Fecha: 15 de septiembre de 1950.
Fuerzas en liza: Fuerzas estadounidenses y de quince países, bajo la bandera de Naciones Unidas, contra el ejército norcoreano.
Personajes protagonistas: El general Douglas MacArthur, el general Walton Walker, el general Edward Almond y el presidente Syngman Rhee. El presidente Kim Il-sung y el mariscal Choi Yong-kun.
Momentos clave: La formación del Perímetro Pusan, la toma de la isla de World of Life-do (Wolmi-do) y la reconquista de Seúl.
Nuevas tácticas militares: El inicio del rearme nuclear que caracterizará a toda la Guerra Fría. Se enfrentaron aviones a reacción de ambos bandos por primera vez en la historia.
En 1950, la Guerra Fría se calentó cuando el dictador comunista norcoreano Kim Il-sung invadió la proamericana Corea del Sur. Para detenerlo, el general norteamericano Douglas MacArthur ideó un temerario y audaz plan de desembarco en la ciudad portuaria de Inchon para rechazar al ejército invasor hacia el norte. Al igual que en la batalla de Normandía durante la Segunda Guerra Mundial, en Inchon el desembarco anfibio fue de vital importancia. Las consecuencias estratégicas de este enfrentamiento afectaron a la continuación de la guerra de Corea. A partir de Inchon, los norcoreanos empezaron una rápida retirada a sus líneas de abastecimiento. Los soldados norteamericanos, apoyados por las tropas internacionales de la ONU, llevaron a los invasores de regreso al otro lado del paralelo 38º. Después de esta batalla las cosas ya no volverían a ser igual para las tropas del dictador Kim Il-sung.
Hasta 1945 la península de Corea estuvo bajo el protectorado japonés como consecuencia de la victoria nipona en la guerra de 1904-1905 contra Rusia. Cuando Japón la perdió, tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial, fue ocupada por la URSS y Estados Unidos, tomando como línea de división el paralelo 38º conforme a las decisiones de Potsdam. En 1948, cuando el gobierno soviético ya había retirado sus tropas, la polarización política e ideológica de la Guerra Fría impidió la reunificación de Corea, que quedó partida en dos estados: Kim Il-sung pasó a ser primer ministro de la República Democrática Popular de Corea, con capital en Pyongyang, e instaló una dura dictadura comunista en el norte; Syngman Rhee estableció una dictadura pronorteamericana en Corea del Sur y puso su capital en Seúl. Sin embargo, Kim Il-sung no desistió de su idea de unir ambos países, aunque esto supusiera la invasión del vecino del sur.
En el verano de 1950, la confusión reinaba en gran parte de Asia. El triunfo de la revolución comunista en China el 1 de octubre de 1949 alteró completamente el equilibrio geoestratégico en ese continente. En la península de Corea —con Estados Unidos en pleno repliegue de sus tropas— los dos regímenes estaban radicalmente enfrentados. Kim Il-sung, fanático y engreído como pocos dictadores del siglo XX lo fueron, gobernaba el norte con mano de hierro. «Era el hombre que daba todos los pasos, tomaba todas las decisiones y manipulaba tanto a los chinos como a los soviéticos para que le apoyaran», mantiene el teniente general del Cuerpo de Marines estadounidense, Bernard Trainor.
COMUNISTAS CONTRA CAPITALISTAS
El 25 de junio de 1950, 135 000 norcoreanos cruzaron el paralelo 38º e invadieron Corea del Sur. Muy rápidamente ocuparon la mayor parte del país, dando comienzo a un conflicto entre el norte (comunista) y el sur (capitalista) que duraría hasta el 27 de julio de 1953. Fueron tres años de choques fronterizos entre dos regímenes rivales, cada uno apoyado por potencias extranjeras. En cierto modo, muchos historiadores se refieren a este conflicto como a una guerra civil. Pero también fue parte de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Es más, en Corea se produjo el primer encontronazo bélico entre ambos, iniciándose una etapa de conflictos internacionales —y una competencia ardua y feroz— que duraría hasta la caída del Muro de Berlín.
