Presentación de UltraPalabra™
Primero fue TradiciónOral, actualizado diez mil años después al rimador (para que fuese más fácil de recordar) TradiciónOralPlus. Durante miles de años ése fue el único sistema operativo narrativo y todavía se usa. Hará unos veinte mil años el sistema se dividió en dos. Por un lado el ManchaCuevaPro (antecesor de PintaPlus V2.3, UrnaGriega V1.2, MármolEscultórico V1.4 y el reciente, que los engloba todos, SuperExpresiónArtística-5). La otra rama, el sistema narrativo pictofonético, se inició con TablillaDeArci11a V2.1 y pasó por varias versiones que competían entre sí (TablillaDeCera, Papiro, VitelaPlus) antes de su unificación en el exitoso ROLLO, que tras ocho actualizaciones llegó a la versión 3.5 antes de ser reemplazado por el totalmente nuevo y claramente superior LIBRO V1. Estable, fácil de almacenar y transportar, compacto y con un índice muy útil, LIBRO lleva casi mil ochocientos años como líder.
VERBALIZADOR XAVIER LIBRIS
Sistemas operativos narrativos: los primeros años
Un hombre bajito y bastante pálido ocupó su puesto en la tarima; apenas sobresalía del atril. Vestía una camisa blanca de manga corta con el bolsillo tan cargado de bolígrafos que parecía a punto de reventar. Todos nos sentamos y le miramos con interés; UltraPalabra™ había sido la comidilla del Pozo desde hacía tiempo y todos estaban deseosos por descubrir si los rumores sobre su virtuosismo técnico eran ciertos.
—Buenos días a todos —arrancó Libris con voz nerviosa—. Durante los próximos treinta minutos intentaré explicarles algunos detalles de nuestro más reciente sistema operativo: LIBRO V9, llamado UltraPalabra™.
Se produjo el silencio mientras los agentes lo asimilaban. Me dio la sensación de que no era algo simplemente importante sino realmente importante. Como presenciar la firma de un acuerdo de paz o algo así. Incluso Bradshaw, que no era ningún amante de la tecnología, se inclinaba hacia delante y prestaba atención con interés, con el ceño fruncido.
Libris puso la primera página de la presentación. Apareció la imagen de un viejo libro.
—Bien —empezó a decir—, cuando inventamos originalmente el concepto de «página» en LIBRO VI creimos haber alcanzado el cénit del almacenamiento narrativo. La página era compacta, fácil de leer y, empleando las tecnologías integradas de NumeroDePágina™ y Titulo Arriba™, disponíamos de un sistema de indexación muy superior al de ROLLO. —En este punto cambió la imagen para mostrarnos varios estilos de libros habidos a lo largo del tiempo—. Con los años hemos ido refinando el sistema LIBRO. Las ilustraciones fueron la primera actualización de la V1.1, generalizamos la ortografía en la V3.1 y las vocales y verbos irregulares se estabilizaron en la V4.2. Hoy en día empleamos LIBRO V8.3, una de las tecnologías de ImaginoTransferencia más estables y complejas jamás creadas: la transferencia fluida desde la palabra escrita hasta la imaginación del lector nunca ha sido más rápida.
Se detuvo un momento. Todos sabíamos que LIBRO V8.3 era excelente; dejando de lado algunas erratas que aparecían y la calidad irregular de las historias (algo que en ningún caso era culpa del sistema), era bueno, muy bueno.
—Construir los libros en los subsótanos, si bien es un proceso tedioso, va bastante bien, aunque sea un poco caótico. —Los agentes reunidos convinieron con un murmullo; estaba claro que a nadie le gustaba lo que pasaba allá abajo—. Pero —añadió Libris— la reutilización constante de ideas trilladas puede que no capte el interés del lector mucho más tiempo. Los estudios de mercado del Consejo de Géneros parecen indicar que los lectores empiezan a aburrirse por lo parecidos que son los argumentos.
—Creo que ya se han aburrido del todo —dijo Bellman, que se controló con rapidez, se disculpó por la interrupción y dejó que Libris siguiese hablando.
—Pero —continuó Libris— para comprender el problema repasemos un poco la historia. Cuando diseñamos el sistema LIBRO, hace mil ochocientos años, lo hicimos sobre todo para registrar acontecimientos… nunca pensamos que se produciría una demanda de narraciones. En el siglo X, las narraciones eran tan escasas que creíamos que tendríamos tramas nuevas para mil años. Cuando llegamos al siglo XVII habíamos reducido la estimación a seiscientos años… pero seguía sin haber razones para preocuparse. Luego, sucedió algo que llevó el sistema operativo a sus límites.
