calza con lo que Ud. está viviendo: «Tengo miedo de mi padre».

El cliente ahora enuncia la estructura de superficie incorporando la suposición o interpretación, y determina acaso se ajusta a su modelo. En cualquier caso el terapeuta está respondiendo —desafiando la generalización del cliente, exigiendo que este conecte esta generalización con su experiencia específica—, exigiendo un índice referencial. Este desafío a los argumentos sustantivos que no tienen índice referencial es el paso siguiente a seguir.

La palabra «personas» no llega a definir un individuo específico, ni siquiera especifica un grupo de personas dentro del modelo del cliente. El cliente podrá proveer el índice referencial ausente en la expresión verbal y disponible en su modelo, y la comprensión que tiene el terapeuta de su modelo será mayor, o el índice referencial también podrá estar ausente en el modelo del cliente. Si esa parte del modelo del cliente también está desenfocada, la pregunta formulada por el terapeuta permite al cliente proseguir hacia la clarificación de su modelo e involucrarse más en el proceso.

Nótese que el cliente puede producir una variedad de respuestas tales como: «las personas me odian», «a todas las personas que siempre consideré mis amigas», «todas las que conozco», «alguien en mi familia», ninguna de las cuales tiene un índice referencial —y que son descripciones intensionales, no extensionales de la experiencia de la persona[25]. Representan generalizaciones que aún no se conectan con la experiencia del cliente. El terapeuta continúa con el desafío a estas formulaciones preguntando:

¿A quién, específicamente?

Hasta conseguir que el cliente enuncie verbalmente una expresión que lleve consigo un índice referencial. Finalmente, el cliente responde:

Mi padre me asusta.

Esta exigencia por parte del terapeuta donde pide las representaciones plenas de la estructura profunda que incluyan únicamente palabras y frases que tienen índice referencial, es una exigencia a que el cliente reconecte sus generalizaciones con la experiencia de donde provinieron. En seguida, el terapeuta se pregunta a sí mismo acaso la imagen que tiene del modelo de su cliente es nítida y está claramente enfocada.

Claridad a partir del Caos

las palabras verbo/procesos

Ambos sustantivos que aparecen en la expresión verbal:

Mi padre me asusta.

Tienen índices referenciales (mi padre, y me asusta). La palabra proceso o el verbo que aparece en la expresión no nos da una imagen clara de cómo es que ocurrió la experiencia precisamente. Sabemos que nuestro cliente tiene susto y que es su padre quien le asusta, pero cómo es que su padre lo asusta no está representado —qué es específicamente lo que hace que lo asuste—. El terapeuta le pide al cliente que focalice su imagen mediante la pregunta:

¿Cómo es que su padre lo asusta?

Esto nuevamente es una petición por parte del terapeuta para que el cliente conecte su generalización a la experiencia de donde se derivó. La respuesta a esta pregunta por parte del cliente es una nueva estructura de superficie que el terapeuta ahora examina en detalle para determinar su claridad y su completividad, preguntándose a sí mismo si todas las partes de la representación de la estructura profunda plena están o no representadas en esa estructura de superficie. El terapeuta sigue examinando las estructuras de superficie generadas por el cliente, recuperando la estructura profunda y desafiando a esta donde aparecen generalizaciones que hacen que el modelo sea impreciso e incompletamente especificado hasta que la imagen que el terapeuta tiene del modelo de su cliente se aclare.

Desafío a las eliminaciones.

Cuando los seres humanos crean sus modelos lingüísticos del mundo, necesariamente seleccionan y representan ciertas partes del mundo dejando de lado y sin representación a otras[26]. Una forma en que la representación lingüística plena —la estructura profunda— diferirá de la experiencia que representa es siendo una versión reducida de la experiencia plena que tiene el cliente del mundo. Como hemos dicho anteriormente, esta reducción puede ser de cierta utilidad, o bien puede empobrecer el modelo de tal modo que cree padecimientos a esa persona. Son muchas las técnicas a disposición del terapeuta para asistir a su cliente en la recuperación de partes de su experiencia que no están representadas en su modelo. En el área de técnicas combinadas verbales / no verbales, por ejemplo, se le podrá pedir al cliente que haga una actuación de la situación específica desde donde generaliza y describir su vivencia plenamente en la medida que la revive, presentando así una parte de su experiencia a la cual, con anterioridad, no había dado una representación lingüística. Esto tiene el efecto de reconectar al cliente con su experiencia, y al mismo tiempo le da al terapeuta un contenido valioso, además de un entendimiento de cómo la persona representa típicamente sus experiencias y sus vivencias. Como ya lo señalamos, nuestra intención en este estudio es la focalización en las técnicas lingüísticas.