El ataque sorpresa del ejército norcoreano, al mando del mariscal Choi Yong-kun, usando equipo soviético, tuvo un éxito aplastante. En unas setenta y dos horas, las tropas llegaron a los arrabales de Seúl, que fueron atacados con el bombardeo de artillería, morteros y lanzagranadas y se convirtieron en un humeante mar de llamas. Los cazas norcoreanos Yak-9 recorrían el cielo sin oposición y atacaban numerosos centros estratégicos. El gobierno surcoreano de Syngman Rhee se tuvo que trasladar a Taejon. Una verdadera oleada de refugiados taponaba las carreteras en dirección al sur.
En pocos días, las fuerzas surcoreanas —mal equipadas, sin carros de combate ni aviones y con muy escasa artillería— ya estaban en total retirada. «Se trató de una versión asiática de la guerra relámpago, al estilo de las de la Wehrmacht en la guerra mundial. Los norcoreanos entraron en oleadas por la frontera y empujaron al ejército surcoreano», explica Bernard Trainor.
Ante el ataque, los noventa y cinco mil soldados de las Fuerzas Armadas de Corea del Sur y el pequeño grupo de quinientos militares norteamericanos que quedaba en el país se refugiaron a las afueras de Busan (Pusan), la segunda ciudad más grande de Corea y el más importante centro marítimo (el único puerto utilizable en todo el país por buques de gran calado), situada en el extremo de la costa sureste de la península. Allí se estableció una zona de resistencia conocida como «Perímetro Pusan», al mando del general Walton Walker. Se trataba de una franja de terreno que, en dirección norte-sur, tenía 145 kilómetros a lo largo del río Nakdong, y de este a oeste ocupaba 97 kilómetros en dirección al mar del Japón, y que obligaba al ejército norcoreano a alargar sus líneas y dificultaba el abastecimiento de sus tropas.
Corea del Sur recurrió a Naciones Unidas en busca de ayuda. Para Estados Unidos se trataba de un país remoto del que ya había declarado «no tener ningún interés estratégico». Así, según explicó Henry Kissinger, su utilidad principal era demostrar que toda agresión seria castigada. Tampoco permitiría una conspiración comunista inspirada por Moscú… aunque la realidad era muy distinta. Y es que Stalin tenía mucho más que perder en una guerra que Estados Unidos, país con un potencial nuclear mucho mayor que el soviético.
Washington consiguió un mandato del Consejo de Seguridad de la ONU para dirigir un ejército que hiciera frente a la agresión norcoreana. La Unión Soviética no pudo ejercer su derecho de veto, ya que en esas fechas boicoteaba con su ausencia esta organización como protesta por el rechazo de la mayoría de la Asamblea al reconocimiento de la República Popular China.
El presidente de Estados Unidos Harry Truman puso al general Douglas MacArthur, héroe de la Segunda Guerra Mundial, al mando de las fuerzas estadounidenses en el Pacífico y de las operaciones en Corea. En aquellos años era el militar más admirado de Estados Unidos, una figura absolutamente legendaria, casi mítica, con fama de excelente estratega. La historiografía actual es, sin embargo, más crítica con MacArthur, al que algunos autores tildan de megalómano, fatuo, oportunista y más atento a la política y la publicidad que a la estrategia. Su apresurado avance por Corea del Norte hacia la frontera china, pese a las advertencias en contra, llevaría a las tropas estadounidenses a una posterior retirada desastrosa.
Para repeler el ataque, se ordenó a la VII Flota y a la Fuerza Aérea del Extremo Oriente todo el apoyo posible. En ese primer momento, se dispuso de cuatro divisiones carentes de armamento de apoyo.