—La alfabetización masiva —intervino la señorita Havisham.
—Exacto —respondió Libris—. La demanda de narraciones escritas se incrementó exponencialmente durante los siglos XVIII y XIX. Diez años antes de la publicación de Pamela, en 1740, teníamos suficientes ideas para otros cuatrocientos años; en la época de Dickens las ideas habían sido casi todas reutilizadas, porque la reutilización era un método al que habíamos estado recurriendo desde el siglo XIII para retrasar lo inevitable. Pero en 1884, a todos los efectos, agotamos nuestras reservas de ideas originales.
Se oyeron murmullos entre los agentes reunidos.
—Planilandia —dijo Bradshaw después de reflexionar un momento—. Fue la última idea original, ¿no?
—Básicamente. Los pocos conceptos originales que quedaban se los apropió el movimiento de la ciencia ficción hasta los años cincuenta de este siglo, pero en lo que a ideas puras se refiere, 1884 fue el final. Esperábamos lo peor… un colapso total del MundoLibro y un abandono completo de los lectores. Pero no pasó. En contra de lo esperado, las ideas reutilizadas funcionaban.
—Pero ¿no se debe a la forma en que están contadas? —preguntó Havisham en su tono de voz de «no me contradigas»—. ¡Las permutaciones narrativas son infinitas!
—Es un número grande, pero no infinito, señorita Havisham. Lo que intento decir es que, en cuanto se hayan usado todas las permutaciones, no tendremos salida. En el siglo XX se han escrito y publicado libros a un ritmo sin precedentes… Ni siquiera la introducción de los virus de Exterior Postergador1.3 y BloqueoDeEscritor2.4 retrasó a los autores. En el Exterior hay cada vez más demandas por plagio; los autores empiezan a escribir el mismo libro. Tal y como veo la situación, nos queda un año, posiblemente dieciocho meses, antes de que el pozo de la ficción se seque. —Hizo una pausa para dejarnos calibrar las consecuencias—. Esa es la razón para volver a la fase de diseño y reconsiderar toda la situación.
Volvió a cambiar la imagen y se produjo una conmoción audible. En la imagen ponía: «Sistema narrativo de 32 tramas.»
—Como saben —siguió diciendo—, todo sistema operativo libresco contiene en su núcleo la estructura básica de ocho tramas que heredamos de TradiciónOral. Como solíamos decir: «Nadie necesitará jamás más de ocho tramas.»
—Nueve, si contamos los ritos de entrada en la edad adulta —intervino Beatrice.
—Eso son «viajes iniciáticos», ¿no? —dijo Tweed.
—Entonces, ¿qué hay de Macbeth? —preguntó Benedict.
—«Rivalidad y venganza», querido —respondió Havisham.
—Creía que era «tentación» —comentó Beatrice, a quien le gustaba contradecir a Benedict siempre que tenía ocasión.
—¡Por favor! —dijo Bellman—. Podríamos pasarnos el día discutiendo esos detalles. Y podréis hacerlo, si dejáis terminar a Libris.
Los agentes guardaron silencio. Supuse que se trataba de una discusión eterna.
—Por tanto, la única forma de avanzar —siguió diciendo Libris— es rehacer por completo el sistema operativo. Si pasamos a una base de treinta y dos tramas para nuestras narraciones, habrá tantísimas ideas que nadie sabrá qué hacer con ellas. El MundoLibro no habrá visto un avance igual desde la invención de los tipos móviles.
—Siempre he apoyado las nuevas tecnologías, señor Libris —dijo lady Cavendish con amabilidad—, pero ¿la popularidad de los libros no indica claramente las bondades del sistema actual?
—Depende de lo que se entienda por «popular». Sólo un treinta por ciento de los exteriores leen ficción de forma regular. Con UltraPalabra™ aspiramos a cambiar esa situación. Pero me estoy adelantando… la abundancia de nuevas ideas es sólo un aspecto. Veamos qué otras ventajas aporta el nuevo sistema.
Volvió a cambiar la imagen. En esta ocasión decía: «Características mejoradas.»
—Primero, UltraPalabra™ es totalmente compatible con todas las novelas, obras de teatro y poemas que existen en la actualidad. Aparte de eso, los nuevos libros escritos con este sistema tendrán mejoras adicionales que deleitarán al lector.
