Juramentos, el Consejo de Géneros
y la búsqueda de Deane
LlBROSABUESO/SIGUELIBRO. Nombre que se da a una raza de sabuesos endémica del Pozo. Con un privilegiado sentido del olfato (una capacidad desconocida en el MundoLibro) y energía inagotable, un librosabueso puede seguir a un LibroHuido no sólo de página en página, sino de libro en libro. Los mejores librosabuesos, entrenados con diligencia, han sido capaces de perseguir LibroHuidos trans-genéricos… en ocasiones incluso al Exterior. Babean un montón. No son mascotas recomendables.
GATO DE AU DE W
Guía de Jurisficción a la Gran
Biblioteca (glosario)
Tomamos el ascensor. La señorita Havisham me comentó que saltar hasta el vestíbulo del Consejo de Géneros se consideraba el colmo de la ordinariez… y que por razones de seguridad resultaba imposible saltar directamente a las cámaras del Consejo, situadas en el piso veintiséis de la Gran Biblioteca. Al igual que el piso diecisiete, estaba casi desierto; no eran muy abundantes los autores cuyos nombres empezasen por Q o Z. Se abrieron las puertas y salimos. Pero no me encontré, como era lo común en los otros pisos que había visitado de la biblioteca, con paredes forradas de madera oscura y sombría, techos con molduras de yeso y bustos de escritores muertos desde hacía mucho tiempo. El piso veintiséis tenía el techo de vidrio. Muy arriba, sobre nuestras cabezas, las vigas de hierro forjado describían arcos que sostenían el vidrio a través del cual podíamos ver nubes y un cielo azul. Siempre había creído que la Biblioteca había sido creada conceptualmente para contener los libros y que no tenía sentido ni existencia más allá. La señorita Havisham se dio cuenta de que miraba al cielo y me llevó a un enorme ventanal. A pesar de que sólo estábamos en el piso veintiséis, parecía que estuviéramos mucho más arriba… y la Biblioteca, que internamente tenía la forma de una delgada cruz de muchos kilómetros de longitud, vista desde fuera era mucho más achaparrada. Contemplé el exterior mojado por la lluvia y dejé atrás las gárgolas de piedra para observar la selva tropical que teníamos abajo, donde nubes tenues rozaban el exuberante follaje.
—En el MundoLibro todo es posible —comentó la señorita Havisham—. Las únicas barreras son las de la imaginación humana. ¿Ves las otras bibliotecas?
A no más de ocho kilómetros de distancia, apenas visible en la neblina, había otra torre como la nuestra, y más allá otra, y a la derecha, seis más. No éramos más que una torre elevada entre cientos… o quizá miles.
—La más cercana es de alemán —dijo la señorita Havisham—, más allá están las de francés y español. Más lejos, la de árabe… y esa de ahí es de galés.
—¿Sobre qué se sostienen? —pregunté, contemplando la selva—. ¿Dónde estamos exactamente?
—Nos ponemos filosóficas, ¿eh? —comentó la señorita Havisham—. La versión larga y la corta de la respuesta son que realmente no lo sabemos. Algunos afirman que sólo formamos parte de una historia mayor que no podemos ver. Otros afirman que nos creó el Gran Panjandrum y, otros, que simplemente existimos en la mente del Gran Panjandrum.
—¿Quién —pregunté, rindiéndome al fin a la curiosidad— es el Gran Panjandrum?
—Ven a ver la estatua —me dijo.
Nos apartamos del ventanal y recorrimos el pasillo hasta una enorme masa de mármol que descansaba sobre un pedestal en medio del vestíbulo. El mármol estaba sujeto con cuerdas y, debajo, había una placa enorme y muy reluciente que proclamaba: «Nuestro Glorioso Líder.»
—¿Eso es el Gran Panjandrum? —pregunté, mirando el tosco bloque de piedra.
—No —respondió la señorita Havisham—, no es más que la estatua del Gran P… o, al menos, lo será en cuanto descubramos qué aspecto tiene él o ella. Buenas tardes, señor Price.
El señor Price era escultor, pero en aquel momento no hacía nada; es más, creo que nunca había hecho nada. Tenía las herramientas relucientes, sin arañazos y dispuestas en una fila perfecta junto al asiento en el que estaba leyendo un ejemplar de Tipos móviles.
—Buenas tardes, señorita Havisham —dijo, levantándose cortés el sombrero.
Havisham señaló el entorno.
—Se supone que el Gran Panjandrum es el arquitecto de todo esto y que controla todo lo que hacemos. Yo soy un poco escéptica; nadie controla mis movimientos.
—No se atreverían —susurré.
—¿Qué has dicho?
—He dicho que se equivocarían. No sería para tanto, considerando la violencia que hay en los libros.
Me miró y alzo una ceja.
—Quizá. Ven a ver cómo trabaja el Consejo.
Me llevó por el pasillo hasta una puerta que daba a una galería de observación sobre una vasta cámara con mesas dispuestas en círculos concéntricos.
