Fecha: Del 1 al 3 de julio de 1863.

Fuerzas en liza: El ejército de la Confederación (ejército del norte de Virginia) contra el ejército de la Unión (ejército del Potomac).

Personajes protagonistas: Suristas: el general Robert E. Lee, J. E. B. Stuart y George Pickett. Unionistas: el general George Gordon Meade, el brigadier general John Buford y el coronel Joshua L. Chamberlain.

Momentos clave: La acción dilatoria de la caballería de Buford el día antes de la batalla. La defensa de Little Round Top por el 20.º Regimiento de Maine. La carga de Pickett.

Nuevas tácticas militares: En la guerra de Secesión se empleó por primera vez el telégrafo y el ferrocarril en las operaciones militares, al tiempo que el componente tradicional no desaparece. También aparecieron el fusil de retrocarga, la ametralladora, la bomba de relojería y las minas, tanto de tierra como submarinas.

La guerra de Secesión duró cinco años. En ella murieron miles de hombres en cruentas batallas. La más famosa y decisiva es Gettysburg, en la que el hasta entonces invicto general Lee fue derrotado, marcando el comienzo de la ofensiva de la Unión. Este desastre confederado inició un proceso de debilitamiento de las fuerzas sudistas que concluyó con la capitulación de los Estados Confederados del Sur ante el general Ulises Grant en 1865. En Gettysburg el destino de la Unión, según la visión tradicional de la batalla, se decidió en una hora de lucha desesperada sobre las laderas rocosas de Little Round Top. Sin embargo, recientes investigaciones dan una nueva visión del encuentro y demuestran que, aunque hasta el momento no se le ha dado importancia, el primer día de confrontación marcó el inexorable fracaso del general Lee y de sus soldados del Sur en su segunda invasión del Norte.

La guerra de Secesión o guerra civil estadounidense, que tuvo lugar entre 1861 y 1865, enfrentó a las fuerzas de los estados del Norte —la Unión— contra los recién formados Estados Confederados de América, integrados por once estados del Sur que proclamaron su independencia: Carolina del Sur, Mississippi, Florida, Alabama, Georgia, Luisiana y Texas, a los que más tarde se unieron Virginia, Arkansas, Tennessee y Carolina del Norte.

En el tercer verano de la guerra, durante tres cálidos días de julio de 1863 las fuerzas de la Unión y de la Confederación lucharon en una batalla épica, cerca de un pequeño pueblo del sur de Pennsylvania: Gettysburg. Los dos grandes ejércitos se situaron uno al frente del otro. Los confederados contaban con las aguerridas fuerzas del ejército del norte de Virginia con setenta y cinco mil soldados. En el lado de la Unión, noventa mil hombres del ejército del Potomac.

Un mes antes, las fuerzas confederadas habían vencido en Virginia al ejército del Potomac, en la batalla de Chancellorsville (al sureste de Gettysburg). Parecía que una victoria decisiva más, esta vez en el suelo del estado nordista de Pennsylvania, podría aplastar la ya hundida voluntad del Norte, cansada de luchar y de perder, y forzar al gobierno de Abraham Lincoln a negociar una paz que ratificara el triunfo de la Confederación.

El 1 de julio, el ejército sudista del general Robert E. Lee se encontró con el ejército del Potomac, mandado por el recién nombrado jefe de las fuerzas del Norte, el general George Gordon Meade. Después de dos días de sangrientos y duros combates, el bombardeo de artillería más intenso de la guerra llegó a su punto culminante. El general Lee ordenó a la división de Pickett avanzar para resquebrajar las posiciones del centro de la Unión. Cuando la carga de Pickett comenzó, la batalla llegó a su clímax. Los soldados de la Unión no podían creer la visión que tenían delante: miles de soldados sudistas avanzaban a lo largo de varios centenares de metros de un campo desprotegido para intentar quebrar sus líneas…

Este momento ha sido visto por los historiadores como el punto culminante de Gettysburg, cuando el general Lee —que parecía invencible durante tanto tiempo— perdió la batalla. La historia dice que, después de tres días de terribles combates, el ejército de la Unión había triunfado. Tras la victoria nordista, en el campo de batalla yacían miles de cadáveres, que descansan actualmente en el cementerio del Parque Nacional de Gettysburg, uno de los puntos de la geografía de Estados Unidos que recibe más visitantes cada año.

Actualmente las pruebas encontradas en el campo de batalla sugieren una historia diferente: que los confederados habían sido debilitados fatalmente dos días antes de la carga de Pickett, momento en el que Lee fracasó al no conseguir romper la línea federal en el centro. Las semillas de la derrota fueron sembradas la primera jornada, el mismo día en que Lee creía que había ganado. «De todas las batallas en que las tropas estadounidenses han luchado, Gettysburg es la que más mitos ha creado. Y la mayoría de ellos están precisamente centrados en el tercer día de la batalla», asegura Gary Gallagher, profesor de Historia de la Universidad de Virginia.

CÓMO MEDIR LA EFICACIA DE UN COMBATE

El excoronel del ejército estadounidense y veterano de Vietnam, Tom Vossler, ha analizado cada centímetro de este campo de batalla e investigado las fuentes históricas con el deseo de llegar a un nuevo enfoque para comprender los acontecimientos ocurridos durante ese fatídico día. «En mi opinión —afirma— el ataque de Pickett fue totalmente innecesario porque la cuestión ya se había decidido el 1 de julio». Vossler no es el único que opina que el primer día fue fundamental. Otros historiadores y expertos, como Eric Campbell, historiador del Parque Nacional de Gettysburg, creen que «el primer día ha sido pasado por alto, pero lo que sucedió fue crítico para lo que pasaría en los dos días siguientes».

