N.º 101

Él está junto a la cama desnudo, empinado y hermoso, y dice: «Enséñame el coño». Me mira mientras me quito el tanga, me reclino en la cama y levanto las rodillas y separo las piernas. Mientras me contempla el coño, dice: «Ábretelo». Con una mano a cada lado, me abro los pequeños labios rosados del coño para él. Se arrodilla delante de mí y me chupa el clítoris, canta a mi clítoris como un trovador que rompe todas las reglas. Mis humedades fluyen en su lengua y él musita:

—Te gusta que te coma el coño, ¿eh?

—Me moriría por que me lo comieras —reconozco.

No imagino un amor mayor en toda mi vida, no espero llegar a sentir un amor mayor, excepto por él. Tampoco pediría ni querría un amor mayor que el que siento por él.

Con los demás, después de él, necesitaré un descanso.