Bet durmió un rato, ni siquiera recordaba haberse acostado. Se despertó en una silla con el respaldo bajado, y una manta encima, mirando las luces de arriba.
Entonces recordó demasiado. Se retorció para ver dónde estaba NB y lo descubrió doblado en dos en el otro tablero, durmiendo también, probablemente con la alarma conectada. Le había dejado el equipo y la ropa sobre el tablero, al alcance de la mano. Se levantó con cuidado, tiesa y dolorida, tomó las cosas y fue hasta la cabeza de la nave. No era fácil limpiarse bien en un recipiente con poca agua después de ese trabajo, pero de todos modos, se sintió mejor.
NB se había ocupado de sus cosas, la había cuidado, NB, que nunca reparaba en nada que no fueran sus propias necesidades…
Tal vez estaba más preocupado de lo que le demostraba, y estaba tratando de que todos se relajaran y tuvieran confianza en él para poder hacer algo tan estúpido como atacar a Fitch.
Pero un hombre con ideas retorcidas en la cabeza no se comporta con la firmeza con que él se estaba portando, no prestaba atención a su trabajo de la forma en que él lo estaba haciendo, desde que se había dado cuenta de que ni ella, ni Musa, ni Bernie lo iban a dejar solo.
Como si hubiera estado flotando en su propio espacio hasta que hizo pie… Hay alguien más ahí, tío, alguien sólido, presta atención, tengo nueva información para ti.
Tal vez también había sido así para ella en los últimos años, pensó. Quizá eso era lo que hacía que le fuera imposible abandonar a NB: él también era para ella como una voz en la oscuridad, esa voz que le decía: Comprendo de dónde vienes, lo que has visto. No tiene por qué tener sentido. No tienes nada que explicar. Aquí eso no importa…
¡Qué momento para descubrir de qué manera estaban las cosas, Yeager!
Volvió a Ingeniería pensando en eso y se inclinó sobre la silla de NB para despertarlo y decirle, al menos, cómo se sentía.
Pero le daba vergüenza. Seguía sintiéndose confusa cuando pensaba en explicarlo todo en palabras. Tal vez él no se sentía así. Puede que lo que sintiera fuera de locos o de cuerdos, pero no era justo cargarlo con problemas personales. La gente abría la boca y ya estaba cargando pesos sobre las espaldas de los demás. Se avergonzaba de eso, aunque no podía tolerarlo ni arreglarlo; lo único que se lograba con esas conversaciones era eso. Todo marchaba bien tal como estaba, y podía seguir así, si nadie decía más tonterías.
Así que mantén la boca cerrada, Yeager. Despiértalo y sé buena con él. Tienes que irte pronto. Lo menos que puedes, hacer es despedirte.
Así que se inclinó, le apartó el cabello de las sienes y se movió cuando él se despertó, para no darle un golpe.
—Te quería dar un despertar hermoso —dijo ella—. Pero te moviste demasiado pronto.
Él se frotó la cara. No parecía estar bien. Murmuró algo. Se levantó como pudo. Le dio una palmada en el hombro y fue a buscar su equipo, que estaba en la puerta, y fue hacia las duchas.
Así que Bet se quedó sentada, a solas. Miró los numeritos en las pantallas hasta que él volvió. No tardó mucho. No se había afeitado: solamente se había lavado un poco y traía un par de bebidas sin alcohol y un par de sándwiches del almacén en la estación uno.
Ella se bebió la bebida. No podía pensar en comer y se metió el sándwich en el bolsillo.
—Me lo guardo para después —dijo y deliberadamente miró la hora.
Cuídate, quería decirle. Pero eso sonaba demasiado a adiós. Quería charlar esas cosas con él, asegurarse de que él estaba de acuerdo con ella, pero todo era por sus propios nervios, no por los de él, que no se sentirían mejor por eso.
Yeager —dijo el comunicador—. Arriba. Cinco minutos.
—Mierda —dijo ella.
NB se estiró y le cogió la mano durante un segundo.
—Tengo que irme —dijo ella. Se puso de pie y se apartó antes de que él hiciera o dijera algo que después no tuvieran tiempo de arreglar—. Tengo que preparar a Fitch…
—No confíes en él, por favor.