La tarea del terapeuta es desafiar aquellas eliminaciones que no prestan utilidad; aquellas que producen insatisfacción, que están a su vez asociadas a áreas de imposibilidad, áreas en que el cliente, literalmente, no puede ver otras alternativas que no sean aquellas que resultan insatisfactorias —aquellas que causan dolor—. Frecuentemente, un área donde ha ocurrido una eliminación empobrecedora es aquella en que la percepción que el cliente tiene de su potencial está limitada; parece estar bloqueada, atascada, en cierto sentido, condenada…

La técnica de la recuperación de la representación lingüística plena da buenos resultados y además es aprendible, ya que existe una representación explícita —la estructura profunda— con la cual se puede comparar la estructura superficial. Esencialmente la técnica consiste en el proceso de comparar una representación (estructura de superficie) con el modelo pleno de donde se derivó: la estructura profunda. Las estructuras profundas en sí mismas se derivan de la gama completa de vivencias y experiencias que están a disposición de cualquiera que esté dispuesto a experimentarlo y vivenciarlo. Como terapeutas identificamos como una eliminación del modelo del cliente cualquier opción imaginable por nosotros o por cualquiera otra persona en la misma situación.

Frecuentemente, la supresión de la experiencia del modelo del mundo que hace el cliente será tan obvia a los terapeutas que podrán comenzar a ofrecer sugerencias y consejos acerca de modos alternativos de tratar el problema. Probablemente estaríamos muy de acuerdo con muchas de las sugerencias hechas por los terapeutas, ya que nuestras intuiciones incluirían estas alternativas, pero en nuestra experiencia, las sugerencias y los consejos provenientes de otro caen precisamente dentro de las brechas creadas por eliminación en el modelo del cliente y son, por lo tanto, relativamente ineficaces. Estas eliminaciones han empobrecido el modelo del cliente, y son precisamente estas partes que no están representadas en el modelo de la experiencia del cliente las que están siendo recomendadas por el terapeuta. Aquí lo más frecuente es que el cliente «resistirá» las alternativas o no las escuchará, ya que están eliminadas de antemano de su modelo. Por lo tanto, le sugerimos al terapeuta que guarde para sí estas sugerencias hasta que el modelo del cliente esté lo suficientemente enriquecido como para aceptarlos e incorporarlos.

Una ventaja adicional que tiene el retener las sugerencias y abocar al cliente en el desafío de su propio modelo y la creación y búsqueda de sus propias salidas es que así el terapeuta no se ve abrumado por los contenidos y puede focalizar su atención en el proceso de dirigir el modo como se encara a ellos su cliente. Es decir, el terapeuta usa su metamodelo para operar directamente en el modelo empobrecido del cliente.

Hemos identificado una serie de preguntas o interrogantes que son útiles para ayudar al cliente a expandir su modelo. Cuando los clientes llegan al límite de sus modelos, a menudo dicen cosas como estas:

No puedo confiar en las personas.

Me es imposible confiar en las personas.

Ahora bien, dado a que nosotros como terapeutas sabemos muy bien que hemos sido capaces de confiar en otras personas, o al menos, conocemos una persona que ha podido confiar en alguien, sabemos que el mundo es lo suficientemente rico como para permitirle al cliente llegar a confiar en las personas, y por lo tanto es el modelo del cliente el que se lo impide, no el mundo real. La pregunta para nosotros entonces pasa a ser: ¿Cómo es que algunas personas son capaces de confiar en los demás, mientras que nuestro cliente no lo es? Esto lo obtenemos directamente pidiéndole al cliente que explique la diferencia en su modelo que hace que esto sea imposible. Preguntamos:

¿Qué es lo que le impide confiar en las personas?, o bien

¿Qué ocurriría si confiara en las personas?

Una respuesta plena a esta pregunta le devolverá algo del material eliminado. Desde luego que el cliente al responder lo hará por medio de una estructura de superficie. El terapeuta tiene los instrumentos para evaluar estas respuestas verbales; el proceso de restaurar la estructura profunda, de focalizar partes de la imagen que están borrosas. Estos mismos instrumentos le sirven al terapeuta para asistir al cambio mediante la reconexión del cliente con su experiencia. El terapeuta tiene un objetivo al usar las técnicas del metamodelo, y es la obtención de una imagen clara y nítida del modelo del cliente, el cual tiene un conjunto rico de alternativas en áreas donde él sólo encuentra dolor e insatisfacción. El uso del interrogante:

¿Qué es lo que le impide…?

Es crucial en la reconexión del cliente a su experiencia, en tal forma que le dé acceso al material previamente eliminado, y no representado en su modelo.

Distorsión

Por distorsión entendemos el proceso mediante el cual representaciones presentes en el modelo del cliente han sido distorsionadas al punto de limitar su capacidad para actuar. Hay varias formas como se pueden distorsionar las estructuras profundas y por consecuencia producir en el cliente padecimientos.

