El tiempo pasa deprisa, en gran parte porque me paso las tardes con la nariz enterrada en la enciclopedia, intentando remediar mi desesperada ignorancia sobre el sistema reproductivo en los años oscuros, que creo que me está poniendo en una situación de peligrosa desventaja.
El día siguiente es el primero de los cuatro días de vacaciones. Duermo hasta mucho después de que Sam se haya ido a la oficina. Entonces me voy para abajo y trabajo. De las otras nueve casas de nuestra parte de la calle, una la ocupan Nicky y Wolf, pero Wolf tiene trabajo y Nicky, que no tiene mis mismas aspiraciones indomables, se queda durmiendo hasta las doce. Así que me voy a correr una hora, y después estoy toda sudada, pero ya no me quedo sin respiración ni me duele nada. Es primavera en nuestro bioma, y los árboles y las flores están empezando a florecer. El aire está lleno del polvo seminífero aerotransportado que desprende la vegetación hermafrodita. Me produce picor en la nariz, y estornudos, pero algunos de los olores que lo acompañan (y que atrae a los insectos) me gusta.
Después de hacer ejercicio, me ducho, me visto decentemente, y me voy para el centro, a la ferretería, para gastar algo de mi dinero. Ahora me siento mejor gastándomelo, sabiendo que no es el dinero de Sam, aunque creo que todo esto es estúpido, porque es solo un trozo de papel que emiten para el experimento, y no dinero real. Salgo de la ferretería con una antorcha para trabajar el cobre, para fundir y soldar, y con un montón de alambre de cobre y otras cuantas cosas. Después me voy a comprar más chismes que me hacen falta para la casa.
Primero voy a la droguería, con una lista enorme de cosas de las que no había oído hablar nunca hasta ayer (cosas que la enciclopedia recoge bajo el título: salud sexual). Por desgracia, saber qué pedir no significa que lo pueda comprar, y poco a poco me doy cuenta de que las omisiones siguen un patrón. Entiendo que no tengan medicamentos basados en progesterona como medicamentos generales. Pero ¿por qué no tienen compresas? ¿O las fundas para el pene sobre las que he leído? Después de estar buscando media hora llego a la conclusión de que la droguería es inútil por naturaleza. Leyendo, me topé con un artículo bastante chocante sobre creencias religiosas sobre el sexo y la reproducción, y parece como si la droguería siguiera las instrucciones de los sacerdotes hierofantes eclécticos. Algo que me dice que el que no haya anticonceptivos no es una casualidad. Me sorprende que la gente todavía no se haya quejado.
En los grandes almacenes me va mejor. Consigo comprar un microondas nuevo, varios focos que se pueden unir entre ellos, y otras cosas. Después me pongo a buscar una tienda de manualidades. Tardo bastante en encontrar lo que estoy buscando, pero al final descubro en un rincón de la tienda, dentro de unas pastas de cartón, una silueta pequeña de algo que asoma que sirve para tejer. Lo compro junto con un ovillo de hilo de lana, para que a nadie le sorprenda. Entonces cojo un taxi para volver a casa e instalo mi botín en el garaje, al lado de la ballesta sin terminar y de mis otros proyectos.
Es hora de empezar a moverse. Ya es hora de que deje de engañarme a mí misma creyendo que puedo salir de aquí luchando, y que me van a dejar salir dentro de (miro el calendario) otros noventa y cuatro ciclos. Olvida la ballesta y los otros juguetes con los que he estado jugando. Esto sí que es un dilema extremo. Me puedo amoldar como los demás, convertirme en un nativo del programa de bolsillo que han creado, tranquilizarme y seguir adelante y colaborar con el proyecto de crear una generación de inocentes que ni siquiera saben que hay otro universo ahí fuera. ¿Quién sabe? Después de un gigasegundo, ¿me seguiré acordando de que he tenido otra vida? No es que mi identidad anterior a la cirugía me haya dejado mucho a lo que agarrarme…
O puedo intentar descubrir qué es lo que está pasando realmente. Fiore y su oscuro jefe, el obispo Yourdon, están maquinando algo con este programa, eso está claro. No es un simple experimento arqueológico común. Hay muchos aspectos del programa que, al examinarlos más de cerca, se ve que no se ajustan en absoluto a como deberían ser. Si descubro lo que quieren hacer, puede que descubra un modo de salir de aquí.
Por eso dedico muchísimo tiempo a sacar, uno a uno, los alambres de cobre de sus fundas de aislamiento, y a ensartarlos en el telar. El primer paso para descubrir lo que está pasando es conseguir un poco de intimidad. Necesito una bolsa en bandolera forrada con una malla de cobre para que vaya con el mando a distancia (mi nuevo microondas), y no hay forma de comprar una jaula de Faraday en ningún almacén sin levantar sospechas.
Tardo dos semanas en tejer un metro cuadrado de alambre, trabajando a oscuras y solo al tacto. El cobre es realmente difícil de trabajar. Los hilos se rompen o se doblan, se tarda un siglo en sacarlo de la funda de aislamiento, y además, me tengo que ir a trabajar.