Para llegar a sus conclusiones sobre la primera jornada de lucha, Vossler ha empleado un método que utiliza desde hace dos siglos el ejército de Estados Unidos y que se llama ARTEP (Army Training and Evaluation Program, en sus siglas inglesas), es decir, el Programa de Capacitación y Evaluación del Ejército. El ARTEP analiza objetivamente el grado de eficacia con que un comandante aplica los llamados «principios de la guerra». Dicho de otra forma, el ARTEP establece la forma correcta de llevar a cabo una batalla. Y parece ser que el brillante general Lee cometió más de un error.

Durante el primer día de Gettysburg, uno de los principios que se siguieron fue lo que los militares denominan «economía de la fuerza en masa» para obtener el uso más eficaz de las tropas disponibles. Y es que desde el principio lo que Lee quería era que la batalla se transformara en una confrontación decisiva para poner fin a la guerra; sería el golpe definitivo que obligara al Norte a reconocer la independencia de la Confederación. «Creía firmemente en la superioridad del ejército del norte de Virginia y en sus conocimientos para hacerse cargo y mantener la ofensiva», indica Vossler.

Las victorias obtenidas hasta ese momento sobre la Unión, en condiciones desfavorables en muchas ocasiones, motivó que Lee creyera que sus tropas eran invencibles. Así que pensando que la derrota del ejército del Potomac representaba la mayor oportunidad para alcanzar la causa confederada y minar la voluntad de luchar nordista, Lee marchó con su ejército hacia el norte.

«Existe un gran contraste entre los dos comandantes del ejército en Gettysburg. El confederado Robert E. Lee se encontraba en lo más alto de sus facultades, repleto de confianza y al mando de un ejército que creía fielmente en él; lo que les pidiera que hicieran, lo harían. El ejército de la Unión estaba bajo las órdenes del mayor general George Gordon Meade, que sólo llevaba al mando tres días en el momento de la batalla», cuenta Leonard Fullenkamp, profesor de Historia Militar del Army War College.

Meade —nacido en la ciudad española de Cádiz, de padres estadounidenses— tenía cuarenta y ocho años y llevaba en el ejército desde el comienzo de la guerra. Era un soldado profesional formado en West Point y con una enorme carga de responsabilidad aceptó asumir el mando del ejército la mañana del 28 de junio, en sustitución de Joseph Hooker y después de que el mayor general John Reynolds declinase el nombramiento.

Robert E. Lee era un hombre tranquilo que ya se había distinguido en las guerras contra México. Cuando el conflicto se hizo inevitable, el presidente Abraham Lincoln le ofreció el mando de las tropas de la Unión, pero cuando Lee supo que su amado estado natal Virginia abrazaba la causa confederada, decidió vestir la guerrera gris de los sudistas.

El prólogo de Gettysburg se produjo el 30 de junio, aunque oficialmente la batalla comenzó al día siguiente. Ambos ejércitos iban avanzando hacia el norte por el valle del Potomac, Lee con la intención de invadir Pennsylvania; el ejército del Potomac, aunque batido, persiguiéndole para impedirlo o al menos dificultarlo. Marchaban más o menos en paralelo, los confederados más al oeste y adelantados.

Según parece, todo empezó cuando un destacamento de soldados sudistas, que había oído decir que había una fábrica de botas en un pequeño pueblo llamado Gettysburg, decidió apoderarse del calzado para las fuerzas confederadas.

Se desviaron de su camino haciendo un giro en dirección al este, pero antes de llegar al pueblo se tropezaron con las avanzadillas de la caballería de la Unión; un joven teniente unionista dio la orden de disparar a la columna sudista, a lo que éstos replicaron con una descarga de fusilería, en lo que fue el primer choque entre las dos fuerzas. Los generales, al enterarse, enviaron tropas para rechazar al enemigo. Poco a poco las fuerzas de ambos ejércitos fueron sumándose hasta el 1 de julio, en que dio comienzo la batalla que iba a ser el punto de inflexión de la guerra, una confrontación mucho más decisiva de lo que ninguno de sus protagonistas podía pensar de antemano.

Cuando comenzó el enfrentamiento apenas una tercera parte del ejército de la Confederación estaba cerca de Gettysburg. Sin embargo, desde el principio tomó la ofensiva. El análisis ARTEP indica que Lee ya había cometido una transgresión de los principios de la batalla: no comenzarla antes de que su ejército se hubiera concentrado. Fue imposible para el general Lee contar con la masa suficiente de fuerzas para perforar la defensa de la Unión. ¿Cómo pudo haber cometido ese aparentemente gran error?

LAS VENTAJAS QUE SUPUSO EL TELÉGRAFO

El analista de inteligencia Kim Campbell piensa que se trató de un fallo de información. «La inteligencia en el campo de batalla, en los diferentes niveles —el estratégico, el operacional y el táctico—, es vital para ganar una guerra. Hay que saber dónde está el enemigo, cuáles son sus intenciones y cuáles sus fuerzas». Su teoría es que en el bando de la Confederación les faltó contacto e informes, lo que impidió tener una idea clara de la posición y número de los nordistas.

El general Lee confiaba en la caballería para vigilar al enemigo y obtener información sobre movimientos y número de soldados. Los ojos y los oídos de Lee en la caballería era James Ewell Brown Stuart. «Jeb» Stuart era conocido por su maestría en el reconocimiento y el uso de la caballería en operaciones ofensivas. Lee había confiado en él muchas veces en el pasado y nunca le había defraudado, proporcionándole la información que necesitaba sobre las posiciones enemigas. Pero a finales de junio Stuart había desaparecido. Stuart llegó el segundo día de Gettysburg porque se había marchado a realizar operaciones por los alrededores por su cuenta, acción que supuso un inicio desfavorable de la batalla para la Confederación.

Según afirma el profesor de Historia de la Universidad de Virginia, Gary Gallagher, «generalmente Lee tenía muy buena información del rival, pero no fue el caso durante la campaña de Gettysburg, y esto es algo en lo que coinciden los historiadores. En esta ocasión “Jeb” Stuart no pudo hacer su trabajo de mantener a Lee informado de todos los pasos del ejército federal. Era la primera vez a lo largo de la guerra que la Unión tenía una clara ventaja en la información».

