HORTUS SICCUS[35]

 

Estos son retazos de unas memorias íntimas de Bertuco. Los transcribimos tal como aparecen de mano del niño.

Noviembre.

Sicut cinamomo.

Yo no soy congregante, porque, al parecer, soy bastante enredoso. Lo fui una vez, y en seguida me echaron. Me acuerdo del oficio de la Virgen, que cantábamos. ¡Qué hermoso es! La música da mucha tristeza. La letra no la entiendo toda, porque está en latín; pero hay dos versículos que no los puedo apartar de la cabeza. Uno sobre todo.

Sicut cinamomo.

Verdaderamente, yo no só si es cinamomo ó cinamomus. ¿Qué más da? Lo tengo pegado á la memoria, y el repetirlo con el pensamiento me produce mucha alegría y me emociona; vamos, no sé explicármelo. ¿Por qué será? Como el cinamomo… La Virgen es como el cinamomo. En el parque de San Francisco, mi tío Alberto me enseñó una vez una mata de cinamomo. Las flores eran muy blancas, muy ligeras, olían muy bien y tenían el corazón de oro… ¡Qué guapa debía de ser la Virgen!… Y la señora Ruth, de seguro, es también como el cinamomo. Desde que se mató el marido, no hemos vuelto á verla en los paseos. Si yo no fuera un niño, me casaba con ella, ahora que está viuda. ¡Cómo llorará la pobre!…

Hoy, que es lunes, han salido los congregantes para hacer sus oficios. Nos hemos quedado aquí en el estudio unos pocos, los informales. El Padre Sequeros nos ha dicho que, de todos los que quedamos aquí, sólo se salvará uno. Cuando él lo dice… ¿Quién será? ¿Ricardín? ¿Yo? Y como llegan los ecos de los cánticos, sicut cinamomo, me han entrado ganas de llorar.

Diciembre.

El temor de Dios.

Yo quiero á la Virgen porque es muy buena y hace milagros con los que son sus devotos. En cambio, Dios, tal como nos lo pintan los Padres, es muy malo. ¡Perdón, Dios mío! Quiero decir que castiga mucho y no perdona nunca. ¡Qué horror! Ya veis, la Virgen sólo quiere que se la quiera; Dios quiere que se le tema, que uno se maltrate y haga penitencias para salvar el alma. Yo quiero salvarme. Al parecer, ningún jesuíta se ha condenado. Seré jesuíta. Vamos, me asusta el que suelen ser muy sucios. Ese Padre Olano… Pues ¿y Conejo? No digamos Mur.

Yo hago muchas mortificaciones, para que Dios se apiade de mis pecados, y porque me lo ordena el Padre Espiritual.

Anoche me dijo Conejo que por qué me arrodillaba en los tránsitos y besaba el suelo, lo que le parecía una majadería. Yo no supe explicar por qué lo hacía, y me dijo que me iba á prohibir que confesara y comulgara. ¡Virgen mía; yo no sé qué pensar ni qué hacer! Tú eres guapa y buena…

Ayer, el papá de Pelayo lo sacó del colegio. Un día vi á Marujina, su hermana; cómo me gusta…

Marzo.

Solo.

Cuando me acuerdo de mi papá creo volverme loco. No me quiere, ni me ha querido nunca. ¿Por qué será? Yo soy bueno. El único que me quiere es mi tío Alberto y la pobre Teodora…

Hoy me escribe el tío: la infeliz Teodora, después de pasar muy mal invierno con sus achaques reumáticos, ha fallecido. Como de tu padre no se sabe nada y se acercan las vacaciones, lo más probable es que las tengas que pasar en mi compañía. ¿No te alegras?

Pues, sí, señor; me alegré, y no sentí remordimiento por haber matado á Teodora, que yo fui quien la mató. Pero después, sin saber cómo, me sentí muy solo, muy solo.

No conocí á mi madre, Virgen mía

En su regazo nunca me dormí,

Ni su mirada se posó en la mía.

¡Sé tu mi madre; ten piedad de mí!

No he conocido maternal regazo,

Ni un cantar amoroso me acunó,

Ni he gustado su beso, ni su abrazo.

Sin ti, Virgen guapina, ¿qué haré yo?

Mira qué triste ha sido mi fortuna

Y cómo el vendaval secó la flor,

Que fuese aroma y luz sobre mi cuna

Huérfana. Yo no sé lo que es amor.

Ve que lloro perdido y al tirano

Yugo de la tiniebla me rendí.

Tiéndeme tu divina y blanca mano.

Muera ya y vaya al cielo en pos de ti.

Marzo.

La estampa y la lenteja.