Janis se queja de pequeños dolores de espalda y se pasa mucho tiempo en el servicio todas las mañanas, y cuando vuelve está muy pálida. Circulan algunas bromas y chistes sobre ella, lo cual me parece bochornoso. Se le está empezando a abultar también el pecho. Está intentando ponerle al mal tiempo buena cara, pero en el fondo creo que está aterrorizada. El pensar que tiene que dar a luz como un animal (con todo el dolor y el riesgo que ello comporta) asustaría a cualquiera, incluso sin el terror añadido de quedarse atado aquí para siempre, con el producto de tu carne y tu sudor tomado como rehén contra tu voluntad. Lo que me gustaría saber es por qué no existe un movimiento de resistencia. Me imagino que, dentro de un panóptico, si alguien organizara algo así tendría que mantenerlo muy en secreto (o ser muy ingenuo), pero no puedo evitar preguntarme cómo es que no he visto ningún signo de desafío encubierto, por lo menos.
Ele consultado la constitución del Programa YFH en la biblioteca (hay una copia en un atril para que todos la puedan leer), y lo que no dice es tan importante como lo que dice. Hay una declaración de derechos que explícitamente incluye la frase «derecho a la vida» (que, si lees algunas de las historias de la Edad Oscura, no significa lo que un ingenuo moderno puede entender), y después sigue, negando explícitamente todas las expectativas de un derecho a la privacidad, lo que significa que pueden reforzar el programa contra mi voluntad. ¡Puaj! La constitución es una especificación protocolaria pública que define los parámetros en los que opera el sistema legal del YFH. Antes de llegar aquí no parecía importante, pero ahora me horroriza… y me he dado cuenta de que no dice nada sobre el compromiso de libertad de movimiento. Este ha sido un axioma para todas las políticas humanas, prácticamente, desde que, al terminarse las guerras de censura, se terminó con los últimos nidos de Curious Yelow y de los dictadores meméticos. No es que vayas a encontrar mucho sobre todo esto en nuestras estanterías, ya que la historia se para en 2050, por lo menos en esta biblioteca, pero, de todas formas, a todo lo relativo a la historia después de 2005 solo se puede acceder por terminales de ordenador, usando un interfaz de texto conversacional arcano que yo estoy todavía intentando explorar torpemente.
Últimamente estoy viendo poco a Sam. Después de nuestra conversación, incluso después de nuestra poco entusiasta reconciliación, se ha alejado de mí. Puede que haya sido el trauma de saber que es capaz de reproducirse, pero está muy distante. Antes de la pesadilla, antes de que yo arruinara todo lo que había entre nosotros, le daba un abrazo cuando volvía del trabajo. Nos reíamos juntos y charlábamos, y estábamos (estoy segura) cada vez más unidos. Pero desde aquella noche y la discusión, no nos hemos vuelto a tocar. Me siento aislada y un poco asustada. Si nos tocáramos yo… no lo sé. Vamos a ser claros: tengo deseos sexuales, pero basta pensar que me puedo quedar embarazada para que me cague de miedo. Y aunque haya otras cosas que podamos hacer si quisiéramos tener intimidad, creo que toda esta situación es un anafrodisiaco muy eficaz. Así que no puedo culparlo por evitarme tanto. Cuanto antes consiga salir de aquí, antes podrá ir a buscar a su amor romántico… suponiendo que esa perra no se haya cansado de él y no haya ido a buscar un núcleo polígamo donde intercambiar alegremente fluidos corporales cinco segundos después de que él entrara en el programa. Sam está enajenado y, conociendo su suerte, se habrá quedado pillado de alguien a quien yo no le daría ni un día.
Así es la vida.
Cuatro semanas después de empezar a trabajar, y a doce semanas de que Janis tenga que darse de baja por maternidad, tengo otra pesadilla de las que me despierto gritando.
Pero esta vez todo es distinto. Primero, porque Sam no está aquí para abrazarme cuando me despierto. Y después porque siento, con una seguridad de hielo, que esta es real. No es solo un sueño horrible, estoy segura de que esto me ha pasado de verdad. Es algo que la clínica no tenía que borrar.
Estoy sentado en el escritorio de una restringida habitación rectangular sin puertas ni ventanas. Las paredes son de color oro viejo, deslustradas pero iridiscentes, que desprenden arco iris de difracción cada vez que levanto la vista de la mesa. Tengo un cuerpo ortohumano masculino, y no el cuerpo mecánico de batalla de la pesadilla anterior. Llevo puesta una túnica sencilla de uniforme que se parece vagamente a las de los cirujanos confesores de la clínica.