La buena formación semántica

Una manera en que las personas distorsionan su modelo y se causan a sí mismos padecimientos es declarando fuera de su control a conductas que en realidad están bajo su control. Los lingüistas han identificado ciertas expresiones semánticamente mal formadas. Por ejemplo:

Gonzalo hizo que María José llegara a pesar 70 kilos.

Su generalización es que no puede decirse legítimamente que las personas sean capaces de causar que otras personas hagan cosas que escapan a su control voluntario. Nosotros hemos generalizado la noción de malformación semántica para incluir oraciones tales como:

Mi marido hace que me enrabie.

El terapeuta puede identificar esta oración como de la siguiente forma:

Una persona hace que otra persona tenga una determinada emoción.

Cuando la primera persona, la que está causando el determinado efecto, es otra que la que está experimentando la rabia, se dice que la frase está mal formada y es inaceptable. La malformación semántica de este tipo de frases surge porque es literalmente imposible que un ser humano cree una emoción en otro ser humano; así entonces, rechazamos oraciones con esta forma. Las oraciones de este tipo, de hecho identifican situaciones en que una persona ejecuta algún acto y la segunda persona responde sintiéndose de una determinada forma. Lo interesante aquí, es que a pesar que ambos eventos ocurren uno tras otro, no hay una conexión necesaria entre el acto de una persona y la respuesta de la otra. Por lo tanto, las frases de este tipo identifican un modelo en que el cliente asigna la responsabilidad de sus emociones a personas o fuerzas fuera de su control. El acto mismo no causa la emoción; más bien, la emoción es una respuesta generada de un modelo en el que el cliente no se hace responsable de experiencias que el podría controlar.

En este punto, la tarea del terapeuta es desafiar el modelo en algún modo que asista a los clientes para que hagan responsable de sus respuestas. Esto puede hacerse de diversas maneras. El terapeuta puede preguntar acaso ella siente rabia cada vez que su marido hace lo que hace. Aquí el terapeuta tiene varias alternativas. Por ejemplo, si su cliente sostiene que cada vez que su marido hace esto ella se enoja, el terapeuta puede desafiar esto preguntando específicamente de qué manera él la hace enojarse. Si por otra parte, algunas veces ocurre que no se enoja cuando el marido hace tal cosa, el terapeuta podrá pedirle que indique cuál es la diferencia cuando este acto deja de tener el efecto «automático». Más adelante presentaremos estas técnicas.

De este modo, el terapeuta podrá re-conectar al cliente con sus experiencias y sus vivencias, rectificando así sus distorsiones limitantes.

Presuposiciones

Lo que en primera instancia nos puede aparecer como comportamiento bizarro o como afirmaciones un tanto peculiares, provenientes de nuestros clientes, cobrarán sentido dentro del contexto de sus modelos. El tener una imagen clara del modelo del cliente es entender cuál es el sentido de esa conducta o de esas afirmaciones. Esto es equivalente a identificar las suposiciones que el cliente está haciendo en su modelo del mundo. Lo que en el modelo son suposiciones, aparecen lingüísticamente en las oraciones del cliente como presuposiciones. Las presuposiciones son aquello que es necesariamente verdadero para que las afirmaciones del cliente tengan algún sentido (no para que sean verdaderas, sólo para que tengan sentido). Un atajo que pueden utilizar los terapeutas para la identificación de partes empobrecidas del modelo del cliente es el ser capaces de reconocer las presuposiciones implícitas en las oraciones del cliente. El cliente dice:

Me doy cuenta que mi mujer no me quiere[27].

El terapeuta podrá responder mediante la identificación de la presuposición y desafiarla trayendo la presuposición presente en la estructura de superficie al descubierto para su examen y desafío. Para encontrarle sentido a la oración es necesario que el terapeuta acepte la presuposición.

Su marido no la quiere.

Hay una prueba explícita para ver qué presuposiciones tiene una oración, si es que las tiene. El terapeuta toma la estructura de superficie y forma una oración nueva, igual a la antigua, con la salvedad de que esta vez lleva una palabra negativa adjunta al primer verbo; en este caso, sería la frase:

No me doy cuenta que mi marido no me quiere.

En seguida, el terapeuta sencillamente se pregunta acaso la misma oración tendría que ser verdadera para que esta nueva oración cobre sentido. Es una presuposición cualquier oración que tiene que ser verdadera para que tanto la afirmación del cliente, como la oración nueva (formada a partir de ella más la negación), cobre sentido. Las presuposiciones son particularmente insidiosas al ser presentadas abiertamente para su consideración. Ellas identifican dentro del modelo del cliente algunos de los principios organizativos básicos que limitan su experiencia y sus vivencias.

Una vez que el terapeuta ha identificado las presuposiciones propias de las afirmaciones del cliente, puede desafiarlas directamente mediante las técnicas que ya hemos identificado en la sección sobre las eliminaciones.