Prefacio

Del autor al lector

Tú, que te encuentras tan inmerso en asuntos serios que no te atreves a concederte unos breves momentos de regocijo en la tierra de la Fantasía; tú, que piensas que la vida no tiene nada que ver con la risa inocente e inofensiva; estas páginas no son para ti. Cierra el libro y no sigas adelante, pues te advierto sin rodeos que si sigues te escandalizarás al ver personajes muy serios de la historia ataviados con tan alegres colores que no podrías reconocerlos de no ser por el nombre. Tenemos un sujeto fuerte y robusto, de carácter irritable aunque no mala persona, que atiende al nombre de Enrique II. Tenemos una bella y gentil dama ante la que todos se inclinan, llamándola reina Leonor. Tenemos un bribón gordo, vestido con ricos atuendos clericales, a quien todos llaman Su Eminencia el obispo de Hereford. Tenemos un individuo de mal carácter y siniestra catadura, que ocupa el respetable cargo de sheriff[1] de Nottingham. Y, sobre todo, tenemos un tipo alto y jovial que recorre los bosques, participa en las fiestas y se sienta junto al sheriff en un banquete, y que lleva el mismo nombre que el más ilustre de los Plantagenet: Ricardo Corazón de León. Y junto a ellos hay toda una tropa de caballeros, sacerdotes, nobles, burgueses, campesinos, pajes, damas, muchachas, señores, buhoneros y muchos más, todos los cuales viven la más alegre de las vidas alegres, teniendo como único lazo de conexión las estrofas de algunas viejas baladas (fragmentadas y recombinadas de infinitas maneras) que estos festivos personajes entonan en cuanto tienen ocasión.

Aquí encontrarás cientos de lugares serios y aburridos, engalanados con flores y toda clase de adornos, tan disfrazados que nadie podría reconocerlos. Y un país con un nombre muy famoso, en el que no existen nieblas heladas que opriman el espíritu, y donde la lluvia es tan suave que se desliza sobre la espalda como la lluvia de abril sobre el lomo de un pato; donde las plantas florecen durante todo el año y los pájaros cantan sin cesar; donde todo el mundo tiene encuentros felices por el camino y donde la cerveza y el vino (que nunca llegan a ofuscar el entendimiento) fluyen como el agua en un arroyo.

Este país no es el País de las Hadas. ¿Cuál es, entonces? Es la Tierra de la Fantasía, y pertenece a esa clase que, cuando te canses de ella, ¡zas!, cierras las hojas del libro y desaparece, dejándote dispuesto para la vida cotidiana y sin haber sufrido ningún daño.

Y ahora me dispongo a levantar el telón que nos separa de la Tierra de Nadie. ¿Vienes conmigo, amable lector? Gracias. Dame la mano.