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Epílogo

En resumen, ganamos.

Parece muy distinto cuando ves la repetición de la escena de un cuerpo que cae por un acantilado dando vueltas en caída libre, hacia el suelo escabroso que le espera muy abajo, y no es tu cuerpo, y no hay segundas oportunidades.

En los años en los que Sanni y yo (y el resto de nuestra desorganizada red de resistencia) abrimos la puerta y derrocamos la dictadura de bolsillo de Yourdon, he visto la toma de vídeo de la muerte de Sam muchas veces. Cómo me desvitalizó y cómo, después, con mucho tacto, me tumbó en el suelo, gruñendo con esfuerzo mientras me daba la vuelta hasta la posición de recuperación para que no me ahogara en mi propio vómito; cómo se enderezó después dolorosamente, y cómo soltó la pistola; cómo fue hasta la fila de puertas de salto de corta distancia, buscando la apertura del corto pasillo de metal con el pasamanos y la argolla para sostener los nódulos a medio camino; cómo se paró, y se volvió para cambiarme de sitio, para que no estuviera en línea con la puerta; y cómo entró después.

¿Cuánto se tarda en recorrer un pasillo, sabiendo que el enemigo ha puesto una valla láser a medio camino? Y, por si esto no fuera suficiente, ¿hacerlo con un chaleco con diez kilos de explosivo plástico en los bolsillos?

Sam llega hasta la mitad del pasillo. Hay un fogonazo momentáneo, una puerta se hincha y se vuelve negra cuando la puerta T se bloquea de golpe y expulsa el extremo de su agujero de gusano por un lado de la cubierta. No es muy sensacional.

Y así es como llegamos al fondo del acantilado.

Mientras seguía inconsciente, Janis y su equipo hicieron lo que se esperaba de ellos. Creo que ella llevaba todo el tiempo esperando ser traicionada, porque se llevó pocas sorpresas personales. Yourdon, al frente de la sala, la rajó por la mitad con su espada Vorpal: me puedo imaginar su sorpresa cuando otra Janis salió por detrás de la salida de incendios y le hizo un agujero en el pecho. Yo me debería de haber dado cuenta de que estaba planeando alguna trampa (su excusa de que se tardara toda la noche en fabricar diez kilos de alto explosivo le vino muy bien), pero, por experiencia, ya no se fiaba de nadie. Ni siquiera de mí.

Mientras estaba inconsciente, Fiore (desesperado, atrapado en la estación de policía que hay en esta misma calle por una escuadra de Sannis asesinas) parcheó su enlace de red y consiguió llegar a nuestro circuito de comando que, como ya nos esperábamos, era peligroso por diseño. Pero Sanni estuvo todo el tiempo un paso por delante de él. Greg le había avisado de lo que pasaría esa mañana. Fiore pensó que una valla láser y una escuadra de guardas de seguridad serían suficientes. Estos tipos, acostumbrados a guerras psicológicas, no piensan como un tanque o un gato luchador. Dos yo (aunque muy molestos porque Sanni les había obligado a vivir en el ático de la biblioteca, lejos de Sam), lo destrozaron con una granada propulsada por cohete, mientras que otras tres escuadras se desplegaron y peinaron las iglesias buscando espíritus acobardados que podrían haber vuelto. Como Janis me explicó más tarde:

—Cuando el único soldado en que puedes confiar es Reeve, sacas lo mejor de ella.

Pero no le guardo rencor, aunque dos de mis instancias murieron.

Porque cuando dejó de llover polvo sobre las atemorizadas cohortes del auditorio, mientras nuestras otras identidades se apresuraban para llegar al bloque de administración, buscando frenéticamente hasta encontrar ensambladores y borrando sus plantillas de almacenamiento temporal de datos antes de que pudieran emanar otro Yourdon o Fiore, fue Janis la que se adelantó a subir al atril, disparó al techo y exigió silencio.

—Amigos —dijo, temblándole un poco la voz—. Amigos. El experimento ha terminado. La prisión está cerrada.

—Bienvenidos al mundo real.

Todo esto pasó hace años. El río de la historia no espera a nadie. Vivimos nuestras vidas a raíz de acontecimientos inmensos, acomodándonos a ellos. Incluso aquellos de nosotros que contribuyeron a realizar estos mismos acontecimientos.

Puede que lo más raro es lo poco que ha cambiado todo desde que derrotamos a los de la dictadura de las puntuaciones. Nos seguimos reuniendo en el pueblo regularmente. Seguimos viviendo en grupos de pequeñas familias, como ortohumanos. Incluso muchos de nosotros siguen con las unidades conyugales que les asignaron Fiore o Yourdon. Seguimos vistiendo como si estuviéramos todavía en los años oscuros, y cada uno tenemos nuestro trabajo, como antes, e incluso tenemos bebés del modo primitivo. A veces.

