Londres, Octubre de 2008, Barbican Centre
Cuando estaba recogiendo sus papeles y el portátil, vio acercarse a aquel hombre bien parecido, delgado, vestido de negro, con aquellos enormes ojos claros, esbozó una media sonrisa y esperó a ver qué tenía que ofrecerle.
—Me llamo Héctor del Valle —se presentó en perfecto castellano, y le estrechó la mano con fuerza—, y soy de La Coruña. Aunque vivo en Londres desde hace años ya… —El joven tenía una voz bien timbrada, agradable, aunque revestida de un ligero deje metálico—. He seguido muy de cerca tus trabajos desde hace tiempo, y me encantan. La ponencia de hoy ha sido maravillosa —sacó una cámara—, la he grabado.
Se sintió halagado. Le gustaba aquel chico. Era muy atractivo, y además, parecía mirarlo con una especie de ansia febril que él sabía detectar perfectamente al vuelo.
—Gracias, es un honor. Por lo menos le ha gustado a alguien. Los británicos suelen ser gente muy poco entusiasta, salvo en el fútbol, claro —dijo, esbozando una media sonrisa muy acogedora y ofreciéndole la mano.
—La similitud entre el doctor Mabuse y Hannibal Lecter ha sido impactante, ¡todo un hallazgo mezclar los fotogramas de las facciones de Rudolf Klein-Rogge con las de Anthony Hopkins! Yo siempre lo había pensado. De hecho, tengo una serie de dibujos sobre el cine de Fritz Lang y el expresionista en general que me gustaría que vieras… si no te importa, claro. —La voz de Héctor pareció suplicar durante un instante fugaz—. No te robaré mucho tiempo.
Sus ojos le lanzaron un relámpago de coquetería intensa. Sonrió, esa vez de forma mucho más abierta.
—No tengo nada que hacer hasta mañana por la mañana. Estaré encantado de ver tus dibujos. Y si quieres, luego podemos ir a comer juntos. Conozco un restaurante italiano maravilloso, cerca de St. Martin-in-the-Fields…