Sobre la mesa, delante de mí, hay una pila de papeles ásperos, tejidos a mano con los bordes harapientos. Los hice yo mismo hace mucho tiempo, y cualquier tipo de chivato incrustado hace ya mucho que murió de viejo. En la mano izquierda tengo una estilográfica sencilla con una empuñadura de hueso que yo mismo esculpí del fémur de mi último cuerpo… una pequeña ostentación personal. En la otra parte del escritorio hay un bote con tinta, y me acuerdo de que conseguir la tinta cuesta una sorprendente cantidad de tiempo y dinero. La tinta no tiene historia. Las partículas de tizne de carbón suspendidas en él son isotópicamente aleatorias. Ni siquiera se puede saber de qué parte de la galaxia proceden. Tinta anónima para una pluma venenosa. Qué adecuado…
Le estoy escribiendo una carta a alguien que no existe todavía. Esa persona va a estar sola, confundida y, probablemente, muy asustada. Siento una gran compasión por ella, en su miedo y soledad, porque yo lo he sufrido, y sé por lo que está pasando. Y estaré allí con él, viviendo con él cada segundo. (Algo va mal. La carta que recuerdo haber leído en la rehabilitación era solo de tres páginas, pero esta es mucho más larga. ¿Qué está pasando?) Me inclino sobre la mesa, agarrando la pluma tan fuerte que me hace una señal entre el índice y el corazón mientras rasgo trazos laboriosos en las hojas fibrosas.
Al recordar la sensación en los dedos, la memoria somática de escribir, tengo la horrible sensación de certeza, la profunda convicción de que me escribí de verdad una carta de veinte páginas, con cosas de mi pasado que necesitaba ver… pero solo tres han llegado hasta mí.
Querido yo mismo:
En este momento te estás preguntando quién eres. Supongo que, a estas alturas, ya se te habrán pasado los bruscos cambios de humor de la adolescencia y que podrás inferir lo que significan los estados emocionales de los demás. Si no es así, te sugiero que dejes de leer inmediatamente esta carta y que la dejes para más tarde. Encontrarás cosas aquí que te perturbarán. Si accedes a ellas demasiado pronto, probablemente terminarás suicidándote.
¿Quién eres tú? ¿Y quién soy yo?
La respuesta a esta pregunta es que tú eres yo y no soy tú, pero a ti te faltan algunos recuerdos clave… lo más importante, todo lo que ha significado algo para mí durante los últimos dos gigasegundos y medio. Es demasiado tiempo. Antes de la Aceleración no había muchos humanos que vivieran tanto. Así que supongo que te estarás preguntando por qué (tu identidad anterior) puede querer borrar todas esas experiencias. ¿De verdad fueron tan malas?
No, no fueron tan malas. De hecho, si no me hubiera sometido a la cirugía profunda de la memoria un par de veces antes, estaría aterrorizado. Tengo cosas ahí, en la cabeza, que no quiero perder. Olvidar es un poco como morir, y olvidar setenta años Urth de memoria de una vez es casi como morir.
Por fortuna, el olvido, como la muerte, es reversible en nuestros días. Ve a la casa de Rishael el Excepcional en el bloque 54-Honey-September del programa Jane Sunrise y, después de darles una muestra de tejido, pregunta si puedes hablar con Jordaan. Él te explicará cómo recuperar mis últimos impresos del depósito y cómo fusionártelos otra vez en la mente. Es un proceso difícil, pero son cosas que te pertenecen y que te proporcionaron una profunda felicidad cuando tú eras yo. De hecho, es lo que me nace ser yo mismo… y su falta es lo que te define en relación a mí.
Además, una de las cosas que encontrarás en el impreso es el recuerdo de cómo acceder a un fondo fiduciario con un cuarto de millón de ecus.
(Sí, soy un gusano manipulador: quiero que te vuelvas a convertir en mí, antes o después. No te preocupes, tú eres un gusano manipulador, también… tienes que serlo si estás vivo para leer esta carta).
Ahora, lo más importante.
Te estás recuperando de un borrado profundo de memoria. Estarás pensando que después de tu recuperación podrás salir y que dispondrás del año que normalmente uno pasa buscándose una vocación, un sitio donde vivir, que te harás amigos y conocerás amantes, y que te harás una vida. No. El motivo por el que te estás recuperando de un borrado de memoria es porque la gente para la que trabajas ha notado una conducta perturbadora de los acontecimientos que tienen lugar en la clínica de Blessed Singularity gobernada por los cirujanos confesores de la ciudad de Zone Darke en la República Invisible. A algunas personas que están saliendo de la cirugía se les está ofreciendo participar en un proyecto histórico psicológico de investigación que pretende estudiar las condiciones sociales de los primeros años de la Edad Oscura mediante roleplay. Algunas de estas personas tienen una historia bastante cuestionable: algunos de ellos son hasta criminales de guerra fugitivos.
Tu misión (y no, no tienes ninguna elección… porque ya me he comprometido) es entrar en el Programa YFH, descubrir qué está pasando, y volver para contárnoslo. Parece fácil, ¿no?
Pero hay un problema. La comunidad de investigación se ha establecido dentro de una antigua prisión militar, una casa de cristal, que se usó como centro de reprogramación y rehabilitación después de la guerra. En su momento se consideraba a prueba de fugas, y es verdad que se trata de una instalación muy segura. Hay otros agentes que ya han entrado. Un compañero tuyo con mucha experiencia ha desaparecido completamente, y hace ya más de veinte ciclos que superó el límite de criticidad. Otro apareció once ciclos más tarde, informó al nódulo de información preestablecido e hizo detonar un dispositivo oculto de antimateria, matando a la instancia del oficial que estaba al cargo.