—Díganos, ¿cómo esperan mejorar el libro? —preguntó Bradshaw.
—Voy a ponerles un ejemplo —repuso Libris entusiasmado—. En los libros tal como los conocemos actualmente, hay que indicar quién habla durante los diálogos porque el lector no tiene ni idea de quién lo hace. La cosa se complica si en una escena hablan muchos personajes. Es fácil perderse con tanto «dijo George», «respondió Michael», «añadió Paul» y todo eso. Con la mejora de la Identificación de Personajes de UltraPalabra™, el lector no tendrá dificultades para identificar quién habla sin necesidad de esos tediosos incisos. Además, UltraPalabra™ tiene PuntosDeTramaPlus™, una herramienta que ofrece al lector un resumen en caso de que se pierda o deba dejar el libro sin terminar unos meses. Otras herramientas son ResumeLectura™, PagiLuz™ y tres bandas sonoras.
—¿Cómo manejan los lectores esas características? —preguntó lady Cavendish.
—Habrá una página de preferencias al principio.
—¿Sensible al tacto? —pregunté.
—No —respondió Libris emocionado—, sensible a la lectura. Palabras que saben que están siendo leídas. En la página de preferencias también se puede elegir DensidadVerbal™, que ajusta el vocabulario al lector… nada de palabras difíciles o, si te gustan las palabras difíciles, puedes incrementar la complejidad del vocabulario. —Silencio mientras todos asimilaban esa información—. Pero volviendo a la pregunta, lady Cavendish, mucha gente rechaza la ficción porque la lectura le parece lenta y tediosa. Ahora mismo, la tasa más rápida que podemos lograr es de seis palabras por segundo. Con UltraPalabra™ dispondremos de la tecnología para cuadruplicar la transferencia… algo que resultará muy atractivo para los nuevos lectores.
—Pongamos las cartas sobre la mesa, Libris —dijo Bradshaw a gritos—. La tecnología está muy bien y todo eso, pero a menos que se haga todo extremadamente bien, podría acabar siendo una catástrofe de magnitud incalculable.
—Tampoco le gustó el sistema de posicionamiento por ISBN, comandante —respondió Libris—, sin embargo navegar por los libros nunca ha sido más fácil.
Se miraron uno al otro hasta que un potente eructo ensució el aire. Era Falstaff.
—A lo largo de mi vida —dijo, poniéndose en pie con mucho esfuerzo—, he vivido muchos cambios; algunos buenos, algunos malos. Fui testigo del gran desplazamiento vocálico y recuerdo con cariño esos buenos días de antaño en que los juegos de palabras, los gordos y los extranjeros eran lo más gracioso. Presencié el ascenso de la novela y la caída del poema épico. Recuerdo cuando podías ponerte ciego de vino, comer hasta reventar y todavía te quedaba cambio de seis peniques para una puta. Recuerdo cuando el agua podía matarte y el alcohol te salvaba; recuerdo…
—¿Adónde quiere ir a parar? —preguntó Libris irritado.
—¡Ah! —respondió Falstaff, intentando recordar adonde quería llegar con su discurso—. Oh, sí. Yo estaba presente en la muy anticipada actualización a la Versión 4, en 1841. «Cambiará para siempre la forma de leer», decía el Consejo de Géneros. ¿Y qué pasó? El Gran Estallido Textual. Casi todo lo escrito por Eurípides, Esquilo y Sófocles se perdió para siempre… y creamos los gramásitos.
—Nunca se demostró que la Versión 4 crease los gramásitos, sir John…
—Vamos, vamos, Libris, ¿se le ha secado el cerebro? Yo estaba allí. Yo lo vi. Yo lo sé.
Libris alzó las manos.
—No he venido aquí a discutir, sir John… sólo quiero exponer los hechos. En cualquier caso, UltraPalabra™ es incompatible con los gramásitos; el texto estará bloqueado… no podrán alimentarse.
—Eso esperan ustedes, señor.
—Lo sabemos —respondió Libris con rotundidad. Luego añadió más tranquilo—: Escuche, la Versión 4 fue un tremendo error, lo admitimos abiertamente, razón por la cual nos ha llevado tanto tiempo diseñar y probar rigurosamente UltraPalabra™. No es por nada que lo llamamos la experiencia de lectura definitiva. —Hizo una pausa—. Ha venido para quedarse, damas y caballeros… así que es mejor acostumbrarse.