El ejército local conocía en todo momento los movimientos de las tropas y de las unidades de artillería sudistas. «Sabían muchos detalles del enemigo, información que llegó al general Meade a través de una nueva tecnología: el telégrafo. Fue algo realmente revolucionario», indica el profesor de Física de la Universidad de Longwood (Virginia), Charles Ross, quien ha estudiado el papel de la tecnología en la guerra y es concluyente sobre este punto: la fácil disponibilidad de información del adversario fue vital para Meade. «El telégrafo le permitió obtener información en tiempo real, sin depender de pistas visuales, ni de las señales acústicas o de los mensajeros. Meade tenía una red estratégica de líneas telegráficas a través de Maryland y Pennsylvania que le permitía mantenerse al corriente de los movimientos del ejército de Lee antes de la batalla».

El telégrafo eléctrico tuvo un papel importante para enviar órdenes y recibir informes para ambos bandos. Sin embargo, el Norte lo rentabilizó más que el Sur y creó durante la guerra veinticuatro mil kilómetros más de tendido. Los mensajes se transmitían en código Morse, y los más importantes eran cifrados.

Al carecer de inteligencia en este sentido, aun antes de que Gettysburg empezara «Lee se encontraba en una situación de desventaja: desconocía la posición de Meade. No tenía previsto luchar, además carecía de la información necesaria para dar forma a la batalla que él quería llevar a cabo. Todo se precipitó antes de poder concentrar sus tropas», sostiene el historiador Eric Campbell.

PRIMER DÍA: LA EXCESIVA CONFIANZA DEL GENERAL LEE

La primera confrontación tuvo lugar al oeste de Gettysburg. Una división de caballería de la Unión, desmontada y combatiendo como infantería, se enfrentó a una fuerza de infantería de la Confederación con más del doble de efectivos. El ejército del general Lee todavía no estaba completo, pero los jefes con mando de tropas tuvieron la sensación de que iban a conseguir una rápida victoria. Afortunadamente para las fuerzas federales, a Lee le llevó la mayor parte del día reunir sus soldados y disponerlos para atacar las zonas débiles. El comandante de la división de infantería confederada Harry Heth actuó con excesiva confianza.

«Había siete mil soldados de infantería, al mando de Harry Heth, frente a tres mil de la caballería federal. El comandante de la división de caballería de la Unión, John Buford, sabía que no podía ganar ante una fuerza tan superior. Pero se dio cuenta de un hecho que sería de vital importancia», explica el profesor Gary Gallagher. Buford tenía una ventaja a su favor: conocía el terreno muy bien. «Ya había cabalgado por la zona de Gettysburg y sabía que había una zona elevada al oeste de la ciudad, algo que fue clave durante la batalla. Podía sacar una ventaja táctica de ese terreno elevado para retrasar la llegada de los soldados de la Confederación», cuenta el excoronel Tom Vossler. Y allí, en Seminary Ridge, estableció una inteligente alineación defensiva que le permitió ganar tiempo, algo que para muchos expertos fue decisivo en los días posteriores, incluso en la victoria final.

Los soldados de la división de Buford estaban armados con las famosas carabinas Sharp, un arma de retrocarga muy eficaz. Se cargaban con un cartucho, que contiene en una sola pieza la bala, la pólvora y el fulminante, aunque seguían siendo de un solo tiro. «La carga del arma se simplificaba y aceleraba al máximo. Tenía un cerrojo de bloque de movimiento vertical que al cerrarse cortaba la parte posterior del cartucho de papel», indica Dave Booz, miembro de la asociación Norte-Sur Skirmishers.

Frente a las Sharp de la caballería del Norte, el arma más común en el ejército confederado a esas alturas de la guerra era el mosquete de percusión modelo 1842, mucho más lento de cargar. «Para cargar estos mosquetes, el soldado tenía que colocarlo delante de él, tomar un cartucho envuelto en papel y, para abrirlo, debía de morder el extremo posterior del cartucho y verter la pólvora por la boca del cañón, meter después la bala, sacar la baqueta de su depósito, atacar bien bala y pólvora, sacar un detonante de su estuche, colocarlo en el mecanismo de disparo, apuntar y disparar. Había que maniobrar mucho para poder disparar», señala el experto de la Heritage Foundation, Chris Semancik.

El enfrentamiento entre la carabina de la caballería de la Unión y el mosquete de la infantería de la Confederación se convirtió en una carrera contrarreloj. Se tardaba cerca de treinta segundos para disparar el mosquete de avancarga. En ese tiempo, la carabina ya había disparado dos veces. Durante un período de dos minutos, la Sharp realizaba diez disparos frente a los cuatro del mosquete confederado. Esta rapidez de fuego de la Unión significó una ventaja esencial para la caballería y niveló la diferencia de efectivos.

«Buford desmontó a los jinetes dando la impresión de que se trataba de la infantería de la Unión y no de la caballería, y de que tenía una fuerza mayor de la que en realidad era», asegura Tom Vossler. «Él sabía que su caballería no podía enfrentarse a una división de infantería de la Confederación. Así que utilizó sus tropas de la manera más eficaz para ganar tiempo mientras obligaba a los sudistas a retrasarse en preparar las líneas de batalla, traer su artillería… Dio a la infantería de la Unión tiempo a aproximarse en ayuda de la caballería», indica Gary Gallagher.

El general John Buford supo aplicar muy eficazmente uno de los principios fundamentales de la guerra: la economía de la fuerza. Por el contrario, al general Lee le faltó la masa suficiente de tropas para su ataque, lo que le frustró una rápida victoria en este primer combate. Los confederados avanzaron poco a poco y por ello pagaron un sangriento precio.