—Los principales géneros se sientan delante —me susurró la señorita Havisham—. Los subgéneros se sientan detrás y forman un grupo de votación que puede avanzar hasta el jefe electo de cada género, aunque tienen derecho de veto. Tras los subgéneros hay representantes electos del Congreso de Repeticiones que presentan información a los inspectores de subgéneros… y detrás de éstos están los subcomités que deciden asuntos del día a día como la inspección de libros, nuevas palabras, suministro de letras y permisos para reutilizar viejas ideas. La inspección de libros también expide los permisos para los recursos narrativos, de los agentes de Jurisficción y para el suministro y educación de genéricos.
—¿Quién es ese que está hablando? —pregunté.
—El delegado de Suspense. Argumenta contra la propuesta de que los detectives tengan un género propio… actualmente los detectives pertenecen a Novela Negra, pero si se escinden Suspense querrá dividirse en tres: Aventura, Espías y Suspense.
—¿Siempre es tan aburrido? —pregunté, mientras veía hablar y hablar al delegado de Suspense.
—Siempre —respondió Havisham—. Intentamos evitar cualquier enredo y dejamos que la Gran Central Textual se lleve todas las críticas. Vamos, tenemos que firmar el juramento.
Abandonamos la galería de observación y recorrimos el pasillo hasta una puerta que conducía a la habitación más pequeña que hubiese visto nunca. En ella había únicamente archivadores y una mesa. Un hombre igualmente pequeño comía galletas… y la mayor parte se le caía por el pecho.
—Thursday Next viene a jurar —anunció la señorita Havisham—. Tengo todos los documentos firmados y sellados por Bellman.
—Trabajo, trabajo, trabajo —dijo el hombrecito, tomando un sorbo de té y mirándome con ojos pequeños pero extrañamente penetrantes—. Rara vez tengo descanso… éste es el segundo juramento de este año. —Suspiró y se limpió la boca con la corbata—. ¿Quién apoya la solicitud?
—El comandante Bradshaw.
—¿Y quién responde por la señorita Next?
—Yo.
—Bien. Repita el juramento del MundoLibro.
Alentada por la señorita Havisham, repetí:
—Juro por el Gran Panjandrum que haré cumplir las reglas de Jurisficción, protegeré el MundoLibro y defenderé a cualquier personaje ficticio, por mal escrito que esté, contra la opresión. No descuidaré mis obligaciones ni usaré mis conocimientos y mi posición en mi propio beneficio. Los secretos que me confíe el Consejo de Géneros o la Gran Central Textual no saldrán de mí y haré todo lo posible para mantener el poder de la narración en las mentes y los corazones de los lectores.
—Con eso basta —dijo el hombrecito, dándole un mordisco a la galleta—. Firme aquí, aquí y… eh… aquí. Y usted firma como testigo, señorita Havisham.
Firmé en el enorme libro, donde me indicó. Vi que el último agente de Jurisficción en hacerlo había sido Beatrice. Cerró el libro de golpe cuando la señorita Havisham hubo firmado.
—Bien. Aquí tiene su placa.
Me pasó una reluciente placa de Jurisficción con mi nombre y número grabados bajo el alegre logotipo. Me permitiría entrar sin impedimentos en cualquier libro que quisiese… incluso en Poe, aunque eso no fuese recomendable.
—Ahora, si me disculpan —dijo el burócrata, mirando la hora—, estoy muy ocupado. Tengo unos formularios que debo rellenar para dentro de un mes.
Volvimos al ascensor y la señorita Havisham pulsó el botón del subsótano veintiséis. Regresábamos al Pozo.
—Bien —dijo—. Cumplido este trámite pongámonos en marcha. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que asesinaron a Perkins y a Mathias; a todos los efectos también asesinaron a Snell. Seguimos esperando a Godot y alguien intentó matarte con un sombrero explosivo. Como aprendiza tienes poderes limitados; como miembro de pleno derecho de Jurisficción puedes hacer mucho más. ¡Debes permanecer atenta!
—Pero ¿por qué?
—Porque no te quiero muerta y, si sabes lo que te conviene, tú tampoco quieres estarlo.
—No, quiero decir ¿por qué iba alguien a querer matarme?
—Me gustaría saberlo.
—Supongamos —dije— que Deane no está sólo desaparecido… que le han asesinado. ¿Hay alguna relación entre Perkins, Deane, Mathias y yo?
—Ninguna que se me ocurra —dijo la señorita Havisham después de pensarlo un buen rato—, pero, si tenemos en cuenta que es posible que asesinasen a Mathias por ser testigo de algo, y que uno de tus amigos del Exterior podría estar intentando matarte a ti, entonces la lista se reduce a Perkins y a Deane. Y hay una relación entre esos dos.
—¿Sí?
—A Harris Tweed, Perkins, Deane y a mí nos dieron libros UltraPalabra™ para que los probásemos.
—No lo sabía.
—Nadie lo sabía. Sólo te lo puedo contar porque eres agente de pleno derecho… ¿no prestaste atención al juramento?
—Comprendo —dije lentamente—. ¿Cómo es UltraPalabra™?
