La estructura de la opción
«… operaciones de carácter casi misterioso que de manera más o menos paradójica van en contra de los procedimientos ordinarios. Son métodos que dan al espectador la sensación de magia a menos que este sea un iniciado o igualmente ducho en su mecanismo».
H. Vaihinger, The Philosophy of As If, p. 11.
De las filas de la sicoterapia moderna han surgido una serie de superestrellas carismáticas. Estas personas, al parecer, realizan la tarea de la sicología clínica con la facilidad prodigiosa de un mago terapéutico. Llegan hasta el sufrimiento, el dolor y la falta de vitalidad de los demás, transformando su desesperanza en alegría, vida y esperanzas recobradas. A pesar de que los diversos métodos que emplean para realizar son variados y tan diferentes como el día de la noche, todos parecen compartir una capacidad portentosa además de un poder único y peculiar. Sheldon Kopp, en su libro Gurú describió su experiencia con una de estas personas (p. 146).
«Perls tenía una presencia personal enormemente poderosa y un espíritu independiente; estaba dispuesto a ir a donde fuera que lo llevaran sus sentimientos intuitivos y tenía una profunda capacidad para estar íntimamente en contacto con cualquier persona que estuviera dispuesta a trabajar con él… Luego de ver a alguien pasar por esos trances, suele ocurrir que uno mismo se encuentra con los ojos llenos de lágrimas, agotado o gozoso. Su intuición eran tan brillante y sus técnicas tan formidables que a veces Perls demoraba tan solo minutos para llegar al centro mismo de la persona con quien estaba trabajando. Bien podría tratarse de uno de esos caracteres rígidos y atascados, muertos hace mucho tiempo, que busca ayuda pero al mismo tiempo temía que esta viniera y cambiara las cosas. Lo sentaba en la “silla caliente” y luego hacía su magia. Si el individuo estaba dispuesto a trabajar era casi como si le abriesen un cierre hermético a su caparazón, y tirasen tan fuerte de él que el alma torturada caía al suelo».
Desde luego que Perls no fue ni es el único terapeuta que presenta tal potencia mágica. Tanto Virginia Satir como otros que conocemos parecen tener esta cualidad mágica. Negar esta capacidad o denominarla sencillamente talento, intuición o genialidad equivale a limitar el potencial de uno mismo para ayudar a las personas. Al hacer esto, se pierde la oportunidad de aprender a ofrecerles a quienes vienen a nosotros una experiencia que podrían utilizar para cambiar sus vidas y disfrutar de la plenitud del vivir. Nuestro deseo al hacer este libro no es poner en tela de juicio la cualidad mágica de nuestra experiencia ante estos terapeutas, sino mostrar que la magia que ellos realizan —al igual que otras formas complejas de la actividad humana, como el pintar, componer música, o colocar un hombre en la luna— tiene estructura, y por ende se puede aprender, siempre que se den los recursos apropiados. Tampoco tenemos la intención de afirmar que la lectura de un libro asegura que uno tendrá estas cualidades dinámicas. En particular, queremos dejar en claro que no hemos descubierto el método «correcto» o el enfoque «poderoso» de la sicoterapia[1]. Queremos presentarles tan sólo un conjunto específico de instrumentos que a nuestro juicio están implícitos en las acciones de estos terapeutas, de modo que el lector pueda iniciar o continuar con el proceso interminable de perfeccionar, enriquecer y acrecentar sus destrezas para ayudar a las personas.
Dado a que este conjunto de instrumentos no está basado en una teoría sicológica o en un enfoque terapéutico preexistente, quisiéramos presentar la sencilla visión panorámica de los procesos humanos a partir de los cuales hemos creado estos instrumentos. Este proceso se denomina modelaje[2].
A través de un vidrio oscuro
«Allí donde la función lógica interviene activamente altera lo que está dado y es la causa que aleja de la realidad. Ni siquiera podemos describir el proceso elemental de la sique sin encontrarnos a cada paso con este factor perturbador, ¿o sería mejor que dijéramos ayudador? Tan pronto como la sensación ha entrado en la esfera de la sique, se ve atraída hacia el torbellino de los procesos lógicos. La sique, en gran medida, por cuenta propia, altera tanto lo dado como lo presentado. En este proceso hay que distinguir dos cosas: las formas reales a partir de las cuales se efectúa este cambio y los productos obtenidos del material original, mediante este cambio. La actividad organizada de la función lógica incorpora todas las sensaciones y construye un mundo interior propio, que progresivamente se aparta de la realidad; sin embargo, este mundo mantiene en ciertos puntos una conexión tan íntima con ella que continuamente están transcurriendo transiciones de uno al otro, y apenas nos percatamos de que estamos actuando en un escenario doble: nuestro propio mundo interno (que desde luego objetivamos como el mundo de la sensación-percepción) y también un mundo enteramente diferente y externo».
H. Vaihinger, The Philosophy oí As If, pp. 159-160.
A lo largo de la historia de la civilización, muchos han hecho hincapié en este punto: existe una diferencia irreductible entre el mundo y nuestra experiencia de él. Como seres humanos, nosotros no actuamos directamente en el mundo. Cada uno de nosotros crea una representación del mundo en que vivimos, es decir, un mapa o un modelo que nos sirve para generar nuestra conducta. En gran medida, nuestra representación del mundo determinará lo que será nuestra experiencia de él, el modo de percibirlo y las opciones que estarán a nuestra disposición al vivir en el mundo.
«Deberá tenerse presente que el objeto del mundo de las ideas como totalidad (el mapa o modelo. —RWB/JTG[3]) no es el retrato de la realidad— lo cual seria una tarea totalmente imposible, —sino más bien el instrumento con el cual encontrar más fácilmente nuestro camino por el mundo».
H. Vaihinger, The Philosophy of As If, p. 5.
No hay dos seres humanos que tengan exactamente las mismas experiencias. El modelo que creamos para guiamos en el mundo se basa parcialmente en nuestras experiencias. Cada uno de nosotros podrá, pues, crear un modelo diferente del mundo que compartimos y, por lo tanto, llegar a vivir una realidad un tanto diferente.
«… deberán considerarse algunas características importantes de los mapas. Un mapa no es el territorio que representa, pero si es correcto, tendrá una estructura semejante al territorio, lo cual da cuenta de su utilidad…».
A. Korzybski, Science & Sanity, 4th Ed. 1958, pp. 58-60.
Al respecto, caben dos observaciones. Primero, hay necesariamente una diferencia entre el mundo y cualquier modelo o representación del mundo. Segundo, los modelos que cree cada uno de nosotros serán diferentes. Esto puede demostrarse de diversas maneras, las que para nuestros fines hemos dividido en tres categorías[4]: limitantes neurológicas, limitantes sociales y limitantes individuales.