—¡Yeager! ¡Alarma de batalla! ¡No hay tiempo, carajo!
—¡Mieeerda! —El corazón de Bet latió en su pecho, su cuerpo saltó, dejó la silla, se volvió y tomó a NB por la cintura, con dureza y le dijo—: Ahí está. ¡Sal de la nave ahora mismo!
La sirena empezó a sonar. Ella se soltó y corrió, golpeó el marco de la puerta, saltó hacia la cubierta del pasillo y entró en el ascensor. No le dijo adiós, ni siquiera volvió la vista atrás, hasta que fue demasiado tarde, y solamente un tonto se retrasaría para echar una mirada ignorando esa sirena.
Quería decirle que se pusiera el traje, quería estar cerca y asegurarse de que lo hacía. Era muy capaz de portarse como un tonto, joder. Le había dicho demasiadas cosas.
Dios, el reloj de Ops mostraba que habían pasado menos de seis horas; tal vez había algo que el rastreo no había visto o no había anticipado y sabido a tiempo.
¡Mierda con Goddard! ¡Mierda con Fitch! Si se estaban enfrentando a la Flota, desafiaban a cargueros y naves de carrera. Había demasiadas piezas sueltas en una situación como ésa, no se podían correr tantos riesgos.
Llegó al ascensor, golpeó el botón y, después, el aparato se movió a su propio ritmo. No había nada más que hacer, excepto quedarse ahí mientras trepaban atravesando el núcleo…
Zump, zump, zump, sonaba la bomba del combustible con más fuerza que la sirena. Durante unos segundos, todo el suelo del ascensor tembló…
¿Y si ese hijo de puta de Fitch me está mintiendo y lo único que quiere es que vaya rápido?
La nave tembló y sonó como si un martillo la hubiera golpeado. Bet buscó el riel de seguridad y se golpeó con él, el sabor de la sangre entre los labios donde se había mordido…
¡Dios! ¿Nos dieron, o es un disparo nuestro?
¡Una nave pequeña, aferrada a la estación! Tal vez somos nosotros los que disparamos…
Tal vez…
El ascensor se detuvo arriba. Se abrió sobre el puente. Bet salió justo en el momento en que la sirena dejaba de sonar y pasó junto a Goddard, que le aullaba algo, sentado en su puesto. Tenía una mancha caqui en los ojos mientras corría. Iba hacia el depósito. La puerta estaba abierta. Fitch ya estaba allí poniéndose la armadura.
—¿Qué fue eso? —jadeó ella. Abrió el cierre y empezó a desnudarse con rapidez.
—Amigos suyos —dijo Fitch.
—¡Mierda! ¿Es el África} —Usaron todas las identificaciones del libro. No estamos seguros de quiénes son. ¡Mierda!
—Despacio, retroceda… Se van a romper esos jodidos sellos. —Bet se estiró para resolver el problema de Fitch, pero él ya lo había hecho solo y la empujó. Ella se metió en su propia armadura. Levantó el pestillo que cerraba la parte inferior. Acto seguido metió los pies en las botas y los dedos en la marca correspondiente, mientras se colocaba bajo la sección superior que colgaba de su gancho y encogía el cuerpo y los brazos para meterse el casco.
Era sólido. Ahí estaban los ganchos. Las mangas al final y la conexión en la mitad del hombro, a la izquierda y a la derecha. Había que atornillarla para que tuviera tensión aunque no demasiada.
Se anticipó a Fitch por un segundo, con sellos y todo. Oyó su propia respiración y la de Fitch. Sintió un impacto en la nave y vio que la lectura del audio saltaba por las nubes.
—¿Fueron ellos o nosotros? —preguntó.
—Nosotros —contestó Fitch, con los pies en el suelo como todos los novatos cuando aprendían a moverse, mientras encendía el aparato y buscaba el equilibrio.
Disparaban cada vez que la rotación de la estación les proporcionaba un blanco.
—¿Suponemos que quieren el combustible que tenemos?
—Digamos que es una buena suposición.
—¿Qué es? ¿Carrera, carguero o los dos?
—Suponga que deja las ideas para otro, Yeager.
—Lo que van a hacer, señor, es acabar con la estación y dejarnos con un problema acuciante, señor. Unas dos mil personas sin apoyo de Sistemas para la vida humana.
