Cuando nos acercamos al tercer año, nos acercamos a los trescientos polvos por el culo. Me encanta la simetría.
Después de ocho días sin su polla en mi culo, estoy para que me encierren. Enloquecida por la privación. Quedamos en vernos durante una Hora y Media de Máxima Intensidad. Cosa rara en mí, quiero charlar, hablarle de mi locura en ciernes.
Le insinúo que soy plenamente consciente de que él no es mi respuesta (aunque mi culo está convencido de que sí lo es). Él coincide con entusiasmo.
«No soy la respuesta, eso desde luego», dice. «Soy la pregunta».
De inmediato imagino su polla penetrando en mi culito, su pregunta firmemente plantada en el centro de mi ser. Lo había entendido al revés, claro. Mi culo es la respuesta, para los dos.
Se desnuda, se sienta en el borde de la cama, con las rodillas separadas, y pone un cojín en el suelo entre sus pies. Me arrodillo, y cuando empieza la mamada, siento alivio en el corazón. Me coge la cabeza con las manos, yo rodeo sus caderas con las mías, apoyadas en la cama, y lenta, suavemente me guía la cabeza, la boca redondeada, abierta y húmeda, a lo largo de su polla, muy despacio, hasta que la punta llega al fondo de mi garganta. Le cedo totalmente el control y me convierto sólo en una cabeza y una boca para su polla. La acción es muy lenta y tiene la polla muy dura, el borde de cemento. La belleza ha vuelto a inundar mi ser y toda mi demencia ha salido como agua de sentina.
Luego me ha follado por el culo, sólo por el culo, y cuando su polla empezaba a entrar, ha susurrado: «Si alguna vez te olvidas, recuerda esto, éste es el punto de conexión, siempre».