La gris luz del amanecer llegó a Nephane, abriéndose paso entre la niebla que lo cubría todo menos los muros superiores del Afen. La empedrada calle que se abría ante la puerta del Afen estaba húmeda y las pocas personas que tenían asuntos que resolver a esas horas caminaban envueltas en sus capas.
Kurt se paró ante la puerta de Elas, e intentó abrirla esperando, inútilmente, que no estuviera cerrada. Luego llamó con suavidad, no queriendo despertar a toda la casa.
Antes de lo que esperaba, oyó el sonido de unos pasos que se acercaban a la puerta desde dentro y titubeaban. No se movió de donde estaba para que pudieran verle por la mirilla.
Desatrancaron la puerta, ésta se abrió hacia adentro, y apareció Mim con su ropa de noche. Se arrojó a sus brazos lanzando un sollozo de alivio y le abrazó con fuerza.
—Calma, calma. Todo está bien, todo está bien.
Permanecieron un momento en el umbral. Luego él la llevó al interior y cerró atrancando la pesada puerta. Mim se secó las lágrimas con su ancha manga.
—¿Están despiertos? —susurró.
—Al final se fue todo el mundo a la cama. Yo me levanté y esperé en el rhmei. Esperaba… esperaba que volvieras. ¿Estás bien, mi señor?
—Bastante.
La cogió del brazo y caminó con ella hasta el calor del rhmei. Los ojos de ella brillaban a su luz y sus manos las de él tan suavemente como el soplo de una brisa.
—Estás temblando —dijo ella—. ¿Es el frío?
—El frío y el cansancio.
Le resultaba muy duro volver a hablar nechai tras horas de hacerlo en lenguaje humano. Volvió a recuperar el acento.
—¿Qué quería?
—Me hizo preguntas. Me ha mantenido despierto toda la noche, Mim. Sólo quiero subir y dormir algo. No te preocupes. Estoy bien, Mim.
—Mi señor —dijo ella con voz ahogada por las lágrimas—, no debe mentirse ante el phusmeha. Perdóname, pero sé que estás mintiendo.
—Déjame solo, Mim, por favor.
—No es por las preguntas. Si lo es, mírame fijamente y dime que eso fue todo.
El lo intentó, y no pudo. Los oscuros ojos de Mim estaban llenos de tristeza.
—Lo siento —fue todo lo que pudo decir.
Las manos de ella apretaron las de él. La terrible mirada de sus ojos oscuros no le dejaba marchar.
—¿Deseas romper el contrato o deseas seguir adelante con él?
—¿Y tú?
—Si lo quieres así.
El apartó con su mano helada un mechón de pelo del rostro de ella y le enjugó las lágrimas.
—No la quiero —dijo, y luego, en tributo a la honestidad de Mim—: Pero sé cómo se siente, Mim. A veces, yo también me siento así. Hay veces en que todo Elas me resulta extraño y quiero ser humano aunque sólo sea por un breve espacio de tiempo. Eso es lo que obtengo con ella.
—Puede darte hijos y serías señor de todo Nephane.
El la abrazó con fuerza. El suave perfume a hojas de aluel en su ropa, la frescura de su piel, y recordó el olor a productos sintéticos y alcohol de Djan, humanos y, por un momento, placenteros. Había bondad en Djan; eso la hacía peligrosa, pues ponía en peligro su orgullo.
Ponía en peligro a Elas.
—No sentiría de otra forma si Djan quisiera casarse, que no es el caso, pero no puedo decirte que esta es la última vez que voy al Afen. Si no podrás soportarlo, dímelo ahora.
—Sería concubina y no primera esposa, si ése fuera tu deseo.
—No —dijo, dándose cuenta de cómo lo había entendido—. No, la única razón por la que te apartaría de mí sería para protegerte.
Ella se alzó de puntillas y tomó el rostro de él entre sus sedosas manos y le besó con ternura. Luego retrocedió, con las manos aún levantadas, como si estuviera insegura de su reacción. Parecía asustada.