Cuando llegó la infantería de la Unión —el I Cuerpo de Ejército de Reynolds— la batalla se intensificó. Uno de los primeros enfrentamientos de infantería tuvo lugar en el bosque de Herbst Woods. «Según las descripciones de un soldado confederado que participó, el ataque fue tan fuerte que parecía que una tormenta les había envuelto. La humedad y el humo daban la sensación de que en el bosque había caído la noche. Se escuchaba una terrible mezcolanza de llantos, gritos, vítores, gemidos, lamentos, oraciones, maldiciones, estallidos de proyectiles, zumbidos de balas de fusil y sonidos de acero. No había descanso y la carnicería continuó. Fue una batalla indescriptible, sangrienta y fiera», indica Scott Hartwig, historiador del Parque Nacional Militar de Gettysburg.

En este campo de batalla se encontraba el 26.º Regimiento de infantería de Carolina del Norte. Ese día perdió a 550 hombres, más del 60 por ciento del total de su fuerza. Pero apenas cuarenta y ocho horas más tarde, este maltratado regimiento confederado se alineó a la carga de Pickett. «Robert E. Lee tuvo que llamar a las unidades que habían luchado el primer día para que participaran en el ataque del 3 de julio al centro de las fuerzas de la Unión», indica el historiador Scott Hartwig.

El primer encuentro terminó con la retirada de los nordistas, lo que técnicamente era una victoria de los confederados, pero les costó demasiado tiempo, demasiada energía y demasiada sangre. El primer día, la mayoría del ejército del Potomac estaba todavía a varios kilómetros al sur. En su retirada, gradualmente las tropas unionistas del Cuerpo de Reynolds arrastraron el combate hasta las propias calles de Gettysburg.

«En la ciudad vivían alrededor de dos mil cuatrocientos vecinos. Ese día más de quince mil soldados del ejército de la Unión convergieron sobre sus calles y al menos un número igual de confederados. El enorme número de personas que se desplazaron en la ciudad también fue un factor decisivo y un nuevo obstáculo para los hombres de Lee», señala Scott Hartwig.

Hasta el momento, la batalla se había desarrollado en los campos y bosques. Ahora tenía lugar calle por calle, casa por casa. «La Unión estaba de retirada, los confederados les estaban haciendo retroceder a través las calles. Pero los confederados tardaron horas en llegar a la parte sur de la ciudad y cuando lo conseguían, sus soldados no estaban en condiciones de continuar la lucha», señala Eric Campbell. «La ciudad de Gettysburg —añade— es el centro de intersección de todos los caminos de Pennsylvania y forma una especie de gran embudo, que destruyó la coherencia de las fuerzas confederadas».

El matemático Keith Still, un reconocido experto en dinámica, con multitud de estudios sobre el comportamiento en ambientes congestionados, ha construido un modelo exacto de Gettysburg utilizando los planos de la localidad en 1863. «Hemos creado un modelo donde cada uno de los caminos está ocupado por los soldados de la Unión en retirada mientras las tropas confederadas están avanzando. Entonces, comprobamos que llega un momento en que convergen y se crea un gran embudo que conduce a Cemetery Hill y Cemetery Ridge (una colina prolongada y una altura alargada, al sur del pueblo). Y es que existían gran cantidad de caminos de llegada, pero sólo unos pocos de salida. Al final, el avance de la Confederación se convirtió en un problema de congestión. La multitud de soldados no podía moverse, por lo que, literalmente, se atascaron en la geometría de la ciudad de Gettysburg».

El modelo desarrollado por Keith Still demuestra que el progreso de la Confederación se hizo aún más lento durante la oscuridad de la noche. Sin embargo, la mayoría de los soldados sudistas pensaban que el día había ido bien y el general Lee consideró que la victoria estaba próxima. «Se confió en exceso: tenía todos los motivos para creer que con su fuerza concentrada conseguiría el éxito de la batalla», afirma Leonard Fullenkamp, profesor del Army War College.

El primer día del encuentro, las fuerzas de Lee empujaron a las tropas federales a través de la ciudad a una posición defensiva en Cemetery Ridge. El ejército de Lee parecía invencible. Al final del día, era como si otra gran victoria confederada estuviera a punto de producirse. Sin embargo, lamentablemente, se equivocó. Su ataque el 1 de julio le habla costado demasiado y le pasaría factura horas después.

SEGUNDO DÍA: EL 15.º DE ALABAMA SE BATE CON BRAVURA

Cuando el sol se levantó el 2 de julio, se habían establecido las líneas de batalla. La posición defensiva de la Unión se asemejaba a una «J» invertida, una especie de gancho que se extendía a lo largo de cinco kilómetros y medio, con su ala derecha en el terreno elevado de Culp’s Hill, al norte, trazando luego una curva hacia arriba alrededor de Cemetery Hill y bajando luego hacia el sur a lo largo de Cemetery Ridge hasta las colinas gemelas de Little Round Top y Round Top. Geográfica y estratégicamente, los 182 metros de altura de Little Round Top y Round Top constituían un lugar favorable para la defensa del ala izquierda de la Unión. El general Meade había perdido el día anterior la ciudad de Gettysburg, pero sus soldados controlaban mejor el terreno.

Lee tenía una línea dos veces más larga, puesto que tenía que envolver por fuera a toda la línea de la Unión: de dos semicircunferencias concéntricas, la exterior siempre es más amplia que la interior. Teniendo en cuenta que además no tenía superioridad numérica, tendría que concentrar fuerzas para atacar en un punto u otro del dispositivo nordista, pero no podría lanzar un ataque general sobre las posiciones enemigas. La línea confederada pasaba por la población de Gettysburg, lo que era un buen apoyo si los de la Unión atacaban, pero se extendía por un terreno siempre más bajo que el unionista, lo que era una desventaja para el ataque.

