30

Una vez más, colas de refugiados, gente asustada que seguía las indicaciones y avanzaba hacia el tubo remendado que cruzaba el muelle verde. Esperaban con sus pobres pertenencias en la mano. Una fila que se movía sólo de vez en cuando, porque no había ningún otro lugar para esperar. Eran gente que tenía una nave que iba a llevárselos y que no quería obedecer las instrucciones ni sacar número para esperar el otro transbordador. Se quedaban ahí, amontonados, formando colas y no querían apartarse.

Y si uno trataba de obligarlos, podía provocar un motín. Wolfe dijo: ¡déjenlos! También lo dijo Neihart, que tenía la nave más grande. Nadie sabía dónde estaba Mallory.

La multitud en el corredor molestaba al personal que trataba de pasar de un lado a otro. Había que empujar a la gente y eso hacía que los habitantes de la estación se aterrorizaran. Pero por el contrario, la gente se apartaba del camino de la tripulación de la Loki, pensando, suponía Bet, que estaban mucho más nerviosos que los del grupo de Mallory y quizá sólo menos que los de Keu.

Se apartaron para dejarla pasar cuando iba hacia los muelles. Movieron el equipaje y le abrieron camino.

Pero Bet se detuvo cuando reconoció a un hombre de la fila, y a la mujer que tenía junto a él.

El hombre levantó la vista, preocupado.

—Señor Eíy —dijo ella. No levantó la mano hasta que él lo hi ciese antes. Muchos de los de la estación no querían hacer buenas migas con los otros.

—Señora Yeager —dijo él, y después—: Mi esposa, Hally Kyle.

—Señora Kyle, encantada de conocerla. —Vio cómo Nan Jodree le ofrecía la mano y se volvió para recibir un apretón firme, pero frío como el hielo.

—Me alegro de verla —dijo Nan—. Realmente me alegro de verla, Bet.

—He tratado de encontrarlos —dijo ella—. Un compañero mío me informó de que los había visto en la lista, pero las cosas están tan enredadas,…

—Nos vamos de nuevo —dijo Nan.

—Tengo que saltar antes que ustedes —dijo ella—. Realmente lo lamento pero tengo que estar en el primero. También nosotros vamos a Pell, van a llevarnos, por lo menos la parte delantera de la nave, que es lo único que importa. Por cierto… ¿están bien?

—Supongo que vamos a estar bien —dijo Ely—. ¿Y usted? Nos preocupamos mucho por usted, Bet.

—Estoy muy bien —dijo ella. Ya sonaba la sirena para subir a bordo—. Mierda, tengo que irme… ¡Nos veremos en Pell! Encantada de conocerla, señora Kyle.

Bernstein estaba furioso. Había que repararlo todo. Habían hecho unas malas reparaciones, muy provisionales, en el casco de transporte, habían tardado tres semanas para lograr la conexión. Smith decía que estaba bien, Bernie decía que era un desastre y Musa que había visto cosas peores…

Pero sobre todo, pensaba ella, era mejor que lo que habían pensado hacer ellos, a solas.

Mejor que lo que habían hecho para llegar a Thule.

Muchas de las planchas estaban cerradas. Los Sistemas estaban casi todos muertos. La mayor parte de la nave no estaba allí: la cola entera iba directa hacia el sol de Thule, junto a la Estación Thule.

Un pedazo de historia borrado del mapa.

Bet fue hasta donde estaba NB y le preguntó:

—¿Cómo van las cosas?

NB hizo su típico gesto de frustración con los hombros y dijo:

—Lo que todavía nos queda está bien…

Eso era precisamente lo más extraño. NB había tenido una oportunidad. Neihart había sabido lo del núcleo y le había ofrecido un contrato. Según Bernie. En la Confines del Universo.

Y NB había dicho:

—No, gracias.

Bernie se había sentido un poco ofendido: ¡eso de que Neihart tratara de robarle a su hombre de Sistemas!, pero les confesó a Bet y a Musa:

—No entiendo por qué no se fue.

NB nunca lo explicó a nadie. Ni a ella, ni a Musa, ni siquiera lo mencionó.

Y ahora, por fin, porque le remordía la conciencia, Bet le dijo:

—Oí que te hicieron una oferta. Y él, meneando la cabeza, contestó:

—Bernie me ofreció más.

FIN