—Eso nunca la preocupó antes, ¿no es cierto, sargento Yeager?
Jadeó una vez, mantuvo el cuerpo relajado y siguió adelante:
—Van a evitar el fuego, señor y después de eso van a hacer un agujero bien grande en Thule y todas las armas que tenemos no van a servir para nada, señor.
—Comprendemos la situación, Yeager, sabemos cuáles son las opciones.
—Estuve veinte años en el África, y fui sargento de escuadrón táctico, señor, yo dirigí este tipo de operaciones desde el otro lado. Tiene una situación que va a terminar en abordaje, señor, y mi consejo…
—Veinte años en esta nave, peleando contra usted y sus amigotes asesinos. Puede llevarse sus consejos al infierno, Yeager.
—Mi consejo, señor, es que se prepare para hacer volar los tanques y la bomba. Que les diga lo que piensa hacer y que salgamos al muelle, señor. Consigamos algo de espacio porque a ellos no les costará nada entrar en esta nave, desde adentro o desde afuera. Eso se lo puedo jurar, señor.
Se oyó sólo la respiración. Después:
—La nave de allí fuera, probablemente, es la India. Está usando una ID de mercante. También hay una nave de carrera, tal vez dos.
—Son el Ganges o Tigris, señor, y nosotros tenemos dos AP y dos armaduras. Cualquiera de ésas tiene al menos treinta y un escuadrón táctico con armas que no tenemos. No son tontos. Pueden usar el muelle de sistema interno. Meter el escuadrón en la estación, en el núcleo o en el borde si conocen Thule. Pasar a través de las esclusas de sección y, mientras tanto, la otra nave vendrá por debajo de la nuestra y otro escuadrón podría atravesar el casco hasta Personal, dentro de la Loki, con otros treinta tipos. Eso es lo que va a pasar.
A Fitch no le gustó. No respondió nada.
—Así que usted da las órdenes, señor. Usted sabrá lo que hace.
Aparecieron dos pequeños puntitos en la pantalla de la estación. Uno más en la pantalla de detalle, dando solamente una idea de su posición exacta. Era verdad. A Goddard no le gustaba que Bet estuviera de pie detrás suyo. Probablemente tampoco le gustaba estar ahí.
—Vamos al muelle —le dijo Fitch con el interlocutor—. Se quedará usted solo. Use los tanques a su discreción.
—Sí, señor —dijo Goddard y miró durante un segundo hacia el lado—. Buena suerte, señor.
Ella no había oído que se cerrara la esclusa. Generalmente se oía el sistema hidráulico, incluso por encima del ruido de las bombas de combustible, pero no lo había oído. Seguía pensando: Está esperando. Todavía estamos disparando. Piensa esperar hasta el último momento.
Por Dios, NB, ¡sal de ahí!
—¿Dónde está la tripulación? —le preguntó a Fitch cuando entraron en el ascensor—. ¿En el refugio de la estación?
—Lo más lejos posible. —El ascensor empezó a bajar—. Tienen a los de Central bajo vigilancia. Con armas. Hay algunos corazones débiles por aquí. Debería sentirse como en su casa con este tipo de situación.
—Bueno —dijo ella, calma, tranquila—, sí, señor. —Y disparó un tiro a la vez—. ¿Usted se presentó como voluntario para esto?
—Yo elijo a los que trabajan —dijo Fitch.
—¿Los tanques están equipados?
—Sí. Goddard se ocupa de eso.
—¿Goddard va a salir de la nave? Silencio.
Hijo de puta, pensó ella. Y no dijo nada. No podía. El ascensor llegó abajo. Ella seguía maquinando mientras caminaba detrás de Fitch. Podría matar a este hijo de puta. Deshacerlo. Miembro por miembro.
—¿Va a ordenar a Goddard que salga de la nave, señor?
—Goddard está al mando allá arriba. Él decide. —Fitch abrió el depósito de armas—. Esto es lo que tenemos.
Varios AP-200, cápsulas, fulminantes y remotas. Eligió una remota y un rollo de cable fino, vio una caja de fulminantes Gibbs y se irguió para alcanzarla. Fitch le interrumpió el movimiento con una mano y se quedó con la remota.