Los comandantes de la Unión sabían que el ataque confederado era inminente. En el extremo norte de la Unión una posición estratégica fue clave: Culp’s Hill. «Era absolutamente esencial para la defensa de la Unión, porque si caía Culp’s Hill, Baltimore Pike quedaba indefenso, y con él la arteria principal de logística y comunicaciones de las fuerzas del Norte», indica Gary Gallagher, profesor de la Universidad de Virginia.

Los sucesivos ataques de la Confederación no pudieron tomar esta importante posición. La naturaleza ha destruido todas las pruebas de las ocho horas de feroz lucha que tuvo lugar aquí. «No hay otro lugar en el campo de batalla donde una línea fuera peleada por tanto tiempo; sin embargo, este punto se suele pasar a menudo por alto», afirma Curt Musselman, coordinador de cartografía del Parque Nacional de Gettysburg, cuyo trabajo ha revelado lo que hasta ahora ha sido un campo de batalla oculto, tras haber estudiado los mapas del siglo XIX en contraposición con las modernas fotografías aéreas, las posibilidades informáticas y de los equipos GPS. Los trabajos de Musselman han permitido localizar la situación de las distintas posiciones defensivas construidas los días previos por los soldados de la Unión, y hoy ocultas, que sirvieron para fortificar Culp’s Hill y que, junto a las barreras naturales del lugar, impidieron que las considerables fuerzas del general Lee abrieran brecha en las líneas de defensa federales.

A poco más de cinco kilómetros de distancia, en el otro extremo de la línea de batalla, estaba Little Round Top, ocupada por una división del XII Cuerpo de Ejército mandado por John W. Geary, otro de los lugares cruciales de la defensa yanqui sobre el que los confederados lanzaron un desesperado asalto. Hubo muchos momentos cruciales en los tres días de batalla en Gettysburg, pero la defensa de este lugar por el 20.º Regimiento de Maine fue fundamental. Si los soldados del Norte hubieran sido expulsados de Little Round Top, la batalla de Gettysburg sin duda hubiera tenido un resultado diferente. Al menos eso es lo que piensan la mayoría de los historiadores.

El general Meade ordenó a la unidad de Geary reunirse con el resto del XII Cuerpo en Culp’s Hill y a las tropas del III Cuerpo del general Daniel E. Sickles ocupar la posición de Geary. Pero en la confusión, las tropas del III Cuerpo no llegaron y Geary trasladó a sus hombres demasiado pronto, dejando Little Round Top casi indefensa, guarnecida por el 20.º Regimiento de infantería de Maine, del V Cuerpo de Ejército.

Lee, ante la debilidad federal, eligió atacar el sur o ala izquierda de la línea de la Unión. Si las tropas confederadas podían romper esta parte de las defensas enemigas y ocupar Little Round Top, toda la línea de la Unión se volvería indefendible. Los confederados podrían plantar su artillería ahí y dominar desde lo alto de esa posición todo el campo de batalla.

El plan de Lee era atacar la izquierda de la Unión con veinte mil hombres mientras el resto de su ejército presionaba la derecha de la Unión. La división del general John B. Hood, con la brigada Law (4.º, 15.º, 44.º, 47.º y 48.º de Alabama) por la derecha, y la brigada Robertson (1.º, 4.º y 5.º de Texas, 3.º de Arkansas) por la izquierda, avanzaría primero sobre las cuatro y media de la tarde.

Las tropas confederadas habían tenido que caminar más de cuarenta kilómetros con el equipo completo en un caluroso día de julio, a pleno sol y sin nada que beber para llegar al campo de batalla. «El esfuerzo físico mermó la capacidad de combate de muchos hombres del 15.º Regimiento de Alabama que no pudieron participar porque, literalmente, cayeron rendidos por el agotamiento antes de que los combates comenzaran», explica Gary Gallagher.

Se dirigieron hacia el sur de la línea de la Unión defendida por el V Cuerpo del general George Sykes. A medida que la brigada sudista de Law avanzaba, giró oblicuamente hacia la izquierda, golpeando la ladera occidental de Little Round Top y arremetiendo hacia el desfiladero de Plum Run; buscaban envolver todo el flanco izquierdo de la Unión. Según describió más tarde el teniente general James Longstreet, este avance de la división del general Hood fueron «las tres mejores horas de combate que ninguna tropa había hecho en un campo de batalla».

Cuando los agotados hombres de Alabama atacaron la ladera norte de Little Round Top por la garganta entre las colinas, se encontraron con la resistencia del 20.º Regimiento de Maine, al mando de Joshua Lawrence Chamberlain, que mantuvo la posición a toda costa. El coronel Oates, del 47.º de Alabama, tenía la ventaja en números, 654 fusileros contra 358 de Maine, y de la experiencia de sus tropas. Sus hombres estaban endurecidos en la batalla y muy confiados, se vanagloriaban de que «nunca se habían batido en retirada». Sin embargo, el ataque fracasó por el cansancio acumulado en la marcha de las últimas veinticuatro horas.

Oates describió la lucha de la siguiente forma: «Ordené a mi regimiento arrojar a los federales del borde de rocas, ganar la retaguardia enemiga y echarlos de la colina. Mis hombres obedecieron y avanzaron hasta la mitad del camino de la posición contraria, pero el fuego era tan destructivo que mi línea se agitó como un hombre intentando andar contra un fuerte viento, y entonces lentamente, tenazmente, retrocedieron un poco». Hasta cinco veces los soldados federales se recobraron y «dos veces —continúa la descripción de Oates— llegaron tan cerca que algunos de mis hombres tuvieron que usar sus bayonetas».

Cada bando luchó como enloquecido. Chamberlain describió que «el eje del conflicto se balanceó adelante y atrás, como salvajes remolinos. A veces vi alrededor a más enemigos que a mis propios hombres». Los confederados rompieron la línea de la Unión en muchos lugares; hubo un combate cuerpo a cuerpo. Pero el 20.º de Maine se mantuvo firme en la posición.