—Mi señor marido —dijo, ya que podía permitírselo al estar prometidos. Las palabras sonaron de forma extraña, y ella se tomó libertades con él que ninguna honorable dama menet se permitiría con su prometido, ni siquiera estando a solas con él. Pero ella dejó a un lado los modales para complacerle, quizá, temió él, luchando por él a su desesperada manera.
El la abrazó con fuerza y luego la soltó.
—Mim, por favor, vete antes de que alguien despierte y te vea. Debo hablar con Kta.
¿Le dirás lo que ha sucedido?
—Eso pretendo.
—Por favor, no traigas la violencia a esta casa.
—Vete, Mim.
Ella le dirigió una mirada de angustia, pero hizo lo que le pedía.
No llamó a la puerta de Kta. Ya se había hecho demasiado ruido en la dormida casa. En vez de eso la abrió y se deslizo dentro, cruzó el cuarto y apartó la cortina que aislaba la zona dormitorio antes de decir el nombre de Kta.
El nemet despertó con un sobresalto y un juramento, miró a Kurt con ojos sorprendidos, luego rodó fuera de la cama y se envolvió en un Kilt.
—Dioses —dijo—, estás mortalmente pálido, amigo ¿Qué ha sucedido? ¿Estás bien? ¿Hay algún…?
—Acabo de explicarle la situación a Mim —dijo Kurt, y descubrió que le temblaban las pierans; la reacción retardada a todo lo que había pasado—. Necesito consejo, Kta.
Kta le indicó una silla.
—Siéntate, amigo mío. Recupera la compostura y te ayudaré si consigues explicármelo. ¿Debo prepararte algo de beber?
Kurt se sentó e inclinó la cabeza, y entrelazó los dedos detrás de ella hasta que consiguió recuperar la calma que era patrimonio de Elas. El olor a incienso, la difusa luz del phusa, el sentimiento de placidez, todo esto le confortó y el pánico le abandonó, aunque no el miedo.
—Estoy bien —dijo—. No, no te preocupes de eso.
¿Acabas de llegar? —le preguntó Kta, pues el alba hacía su aparición por la ventana.
Kurt asintió, le miró a los ojos, y Kta dejó que el aliento siseara lentamente entre sus dientes.
—¿Es algo personal? —preguntó Kta con admirable delicadeza.
—Todo Elas parece haber interpretado las cosas mejor que yo cuando tuve que ir al Afen. ¿Era tan obvio? ¿Es que ya lo sabe todo Nephane, o hay algo privado en esta ciudad?
—Al menos lo sabe Mim. Kurt, Kurt, luz del cielo, no había necesidad de adivinar. Cuando los hombres de la Methi vinieron para decirnos que estabas a salvo, fue bastante obvio pensando en la reacción de la Methi ante el compromiso. No te avergüences, amigo mío. Siempre hemos sabido que tu vida estaba unida a la de la Methi. Nephane lo dio por supuesto el mismo día que llegaste. Hablando llanamente, fue el compromiso, con Mim lo que sorprendió a todo el mundo. Creo que la verdad tiene su momento y lugar, aunque sea amarga. Sí, todo Nephane lo sabe, y no se sorprende en absoluto.
Kurt profirió un juramento, uno humano y vulgar, y miró por la ventana, incapaz de mirar al nemet.
¿Sientes amor por la Methi?
—No —dijo con dureza en la voz.
—Tú elegiste ir —le recordó Kta—. Elas podía haber luchado por ti.
—Elas no tiene cabida en esto.
—No tendríamos honor si permitiéramos que nos protegieses de esa forma. Pero no teníamos claro cuales eran tus deseos en esta cuestión. —¿Deseabas que interviniésemos?
—No lo deseaba —respondió.
—¿Era ese el deseo de tu corazón? ¿O sigues pensando en protegernos? Nos debes la verdad, Kurt. Dinos sí o no y creeremos que hiciste lo que deseabas.
—No amo a la Methi —dijo en voz átona—, pero no quiero que Elas se vea envuelto entre nosotros.
—Eso no me dice nada.
