(Celda del Padre Rector. Una pieza cuadrángular de muros blancos, mates. La puerta que la da acceso desde el tránsilo, muy cerca de una esquina. De cabecera al muro de la puerta, la camarilla, cerrada por tabiques cuya altura promedia la de la estancia, y de manera que mata otra esquina y hace un pasillo pequeño y obscuro, en cuyo fondo está la dicha puerta. Una cortina oblitera la entrada de la camarilla. Una mesa; un sillón de enea; un crucifijo en la pared, sobre el sillón; un reclinatorio; un comodín con algunos libros, al pie del ventanal. Todas las celdas son iguales; pero la del Rector caracterízase por cierta desnudez hosca, hermética, que corresponde justamente con el carácter del Padre Arostegui).
INTERLOCUTORES
PADRE RECTOR.
PADRE PERFECTO de disciplina.
PADRE SEQUEROS.
PADRE MUR.
AROSTEGUI |
(Sentado. Los otros tres en pie, frente á él.) Según eso, Padre Sequeros, la disciplina de la primera división… Yo …no digo nada… |
SEQUEROS |
Deja bastante que desear, reverendo Padre. |
AROSTEGUI |
¿Explicaciones? |
SEQUEROS |
Las conocidas. Los primeros pasos son los más difíciles de dar. Añádase que, siendo los alumnos todos mayorcitos, la obra destructora de estos meses disipados de vacaciones llega muy hondo. |
AROSTEGUI |
¿Qué dice usted, Padre Prefecto? |
CONEJO |
(Dando saltitos.) Me parece muy cuerda la observación del Padre Sequeros. |
AROSTEGUI |
¿Y tú, Mur? |
MUR |
¿Yo qué voy á decir, reverendo Padre…? |
AROSTEGUI |
Lo que pienses. |
MUR |
Estoy poco tiempo con los alumnos: una hora en los estudios y el tiempo de las recreaciones. No sé si atreverme… Desde luego, en principio, lo que dice el Padre Sequeros es acertado; pero eso es precisamente lo que hay que corregir, y sin blandear, inexorablemente. Mi insignificante opinión es que hay tolerancias funestas. ¿Merece tolerancia el error ó la rebeldía? (Conejo, algo nerviosillo, interviene.) |
CONEJO |
Claro que no; pero no se trata de eso. |
AROSTEGUI |
Déjesele hablar. |
MUR |
No tengo otra cosa que decir, y, por lo que veo, no he acertado. |
AROSTEGUI |
Padre Sequeros, ¿qué remedio ó medicina…? |
SEQUEROS |
Adelantar los ejercicios de San Ignacio este curso. (Eleva los ojos al cielo.) ¡Oh, santos y divinos ejercicios hechos de luz especial de Dios! ¡El maná guardáis, la médula del Líbano y el granito de mostaza del evangelio! (Conejo le mira sorprendido; Mur, con aspereza y despego.) |
AROSTEGUI |
Bueno, bueno; todo eso ya lo hemos oído muchas veces. (Sequeros se encoge de pronto, como caracol al cual trincan un cuerno; indudablemente ha pisado en falso al sacar su alma al sol del entusiasmo.) Habíamos dicho que adelantar los ejercicios este curso; bien. Los adelantaremos. Y hasta entonces, ¿qué remedio ó medicina…? |
SEQUEROS |
(Con timidez.) Aumentar la dosis del único que está en mi mano, el que hasta ahora vengo administrando: el amor. Decir tratamiento de amor, es decir tratamiento de indulgencia. Nuestro Padre San Ignacio, en sus Constituciones… |
AROSTEGUI |
(Frío.) Sí, sí; recomienda la indulgencia; pero es en teología moral, en los ministerios, que en el magisterio y disciplina fué siempre inflexible. ¿Y usted, Padre Prefecto? |
CONEJO |
Sí, sí, la disciplina; una disciplina militar, ¿qué duda tiene? Pero con su cuenta y razón. Lo primero, probar á la división, baquetearla, apretarla las clavijas, de modo que se atemorice y considere lo que se le puede echar encima. Luego, llegada la hora de la sanción… hablo tal como pienso, me inclino al Padre Sequeros, esto es, á la indulgencia. Desde hoy en adelante, y le ruego al Padre Inspector no crea que con esto pretendo desacreditar su conducta, pienso tomar una acción más inmediata sobre la división. |
AROSTEGUI |
¡Bien, bien! Tú, Mur, ¿qué dices? |
MUR |
¿Quién soy yo, reverendo Padre? |
AROSTEGUI |
Pues que te pregunto, señal de que me importa tu opinión y la juzgo de peso. |
MUR |
Aun cuando mi experiencia es corta, me basta para saber que el hombre es naturalmente malo. Pero ¡qué la experiencia propia! ¿No nos lo dice la sabiduría eterna? El corazón humano es seco, pedregoso, y no lo ablanda si no es el temor de las penas venideras ó el recuerdo de las pasadas, y muchas veces, ni aun eso. Amor… Sí, amor á todo y á todos; es cosa debida. Amor, señaladamente á nuestros santos fines, de los cuales son medios de mucho fuste estas criaturas que se nos encomiendan y en las cuales apuntan ya todos los malos instintos: la sensualidad, el orgullo, la rebeldía; la rebeldía. Amor… No en balde la ciencia, que la tradición elabora, afirma: Quien bien te quiere, te hará llorar. (Una pausa.) |
AROSTEGUI |
Procuren la enmienda de la división. (Salen Sequeros, Eraña y Mur. Conejo piensa): «Este viborezno no escatima su ponzoña». |