—¿Tenemos carga de destrucción pesada? En la estación seguro que hay suministros para minas.
Fitch no le contestó. Le pasó una AP y un puñado de cápsulas.
—Destrucción —repitió ella—, señor. ¿Dónde?
—Nos estamos ocupando de eso.
—Mierda, señor, ¿está tratando de suicidarse?
Fitch se dio vuelta y la miró, como si fuera torpe, y Bet no era torpe. Claro que no era torpe aun dentro de esa armadura. Tal vez Fitch estaba pensando eso. Probablemente pensaba en eso constantemente.
—¿Estas armaduras tienen una conexión de comunicación con las de ellos?
Una pregunta oportuna.
—Sí, señor, pueden hacerlo. Las naves de carrera probablemente están tratando de captar lo que pasa dentro de la Loki. Tal vez capten algo. Usted manténgase en el canal B. Probablemente no tienen los micrófonos que necesitan para llegar a interceptarnos. No en una nave de carrera.
—¿Puede entrar en contacto con ellos? Segunda pregunta razonable.
—No puedo copiar la ID, señor. Puedo hablarles. Puedo oír lo que dicen, pero apareceré con otro número en sus tableros apenas entre en el comunicador de la Flota y constaré como África. Ya pensaron en eso hace mucho tiempo.
—¿No cree que le darán la bienvenida?
—No, señor. Mis códigos ya no están al día y me mandarán al infierno como prioridad uno. ¿Eso le alivia, señor?
—Totalmente —dijo Fitch. Levantó sus cosas, puso una mano en el hombro de ella y la empujó—. ¡Afuera!
Bet se movió. Se colgó las AP y las cápsulas en el hombro izquierdo. Suspendió el cable y lo demás de una cuerda y se alejó hacia la compuerta, pensando que, en realidad tenía una buena oportunidad, afuera. Si podía entrar en el comunicador de la India, conocía nombres y amigos de borracheras. Allí la conocían a ella, a Teo y a Beiji Hager.
Tal vez decidiría esperar y ver qué ocurría, mierda, podía entrar en esa banda y Fitch no lo sabría nunca…
Les diría que buscaran a un hombre de Sistemas, que lo apresaran vivo.
Y lo llevaran a la India. A las cubiertas.
Y él le daría las gracias por eso. Ah, sí.
Siguió a Fitch por la esclusa y la rampa, hacia los muelles que poblaban sus pesadillas.
Las esclusas de la sección estaban en su lugar, firmes como paredes a los dos lados. El acceso del personal estaba cerca del borde del núcleo y el pasaje de salida de aire en el arco de las puertas de las esclusas. En Thule había cuatro secciones selladas para separar los muelles y evitar que se extendiera la descompresión. Arriba, vio el brillo amarillo y constante del movimiento de las mangueras, porque la bomba todavía volcaba su carga dentro de las entrañas de la Loki.
Decían que Mazian tenía medios para seguir en el espacio, que tenía una base en el espacio profundo, tal vez la vieja estación Beta, donde ninguna persona cuerda quería poner un pie, pero ese apoyo no podía durarle mucho y Fitch había dicho que la India estaba desesperada. Eso quería decir que también a ella la estaban acorralando, que la perseguían, para hacerla huir de sus puntos de suministro, y eso quería decir que las naves de Alianza confiaban en mantenerla lejos de las estaciones.
La pequeña Loki podía haber seguido como estaba y esperar en silencio mientras la India llenaba sus tanques y se aprovisionaba en Thule, y en lugar de eso se metía en graves problemas. Posiblemente no supo que la India estaba en camino, solamente había tenido la mala suerte de estar en el muelle y haber dejado. Un rastro de calor que la India podía detectar como el olor del asado en una cocina. Y una vez en el muelle, la Loki no podía escapar.
Pero también podía ser que Wolfe supiera que la India estaba en el juego. Posiblemente, cuando se escabulleron del Sistema con esa precipitación que había matado a un hombre, y Wolfe apareció por el comunicador general diciendo que tenían un carguero detrás, sabía con qué estaban jugando.
Habían hablado con alguna nave de Alianza. Eso había dicho Wolfe. Intercambiaron información y después la Loki saltó a Thule.