Creo que ambos agentes se habían puesto de acuerdo porque habían sido introducidos en la prisión tras una gran preparación y entrenamiento. No sabemos lo que hay detrás de la puerta de salto a gran distancia que lleva al Programa YFH, pero su sistema de seguridad es fuerte. Creemos que cuentan con cortafuegos fronterizos y una operación de contraespionaje basada en instalaciones de vigilancia de una prisión de máxima seguridad. Seguramente examinarán tu vector de carga y comprobarán cuidadosamente tu pasado antes de admitirte en el programa. Por este motivo tengo que someterme a una disección profunda de la memoria. En otras palabras: lo que no sabes no podrá traicionarte.
Por cierto, si estás teniendo sueños lúcidos sobre todo esto, significa que vas con retraso. Este es el sistema de emergencia secundario de información. Me van a borrar parcialmente estos recuerdos (se desconectarán, pero no se destruirán) antes de ir a la clínica de la ciudad de Zone Darke. Se trata de borrar los enlaces asociativos de los datos, pero no los datos en sí mismos. Resurgirán a tiempo, espero que incluso después de que los cirujanos confesores trabajen sobre los otros recuerdos que les he pedido que redacten. No pueden borrar lo que no soy consciente de haber olvidado.
¿De qué trata tu misión?
Te puedo decir muy poco sobre esto. Nuestros informes son alarmantemente incompletos, y hasta cierto punto son el desecho de una red activada por la coincidencia de encontrar los nombres de Yourdon, Fiore y Hanta en el mismo sitio.
Durante las guerras de censura, el Curious Yellow infectó virtualmente todas las puertas A de la República de Es. No sabemos quién creó el gusano, ni por qué, porque este virus fue creado con el único propósito de hacer estallar una guerra psicológica con el objetivo de borrar todos los recuerdos y datos de algo sin importancia. Ocupando los ensambladores, el Curious Yellow se aseguraba de que todos los que necesitaran cuidados médicos, comida, provisiones materiales, o cualquier otra necesidad de la civilización, tuvieran que someterse a la Censura. Ni que decir tiene que algunos de nosotros nos opusimos abiertamente, provocándose la consiguiente guerra civil (en la que la República de Es fragmentó el sistema de políticas de cortafuegos), dando lugar a que se perdieran la gran mayoría de los datos de ciertas áreas clave. En concreto, los principales servicios de la República (la estructura del tiempo y la capacidad de autenticar la identidad) se perdieron. La situación era complicada, después de frenar el curioso gusano amarillo de la censura, el Curious Yellow, porque surgieron dictadores que aprovecharon su software para propagar sus propias ideologías perniciosas y sus estructuras de poder. De este modo, en el caos que siguió, se perdió todavía más información.
Entre las cosas de las que tenemos muy poca información están la historia y los orígenes de un cierto tipo de personal militar que el Curious Yellow reclutaba en células durmientes hasta que el gusano consideraba que estaba siendo atacado por disidentes armados con puertas A limpias. Lo mismo sucedía con los peligrosos oportunistas que aprovechaban la capacidad del Curious Yellow para crear sus propios imperios de bolsillo. Yourdon, Fiore y Hanta nos llamaron la atención en relación con las organizaciones de guerra psicológica de no menos que dieciocho dictadores locales cognitivos. Son gente extraordinariamente peligrosa, pero en este momento están fuera de nuestro alcance porque, para decirlo en pocas palabras, están ofreciendo algún tipo de servicio a las fuerzas militares de la República Invisible.
Lo que sabemos de las células durmientes es lo siguiente: durante los últimos megasegundos de la guerra, antes de que los aliados consiguieran destrozar y esterilizar las últimas redes del Curious Yellow algunos de los más altos dictadores colaboracionistas entraron en la clandestinidad. Ya hace casi dos gigasegundos que terminó la guerra, y hay mucha gente que considera una pura fantasía el retorno del Curious Yellow. Sin embargo, no creo que se puedan ignorar las posibles amenazas solo porque no parezcan lógicas. Si el Curious Yellow creó de verdad células durmientes, como paquetes de infección diseñados para explotar mucho después de que la oleada inicial fuera suprimida, no perseguirlas sería un tremendo error. Mi preocupación principal es que algunos aspectos del protocolo experimental del Programa YFH, tal y como se ha publicado, parecen tener una capacidad alarmante de redirigirse en esta línea.
La razón principal por la que he querido someterte a un borrado casi completo de la memoria antes de infiltrarte en el Programa YFH es esta: sospecho que cuando a los sujetos experimentales que entran en el programa se les da un cuerpo nuevo, se les filtra a través de puertas A infectadas con una nueva copia viva parcheada del Curious Yellow. Por lo tanto, una redacción anterior de la memoria es el único modo seguro de prevenir que una puerta infectada te pueda identificar como una amenaza que sus propietarios quisieran eliminar.
