Follar en posición vertical. Yo, cabeza abajo, las piernas encogidas, las rodillas junto a los oídos, el culo en alto; él, de pie, se encarama sobre mí como un acróbata y apunta la polla hacia abajo dentro de mí. Embiste hacia abajo, hacia el centro de la Tierra, y yo estoy inmovilizada. Apunto hacia arriba, en dirección al firmamento, a la Vía Láctea, a las puertas del cielo, y veo claramente entre mis piernas su polla moverse arriba y abajo como un pistón. El ángulo lo es todo.
Conseguimos una curiosa coordinación, como si no dependiéramos de la ley de la gravedad, una completa trascendencia de la «lucha» —la lucha que es la vida—, la confianza absoluta que permite sus arremetidas profundas, duras, largas y rápidas sin la menor sujeción autoprotectora. Una ondulación… y una gran paz interior mientras me mezo como una sirena en el mar.