Al Sr. D. Enrique Amado.
Querido Enrique:
Este pobre libro mío, que sale al mundo con la arriscada pretensión de mejorarlo un poco, sería incompleto si tu nombre y el recuerdo de tu amistad, que tan obligado me tiene, no aparecieran asociados á él. Gracias á ti se escribió. Si yo mereciera reconocimiento de los hombres de buena voluntad, á ti se te debe en igual medida que á mí. Tú me diste afecto leal y raro en que me apoyara y me proporcionaste asilo adecuado en donde realizara mi obra. Nunca olvidaré la rústica y repuesta casita en donde convivimos; la paz aldeana de que me rodeaste, que tan grande bien me hizo. ¡Aquietantes robledas, mansos maizales, collados revestidos de vides! Si bajo tan docta tutela no acabé empeño de mayor fuste, culpa es de mi flaqueza, no de mi intención ni de tu diligencia.
Te abrazo,
RAMÓN.
En Madrid, Noviembre 1910.