Me veo a mí mismo escribiéndome esta carta. La leo tan claramente como si estuviera escrita en mi propia carne. Pero no veo ninguna marca en el papel, porque a mi identidad anterior se le ha olvidado meter la pluma en el tintero, y ya hace mucho que ha dejado de rasgar las ásperas hojas sobre las que escribe. Es como si estuviera detrás de sus hombros, aunque su cabeza no se interpone en mi campo de visión, e intento gritarle, ¡No! ¡No! ¡No es así como lo hiciste! Pero no se oye nada porque es un sueño, y cuando intento coger la pluma, le traspaso la muñeca con la mano, y sigue escribiendo en mi cerebro desnudo con su tinta de sangre y neurotransmisores.
Empiezo a notar el pánico, porque estar atrapado con él en esta celda me ha traído recuerdos a la memoria, recuerdos que él había borrado astutamente para evitar activar fábricas de redacción del Curious Yellow. Es como una fiesta móvil de los horrores y la exultación y la vida sin límites. Es demasiado para poder soportarlo, es demasiado intenso, porque ahora recuerdo el resto de mi sueño anterior de espadas y armaduras y la doble masacre a bordo del cilindro de un programa condicionalmente liberado. Me acuerdo del modo en que nuestra puerta A, de repente, dejó de funcionar y se estrelló al final del rescate cuando le estábamos lanzando las últimas cabezas y cómo Loral se volvió hacia mí y dijo «¡Qué mierda!» con un tono de voz hastiado, cansado de la vida, y cómo yo me fui de allí y me programé a mí mismo para un borrado profundo porque sabía que si no lo hacía, el recuerdo de todo esto haría que me despertara gritando el resto de mis días…
… y me despierto. Y consigo llegar al cuarto de baño justo antes de que el estómago empiece a darme retortijones convulsivamente como si intentara salírseme por la boca y escapar.
No puedo creer que haya hecho esas cosas. No creo que haya podido cometer esos crímenes. Pero me acuerdo de la masacre como si fuera ayer. Y si esos recuerdos son falsos, ¿qué hay del resto de mí?
No es una total coincidencia que al día siguiente salga por primera vez con mi bandolera. Empezó como un vinilo verde rectangular. Ahora luce un forro negro de nailon que le he cosido entre muchas blasfemias y chupetones cuando me pinchaba los dedos al tapar el cobre brillante que lleva dentro. Parece una bolsa de la compra, hasta que despliego el flap interno. Cuando está abierto parece una bolsa de la compra llena, con un dispositivo trasero para tapar el contenido. En este momento lleva una caja de café expreso molido extremadamente fuerte, un cono de filtros, y otras cosas pequeñas que son inofensivas pero censurables en su conjunto, si se supiera qué es lo que se está viendo. Es bueno que la bolsa parezca anónima porque, a no ser que mis recuerdos sean una alucinación, lo que me llevaré para casa hoy va a ser mucho menos inofensivo que algunos granos de café.
Llego al trabajo tan temprano como siempre y me encuentro a Janis en la sala del personal, pálida y con mal aspecto.
—¿Náuseas matutinas? —le pregunto. Asiente con la cabeza—. Te entiendo. Mira, ¿por qué no te quedas aquí, y yo me encargo de las devoluciones? Pon los pies en alto. Si necesito que me ayudes, te llamo.
—Gracias. Lo haré —se apoya contra la pared—. Hoy me habría quedado en casa, pero Fiore va a venir…
—Deja que yo me encargue —le digo, intentando no parecer sorprendida. No me lo esperaba tan pronto, pero tengo la bolsa, así que…
—¿Estás segura? —me pregunta.
—Sí —sonrío para tranquilizarla—. No te preocupes por mí, le dejaré entrar y que trabaje en sus cosas.
—Vale —me dice, con gratitud, y yo me voy a trabajar.
Primero apilo las devoluciones de ayer en un carrito y las pongo en las estanterías, catalogándolas lo más rápido que puedo. Solo me lleva unos minutos… muchos de los residentes no se dan cuenta de que leer es solo una opción recreativa, y solo unos pocos sacan libros con regularidad. Pero después me salto el polvo y lo que me tocaba limpiar hoy, y en vez de limpiar, cojo la bolsa de detrás del mostrador de recepción, la pongo en la bandeja más baja del carrito y me voy hacia las estanterías de la sección de referencia que hay en la otra habitación, donde se almacenan los documentos de la iglesia.
Meto en la bolsa un diccionario de tabúes sexuales que tenemos en las estanterías de referencia porque por alguna extraña interpretación de los años oscuros se cree que las bibliotecas no prestarían este tipo de libros. Será mi coartada en caso de que me pillen, algo desagradable, pero evidentemente trivial. Después dejo el carrito justo donde está, con la bolsa escondida en la bandeja más baja, donde no se vea mucho. Vuelvo al mostrador. Me sudan las manos. Fiore vendrá a ver el archivo, así que voy a tener que adelantar mis planes. Janis lo ha atendido siempre, pero está mala, y hoy me estoy encargando yo de todo, así que no hay razón para retrasar lo inevitable. De todas formas, tengo preparadas todas las excusas. Casi no he podido dormir últimamente para tenerlas todas listas en la cabeza.