EL AUDAZ PLAN DEL GENERAL MACARTHUR
El 7 de julio, MacArthur asumió el mando de las fuerzas de la ONU y se inició el traslado de tropas a Corea. Su primer acierto para dar la vuelta al desastre con que se encontró fue aprovecharse de una ventaja psicológica: los soviéticos no esperaban la participación de los norteamericanos y, por tanto, ignoraban hasta dónde podía llegar su ayuda a los surcoreanos. Stalin no interpretó la concentración de fuerzas occidentales como una medida defensiva, sino como un pretexto para el choque con Estados Unidos que él siempre había previsto y que siempre trató de evitar. Los dirigentes soviéticos y norcoreanos interpretaron que detrás se aproximaría una fortísima ofensiva norteamericana e, intentando evitar un desafío directo y total, optaron por no continuar avanzando hacia Busan (Pusan). Así, la llegada de las primeras fuerzas terrestres procedentes de Estados Unidos y el refuerzo de nuevos escuadrones aéreos que venían de Japón lograron detener el avance norcoreano, cuando éstos casi dominaban toda la península.
Una vez detenida la invasión, el segundo paso del general MacArthur consistió en contraatacar rápidamente, para lo que la zona de la ofensiva era crucial. Necesitaba bloquear la línea de abastecimiento del ejército norcoreano para obligarlo a retirarse hacia el norte. «La idea de Douglas MacArthur era atrapar a los norcoreanos entre el puente de Nakdong y la llanura de Inchon. Cogerlos en medio y aplastarlos», señala Bernard Trainor. «Se trata de la clásica maniobra envolvente; desde el punto de vista de MacArthur, con esta táctica, se podrían salvar cien mil vidas», afirma Seth Jacobs, profesor de Historia en el Boston College y autor de US Intervention in Southeast Asia.
MacArthur comenzó a hacer planes para una invasión en la ciudad portuaria de Inchon, en la costa occidental de la península de Corea, 30 kilómetros al oeste de Seúl y segundo puerto más importante del país, por detrás de Busan. Pero los más altos mandos del ejército de Estados Unidos se opusieron a la idea porque era logísticamente complicada. Según asegura Bernard Trainor, «desde el Estado Mayor conjunto hasta los expertos en operaciones anfibias, todos dijeron que el plan no funcionaría». La oposición del jefe del Estado Mayor conjunto, Omar Bradley, fue rotunda. Mientras, el jefe del Estado Mayor del Ejército, general Collins, y el comandante supremo de la Flota, almirante Sherman, sólo se opusieron de manera parcial.
Lo cierto es que Inchon estaba lleno de retos. Las mareas cambiantes —en seis horas el mar bajaba hasta once metros— sólo darían unas horas a las tropas para desembarcar. El único canal navegable era estrecho y tortuoso y muchos de los numerosos arrecifes, escollos e islotes no estaban señalados en las cartas náuticas. La falta de playas forzaría a los hombres de MacArthur a escalar altos acantilados. Además, los accesos por mar estaban vigilados y, posiblemente, las zonas de aproximación estuviesen minadas. Las posiciones enemigas parecían inexpugnables. «El lugar —dice el profesor Seth Jacobs— tenía todas las pegas imaginables».
Parecía un plan imposible pero, precisamente por eso, MacArthur estaba seguro de que funcionaría y fue capaz de convencer a sus superiores. En palabras de Seth Jacobs: «Todas las razones que se daban de por qué iba a ser un fracaso eran para MacArthur razones para que fuera un éxito. Los norcoreanos nunca esperarían que los norteamericanos o sus aliados de Naciones Unidas intentaran un desembarco allí. Por ese motivo saldría bien».
El 28 de agosto, la junta de jefes de Estado Mayor de la ONU aprobaba la operación. China ya había comenzado a mandar ayuda a los norcoreanos y parecía dispuesta a entrar abiertamente en el conflicto. Había que reaccionar con rapidez. Por parte de la ONU se unieron a las tropas estadounidenses las de otros quince países: Australia, Nueva Zelanda, Bélgica, Canadá, Colombia, Etiopía, Filipinas, Francia, Grecia, Países Bajos, Luxemburgo, Reino Unido, Sudáfrica, Turquía y Tailandia, que formaban el Grupo de Operaciones Especiales Smith, cuyo mando fue confiado al laureado general MacArthur.