Más tarde, el 20.º de Maine, con Chamberlain a la cabeza, lanzó un contraataque contra el baqueteado 15.º de Alabama, compensando la teórica ventaja de Oates con una fuerte posición, un mejor manejo de sus hombres y una determinación de hierro. Aturdidas, las tropas confederadas de las primeras líneas arrojaron sus armas y se rindieron. El resto se rompió y se retiró a un muro de piedra en su retaguardia.

Los que quedaban de los regimientos 15.º y 47.º de Alabama huyeron. El 20.º de Maine había perdido a la mitad de sus efectivos, pero tenía a doscientos de sus 386 oficiales y hombres aún operativos. El asalto confederado de Little Round Top había sido rechazado.

LA VISTA Y EL OÍDO COMO SISTEMAS DE COMUNICACIÓN

Para hacer señales de alcance corto en zonas operativas, la Unión utilizaba un sistema de banderas desde un extremo al otro del campo de batalla. Estas banderas de señales eran una especie de código Morse visual que retransmitía la información cuidadosamente seleccionada desde los puestos de observación al general Meade. «Al tener estaciones de señales desde cada extremo de su posición hasta el cuartel general, fue capaz de mantenerse al corriente de la situación en cada extremo del frente y hacer rápidamente los ajustes pertinentes en sus fuerzas», sostiene el profesor de la Universidad de Longwood Charles Ross. Así, las estaciones de señales revelaron información vital que actuó como elemento disuasorio a la hora de intentar atacar a las tropas confederadas. «Es un buen ejemplo de cómo una señal puede influir en los movimientos en un campo de batalla y puede causar retrasos inesperados en un ejército u otro», indica Eric Campbell.

El coronel confederado Edward Porter Alexander, el oficial encargado de los bombardeos de artillería anteriores a la carga de Pickett, señaló amargamente después de su enorme fracaso: «Ese maldito sistema de señales hizo que nuestras divisiones perdieran más de dos horas y, probablemente, retrasó nuestro asalto todo ese tiempo, lo cual fue definitivo en el resultado».

Los dos ejércitos confiaban en el sistema que empleaba banderas durante el día y antorchas o luces de colores durante la noche y fue el confederado el pionero en este sistema, que después copió la Unión. Los señaleros trabajaban desde cimas de colinas, altos edificios o torres especialmente construidas. Los mensajes se leían fácilmente con un catalejo, pero los despliegues de ambos ejércitos eran como dos semicircunferencias concéntricas. El general de la semicircunferencia interior —Meade— tenía visión de toda su línea con sólo volverse de un lado o de otro. Pero el de la exterior —Lee— no tenía esa visión de conjunto, porque la obstaculizaba la semicircunferencia interior, que ocupaba una posición más elevada. Así, a pesar de que el ejército confederado también utilizó el sistema de banderas de señales, su línea de batalla no estaba en una posición tan elevada, por lo que no pudieron utilizar sus banderas de una forma tan eficaz como el ejército de la Unión. De hecho, Lee tuvo que confiar en las comunicaciones mediante mensajeros a caballo.

El asalto de los soldados de Lee al ala izquierda, al igual que el de la derecha, habían fracasado. Su línea de batalla estaba sobreextendida y la confusión iba en aumento. Sin servicio de inteligencia en el campo de batalla, Lee tuvo que recurrir a sus sentidos para saber qué estaba sucediendo. Pero a veces los sentidos pueden ser engañosos…

«Una de las mejores formas de entender lo que ocurría en el campo de batalla era mediante el oído. La batalla en ese momento había alcanzado una extensión que hacía imposible que un general pudiera ver, de un extremo a otro, qué pasaba en tiempo real. De modo que el sonido se convirtió en algo de gran importancia», explica Charles Ross, quien ha investigado un fenómeno ampliamente difundido en esta guerra: las sombras acústicas. Se trata de un fenómeno que provoca que «un observador esté cerca de un fuerte sonido pero en realidad no lo oiga».

Según Charles Ross, en Gettysburg realmente hubo dos factores que produjeron la aparición de una sombra acústica, a pesar de que el ruido era ensordecedor. El primero fue el tipo de terreno en Little Round Top. «Una fuente fuerte de sonido como un cañón emite ondas sonoras en todas las direcciones, pero al interferir en Little Round Top se absorben. Así, al otro lado de esta posición no escucharon estos sonidos, produciéndose una sombra acústica».

Tal vez no sea extraño que una colina pueda bloquear un sonido, pero hay otro factor que pudo causar este fenómeno acústico: el clima. En opinión de Charles Ross la temperatura pudo haber contribuido todavía más a la desorientación de los confederados. El calor de esos días pudo transformar la onda de sonido. «En la zona caliente la onda se acelera y desvía hacia arriba, dando lugar a una refracción del sonido. Y un observador, un comandante por ejemplo, se encontraría en esta posición con una sombra acústica».

Las investigaciones de Charles Ross en el campo de batalla en Gettysburg demuestran que a sesenta metros de distancia el sonido de un timbre apenas se puede escuchar y que a medida que la distancia crece, las ondas sonoras se doblan hacia arriba y en el nivel del suelo son inaudibles. Por eso defiende que las sombras acústicas que se produjeron en el segundo y caluroso día de batalla, combinado con las malas comunicaciones, obstaculizaron y equivocaron al general Lee el día en que él creía haber roto la resistencia de la Unión.

TERCER DÍA: LA TERRIBLE CARGA DE PICKETT

El segundo día el ejército del norte de Virginia estuvo muy cerca de la victoria. «Casi capturaron Little Round Top, Culp’s Hill, el cementerio y la colina donde está situado, incluso tuvieron próximo el centro de la línea de la Unión. Sin embargo, en todos estos lugares el éxito no fue completo», cuenta Gary Gallagher. «Al final de la jornada, Lee se preguntaba qué debía hacer para asegurar la victoria», dice el profesor del Army War College, Leonard Fullenkamp.