Esperábamos otro ataque de Falstaff, pero el viejo amigo del rey Hal se había sentado y cabeceaba apenado. Nadie más dijo nada.
Libris dio un paso atrás y miró a Bellman, quien hizo sonar la campanilla.
—Bien, gracias a todos por escuchar la presentación del verbalizador Libris, y me gustaría darle las gracias por venir hoy aquí para contarnos todo esto.
Se puso a aplaudir y todos hicimos lo mismo… con la notable excepción de Falstaff y Bradshaw.
—Pronto tendremos folletos de presentación —dijo Bellman—. Dentro de diez minutos asignaremos las misiones individuales. Y recordad: tened cuidado ahí fuera. Eso es todo. Doy por terminada la sesión.
E hizo sonar la campanilla una vez más.
Libris bajó de la tarima y desapareció antes de que Bradshaw tuviese oportunidad de seguir interrogándole. La señorita Havisham le puso la mano en el hombro. Bradshaw era el único con el que yo la había visto ser un poco cariñosa. Supongo que la suya era una amistad fruto de una larga relación laboral.
—Estoy demasiado viejo para este juego, Havisham, amiga mía —murmuró.
—Los dos lo estamos, Trafford. Pero ¿quién va a enseñar a los jóvenes?
Havisham me señaló con un gesto. Hacía más de una década que nadie me llamaba joven.
—Estoy agotado, Estella —dijo Bradshaw con tristeza—. Nada de nuevas tecnologías para mí. Voy a regresar para siempre a mi libro. Al menos en Bradshaw en el Congo no tendré que aguantar todas estas tonterías. Adiós, niña.
—Adiós, comandante… Recuerdos a la señora Bradshaw.
—Gracias, señorita… Lo siento, ¿cómo se llamaba?
—Thursday Next.
—Claro que sí. Bien, adiós.
Sonrió, se tocó el salacot y se fue.
—Querido y viejo Bradshaw. —La señorita Havisham sonrió—. Se retira como doce veces al año desde 1938. Le volveremos a ver la próxima semana.
—¡Ah! —dijo Bellman acercándose a nosotras—. Havisham y Next. —Consultó las notas—. Estuvo en el Exterior para realizar otro intento de superar el récord de velocidad, ¿no?
—¿Yo? —respondió Havisham—. ¡Claro que no!
—Bien —dijo Bellman, sin creerla ni por un instante—, el Consejo de Géneros me ha comunicado que tratará con severidad a cualquier miembro de Jurisficción que abuse de sus privilegios.
—¿Con cuánta severidad?
—Muy severamente.
—No se atreverían —respondió Havisham altiva—. Bien, ¿qué tiene para nosotras?
—Dirigirá la sesión de control de furia en Cumbres borrascosas.
—He terminado mis seis sesiones —respondió Havisham—. Le toca a Falstaff.
—Eso no es cierto —respondió Bellman—. Sólo lleva tres. Cambiar de encargado cada semana no es conveniente. Nadie puede saltarse su turno, señorita Havisham, ni siquiera usted.
La señorita Havisham suspiró.
—Está bien.
—Bueno. Será mejor no hacerlos esperar.
Bellman se fue antes de que Havisham pudiese responder. Permaneció en silencio un momento, como un volcán que decidiera si entrar en erupción o no. Después de unos segundos me miró.
—¿Eso ha sido una sonrisa? —me soltó.
—No, señorita Havisham —respondí, intentando ocultar la gracia que me hacía la idea de que alguien como ella pudiese aconsejar a otros sobre… precisamente la furia.
—Por favor, dime qué te parece tan divertido. Realmente me gustaría saberlo.
—Ha sido una sonrisa de sorpresa.
—¿Lo ha sido? Bien, antes de que tengas la impresión errónea de que por alguna razón me preocupan los sentimientos de semejante panda de personajes patéticos, voy a dejar claro que me ordenaron hacer este trabajo… lo mismo que cuando me metieron en el Grupo de Protección de Heathcliff. Personalmente, antes preferiría morir… pero órdenes son órdenes. Tráeme un té y reúnete conmigo en mi mesa.
Había muchas conversaciones emocionadas sobre la actualización de UltraPalabra™ y oí fragmentos que abarcaban todo el espectro, desde la más firme condena hasta el apoyo incondicional. Tanto daba; Jurisficción no era más que un cuerpo policial y no tenía mucha influencia política. Aquél era terreno de los altos poderes del Consejo de Géneros. Era como estar de vuelta en OpEspec. Me topé con Vernham Deane en la mesa del bufé.
