Han pasado más de cinco años desde que Cuentos de Bereth comenzó a gestarse en mi cabeza. Durante todo este tiempo, amigos y familiares, libros y películas, melodías y versos han ido entretejiendo, sin yo darme cuenta, los detalles de esta trilogía que concluye con este libro.
Dicen que es mucho más complicado cerrar una historia que abrirla. Es absolutamente cierto. Por ello quiero dar las gracias a una serie de personas que han estado a mi lado en todo momento durante mi lucha personal por concluir este cuento que nunca dejará de palpitar con fuerza en mi corazón.
A Carlota. Como siempre, por prácticamente todo. Por las horas de sueño que te he robado para corregir, por la maravillosa Poesía de Adhárel que has compuesto, por mostrarme la luz cuando no veía más que oscuridad. Por esas clases de Historia y Arquitectura rápidas que tan bien le han venido al libro. Por obligarme a no conformarme con cualquier cosa y a intentar mejorar, mejorar y mejorar. Por estar siempre ahí. Este cuento es para ti, ya lo sabes.
Al equipo de Versátil y en particular a Irene, por estos tres años de trabajo y dedicación. Por todos vuestros consejos e ilusión. Porque si he llegado a ponerle el punto y final a esta aventura ha sido, en buena parte, gracias a que me disteis la oportunidad de comenzarla. Nunca os olvidaré.
A mi familia, por apoyarme y recordarme una y otra vez que esto no es más que el comienzo de un largo camino. Por ese inolvidable e inspirador viaje por los castillos del Loira que tan bien me vino para moldear con más detalle el Continente. Gracias, papá, mamá y Marta.
A Keko, Leara, María José y Pablo, por haberos dejado embaucar para que fuerais mis «lectores-esclavos» y sufrierais conmigo las correcciones de los primeros borradores. Espero que, aun con todo, hayáis disfrutado la novela.
A todos mis lectores, que en los correos, mensajes en las redes sociales, firmas de libros y presentaciones estáis siempre apoyándome y otorgándome los ánimos que me faltan. Todo este sueño no sería ni remotamente parecido sin vosotros. Gracias.
A mis blogueros favoritos, porque hace tiempo que dejé de consideraros meros críticos para llamaros amigos. Gracias.
Y ahora sí: colorín, colorado…