Tres meses después de la invasión de los norcoreanos, se puso en marcha la Operación Chromite. Básicamente, consistía en desembarcar a los marines detrás del enemigo en Inchon, muy alejados del frente, y avanzar hacia el este cortando las líneas de suministros enemigas con objeto de debilitar y dividir las fuerzas enemigas.
MISIÓN: ESPIAR AL ENEMIGO
Antes que nada, MacArthur necesitaba información detallada sobre el lugar de desembarco. Para obtenerla, optó por enviar a un infiltrado para que recopilase los datos precisos. Manejó varias posibilidades. Podía infiltrar a un aliado de Corea del Sur que se hiciera pasar por comunista, pero su dialecto podría descubrirle entre los norcoreanos. Descartó la posibilidad de utilizar a un desertor de Corea del Norte porque no era seguro confiarle esa información de alto secreto. Al final, decidió mandar a un experimentado oficial de inteligencia de Estados Unidos al que confió la totalidad del plan de invasión con la misión de reunir la mejor y mayor información sobre Inchon.
El 1 de septiembre, el teniente y agente del servicio de inteligencia Eugene F. Clark fue enviado a la zona de estudio junto a dos oficiales de Corea del Sur —el teniente de la Marina Youn Joung y el coronel de contrainteligencia Ke-Jun—. Aterrizaron en Yonghung y, durante un par de semanas, observaron clandestinamente las playas para conseguir información sobre la dureza de la arena; la profundidad y la estructura de los campos de minas; la localización de sus búnkeres y defensas; el horario de las mareas; la altura de los diques… Trabajaban por la noche y se ocultaban por el día y, de esta forma, consiguieron una valiosa información para asegurar que la flota de invasión fuera lo menos obstaculizada posible.
Sin embargo, pocos días antes de que tuviera lugar la invasión, MacArthur precisaba una maniobra de distracción para atraer la atención hacia otro lugar, además de evitar que Clark fuera descubierto. ¿Qué podía hacer para desviar la atención del adversario en Inchon? Podía mandar por radio un mensaje señuelo, pero no había ninguna garantía de que fuera tomado en serio por los norcoreanos. Otra posibilidad era reunir todos los barcos de la Armada cerca de cualquier otra ciudad, pero si situaba los buques en alta mar se dividiría la fuerza de la flota, dejando más vulnerable a Inchon. Así que optó por realizar un falso ataque en otro lugar, en el participarían sólo unos pocos marines, con el fin de confundir y engañar a los norcoreanos y hacerles creer que éste sería el punto de la invasión norteamericana.
El ataque despiste de MacArthur tuvo lugar en Kunsan, una ciudad al sur de Inchon y a 240 kilómetros al sur de Seúl. En la madrugada del 12 de septiembre, un pequeño contingente de marines desembarcó en Kunsan, entablaron un combate con fuerzas de Corea del Norte y luego se marcharon. «Los norcoreanos no llegaron a reaccionar del todo. Estaban concentrados en tomar Busan, donde estaban replegadas las tropas de Naciones Unidas», indica Bernard Trainor. Además, a fin de distraer la atención del enemigo tuvieron lugar bombardeos y reconocimientos aéreos en otras zonas situadas en las costas este y oeste de la península.
ATACAR LA RETAGUARDIA ENEMIGA
Gracias a la información recopilada por Eugene Clark, la invasión MacArthur estaba preparada. Objetivo: estrangular la acometida comunista cortando su retaguardia. Los trabajos de planificación recayeron en el Grupo Conjunto de Operaciones y Planes Estratégicos (JSPOG) del cuartel general de MacArthur del Extremo Oriente. La columna vertebral de la fuerza de asalto sería el X Cuerpo de Ejército, al mando del general Edward Almond, jefe de Estado Mayor de MacArthur, en el que se agruparon la 1.a División de Marines y la 7.a División de Infantería, estacionadas en Japón.