—Bien —dijo Vernham, sirviéndose unas pastas—, ¿qué opinas?
—Bradshaw y Falstaff parecen un poco apagados.
—En ocasiones la cautela es un bien poco valorado —dijo con prudencia—. ¿Qué opina Havisham?
—No estoy segura.
—¡Vern! —dijo Beatrice, que se unía a nosotros acompañada de lady Cavendish—. ¿Cuál es la trama de Winnie-the-Pooh?
—¿El «triunfo del perdedor»? —propuso él.
—¡Te lo dije! —dijo Beatrice, volviéndose hacia Cavendish—. «Oso con poco cerebro triunfa a pesar de las adversidades.» ¿Contenta?
—No —respondió ella—. Es un «viaje iniciático».
—¡Tú opinas que todas las narraciones son un viaje iniciático!
—Lo son.
Siguieron discutiendo mientras yo cogía taza y platillo.
—¿Ya conoces a la señora Bradshaw? —preguntó Deane.
Le dije que no.
—Cuando lo hagas, no te rías.
—¿Por qué?
—Ya lo verás.
Serví té para la señorita Havisham, sin olvidar primero la leche. Deane se comió un canapé y preguntó:
—¿Cómo te van las cosas? La última vez que te vi tenías problemas en casa.
—Vivo en el Pozo —le dije—, como parte del Programa de Intercambio de Personajes.
—¿En serio? —dijo—. Qué cosas. ¿Cómo va el último Farquitt?
—Bien, creo —le dije, consciente de la ligera vergüenza que sentía Deane de ser un malvado unidimensional—, el título de trabajo es Amor sin vergüenza.
—Muy propio de Farquitt. —Deane suspiró—. Habrá un personaje como yo… normalmente lo hay. También probablemente haya una sirvienta campesina violada por alguien como yo… y luego expulsada cruelmente para tener su bebé en un asilo y lograr vengarse diez capítulos después.
—Bien, no sabría…
—No es justo, ¿sabes? —dijo, cambiando de humor—. ¿Por qué debo estar condenado, lectura tras lectura, a emborracharme hasta morir, triste y solitario, a ocho páginas del final?
—¿Porque eres el malo y en las novelas de Farquitt los malos siempre reciben su merecido?
—Sigue sin ser justo. —Frunció el ceño—. En incontables ocasiones he solicitado un Ajuste Interno de Trama, pero me lo deniegan siempre. ¿Hablarías en mi favor con la señorita Havisham? Me han dicho que pertenece al subcomité de Ajustes de Tramas del Consejo de Géneros.
—¿Eso estaría bien? —pregunté—. Que hablase con ella, quiero decir. ¿No deberías seguir los cauces habituales?
—En realidad tienes razón —respondió—, pero estoy dispuesto a probarlo todo. ¿Hablarás con ella?
Le dije que lo intentaría, pero decidí sobre la marcha que probablemente no lo haría. Deane parecía muy agradable en Jurisficción, pero en El señor de High Potternews era un monstruo; que muriera triste, solitario y olvidado era probablemente lo adecuado… al menos, en términos narrativos.
Le di el té a la señorita Havisham, que dejó de hablar con Perkins en cuanto me vio acercarme. Me dedicó una mueca y desapareció. La seguí al segundo piso de la Gran Biblioteca, donde la encontré en la sección Brontë con un ejemplar de Cumbres borrascosas en la mano. Sabía que probablemente le tuviese reservado un huequecito a Heathcliff, pero imaginaba que dicho hueco estaría en los traicioneros pantanos, al pie del risco de Penistone.
—Por cierto, ¿conoces a las tres brujas? —preguntó.
—Sí —respondí—. Me dijeron…
—Haz caso omiso de todo lo que te digan. Mira en qué lío metieron a Macbeth.
—Pero dijeron…
—No quiero oírlo. Locuras y tonterías. Causan problemas y nada más. ¿Comprendes?
—Claro.
—No digas «claro». ¡Es tan poco educado! ¿No puedes decir: «Sí, señorita Havisham»?
—Sí, señorita Havisham.
—Mejor. ¡Vamos, nos dirigimos a Brontë!
Y nos leimos dentro de las páginas de Cumbres borrascosas.