Iría a la yugular. Un ataque frontal en el centro de la línea de Meade: la carga de Pickett. Lee se centró en la única parte del campo de batalla donde sus divisiones no hicieron un solo intento en los días previos a la lucha: Cemetery Ridge, el alargado collado entre las colinas de Cemetery Hill y Little Round Top.

Estudió cuidadosamente las características del campo y decidió que tenía que hacer converger a sus hombres hacia un punto de Cemetery Ridge con un pequeño grupo de árboles visible a simple vista. Allí tendría lugar la arremetida de sus fuerzas. Una vez perforada la línea federal, el resto del ejército acompañaría el movimiento y, con la intervención de la caballería de Stuart, los yanquis se desbandarían. Sin embargo, como las divisiones de primera línea tendrían que marchar por terreno abierto cerca de dos kilómetros, expuestas al fuego de artillería enemigo, previamente lanzaría un bombardeo masivo.

Pero las tropas estaban agotadas por el esfuerzo terrible de los dos días previos. «Después de dos días de combates Lee había perdido algo menos de veinte mil hombres. Eso es una cantidad increíble de víctimas. En realidad, su capacidad ofensiva estaba en un nivel extremadamente bajo. Los sangrientos combates de los primeros días le pasaban factura», indica Eric Campbell. Tenía recursos «frescos» a cargo de Stuart y Pickett pero eran insuficientes y «muchos de los hombres heridos en McPherson Ridge y el Seminary Ridge el 1 de julio tuvieron que incorporarse a las filas que participaron en el ataque final», señala el excoronel Tom Vossler. Quizá si Lee hubiese sido informado de lo desgastadas y reducidas por el combate de dos días antes que estaban las divisiones de Henry Heth y Dorsey Pender, hubiese cambiado de opinión.

En cualquier caso, dentro del plan de Lee el éxito dependería de un bombardeo de artillería como antes nunca se había visto. Más de ciento cincuenta cañones desencadenarían un torrente de fuego, allanando el camino a la división de Pickett. Sin embargo, la munición de artillería de Lee falló, ya que su producción en aquella época no era una ciencia exacta. El problema, generalmente, se centraba en las mechas que debían hacer explotar las bombas lanzadas por los cañones cuando llegaran a la altura de las fuerzas enemigas.

Recientes investigaciones indican que el rendimiento de la artillería en Gettysburg se vio afectado por una explosión, cuatro meses antes de la batalla, en el arsenal de los confederados en Richmond (Virginia). En este arsenal se fabricaba la mayoría de la munición del ejército sudista. Al tener que cerrarlo, la Confederación tuvo que producir y enviar las municiones y proyectiles de artillería desde una fábrica de Charleston.

«Los artilleros habían informado que las mechas no funcionaban bien. El 10 de julio se hicieron pruebas para descubrir la causa del problema. Las pruebas tuvieron lugar sólo una semana antes del ataque de Lee y fue demasiado tarde», explica Joseph Glatthaar, profesor de la Universidad de Houston. «Lamentablemente, no comunicaron —añade— que las mechas fabricadas en Charleston tenían un quemado más lento que las mechas de Richmond. Ni Lee ni sus artilleros lo sabían. Dieron por supuesto que se había realizado un control de calidad en el proceso y que estaba todo arreglado. Sin embargo, los proyectiles pasaban por encima de las cabezas de los soldados de la Unión y no explotaban hasta doscientos metros más allá».

Según Joseph Glatthaar, si las pruebas hubieran tenido lugar un mes antes, a Lee y a la artillería sudista de Virginia del coronel Alexander les habrían notificado que el depósito de quema de los fusibles era más lento y, en consecuencia, podrían haber ajustado la medida de lanzamiento. La situación se vio agravada por la magnitud del bombardeo. El humo que envolvió el campo de batalla imposibilitó determinar si los cañones estaban alcanzando sus objetivos. De hecho, el cañoneo no afectó demasiado a las posiciones unionistas. Todo fue un enorme desastre.

Del otro lado del campo, el general Henry Jackson Hunt, comandante de artillería de la Unión, y sus hombres habían reorganizado eficazmente sus baterías. Para ahorrar las valiosas municiones que tenían, Hunt fue claro con sus subordinados: no prestar atención a los cañones rebeldes, y esperar a que la infantería estuviese a tiro para abrir fuego.

El fuego se desencadenó sobre las posiciones federales, las cuales quedaron envueltas por una lluvia de proyectiles. El general Meade fue forzado a abandonar su puesto de mando. La descarga fue intensa, pero tras la primera salva la infantería federal estaba detrás de sus parapetos y los cañones habían sido apenas tocados.

Entonces doce mil soldados confederados comenzaron a marchar hacia la línea de la Unión, ondeando sus banderas. Ninguno conocía que su destino ya estaba sellado antes de que la batalla hubiera comenzado.

El teniente yanqui Frank A. Haskell lo describe de la siguiente forma: «Todos en esa cima veíamos que el enemigo estaba avanzando. Cualquiera podía ver sus legiones, ¡una marea irresistible y aplastante de un océano de hombres armados sobre nosotros! Regimiento tras regimiento, brigada tras brigada, salían de los bosques y rápidamente se colocaban en línea para tomar sus posiciones para el asalto. La orgullosa división de Pickett, con algunas tropas adicionales, ocupó el ala derecha; la de Pettigrew, la izquierda. La primera línea era seguida, por un corto intervalo, de una segunda, y ésta de una tercera. Su frente se extendía a lo largo de un kilómetro y medio: en mil quinientos metros las masas de gris opaco se despliegan, hombre contra hombre, unidad tras unidad, línea apoyando a línea. Las rojas banderas ondeaban, sus jinetes galopaban de arriba abajo; las armas de dieciocho mil hombres, cañones de fusil y bayonetas, brillaban al sol, un bosque de acero brillante».

