El arrendador de dos males

De vez en cuando, una palabra, una frase, un cuadro o una imagen se apoderan de mi mente, y la anoto con la esperanza de poder utilizarla algún día. Algunos de estos fragmentos crecen rápidamente hasta convertirse en un todo, de tal forma que no tardo en escribir una historia basándome en ellos. Por el contrario, hay otros que pueden permanecer durante años en mi cuaderno de notas antes de que algo surja de mi inconsciente y diga: «Esto es lo que he estado madurando en la obscuridad. Tómalo, usa tu consciente y crea una historia a partir de ello».

Tal fue el caso de La Patrulla del Amanecer de Henry Miller, y tal es el de El arrendador de dos males[4]. Ambos comenzaron no siendo más que títulos que se me habían ocurrido, por ninguna razón concreta que yo sepa, y estuvieron aguardando en la obscuridad de mi mente durante doce años por lo menos, yendo y viniendo, palpando el suelo y las paredes de la celda que ocupaban en busca de un camino para salir a la luz. De pronto, lograron evadirse y con un grito estentóreo, anunciaron: «¡A trabajar!».

Y eso hicimos; trabajar duro porque, aunque la cosa ya estaba en marcha, hubo que dar a las historias la forma más precisa.

Algunas de estas ideas en germinación, sin embargo, alcanzan de golpe su desarrollo completo, y todo lo que tengo que hacer es sentarme frente a la máquina y ponerme a escribir. Bueno, casi todo.

Hay todavía muchas ideas y títulos que llevan aún más tiempo esperando en el cuaderno de notas sin que nada haya ocurrido y tal vez sin que nunca llegue a ocurrir.

Sigo esperando a que algo resulte de Un Conjunto de Conductos. Y nada ha salido aún de El Ingeniero de Erodinámica. O de Moradores en el Cachorro en Celo. O de Regla 42, que, como recordarán, se cita en Alicia en el País de las Maravillas. La Regla 42 establece que todas las personas de altura superior a kilómetro y medio deben abandonar la sala. Y existe también el germen de una historia titulada Dos Einsteins Azules, con la que he luchado una docena de veces durante los últimos quince años, sin haber sido capaz de hacer nada con ella.

Pero, ya veremos.