En la madrugada del 15 de septiembre, setenta mil hombres de todas las fuerzas armadas estadounidenses, con la 1.a División de Marines como punta de lanza, iniciaron la operación de desembarco en Inchon. Tenían dos opciones para aproximarse: las rápidas y rocosas aguas del canal de Flying Fish («Pez Volador») o las más lentas pero bien protegidas aguas del canal del Este. Debido a que navegar por este canal era muy arriesgado, ya que la flota podría caer en una emboscada, optaron realizar la aproximación al puerto por vía del canal de Flying Fish, donde existía un pequeño faro que les permitió la navegación nocturna por las peligrosas aguas minimizando los riesgos.
El teniente Clark y sus hombres fueron los responsables de encender el faro de Flying Fish. Utilizando su luz como guía, la potente flota estadounidense se encaminó hacia Inchon. Años después, Clark obtuvo la Estrella de Plata por su «valentía e intrepidez notoria» en la obtención de «información vital de inteligencia». También se le otorgó la Legión del Mérito.
El primer obstáculo que los marines encontraron en su camino hacia Inchon fue la isla de World of Life-do (Wolmi-do), controlada por Corea del Norte. Un enérgico ataque de los destructores estadounidenses arrasó la isla, dejando desmanteladas las fortificaciones y los emplazamientos artilleros. «Cuando los norteamericanos tomaron World of Life-do la isla era esencialmente un cascarón ennegrecido, quemado y arrasado por el napalm. Los pocos defensores norcoreanos que lograron sobrevivir a los intensos bombardeos en la isla estaban aturdidos y desorientados ante la llegada de los marines. Fue una verdadera sorpresa para ellos», indica Seth Jacobs.
A las 6.59 de la mañana, apoyados por los cañonazos de los buques de guerra desplazados frente al puerto, las lanchas de desembarco, con quinientos marines, se lanzaron sobre Inchon. Las primeras tropas en desembarcar, en Playa Verde, encontraron mínima resistencia. A las ocho, el general MacArthur y su Estado Mayor, en el acorazado Mount MacKinley, recibían este informe: «Ha desembarcado la primera oleada de infantes de marina y ha establecido una cabeza de puente sin sufrir una sola baja».
Después, la marea bajó. Durante la bajamar, el cieno penetraba hasta tres kilómetros en el puerto y la corriente alcanzaba una velocidad de hasta seis millas náuticas. La diferencia entre pleamar y bajamar podía llegar a los once metros. La flota tuvo que salir del puerto para evitar quedarse varada en el barro. Mientras los marines desembarcados esperaban a que la marea volviera a subir y regresaran los barcos, eran muy vulnerables a un contraataque desde una calzada elevada que corría a lo largo de Inchon. «Fueron momentos absolutamente insoportables para estos infantes de marina. Debían esperar doce horas con los nervios a punto de romperse hasta que llegasen los refuerzos», explica Seth Jacobs. Y si los norcoreanos atacaban, «había un verdadero peligro de que volvieran a hacerse dueños del terreno», asegura el doctor Duncan Anderson, experto de la Real Academia Militar de Sandhurst. Así que la infantería de marina levantó una barricada para defenderse de un posible ataque… que nunca llegó. A las 19.19 horas, en la segunda subida de la marea, desembarcaban las fuerzas del X Cuerpo de Ejército.
CIENTOS DE BARCOS VARADOS
El desembarco anfibio tenía, además de la resistencia norcoreana, a un gran enemigo. Con las rápidas subidas y bajadas de las mareas, aquellos barcos corrían el riesgo de quedarse varados en el fango y ser atacados antes de que los marines pudieran desembarcar. «Si ocurría esto, la invasión podría acabar en un enorme desastre», explica Duncan Anderson.
En Playa Azul, al sur, las cosas no fueron tan fáciles como el desembarco durante la mañana en Playa Verde. Para luchar contra las mareas cambiantes, a las cinco y media de la tarde, se decidió encallar los barcos, al tiempo que el 1.er Regimiento de Marines desembarcaba protegido por el fuego de la Armada, manteniendo así a los norcoreanos ocupados durante la descarga.