De hecho, un estudio del orden de batalla establece que a la izquierda de Pickett avanzaron dos divisiones del Cuerpo de Ejército de Hill, incompletas y con nuevos comandantes —Pettigrew y Trimble— por baja de sus generales, mientras que el flanco derecho de Pickett era apoyado por la división de Anderson, también mermada de efectivos.

Lo que siguió fue una matanza. Cinco mil quinientos confederados fueron muertos o heridos en apenas una hora. Los cañones federales los destrozaron desde el comienzo. Los confederados se cerraron, formando una gran columna de asalto, un blanco perfecto para la infantería y, sobre todo, para la artillería de la Unión. Sólo unos pocos metros los separaban de ese pequeño grupo de árboles que Lee se había fijado como punto convergente del ataque. Los soldados confederados siguieron adelante, a pesar de que los pocos que aún avanzaban estaban prácticamente sin oficiales a la cabeza.

Los supervivientes tambaleándose retrocedieron hacia sus propias líneas. La mayoría de los regimientos fueron completamente eliminados, muchos oficiales yacían muertos, heridos o capturados… Entre los que sobrevivieron estaba el general Pickett. «Cuando regresó Lee le dijo: “General Pickett, tiene que conseguir el control de su división”. Entonces él contestó: “¿Mi división? Mi división, señor, ha muerto en el campo”», cuenta Leonard Fullenkamp.

La batalla de Gettysburg había terminado. El poderoso ejército del norte de Virginia había sido golpeado duramente. La carga de Pickett terminó no sólo con la batalla de Gettysburg, sino también con la decisiva campaña de Pennsylvania, que llevaría al final de la Confederación. «Ellos habían marchado a Pennsylvania sin imaginar que podrían perder. Y tuvieron que retirarse tras el río Potomac», indica Fullenkamp. Lee ordenó el repliegue de su maltrecho y derrotado ejército hacia Virginia.

LAS FOTOGRAFÍAS DEL DESASTRE

La falta de información, las pobres líneas de comunicación, el tiempo perdido en las calles de la ciudad, la colocación de los hombres de Meade en los mejores terrenos… En medio de todo, el valor de la carga de Pickett no sirvió para nada, todo se había decidido el primer día, un día en que la Unión se encontraba en retirada. La batalla acabó con el aura de imbatibilidad de los confederados. Mostró el valor del ejército del Potomac mientras que arruinó el célebre potencial ofensivo del ejército de Lee.

Además, la victoria de Gettysburg condujo a los soldados, políticos y votantes de la Unión a pensar que el Norte estaba ganando la guerra y, por el contrario, minó el estado de ánimo y la confianza de los habitantes de los Estados Confederados. No ocurrió así con muchos soldados sudistas, que no estaban ni desmoralizados ni atemorizados por el fracaso del ataque de Pickett, sino enfurecidos y ávidos de desquite. «Muchos estaban dispuestos a continuar el derramamiento de sangre el 4 de julio, sin importar las pérdidas, simplemente porque tenían una gran fe en su propia causa», afirma el mayor del ejército estadounidense Thomas Goss.

De hecho, el fracaso del avance del general George E. Pickett el 3 de julio no mitigó el deseo de Lee de buscar otro enfrentamiento inmediato y definitivo. Una semana después, el 10 de julio, envió una carta al presidente confederado Jefferson Davis proponiendo librar otra batalla «para asegurar resultados más valiosos y sustanciales». El presidente del otro bando, Abraham Lincoln, entendió que la victoria no sería total sin una persecución para aniquilar un enemigo herido.

En los meses siguientes a Gettysburg se produjo una pausa que permitió que ambos lados fueran capaces de recuperarse de los efectos de la batalla. La guerra iba a durar aún dos años más. Al final ganó quien más capacidad de aguante tuvo, quien disponía de más industria, quien más pudo reponer con hombres nuevos las víctimas de los campos de batalla: los estados del Norte.

Sin embargo, los historiadores militares clasifican Gettysburg como una de las batallas que señaló un punto crucial en la guerra de Secesión. Fue una confrontación mayor y significativa. Al menos la magnitud de las pérdidas es suficiente prueba de esta aseveración: un total de cincuenta y una mil bajas, entre muertos y heridos, durante tres días.

En un breve pronunciamiento, el 19 de noviembre de 1863, el presidente Abraham Lincoln habló en el campo de batalla de Gettysburg y sus palabras constituyen uno de los discursos políticos más elocuentes de la historia de Estados Unidos. Lincoln homenajeó a los soldados de la Unión que habían perdido sus vidas en Gettysburg y expresó que, a su juicio, el sacrificio de esas vidas se debía a una causa más elevada que la salvaguardia del país. Se trataba de una lucha por la defensa de la democracia, la abolición de la esclavitud y la expansión de la libertad individual. Del Pronunciamiento de Gettysburg existen cuatro copias escritas a mano por el presidente Abraham Lincoln, que se exponen hoy en día en la Casa Blanca y en la Biblioteca del Congreso. Cada año, el pueblo entero de Gettysburg hace una recreación histórica de la batalla.

Los corresponsales de guerra y las cámaras fotográficas habían estado ya presentes en la guerra de Crimea (1854-1856), pero fue en la guerra de Secesión donde se desarrolló la fotografía de guerra. La fotografía apenas llevaba treinta años inventada y a partir de esta guerra sirvió como documento gráfico, y aunque estas imágenes no se podían reproducir en los periódicos porque las técnicas de entonces no lo permitían, sirvieron de base para grabados que sí aparecían en los medios. A modo de testimonio, además de los retratos de los oficiales más importantes de ambos bandos, en la actualidad existen multitud de fotos que muestran a los soldados de Gettysburg, sobre todo, en escenas cotidianas en el campo de batalla. Pero las que realmente producen mayor impacto son aquéllas que reproducen los cadáveres de tantos hombres que dejaron su vida por aquellos principios. Las fotografías de los caídos de Gettysburg molestaron mucho a la sociedad de aquella época porque la cruda realidad destruía la visión idealista de la guerra.