Nota del autor

Escribir una novela basada en la obra de H. P. Lovecraft sin mencionar ni una sola vez (bueno, o solo una vez) su nombre ni el de ninguno de sus dioses y criaturas ominosas, y que pudiera ser leída y apreciada por aquellos que nunca se han acercado a Lovecraft, me parecía un reto que debía aceptar. La idea de considerar la obra lovecraftiana como una especie de religión es ya una vieja tradición en el mundo de la literatura de fantasía, y no carece de cierta lógica: a fin de cuentas, este genial «profeta» creó nuevos númenes, reunió adoradores en torno a él e inventó ritos y plegarias. Conforme redactaba mi novela, sin embargo, comprobé que un sinfín de nuevas posibilidades se abría ante mí como cajas chinas, permitiéndome reflexionar sobre aspectos que iban más allá de HPL. No obstante, ¿qué hubiera sido de este libro sin el enjuto caballero de Providence? Su llama prendió mi imaginación hace más de treinta años y sigue ardiendo como el primer día… ¡Gracias por esa mágica luz, señor Lovecraft!

Estoy en deuda con otra mucha gente que aquí y allí, en este mundo y en otros, me han ayudado en el proyecto. Jack Jaeger, Robert Wermli Sr. y, en particular, Will Forman, experto en diseño de submarinos, mantuvieron conmigo una incansable conversación sobre el abismo y las múltiples maneras de llegar a (y vivir en) él. Gracias a ellos, y a todos los que en Japón y Nueva Zelanda me ayudaron a conocer mejor lo que después no iba a contar, pero que influyó en lo que sí conté. No quiero dejar de mencionar la extraordinaria organización del New Zealand International Arts Festival y el trato exquisito de sus responsables.

Mis agentes Carina Pons, Gloria Gutiérrez y Carmen Pinilla, de la agencia Carmen Balcells, tienen un oficio mágico: logran transformar lo que no son sino ideas abstractas mostradas en la pantalla de un ordenador en un libro capaz de llegar a cualquier lector. Les agradezco también el constante ánimo y ayuda que me brindan.

No menos mágica es la intervención de los lectores, que transforman el libro, de nuevo, en ideas abstractas que regresan a mí por la misma pantalla, con el concurso de la red y espacios como el Foro de mi página web o el resto de los foros: ¡a todos ellos, muchas gracias!

Por último, sin María José, José y Lázaro nada de esto (incluyéndome) tendría sentido.