No estaba navegando bien, iba a caerse en el asiento del tablero tres y con eso rompía una docena de reglas.
Bernie se moriría, pensó mientras se tomaba una cerveza fría que NB le había traído de Servicios, cerveza y no vodka, porque la cerveza se parecía más a una comida. También había más cerveza que vodka. Le habrían dolido las manos si no las hubiera tenido medio paralizadas, pero la espalda le dolía mucho. Tenía miedo de tomar una de las pastillas de Fletcher con tanto cansancio y tenía la sensación de que le dolerían muchas cosas si se quedaba sentada o quieta durante un rato.
NB estaba allí. Eso era lo que más deseaba. NB todavía le hablaba, estaba de pie junto a la mesa con una mirada desesperada, como si quisiera que las cosas tuvieran más sentido del que tenían.
Ese almacén estaba abajo, y era una opción por la que él arriesgaba el cuello.
—Tenemos una salida —le había murmurado antes de irse a Servicios a buscar la cerveza—. Es algo que puede funcionar.
—Todavía no —dijo Bet no muy segura de por qué lo decía.
—¿Cuándo? ¿Cuando estés atrapada allá arriba?
—No lo hagáis —había dicho ella—. No es tan simple. Algo anda mal ahí fuera, realmente mal. Lo oí por el comunicador.
NB no parecía contento. Pero la escuchaba. Se reclinó sobre la mesa.
—¿Mejor?
—Mucho —dijo Bet mientras él se quedó ahí, de pie, esperándola.
Porque ella se lo pedía.
Hombre, nunca me preguntaste de qué nave vengo, qué hice, dónde estuve, ¿no es cierto? Nunca hablabas de ti mismo.
¿Qué crees? ¿Qué puedes olvidar todo eso? Pues el pasado nunca es pasado, hombre. El pasado es, y eso es todo. Es lo único que tienes. Es el ahora y el será.
Lo descubrirás cuando salgas afuera. ¿O es que nunca has estado allí?
Porque yo sí.
Se dio cuenta de que le costaba sostener la taza de cerveza entre las manos: necesitaba concentrarse para mantener los dedos cerrados sobre la taza, estaba a punto de desmayarse.
La tripulación averiguaría lo que ella era y algunos sentirían rencor. Muchos lo harían… muchos, una nave fantasma. Se le ocurrió un truco espantoso: sacar a NB de su agujero, convertirlo en alguien respetable y que después, todos, descubrieran que les había mentido…
¿A dónde conduciría eso…?
Pero NB esperaba. Estaba sentado en esa nave de la que se quejaban los miembros más cuerdos de la tripulación como Parker y Merrill. Ya estaba preparado para esconderse. Toda la tripulación estaba lista para el motín. Eso, si no había estallado ya. Ahora, todos estaban sentados esperando, porque Bet decía que esperaran, aunque no sabía por qué lo decía. Seguro que todos estaban preocupados y pensaban en lo que ocurriría si ella se equivocaba. Pero si NB decidía tomar una actitud dudosa, no iba a esperar ni cinco minutos. ¡Por supuesto que no iba a trabajar en equipo con nadie.
Al menos no lo había hecho hasta ahora.
Se le resbaló la taza. Bet cerró los dedos, que parecían paralizados y la acercó hasta la boca.
Sorbió los últimos tragos y apoyó el brazo, mirándolo.
No me preguntes lo que voy a hacer.
No me puedes decir nada de lo que pasa afuera, donde está la tripulación.
Merrill y Parker, se oyó la voz de Goddard por el comunicador general. Al muelle.
Bet se sacudió, despertándose de pronto, repasando lo que acababa de oír. Merrill y Parker se habían levantado en medio de un montón de mantas en el rincón, sorprendidos.
—¿Qué cono…? —preguntó Mike Parker, mirándola como si ella estuviera guardando un secreto.
—No tengo ni idea —dijo ella, tratando de inclinar la silla y levantarse con ayuda de NB.
Parker fue hasta el comunicador de la estación y le preguntó a Goddard qué cono pasaba.
Goddard repitió la orden, le dijo que los dos tenían que coger sus cosas y salir de la nave.
—¿Y Yeager y NB? —preguntó Parker. Gracias Parker, pensó ella, sobre todo porque sé que estás furioso—. ¿Tienen permiso, señor? ¿Tenemos algún problema en la nave, señor?
—Se quedan —llegó la respuesta.
Parker siguió intentándolo. Goddard cortó el comunicador. Parker los miró y dijo:
—¡Hijo de puta!
Bet se aferró al hombro de NB, con las manos y los pies tan ateridos que no podía estar en pie sin apoyo.
—Voy a hacer unas cuantas preguntas cuando llegue ahí fuera —dijo Mike Parker.
Bet se quedó ahí pensando: Las preguntas no importan, lo que la tripulación piense no importa, o no sacarían a Merrill y a Parker ahora que terminaron con ellos. Saben demasiado de lo que está pasando aquí.
Y pensó: Somos los últimos, ¿no es cierto? Los favoritos de Fitch.
Mientras, Parker y Merrill salían por la puerta antes de que alguien cambiara las órdenes. El ruido de sus pasos se perdió en el rumor de las bombas de combustible. En un minuto, se cerró la esclusa y NB y Bet se quedaron solos en la parte inferior de la Loki.
—Todavía podemos salir de aquí —dijo NB, abrazándola.
—Nos matarían —replicó ella. Era lo único que podía decir—. No tenemos defensas. No sé qué cono pasa fuera, pero algo anda muy, pero que muy mal.
No fue una buena idea decir esas palabras. NB la llevó hasta una silla y le hizo sentarse. La rodeó la cintura con los brazos. Ella le puso las manos sobre los hombros y se quedó así con la cabeza que se le iba.