Una vez en la orilla, trece mil marines escalaron los diques y asaltaron las posiciones norcoreanas. En muy poco tiempo aplastaron a los hombres de Kim y tomaron Inchon. «Cualquier desembarco anfibio ante cualquier tipo de defensa es muy difícil. Sin embargo, en aquella ocasión fue bastante sencillo debido a la poca resistencia que encontraron», indica Seth Jacobs. Engañados por la maniobra de despiste de MacArthur, el ejército norcoreano fue tomado por sorpresa. Según el teniente general Bernard Trainor, una vez invadida, «Inchon se dio por perdida por los norcoreanos. Entonces, su principal objetivo se centró en reforzar las defensas en torno de Seúl».
La infantería de marina había cubierto todos sus objetivos iniciales. Al amanecer del día siguiente, estaban listos para avanzar hacia sus objetivos finales: el aeropuerto de Kimpo y la capital, Seúl. El único recurso que le quedó a Kim era enfrentarse allí a las fuerzas norteamericanas. Pero los norcoreanos no iban a permitir que la conquista de Seúl resultase tan fácil. Los veinte mil soldados que componían la guarnición soportarían la enorme potencia de fuego norteamericana… hasta morir.
En la mañana del 16 de septiembre, el combate terrestre se calentó. El ejército norcoreano mandó doce tanques T-34 contra los marines de Inchon. Luchar contra estos carros de combate de fabricación soviética fuertemente blindados fue muy peligroso, ya que pudieron arrasar a la infantería norteamericana con su gran potencia de fuego y su movilidad. Para detenerlos no era posible utilizar la artillería de gran calibre de la Armada porque se corría el riesgo de alcanzar a los marines por error. Así, utilizando cohetes y bombas de napalm lanzados desde los cazas Vought F4U Corsair, los T-34 volaron en pedazos.
HACIA LA RECONQUISTA DE SEÚL
Para completar el plan de invasión, MacArthur decidió no avanzar rápidamente por toda la península de Corea evitando, de esta forma, aumentar los riesgos que hubiera supuesto ampliar el frente de ataque. Optó primero por la captura de Seúl como símbolo de que los norcoreanos estaban perdiendo la batalla. «Decidieron tomar Seúl costara los que costara con el fin de devolver la capital, aunque fuera simbólicamente, al gobierno surcoreano. Era una forma de conseguir el reforzamiento de la identidad nacional de Corea del Sur», explica Bernard Trainor.
El 17 de septiembre, el general MacArthur reunió a sus fuerzas. En su aproximación a la ciudad, el día 20, primero tomaron Kimpo, un aeropuerto clave entre Inchon y Seúl, pero al entrar en la capital se encontraron con una resistencia feroz. «La toma de Seúl fue una cruel batalla urbana. Costó numerosas víctimas civiles y militares y destruyó por completo la ciudad», señala Bernard Trainor. El 27 de septiembre, después de diez días de lucha feroz, se reconquistó Seúl quedando el ejército norcoreano virtualmente aniquilado. MacArthur había perdido 536 hombres frente a los 21 000 norcoreanos muertos o capturados.
Tras el éxito en Seúl, las fuerzas surcoreanas y de Naciones Unidas situadas cerca de Busan empezaron a avanzar hacia el norte cortando los suministros al grueso de las tropas norcoreanas. Fue el golpe final para el tambaleante ejército de Kim, que comenzó a retirarse. «Hubo una retirada de combate, no una retirada indisciplinada —indica Seth Jacobs—, pero se alejaron hasta el paralelo 38º y Corea del Sur, a todos los efectos prácticos, había recuperado la integridad territorial. Es decir, el objeto inicial para la implicación de Estados Unidos en la guerra se había cumplido».
Al destruir el último bastión de la resistencia comunista, los marines norteamericanos retomaron el edificio del Capitolio en Seúl. Se izó la bandera de Corea del Sur y a su lado —dado que el esfuerzo contra la invasión se puso en marcha en virtud de Naciones Unidas— ondeaba una bandera de la ONU para honrar a las tropas extranjeras que lucharon en la liberación del país. Aunque la bandera de la ONU era lo suficientemente neutra como para satisfacer a todos, «irritó a los estadounidenses. Ellos habían combatido duramente y su bandera no llegó a izarse», explica Bernard Trainor.