—Supongo que no será la última vez —dijo, descubriendo que le resultaba difícil afrontar la mirada y la amabilidad de Kta—. Se lo debo. Si mi comportamiento ofende el honor de Elas o de Mim, dímelo. No deseo traer la miseria a esta casa, y mucho menos a Mim. Dime qué debo hacer.
—La vida es una poderosa necesidad —dijo Kta—. Protestas diciendo que odias a la Methi, y puede que ella te odie a ti, pero la necesidad de sobrevivir y perpetuar vuestra especie, quizá sea un sentido del honor que supera a cualquier otro honor. Mim me ha hablado de esto.
Kurt se sintió mareado al pensar en eso. En ese momento no deseaba ni sobrevivir.
Mim te honra mucho. Si lo que tu corazón siente por ella ha cambiado… aún así, sigues comprometido, amigo mío. Yo temía esto, y Mim lo anticipaba. Te suplico que no pienses en romper tus votos con Mim; eso la deshonraría. Ai, amigo mío. Somos un pueblo que no cree en los matrimonios repentinos, pero si esta vez nos dejamos llevar por el corazón, fue por el deseo de haceros felices a Mim y a ti. Espero que en vez de eso no hayamos sido crueles. No puedes deshacer lo que has hecho con Mim.
—No quiero. No quiero cambiar eso.
—Entonces, todo está bien.
—Tengo que vivir en esta ciudad. ¿Cómo verá esto la gente y cómo afectará a Mim?
Kta se encogió de hombros.
—Eso es problema de la Methi. Es corriente que un hombre tenga obligaciones con más de una mujer. Naturalmente, no se puede tener a la Methi de Nephane como a una vulgar concubina. Pero es a la mujer de la casa la que corresponde encargarse de las propiedades y a ella corresponde obtener la respetabilidad. Es lo que hace que una mujer sea honorable, tal y como hemos hecho por Mim. Si una mujer no lo hace, o su familia no se encarga de hacerlo, eso recaerá sobre su cabeza, no sobre la tuya. Aunque una Methi puede hacer lo que le plazca, y siempre ha sido un problema concurrente con los methis, especialmente con los humanos, y el finado Thehal-methi de Indresul fue famoso por eso. Djan-methi es eficiente. Es una buena methi. El pueblo tiene pan y paz, y mientras esto dure, sólo obtendrás honores relacionándote con ella. Lo único que me preocupa es que tus sentimientos puedan volverse hacia las cosas humanas, y Mim se convierta en alguien de un pueblo extraño que te entretuvo durante una temporada.
—No.
—Te suplico me perdones si esto no llega a pasar.
—No pasará.
—He ofendido a mi amigo —dijo Kta—. Sé que cada vez eres más nemet, y confío en esa parte de ti, pero, perdóname, pero no sé cómo comprender a la otra parte.
—Haría cualquier cosa para proteger a Mim, o a Elas.
—Entonces —dijo Kta con gran seriedad—, piensa como un nemet, no como un humano. No hagas nada sin tu familia. No escondas nada a tu familia. Las Familias son sagradas. Hasta la Methi carece de poder para hacerte daño si estas con nosotros y nosotros contigo.
—Entonces no conoces a Djan.
Hay leyes, Kurt. La ley la obliga, siempre y cuando no te hayas alzado en armas contra ella o la hayas desafiado directamente. Tiene que ir al Upei, y una disputa, perdóname, con su amante, difícilmente es el asunto que se presenta al Upei.
—Sólo tiene que encomendarle a ti y a Tavi que naveguéis hasta el confín del mundo conocido. Tiene alternativas, Kta.
—Si la Methi decide enfrentarse a Elas, habrá elegido un mal oponente. Elas estaba aquí antes de que llegase la Methi, y antes de que el primer humano pisara este suelo. Conocemos a nuestra ciudad y nuestro pueblo, nuestra voz se oye en consejos a ambos lados del Mar Divisor. Cuando Elas habla en el Upei, las Grandes Familias prestan atención, y ahora la Methi no se atreve a llevarse mal con las Grandes Familias. Su posición no es tan segura como puede parecer, y ella lo sabe muy bien, amigo mío.