Sobre las doce un coche negro se detiene y aparca enfrente de las escaleras de la biblioteca. Dejo el libro que estoy leyendo y me pongo de pie detrás del mostrador a esperarlo. Un zombi con uniforme sale y abre la puerta de atrás, y espera a un lado a que salga un hombre regordete. El pelo negro y graso le brilla a la luz del sol: el alzacuellos blanco le separa la cara del resto del cuerpo, como si pertenecieran a dos mundos diferentes. Sube los escalones que hay delante de la puerta y la abre, acercándose al mostrador.
—La sección de referencia especial —me dice con sequedad. Entonces me mira a la cara—. Ah, Reeve. No te había visto antes por aquí.
Le sonrío de un modo enfermizo.
—Soy la aprendiz de la biblioteca. Janis no se encuentra bien esta mañana, así que hoy me estoy encargando yo de todo.
—¿No se encuentra bien? —me mira muy serio. Le devuelvo la mirada. Fiore ha elegido un cuerpo imponente, pero que roza la vejez o, como dirían los antiguos, la tercera edad. Su sobrepeso es casi obesidad, es rechoncho y grande pero poco más alto que yo. Se le mueven las mejillas cuando habla, y se le ven mucho los agujeros de la nariz. En este momento tiene los orificios de la nariz inflados, mientras olfatea desconfiadamente, y encoge sus pobladas cejas mientras me examina. Huele a algo rancio y orgánico, como si hubiera pasado demasiado tiempo en un campo de abono.
—Sí, tiene náuseas matutinas —le contesto con sencillez, esperando que no me pregunte dónde está.
—Náuseas matutinas… ¡oh, ya veo! —separa las cejas al instante—. ¡Ah, las pruebas que tenemos que pasar! —Su voz destila como un porrazo de compasión—. Seguro que todo esto es difícil para ella, y para ti. Llévame a la sección de referencia y no te molestaré, hija mía.
—Por supuesto —me dirijo a la puerta de al lado—. ¿Si quiere acompañarme? —sabe perfectamente dónde está, el sapo repugnante, pero está obsesionado con las apariencias. Lo acompaño hasta la puerta de la sección de referencia, que está siempre cerrada. Saca un manojo pequeño de llaves, mientras murmura para sí mismo, y la abre—. ¿Le apetece una taza de té o de café? —le pregunto, indecisa.
Se para y me lanza otra mirada de pescado muerto.
—¿No va contra las normas de la biblioteca? —me pregunta.
—Normalmente sí, pero usted no va a estar en la biblioteca propiamente dicha —balbuceo—, estará en el archivo y es una persona responsable, así que pensé que podría ofrecerle…
Deja de interesarse por mí.
—Un café estaría bien. Con leche y sin azúcar —lo pierdo de vista cuando entra en la habitación, dejando las llaves en la cerradura.
Ahora. Con el corazón que se me va a salir del pecho, me voy a la sala del personal. Janis se había quedado dormida, y cuando abro la puerta se incorpora de un salto, pálida.
—Reeve…
—Todo va bien —le digo, mientras me dirijo a la cafetera y la lleno—. Fiore está aquí, le he abierto. Oye, ¿por qué no te vas a tu casa? Si no te encuentras bien, no deberías quedarte aquí, ¿no?
—Me lo estaba pensando —Janis mueve la cabeza. Yo busco el café y los filtros y preparo la taza más grande que encuentro. Meto el café en el filtro sin ningún cuidado, hasta que me doy cuenta de que si lo hago demasiado fuerte sería igual que no hacerlo—. No deberías beber tanto, Reeve. No es bueno.
—¿De verdad? —pregunto distraídamente, mientras le quito el papel a una tableta de chocolate que compré en la droguería y desmenuzo la mitad entre los granos del café cuando la cafetera empieza a pitar. Meto el resto dentro del papel, haciendo una pelota, y la tiro a la papelera.
—Si piensas salir de aquí… —dice Janis.
—Como te decía, puedo llamar a un taxi…
—No, quiero decir salir de aquí —me doy la vuelta y veo que me está mirando como si fuera un animal atrapado. Es uno de esos momentos de agonía existencial cuando el capullo de la mentira que hacemos girar en torno a nosotros mismos para disimular las grietas de la verdad se deshace como el barro, y nos quedamos mirando algo horrible. Janis ha descubierto el error, igual que yo, solo que para ella ha sido peor—. ¡No puedo más! Me llevarán al hospital y harán pasar un cráneo por mi vagina, y después pasará algo y me desangraré y me llevarán a Hanta para que me ponga su gusano de la censura domesticado. Y saldré del hospital sonriendo, como Yvonne y Patrice, y no quedará nada de mí, y se habrán ganado a esa cosa que creerá ser yo y…
La cojo con fuerza.
—¡Calla! —le digo al oído—. ¡Esto no va a pasar! —Solloza, con un aullido atroz que le crece por dentro, y que si deja escapar, me jode el plan, porque Fiore podría oírnos—. Tengo un plan.
—¿Qué tienes qué?
El agua de la cafetera está hirviendo. Alejo un poco sus manos y consigo apagarla.
—Escucha. Vete a casa. Ahora, en este mismo instante. Déjame Fiore a mí. Tranquilízate. Cuanto más solos pensemos que estamos, más solos estaremos. No permitiré que enreden en tu cabeza —le sonrío para tranquilizarla—. Confía en mí.