El 29 de septiembre, el general MacArthur encabezó una emotiva ceremonia en Seúl. «Con lágrimas corriendo por su cara, MacArthur devolvió simbólicamente Seúl a Syngman Rhee en el edificio del Gobierno», señala el profesor de Historia del Boston College Seth Jacobs. Su arriesgado plan había sido un éxito y le había proporcionado una victoria imposible que seria la última que obtuvo MacArthur.
La ONU pidió a las fuerzas de Corea del Norte la rendición, pero la respuesta fue que, si traspasaban el paralelo 38º, China intervendría. El 10 de octubre de 1950, las tropas internacionales de Naciones Unidas invadían Corea del Norte haciendo que China entrase en el conflicto. Mientras la URSS se abstuvo de participar directamente en la guerra, Mao vio en Corea una buena oportunidad de convertirse en una potencia militar independiente de la URSS y decidió enviar más de 500 000 voluntarios. El 16 de octubre las tropas chinas atacaban cruzando los tres puentes estratégicos sobre el río Yalu que sirve de frontera entre los dos países.
El 19 de octubre Pyongyang, capital de Corea del Norte, fue capturada y una división estadounidense alcanzó la frontera china. Las operaciones aéreas comenzaron el 8 de noviembre, produciéndose la primera confrontación entre reactores de la historia: un grupo de F-80 fue atacado por un grupo de seis Mig-15 chinos. El ejército chino, bastante bien armado, comenzó una gran ofensiva el 25 de noviembre, que obligó a retroceder a las tropas de la ONU otra vez hasta el paralelo 38º. El ataque chino fue incontenible, los norteamericanos no pudieron detener semejante avalancha y el 4 de enero de 1951 los chinos entraban en Seúl.
En marzo de 1951, un contraataque de la ONU liderado por Matthew Ridgway dio un nuevo giro a la situación en favor de los aliados. La guerra prosiguió en una situación de empate técnico durante dos años más, sin moverse ya de los alrededores del paralelo 38º.
UN CONFLICTO SIN SOLUCIÓN MILITAR
Después de Inchon, la guerra de Corea duró aún tres años y costó miles de vidas estadounidenses y millones de coreanas. Pero el audaz plan de contraofensiva de MacArthur evitó un proceso lento y sangriento en la península coreana. «Gracias a esta operación se evitaron más de cien mil muertes entre los soldados norteamericanos», afirma el profesor Seth Jacobs. El plan de MacArthur fue un éxito cuando no parecía posible y frenó la invasión de Kim Il-sung. «El desembarco de Inchon fue una operación clásica: un movimiento de inflexión desde el mar que destruyó al enemigo de un solo golpe», concluye el teniente general del Cuerpo de Marines de Estados Unidos, Bernard Trainor.
MacArthur fue relevado del mando por el presidente Harry Traman, en abril de 1951, por sus discrepancias públicas con la política presidencial. Un mes antes, con los chinos en Seúl, MacArthur propuso como solución definitiva el bombardeo atómico. Traman se asustó y optó por destituir al militar más condecorado de la historia de Estados Unidos.
En enero de 1953, la presidencia de Estados Unidos fue ocupada por el republicano Dwight Eisenhower. En marzo falleció Stalin y la jefatura de la Unión Soviética fue ocupada por Gheorghi Malenkov, lo que propició las negociaciones de paz.
El 27 de julio de ese mismo año, con un saldo de más de tres millones de muertos, se firmó el armisticio en Panmunjon, dejando a la península dividida hasta nuestros días en un estado comunista en Corea del Norte y uno capitalista en Corea del Sur. La división que serpentea el paralelo 38º sigue siendo la frontera más militarizada de la Tierra, uno de los pocos lugares del mundo donde la Guerra Fría aún no ha concluido. Todo es como en 1950… pues la guerra de Corea, en la que sólo se ha firmado un armisticio, no un tratado de paz, al menos oficialmente todavía no ha terminado.