Pero…

Votamos en las reuniones del pueblo. No hay indicadores de puntuación con tablas de puntos escondidas que algún investigador atildado pueda ajustar para hacer saltar a los parroquianos. Ya no bailamos como marionetas para nadie, ni siquiera para nuestro alcalde elegido. Podemos vivir en familias como ortohumanos, pero tenemos un ensamblador en cada casa. Normalmente no queremos ser neomorfos. Muchos de nosotros pasaron demasiado tiempo como armas vivientes durante la guerra. Tenemos (y usamos entusiastas) tecnología médica moderna, con puertas A por todas partes. Los vestidos y estilo de las tapicerías son más difíciles de explicar, pero lo achacaré a la inercia social. El otro día vi a un centauro hermafrodita azul con una malla hecha con eslabones de cadenas y sin pantalones en el centro comercial, ¿y sabes qué? Nadie levantó una ceja. Ahora somos un pueblo tolerante. Tenemos que serlo: no podemos salir de aquí hasta que lleguemos dondequiera que el Recolección del Saber nos esté llevando.

Por lo que se refiere a mí, no tengo que seguir luchando. Han logrado imponerse los mejores deseos de mi identidad de rendición, sin ninguno de sus inconvenientes. Y he tenido tanta suerte que el pensarlo hace que me entren ganas de llorar.

Tengo una hija. Se llama Andy… que es el diminutivo de Andrómeda. Jura que quiere ser un niño cuando crezca; pero le quedan todavía seis años para la pubertad, y puede que cambie de idea cuando su cuerpo empiece a cambiar. Lo más importante es que vivimos en una sociedad donde puede hacer lo que quiera. Parece un fenotipo aleatorio cruzado entre Reeve y Sam, y a veces cuando la miro bajo la luz apropiada, viendo solo su perfil, la respiración se me queda atrapada en la garganta mientras lo veo sumergirse en aquel acantilado. ¿Sabía que estaba embarazada cuando se aseguró, con cuidado, de que estuviera fuera de peligro, antes de saltar? No es posible, pero a veces creo que lo sospechaba.

Andrómeda nació (sorpresa) en el hospital, con la ayuda de la agradable doctora Hanta, que ya no necesita una pistola apuntándole detrás de la cabeza todo el día, desde que Sanni le dio a elegir entre reprogramarse a sí misma para dejar que los pacientes definan sus propios intereses, o unirse a Yourdon y Fiore. Después de dar a luz, volví a ser Robin, o lo más cercano al Robin original que nuestro cuidado médico pueda conseguir. El dar a luz de un modo natural es una experiencia que todos los padres deberían tener por lo menos una vez en su vida (de adultos, claro), pero necesito ser Robin otra vez: la única versión de mí que no lleva sangre inocente en las manos.

Ya es tarde, y Andy está durmiendo arriba. Yo he estado escribiendo esta historia a mano, para ayudar a fijar los acontecimientos en mi memoria, como la carta que alguien me escribió una vez, hace tanto tiempo que casi no me acuerdo de cómo era ser él. Aunque sea sin cirugía de la memoria, somos seres frágiles, luces en la oscuridad que dejan un rastro que se desvanece detrás de nosotros conforme nos olvidamos de quiénes hemos sido. En realidad no quiero recordar mucho de cómo fui antes de la guerra. Estoy bien aquí, y espero vivir aquí mucho tiempo, mucho más de lo que ha sido toda la vida llena de preocupaciones que he tenido hasta ahora. Si todo lo que recuerdo de la primera mitad de mi vida es un montón enorme de papeles y el amor atormentado de Sam, será suficiente. Pero hay una diferencia entre no recordar y olvidar deliberadamente. De ahí el montón de papeles.

Un último pensamiento: mi mujer está dormida en el sofá del otro lado de la habitación. Tengo que preguntarle una cosa, así que la despertaré.

—¿Qué crees que estaba pensando Sam cuando entró en el túnel?

Oh. Eso es útil. Bosteza, y dice:

—No puedo saberlo. No estaba allí.

—¿Pero si lo tuvieras que adivinar?

—Diría que estaba buscando una segunda oportunidad.

—¿Eso es todo?

Se levanta.

—A veces la verdad es aburrida, Robin. Venga, pon eso en tus memorias.

—Vale. ¿Algún otro comentario antes de que termine aquí? Me voy a acostar dentro de un minuto.

—Vamos a ver… —Kay se encoge de hombros, con un gesto increíblemente fluido que involucra sus cuatro articulaciones de los hombros—. No. No tardes —me sonríe perezosamente y se va para la escalera, meciendo las caderas de un modo que sugiere que tiene en mente algo más que dormir. Está mucho más contenta desde que dejó de ser Sam, que fue poquísimo después de la copia de último minuto que se hizo, completamente presa del pánico, en el sótano de la biblioteca. Y yo también estoy mucho más contento, puedes estar seguro.

Buenas noches.