Una nave, que era fantasma desde hacía años, con los Sistemas a punto de desintegrarse y casi vacía. Estaba lista para la demolición.
Una ecuación fácil para la matemática de los puentes de mando.
—¿Sabe algo? —dijo Bet a Fitch—. Se supone que aquí vamos a recibir ayuda y nos quedamos quietos, esperando. Necesitamos combustible. No podemos sacar la nave de aquí sin combustible, así que nos movemos solos. Entramos y sacamos el combustible de ese tanque. Luego volamos la bomba y ¡nos vamos a la mierda con los de la estación! Pero no fue nuestra ayuda la que apareció, sino la India, ¿tengo razón?
Nadie responde, pensó Bet. Y tras un instante, él le dijo:
—A medias. Entramos en aproximación inercial. Tan cerca, despacio y en silencio como pudimos. Podríamos haber hecho estallar esa bomba. Podríamos haberle ordenado a la estación que lo hiciera. Si hubiéramos podido sacar a ese maldito carguero de la ecuación, la última vez que nos vimos, tal vez habríamos podido llegar a Dorado. Pero no estaba ahí y por eso no pudimos. Así que empezamos con problemas, señora Yeager, y las cosas no han hecho más que empeorar. Ahora tenemos esas naves de carrera que vienen a baja velocidad. Por la forma en que actúan y la rapidez que usaron para venir, tenemos razón. Tienen los tanques de combustible muy, pero que muy bajos. No hay masa en esos tanques. Así que intentamos pasar por una nave mercante sin importancia y hacerles creer que pueden entrar con rapidez y sin problemas. Pero ahora, ya nos han visto y nos han reconocido. Ahora saben que tienen un grave problema, a menos que nos aborden. Saben que, en realidad, lo de la nave mercante es una trampa para acorralarlos. ¿Eso es lo que quería saber?
Tenía sentido. Por primera vez, le pareció que Fitch hablaba con la verdad por delante.
—Es decir, que ¿tal vez llegue ayuda?
—Es decir, que capturamos un carguero de la Flota y ese hijo de puta de Keu va a toda velocidad hacia esta estrella. Vamos a volar todos los aparatos de Thule y desmontaremos las esclusas de sección. Vamos a llevarnos esa bomba. Desde aquí arrojaremos misiles contra esas naves de carrera y ellas no pueden contestar porque no quieren volar la bomba, ni los tanques de la Loki. Ya hemos recibido varias peticiones para que nos reunamos a discutir un armisticio.
Fitch la sorprendía. Si una lograba hacerlo empezar, sabía hablar y largaba las cosas con facilidad.
—Keu no cumple sus promesas —dijo ella—. Kreshov tal vez; él es un capitán de la Flota que cumple, pero Keu no. ¿Usted confía en Mallory?
—Ni loco —dijo Fitch.
Es extraño. Un oficial de una nave fantasma y una tripulante del África con la misma opinión. Durante medio segundo, casi apreció a Fitch.
—Tampoco confío en usted —dijo Fitch—. Pero usted tiene que pensar en Ramey. Lo peor que puede pasarle a Ramey no es que la nave estalle. No con sus problemas personales. Ese chico no obedece órdenes. ¿Cuánto cree que duraría en la India?
Ella no contestó. No hacía falta.
—Sólo quiero asegurarme de que usted lo entiende —dijo Fitch. Fueron hasta la esclusa de aire de la puerta sellada, el acceso más indicado con las puertas grandes, que la Central había hecho desarmar. Fitch hizo un gesto con la mano en dirección a la salida, invitándola a acercarse y a tratar de abrirla—. Si quiere criticar el trabajo, Yeager, adelante.
—No, señor, si el señor Bernstein o el señor Smith tuvieron algo que ver con los controles de las compuertas, me quedo tranquila. Lo único que quiero es conectar algunos cables, señor. Una docena de AP. Poner las cápsulas y sacarles la parte posterior.
Fitch levantó las cápsulas del hombro.
—Entonces voy a andar un poco. Ella casi sonrió.
—¿Sabe qué quiere decir «ofi», señor?
—Sí —dijo él, y se fue caminando. El comunicador sonaba—: Quiere decir que yo me quedo parado aquí y usted es la que pone los cables, Yeager.