Yo tengo una estampa alemana de la litografía de Benziger, y representa á San Estanislao de Koslka. También tengo una planta muy pequeñina de lenteja. La lenteja la encontré en un patio; llené de tierra un pote vacio de pasta para los dientes y planté la lenteja. Prendió. La llevé á la camarilla. Ya tiene unas hojitas muy delgadas. Algunas noches escarbo la tierra y veo las raíces. Son blancas como lombrices. ¡Qué cosa!

Pajolero es el que tiene más fuerza de la división. Me robó la estampa, así, porque le dió la gana, y cuando se la pedí se rió de mí. Me entró una rabia que me hice sangre en los labios. ¿Es que porque tiene más fuerza puede hacer lo que quiere? Me quejé al Padre Mur y no me hizo caso; al Padre Sequeros, pero Pajolero negó. Me quedé sin la estampa. Esto es una injusticia. Yo no sabía, no entendía bien lo que era injusticia. No sé lo que pasa por mí. Si hubiera tenido un cuchillo se lo hubiera clavado á Pajolero en el corazón. Estoy rabioso. ¿Cómo consiente Dios esto? ¿Por qué inventó él la injusticia, una cosa tan horrible? Porque claro está que todo viene de Dios. Eso está muy mal. A mí no se me hubiera ocurrido nunca que en el mundo cupieran estas atrocidades habiendo providencia. No, no puede ser.

Hoy he mirado de nuevo la lenteja, sus hojitas y sus raíces. Me entró una ternura muy grande, que casi me hizo llorar, y me acordé de que había tenido pensamientos blasfemos. Los Padres hablan de milagros. ¿Qué mayor milagro que esta planta que yo tengo en el pote de pasta dentífrica? ¡Perdón, Dios mío!

Abril.

El Papa á los infiernos.

Hoy, en la plática, el Padre Numarte nos ha referido una cosa que me ha dejado asustado. Predicaba un jesuíta en una iglesia; de pronto se calló; luego dijo: «En este momento, Su Santidad Clemente XIII acaba de descender á los infiernos». Después se comprobó que á la misma hora que lo dijo el jesuíta había muerto el Papa, que fué precisamente quien suprimió la orden. Me parece demasiado. Es decir, que en la Iglesia, lo único importante, son los jesuítas. A veces creo que son unos farsantes.

Abril.

La bandera misteriosa.

No tenemos clases. Estamos muertos de miedo y los Padres más todavía. Ayer apedrearon el colegio y tiraron cohetes contra las ventanas. ¿Por qué quieren tan mal á los jesuítas? Son los impíos.

Los soldados están paseando por los pasillos y colocados á las entradas. Yo les he oído decir palabrotas y blasfemias. Según parece vienen á protegernos por si atacan otra vez el colegio.

A los niños nos dejan hacer en estos días lo que queremos. Esta mañana, Bárcenas me llevó á uno de los desvanes. Fuimos á cencerros tapados y llegamos á un cuarto obscuro. Estaba lleno de fusiles y otras cosas que no sé lo que son. Luego abrió un envoltorio Bárcenas y me enseñó un trapo que parecía una bandera, colorada y azul con rayas cruzadas. Me aseguró que era el pabellón inglés y que poniéndolo en el tejado de los Padres no tenían nada que temer. Se me figura que Bárcenas no sabe lo que dice.

Mayo.

EL grillo.

Anoche oí un grillo cantando en las camarillas. ¿Quién lo habrá cazado? Si lo averiguan buena la tiene.

Cri, cri, cri; cómo me gustaba oirlo.

La parra de mi casa en Cenciella está por el verano llena de cigarras que chillan. ¡Ay, el sol del verano…! A los grillos les gusta más el prado liso que donde hay pomares. Los pomares de mi casa parecen personas viejas, y las manzanas tienen todos los colores y son lisas como de cera. Pero los grillos buscan el prado.

Cri, cri, cri; cómo me gustaba oirlo.

En el verano suenan tantos, tantos… hasta los montes de lejos. Por los prados corre el río, aquel río tan quieto á donde van á lavar las mujeres de Cenciella. Nuestra criada, la Palomba, era muy guapa. No llevaba corsé y se le marcaba el pecho.

Cri, cri, cri; cómo me gusta el canto del grillo.

En los prados hay á veces amapolas, con hojas de raso. Soplábamos Rosaura y yo y volaban las hojas. ¡Qué ganas tengo de irme á casa! Me bañaré en el albercón y perderé de vista este colegio.

Mayo.

La tuna de Coimbra.

Hoy nos ha dado un concierto la tuna de Coimbra. Lo que me ha entusiasmado son los panderetólogos. Cómo brincan, y se revuelcan por el suelo, y se retuercen, sonando la pandereta contra el codo, contra el pie, contra la cabeza… Les aplaudimos á rabiar. Yo siempre quise ser un gran poeta; pero hoy he comprendido que es mejor ser un gran panderetólogo.

Voy á hacer el examen de conciencia para confesarme, que mañana es primer viernes de mes.