—Tú —Janis se sorbe los mocos ruidosamente, después me suelta y coge un pañuelo del cajón de la mesa—. Tú tienes… no, no me lo digas —se suena la nariz y respira profundamente, después me vuelve a mirar, con una mirada larga, dura, como si me estuviera evaluando—. Me lo debería haber imaginado. Tú no te dejas pisotear, ¿eh?
—No, si puedo evitarlo —levanto el cacharro con el agua hirviendo y la vierto en el embudo, para que empape los granos de café, saco los alcaloides con xantina y los disuelvo en medio tubo de laxante, escurriendo el glucósido senósido y la cafeína altamente diurética en la taza con el vapor del café que, con suerte, hará que Fiore salga disparado para el cuarto de baño una media hora después de tomárselo—. Tú intenta tranquilizarte. Si todo va bien, dentro de un par de días te lo contaré todo.
—Muy bien. Tienes un plan —se suena la nariz—. Y quieres que me vaya a casa. Esa es la cuestión.
—Sí. Ahora mismo, sin que Fiore te vea por aquí… le he dicho que estabas en tu casa porque no te encontrabas bien.
—Vale —consigue sonreír sin fuerza.
Echo un poco de leche en el café y lo cojo.
—Yo solo voy a darle al reverendo su café —le digo.
—A darle… —abre los ojos de par en par—. Entiendo —descuelga su chaqueta de la percha de detrás de la puerta—. Entonces, será mejor que me quite de en medio —me sonríe abiertamente—. ¡Suerte!
Y se va, dejándome sola en la habitación para que le lleve a Fiore su café con todo lo demás.
Los planes más sencillos suelen ser los mejores.
Todo lo que intentara hacer en el sistema informático de la biblioteca, lo controlarían, y en cuanto encontrara algo interesante, ellos lo sabrían. Seguramente está ahí como un tarro de miel, para cazar al que sea demasiado curioso y no sea lo suficientemente paranoico. Y aunque no fuera así, lo más normal es que no sea de gran ayuda, porque estas interfaces no solo son misteriosas, sino que además son idiotas.
Ponerles una trampa a estos paranoicos profesionales requiere habilidad, inteligencia, y pensamiento divergente. Y lo que yo pienso es: si Fiore y el obispo Yourdon y su equipo de experimentadores tienen un punto débil es su dedicación al espíritu de la investigación. No usarán técnicas de vigilancia avanzadas si son anacrónicas, pudiendo usar técnicas no intrusivas que ya existieran en la Edad Oscura. Y no usarán metaestructuras de información accesibles por enlace de red pudiendo usar manuales escritos e informes en papel. (O esto, o lo que escriben en papel es secreto de verdad, material que no quieren que entre en el sistema de códigos ejecutables en caso de que los atacaran).
El depósito ultraseguro de la biblioteca es una simple habitación llena de estanterías con archivos de papel, sin ventanas y con una puerta con cerradura. ¿Qué más necesitan? Nos han encerrado en una prisión militar, una red de sectores de recintos de una órbita anónima, sometidos a una constante vigilancia, flotando en las inexploradas profundidades del espacio interestelar, cuyas coordinadas y elementos orbitales se desconocen, interconectados por puertas T que los dueños pueden encender o apagar cuando les parezca, y cuyo único acceso desde el exterior es por una única puerta de salto a gran distancia protegida. Y no solo esto. Los experimentadores parecen tener a un cirujano confesor rufián dirigiendo el hospital. Las alarmas antirrobo serían una redundancia.
Después de llamar a la puerta y darle a Fiore su café, voy a la sección de referencia y me quedo esperando, hojeando una enciclopedia. (Descubro que los antiguos tenían ideas muy extrañas sobre la neuroanatomía y, especialmente, sobre la plasticidad evolucionista. Supongo que esto explica algunas de sus ideas sobre la separación de los sexos).
No tengo que esperar mucho. Fiore entra en la oficina dando tumbos y buscando algo.
—Tú… ¿hay un servicio por aquí? —me pregunta, mirando por todas partes, asustado. La frente le brilla bajo los tubos de las luces.
—Por supuesto, está cruzando la sala del personal… por aquí —me dirijo hacia la sala del personal pausadamente. Fiore va dando pasos pequeños, y respirando pesadamente.
—Más rápido —dice refunfuñando. Me echo a un lado y señalo la puerta—. Gracias —añade, mientras entra. Oigo que toquetea los pestillos y el ruido de una tapadera.
Excelente. Con suerte estará ocupado en sus asuntos un buen rato, hasta que empiece a buscar el papel higiénico, que no hay porque lo he escondido.
Vuelvo a la puerta del depósito de documentos privados. Fiore ha dejado la llave en la cerradura y la puerta entreabierta. ¡Oh no! He sacado la barra de jabón, el cuchillo afilado y el rollo de papel higiénico, pero me he dejado la bolsa en el carrito. ¡Qué descuido!