—De algo esto y segura —dijo—. Están todos locos.
Pero durante un ratito, supo que no estaba todo lo asustada que debería estar. No estaba ni la mitad de asustada de lo que su sentido común le exigía. Tal vez porque había visto que, aunque las cosas no tenían sentido arriba, la nave, seguía adelante.
Fitch, civilizado y amable.
Fitch, diciéndole a Goddard: No hay respuesta.
Y Goddard mandaba a uno de sus ingenieros de Sistemas y al único maquinista en el que confiaba a los muelles. De cabeza hacia el problema que se suponía que tenían, y dejaba la nave, con los dos miembros de la tripulación que habían recibido la medalla más grande por causar problemas.
Tres, contando a Fitch.
Cuatro, si contaba al hijo de puta de Goddard. Un hombre de Sistemas, el jefe de ordenadores de la nave, un ex sargento del escuadrón táctico de los marines y el primer oficial del turno del día principal.
—Goddard es de ordenadores —murmuró contra el hombro de NB. Después levantó la vista y lo miró a la cara—. Pero eso es para rastrear, ¿no? Están todos los condenados tableros de ese lado encendidos.
Le pareció que NB la había comprendido.
Estaba asustado y tenía razones para estarlo.
—Si hay una alerta —dijo Bet—, ¡sal de la nave, inmediatamente! ¿Me oyes? Tenemos dos armaduras arriba y funcionan bien. Busca los trajes en ese almacén que sabes. Trae uno aquí. Si hay una alerta, te lo pones, y si hay aviso de choque, sales corriendo al muelle. Punto. No pienses en nada. En ese momento, nadie se va a fijar en lo que hagas. Ni siquiera Fitch. Todos van a estar demasiado ocupados.
Se percibía la negrura del espacio detrás de una ventana sellada. Remolinos de papel, remolinos de basura, un rastro de polvo y aire congelado que salía de un agujero, con tanta velocidad que era imposible verlo más de una vez.
Sentía la explosión, la sentía en la oscuridad, la sentía cuando cerraba los ojos por la noche, incluso cuando estaba demasiado cansada y también sola. Entonces empezaba a recordar.
—Así pues, ¿crees que es una nave? —dijo NB.
—Claro que es una nave. Quieren esa armadura, por eso estoy aquí. Ellos no confían en mí, en absoluto. Nunca hubo problemas con la estación. Por eso Fitch habla de seis horas, de veinticuatro horas. Saben que esa otra nave está ahí fuera. Saben la velocidad que trae. Fitch hablaba con alguien y le decía «No hay respuesta». Estamos parados en este muelle como si fuéramos una mercante con problemas y no decimos nada. Una táctica fantasma, clara como el agua.
—Hasta que nos vean. Y nos pueden ver de lejos, perfectamente. Somos un blanco inmóvil y les importa un comino si hay mil o más personas inocentes en la estación.
—No creo que podamos huir. Tú crees que la nave no puede hacerlo, ¿verdad?
—Existe el cincuenta por ciento de posibilidades —dijo NB. Había una mirada especial en sus ojos, el hombre recordaba algo que el trank impide que recuerden los seres humanos en un salto—. No lo sé. Trabajé hasta que me quedé ciego para resolver el problema y no lo sé. Tenemos una deformación cuando nos vamos, traté de hacer un programa que consulte los tableros e investigue la diferencia, pero hay un cincuenta por ciento de probabilidades de que los sensores estén rotos. Se lo dijimos a Wolfe, no hay garantías, tiene que ser con poca masa y una resistencia mínima.
Los detalles se mezclaban en la mente de Bet. Toda la habitación le daba vueltas, solamente sabía que él estaba asustado y ella también, y que no encontraba respuesta, tal vez no la había.
No podían hacer una demostración de fuerza por eso solamente, NB tenía razón, no podían confiar en que una nave de la Flota no dispararía sobre ellos porque estaban inmóviles en el muelle de una estación. No estaban tratando con alguien que tuviera mucho que perder, por ninguno de los dos lados. La Flota no tenía mucho que perder: no podía mantener un lugar como Thule, le faltaban naves y no le interesaba. Y a la Alianza tampoco. Para la Alianza, Thule no era más que metal que habría de eliminar de alguna forma; y la gente provenía de la zona Q: Alianza hubiera preferido no tenerlos. Solamente algún abogado de Pell protestaría si la volaban en mil pedazos, pero eso no ayudaría mucho, después de los hechos.
En una estación vieja no hay nada que rescatar.
—Una sola bomba —recordó Bet, de pronto. Thule. El muelle. Los bollos de queso. Ritterman. Ella y Nan Jodree de pie en el Registro mirando la pantalla—. Hay una sola bomba en esta estación que pueda proporcionar combustible a una nave estelar. Y estamos junto a ella. Más que eso, nuestro tanque puede vaciar esta estación por completo y luego se necesitarán semanas para llenarse de nuevo. Si eso es lo que está pasando ahí fuera, si hay una nave y si tiene los tanques tan bajos como los nuestros, nos volarán en pedazos. Estallará la bomba, volarán lo que nos tragamos y además están atrapados aquí. Eso es más que sacarnos de aquí. Lo que quieren es tomar la nave, ¡tomarla!, ¿entiendes?
Ese hijo de puta de Wolfe sabía lo que se jugaba cuando nos trajo aquí. Los tanques estaban casi vacíos. Un problema mecánico importante con la propulsión. No hay dónde recurrir.
Así que se mete en la estación, gasta todo el combustible que hay y desafía al hijo de puta que nos sigue a venir a cogerlo.
Y ¿se supone que vamos a defender una estación con dos armaduras y las armas de la Loki, esas armas del año del…?
¡Mierda! ¡Jodido asunto!