—Como afirma Libris: «La experiencia de lectura definitiva.» Lo primero que llama la atención son la música y los colores.
—¿Qué hay de las nuevas tramas?
—Eso no lo vi —confesó la señorita Havisham cuando se abrían las puertas del ascensor—. Nos dieron un ejemplar de El principito actualizado al nuevo sistema operativo, pero PagiLuz™, AyudaPalabra™, PuntosDeTramaPlus™ y ResumeLectura™ son bastante impresionantes por su simplicidad.
—Eso está bien.
—Pero algo falla.
—Eso no está tan bien.
Seguimos por el pasillo hasta donde el Mar Textual se abría frente a nosotras, el techo del pasillo más y más alto hasta que no se le veía el fin y sólo discerníamos patrones revoltosos de puntuación formando furiosas nubes de tormenta. En el embarcadero los garabateros se agitaban lentamente en sus amarres mientras la captura del día se subastaba en el puerto.
—¿Qué falla? ¿Hay algún problema con el sistema?
—Me gustaría saberlo —dijo la señorita Havisham—, pero por mucho que lo intenté no logré que el libro hiciese nada indebido. En LIBRO V7.2 podías forzar una traducción automática al esperanto sometiendo el libro a una maniobra de «G» mayúscula. En LIBRO V6.3 el verbo «comer» entraba en conflicto con cualquier descripción de «oso hormiguero» y provocaba un caos completo de tiempos verbales. Lo probé todo para lograr que UltraPalabra™ fallase, pero es sólido como una roca.
Dejamos atrás el puerto para llegar hasta donde unas grandes cañerías lanzaban las letras de vuelta al Mar Textual en medio de un intenso olor a goma.[23]
—Aquí es donde acaban las palabras cuando las borras en el Exterior —comentó la señorita Havisham mientras paseábamos—. ¿Algún problema?
—Otra vez un mensaje basura de notaalpiéfono —murmuré, intentando que no me llegaran más—. Una estafa, creo. ¿Qué le hace creer que hay algún problema con UltraPalabra™?
—Perkins me llamó la noche antes de su muerte. Dijo que había realizado un descubrimiento sorprendente pero que no quería comentarlo por notaalpiéfono.
—¿Era sobre UltraPalabra™?
Havisham se encogió de hombros.
—Sinceramente, no lo sé. Es posible… pero también podría haber sido sobre Deane.
El camino acababa en una playa formada por fragmentos de letras rotas. Allí terminaban las novelas. Bajo el cielo plomizo, los libros, con aspecto de edificios de siete pisos, se alineaban en la orilla para arrancar cualquier recurso narrativo y cualquier ambiente útil para su venta. Genéricos trabajando en equipo desguazaban lo que quedaba usando alta tecnología de palancas, sopletes de corte y cadenas. Así desmontaban las viejas novelas otra vez en palabras, que llevadas en carretillas eran arrojadas al mar. Las palabras se disolvían en letras, sus significados se perdían en la neblina ligeramente azulada que se arremolinaba en la orilla.
Llegamos al ejemplar de El señor de High Potternews. En las orillas del Mar Textual tenía un aspecto sombrío y oscuro. Si alguien en el Exterior intentaba encontrar un ejemplar iba a tener muchos problemas; cuando la Gran Central Textual quería retirar un libro, lo hacía en serio.
El libro descansaba de lado y estaba ligeramente abierto. Habían puesto en la tapa una cinta que decía: «Jurisficción, no pasar.»
—¿Buscan algo?
Eran Harris Tweed y Uriah Hope; saltaron del libro y nos miraron inquisitivos.
—Buenas noches, Harris —dijo la señorita Havisham—. Intentamos localizar a Deane.
—Yo también. Eche un vistazo si quiere, pero que me aspen si soy capaz de encontrar una sola pista de su paradero.
—¿Alguien ha intentado matarle recientemente? —pregunté.
—¿A mí? —respondió Harris—. No. ¿Por qué iban a querer matarme?
Le conté lo de la relación con UltraPalabra™.
—Es posible que haya una relación —comentó—, pero hice una prueba completa de UltraPalabra™. ¡Funcionaba condenadamente bien independientemente de lo que yo hiciese! ¿Tienen algún detalle de lo descubierto por Perkins?
—No sabemos que le encontrase ningún defecto —dijo Havisham.
Harris pensó un momento.
—Creo que deberíamos mantenerlo entre nosotros —dijo al fin—, y tener mucho cuidado con lo que hacemos. Si Deane anda suelto y tiene alguna relación con la muerte de Perkins, puede que a continuación venga por usted o por mí.
Havisham estuvo de acuerdo, me dijo que fuese a ver al profesor Plum para ver si podía arrojar algo más de luz sobre el eyecto-sombrero fallido y se esfumó tras decirme que tenía una cita urgente. Cuando se hubo ido, Harris me dijo:
—Cuida de la vieja muchacha, ¿lo harás?
Se lo prometí y volví a los ascensores reflexionando profundamente.