Pongo el pie entre la puerta y el marco de la pared para que no se cierre mientras presiono la llave sobre la barra de jabón, por los dos lados, con cuidado para conseguir una impronta bien definida. Me lleva solo unos cuantos segundos, después uso el papel para limpiar la llave y para envolver el jabón, que vuelvo a meter en la bolsa. La llave es un instrumento plano de metal. Aunque hay una posibilidad de que tenga incorporado algún tipo de dispositivo de rastreo por si se pierde, no se ha perdido… se ha movido unos diez centímetros mientras Fiore se estaba desahogando. Y estoy bastante segura de que no tiene dentro ningún truco estúpido de autentificación criptográfica, porque si así fuera, ¿para qué lo iban a camuflar como una llave de cerradura pasada de moda? Las cerraduras mecánicas son sorprendentemente seguras cuando te estás defendiendo contra intrusos que están más acostumbrados a tratar con instrumentos de seguridad de software. Por último, si hay algún lugar que no esté bajo vigilancia visual, es la bóveda donde Fiore guarda sus documentos de alto secreto, mientras que el cura está dentro. Esta es la cadena de suposiciones en la que me estoy basando para arriesgarme la vida.
Me aseguro de que la bolsa esté bien escondida en el fondo del carrito antes de volver silenciosamente hacia la sala de personal. Y pasa un minuto antes de empezar a oír que Fiore está pidiendo quejosamente el papel higiénico.
El resto del día pasa muy lento, sin tener a Janis para bromear. Fiore se va una hora después, refunfuñando y quejándose de su digestión. Pongo la barra de jabón en el pequeño refrigerador de la sala del personal donde tenemos la leche. No quiero arriesgarme a que se derrita o se deforme.
Por la noche, cierro y me voy a casa con el corazón en la boca, y con la blusa pegada a la espalda por el sudor. No es inteligente por mi parte, lo sé. Placiendo esto, me estoy arriesgando peligrosamente. Pero si no lo hago, lo que pasará a largo plazo es peor que nada de lo que pueda pasarme a mí si me pillan con un libro de la biblioteca de la colección de referencia y una barra deformada de jabón. No seré yo la única que caiga gritando. Janis sabía algo sobre el Curious Yellow y temía que la estuvieran vigilando. No sé por qué, o de dónde viene, pero no es una buena señal. ¿Quién es Janis?
Antes de entrar en casa paso por el garaje. Ha llegado la hora de encender por primera vez el matabichos a toda potencia. El matamosquitos es un microondas barato que compré hace unas cuantas semanas. Le he quitado la tapa, y he hecho algunas modificaciones creativas con los cables. Un horno microondas es, básicamente, una jaula de Faraday con un emisor de microondas fuerte. Está preparado para emitir energía electromagnética a una longitud de onda que el agua que haya en cualquier tipo de comida que metas absorbe con fuerza. En fin, esto no es bueno para mí, pero con algunos trucos creativos he conseguido modificar el magnetrón con grandes resultados. Ahora emite una clamorosa variedad de longitudes de onda, y aunque no cocinará la cena muy bien, destrozará cualquier tipo de circuito electrónico que se le ponga dentro. Abro la puerta y le meto todo lo que llevo en la bolsa y después encuentro, dentro del tejido, la barra de jabón. Realmente no lo quiero electrocutar… Fiore empezaría a sospechar si le entra cagalera cada vez que viene a la biblioteca cuando yo estoy de servicio.
Cierro la puerta del horno y hojeo el libro unos quince segundos. Después aprieto un botón de la tabla para cortar el pan que he pegado al lado del horno. No se enciende ninguna luz. No hay nada que dé señales de vida, así que parece que he conseguido matar al bicho que corre por el dorso del libro. Bueno, ya veremos cuando lo devuelva a la biblioteca. Si Fiore me señala en la iglesia pasado mañana, sabré que me he equivocado, pero sacar a escondidas una noche un libro porno de la biblioteca no es lo mismo que robar las llaves de…
¡La escayola! Me maldigo en silencio. Casi se me olvida. Vuelco la cantidad suficiente de escayola en un yogurt vacío con manos temblorosas, después la mido en un vaso de agua y revuelvo la masa con una cucharilla hasta que empiece a calentarse tanto que tenga que pasármelo de una mano a la otra.
Después de diez minutos, recubro una bandeja de hornear con una sustancia pegajosa, blanquecina y húmeda (yeso, sulfato de calcio humedecido). Esperando que se haya enfriado lo suficiente, presiono por los dos lados de la barra de jabón un par de veces. Me pongo nerviosa porque me preocupa que el jabón se ablande y se derrita, así que hago la primera impresión demasiado pronto, cuando la escayola está tan blanda y mojada que se queda pegada al jabón, pero al final decido que esto bastará. Así que cubro la bandeja con un paño fino y entro en casa. Son casi las diez, tengo hambre y estoy agotada. Mañana es mi día libre, pero voy a tener que ir a trabajar de todas formas, para ver a Janis y asegurarme de que esté bien. Pero la próxima vez que Fiore vaya al depósito, estaré preparada para entrar a escondidas en cuanto se haya ido. Y por fin veremos qué es lo que tiene escondido allí dentro…