MIRANDO A TRAVÉS DE UN VIDRIO OSCURO CON LAS GAFAS DE LAS PAUTAS SOCIALES

Limitantes sociales

«… Se cree que la función del cerebro y del sistema nervioso y de los órganos de los sentidos son más que nada eliminativos y no productivos. Cada persona es capaz de recordar en cada momento todo lo que le ha ocurrido y percibir todo lo que está ocurriendo en cada lugar del universo. La función del cerebro y del sistema nervioso consiste en protegernos de ser abrumados y confundidos por esta masa de conocimientos en gran medida inútiles y sin importancia. El cerebro permite que dejemos fuera la mayor parte de todo aquello que de otra forma deberíamos estar percibiendo y recordando en todo momento, y nos quedemos únicamente con esa pequeña y especial porción que nos pueda resultar de utilidad práctica. De acuerdo con esa teoría, cada uno de nosotros es potencialmente una mente no confinada… Para que la supervivencia biológica sea posible, la mente no confinada tiene que ser encauzada por el “embudo” de válvula reductora que constituye el cerebro y el sistema nervioso. Lo que sale al otro extremo es un escuálido goteo tal como el que constituye la conciencia y que nos ayudará a permanecer vivos en la superficie de este singular planeta. A fin dé formular y expresar el contenido de esta conciencia con límites, el hombre ha inventado y elaborado interminablemente estos sistemas de símbolos y filosofías implícitas que denominamos las lenguas. Cada individuo es a la vez beneficiario y víctima de la tradición lingüística dentro de la cual ha nacido; beneficiario, en la medida que su lengua le brinda acceso a los registros acumulados de las experiencias de otras personas, y víctima en la medida que su lengua le confirma que su conciencia con límites es la única conciencia, de modo que está demasiado bien dispuesto a considerar sus conceptos como si fueran hechos reales, y sus palabras como si fueran reales».

Aldous Huxley, The Doors of Perception, New York: Harper & Row, 1954, pp. 22-23.

Una segunda modalidad en que nuestra experiencia del mundo difiere del mundo en sí mismo, es mediante el conjunto de limitantes sociales o pautas (anteojos por receta) que denominamos factores sociogenéticos[5]. Al decir sociogenéticos nos estamos refiriendo a todas las categorías o filtros a los cuales estamos sujetas como miembros de un sistema social: nuestro idioma, nuestras modalidades aceptadas de percibir y todas las convenciones socialmente aceptadas.

Tal vez el filtro sociogenético más comúnmente reconocido lo constituye el sistema de nuestra lengua. Dentro de cualquier parte de la riqueza de nuestra experiencia está relacionada con el número de distinciones que hacemos en determinada área de nuestra sensación[6]. En el maidu, idioma que hablan los indios del norte de California, por ejemplo, hay solamente tres palabras para describir el espectro de los colores. Ellos acostumbran a dividir el espectro de la siguiente manera (las palabras en español son los términos más aproximados).

Mientras que los seres humanos son capaces de 7. 500. 000 distinciones cromáticas diferentes en el espectro visible de los colores (Boring, 1957), los que hablan maidu como lengua materna tienen por costumbre agrupar su experiencia de los colores en las tres únicas categorías de su idioma. Estos tres términos del maidu, para designar los colores, abarcan la misma escala cromática que los ocho términos específicos para color en idioma español. Lo interesante aquí es que una persona que habla maidu suele ser consciente de sólo tres categorías de experiencia de color, mientras que el que habla español tiene más categorías y, por lo tanto, más distinciones perceptuales habituales. Esto significa que mientras los hablantes de español describirán su experiencia de dos objetos como de diferente color (digamos un libro amarillo y un libro naranja), los hablantes de maidu invariablemente describían la misma experiencia de los objetos como si fueran del mismo color (dos libros de color tulák[7]).

A diferencia de nuestras limitaciones neurológicas de origen genético, las que introducen los filtros sociogenéticos, son superables con menor dificultad. Esto demuestra por el mero hecho de que somos capaces de hablar más de un idioma, es decir, somos capaces de utilizar más de un conjunto de categorías lingüístico-sociales, filtros, pautas para organizar nuestra experiencia o para representar el mundo[8]. A título de ejemplo tomemos el sencillo enunciado: Este libro es azul. Mediante la palabra «azul» los hablantes nativos del español hemos aprendido a representar nuestra experiencia de una cierta porción del continum que constituye la luz visible. Confundidos por la estructura de nuestra lengua, llegamos a concebir que «azul» es una propiedad del objeto al que nos referimos como libro, en lugar de reconocer que es un nombre que hemos asignado a nuestra sensación.

«En la percepción, el complejo sensorial dulce-blanco ocurre constantemente en la substancia que denominamos azúcar. Entonces la sique le aplica a esta combinación la categoría de cosa y sus atributos: “El azúcar es dulce”. Aquí, sin embargo, el blanco también aparece como un objeto. Dulce es un atributo. La sique está familiarizada con la sensación de blanco en otros casos donde también aparece como atributo. Pero la categoría cosa-atributo es inaplicable si dulce y blanco son atributos y no se da ninguna otra sensación. Aquí viene la lengua al rescate, y denominando azúcar a toda la percepción, nos permite tratar una sensación única como atributos… ¿Quién autorizó a juzgar que blanco es una cosa y que dulce es un atributo? ¿Qué derecho se tuvo para seguir suponiendo que ambos eran atributos, para luego adicionarles mentalmente un objeto como su transportador? La justificación no se encuentra ni en las sensaciones mismas ni en aquello que ahora consideramos realidad… Todo lo que le es dado a la conciencia es sensación. Al agregar una cosa a la cual las sensaciones deben adherirse como atributos, el pensamiento comete un serio error. Hipostatiza la sensación (la cual por último no es más que un proceso) como atributo subsistente, y asigna este atributo a una cosa que existe, ya sea únicamente dentro del complejo mismo de las sensaciones, o bien ha sido añadido por el pensamiento a aquello que ha sido experimentado por los sentidos… ¿Dónde está lo dulce que se le asigna al azúcar? Existe únicamente en el acto de la sensación… El pensamiento no sólo cambia la sensación inmediata correspondiente, sino que se retira más y más de la realidad y se va enredando cada vez más en sus propias formas. Mediante la facultad creativa —para usar un término científico— el pensamiento ha inventado una cosa que supuestamente posee un atributo. Esta cosa es una ficción, el atributo como tal es una ficción, y toda la relación es una ficción».

H. Vaihinger, The Philosophy of As If, p. 167.

Las categorías de experiencia que compartimos con otros miembros del entorno social en que vivimos —por ejemplo, la lengua común que compartimos— son una segunda modalidad de la forma en que nuestros modelos del mundo difieren del mundo mismo.

Obsérvese que en el caso de las limitaciones neurológicas, en circunstancias normales, los filtros neurológicos son los mismos para todos los seres humanos; estas son la base común de experiencia que compartimos como miembros de una misma especie. Los filtros sociogenéticos son los mismos para los miembros de la misma comunidad sociolingüística, pero existe una gran variedad de comunidades sociolingüísticas. Es así como el segundo conjunto de filtros o pautas comienza a distinguimos a unos de otros como seres, humanos. Nuestras experiencias comienzan a diferir en forma más radical, dando lugar a representaciones del mundo cada vez más divergentes. El tercer conjunto de limitantes —las limitantes individuales— son la base de la mayoría de las diferencias de más largo alcance entre los seres humanos.