ÚLTIMO CAPÍTULO

AQUÍ CONCLUYE LA HISTORIA.

Aquella tarde, el joven Nightingale fue a visitar a su padre, el cual le había citado con anterioridad, siendo recibido con mucha mayor amabilidad de la que el hijo esperaba. Allí se encontró con su tío, que había regresado a Londres en busca de su recién casada hija.

Este matrimonio era el incidente más feliz que podía ocurrirle al joven, ya que su padre y su tío habían vivido siempre en constante discusión sobre la educación de sus respectivos hijos, y cada uno de ellos despreciaba el procedimiento seguido por el otro. En la actualidad, ambos ancianos se esforzaban en mitigar todo lo posible la culpa de su propio hijo criticando el matrimonio hecho por el hijo del otro. El resultado de esto fue que el deseo de triunfar sobre su hermano, unido a los muchos argumentos empleados por Allworthy, hicieron que el anciano caballero recibiera sonriendo a su hijo, conviniendo en cenar en su compañía aquella noche en casa de Mrs. Miller.

En lo que hace al tío, que en realidad amaba de veras a su hija, se avino pronto a una reconciliación. En cuanto supo por boca de su sobrino dónde se encontraban su hija y su hijo político, declaró sin ambages que iría a verla. Y en cuanto se vio en su presencia, no consintió en que la joven se arrodillase a sus plantas, levantándola con tal expresión de afecto en sus ojos que todos los presentes se sintieron realmente emocionados, y no transcurrió un cuarto de hora sin que hubiera hecho las paces con ella y su marido, de tal suerte, que parecía que él mismo les había casado.

Así estaban las cosas cuando se presentaron Mr. Allworthy y todos los demás para completar la dicha de Mrs. Miller, la cual, en cuanto vio a Sophia, adivinó lo ocurrido y sintió que un nuevo motivo de regocijo aumentaba lo que ya había experimentado al ver la felicidad de su propia hija. Y es que su afecto hacia Tom Jones era casi maternal.

En pocas ocasiones se reúnen cierto número de personas que se sienten tan felices como se sentían aquéllas. Aunque, a decir verdad, el padre del joven Nightingale era tal vez el menos contento, a pesar de todos los argumentos de Mr. Allworthy. El caso es que no acababa de sentirse del todo satisfecho de la elección de su hijo. Quizá la presencia de Sophia ayudaba a aumentar en algo esta opinión, pues pensaba que su hijo podía haber aspirado a una muchacha como aquélla. No es que se fijara en los encantos físicos y espirituales de Sophia, sino que pensaba en los repletos cofres del padre de la muchacha.

Las dos jóvenes esposas eran bonitas, pero no podían por menos de ser eclipsadas por la belleza de Sophia, y si ambas hubieran sido algo envidiosas, no habrían dejado de sentirse molestas al ver que ninguno de los jóvenes esposos podía dejar de contemplar a Sophia, que parecía una reina recibiendo homenajes. Pero se trataba de una adoración que ellos rendían libremente, no exigida por Sophia, que ya sabemos que era una muchacha modesta y afable.

La velada transcurrió en medio de la mayor alegría. Todos se sentían felices, pero los más dichosos eran los que hasta entonces habían sido enormemente desgraciados. Sus pasados sufrimientos daban extraordinario sabor a la presente felicidad. Sin embargo, como las grandes felicidades tienden a ser silenciosas y a alojarse más en el corazón que en la lengua, Tom y Sophia parecían los menos alegres de la reunión. Western les observaba impaciente y, de cuando en cuando, les decía:

—¿Por qué no hablas, muchacha? ¿Has perdido la lengua, muchacho? ¿Por qué estáis tan serios? Bebed otro vaso de vino.

Y para intentar animarles comenzaba a cantar una alegre canción en la que se hablaba de un matrimonio y de una pérdida de virginidad. Insistió tanto en esto que la joven se hubiera visto obligada a salir de la habitación si Mr. Allworthy, dándose cuenta de lo que sucedía, no hubiese contenido a su amigo por medio de miradas o de una simple advertencia:

—¡Eh, Mr. Western! —dijo.

El otro intentó discutir, diciendo que tenía derecho a hablar a su propia hija como le pareciese, pero como nadie quiso conversar con él, acabó por callarse.

A pesar de sentirse un tanto desairado, Western continuó mostrándose tan contento como los demás, invitando a todos a reunirse en su casa el día siguiente. Todos aceptaron, y, en efecto, así se hizo. La hermosa Sophia actuó de maestra de ceremonias, es decir, hizo los honores de la mesa. Aquella mañana se había casado con Jones en la capilla de Doctor Commons[26], hallándose presentes únicamente Mr. Allworthy, Mr. Western y Mrs. Miller.

Sophia había suplicado encarecidamente a su padre que sólo se enterasen de su boda las personas que le acompañasen aquel día a cenar. El mismo secreto había sido recomendado a Mrs. Miller, y Jones se encargó de recomendárselo también a Mr. Allworthy. Esto hizo que la joven consintiera en asistir al salón público a que quería llevarla su padre. Confiada en el secreto, pasó muy tranquila las horas, hasta que su padre, que ya estaba en la segunda botella, no pudiendo dominar más tiempo su alegría, alzó de pronto el vaso lleno de nuevo y brindó a la salud de la recién casada. Con gran azoramiento de la pobre Sophia y enorme inquietud de Jones, el brindis fue secundado en el acto por todos los presentes. En realidad, aquello no era nada nuevo para ninguno de los allí reunidos, pues Mrs. Miller había susurrado la noticia al oído de su hija, ésta a la de su marido, el marido a su cuñada, y esta última a todos los demás.

Sophia aprovechó la primera oportunidad que se presentó para marcharse con las damas, mientras su padre continuaba bebiendo, en cuya tarea fue quedándose solo, con la sola excepción del tío del joven Nightingale, que era tan buen bebedor como Mr. Western. Ambos permanecieron junto a las botellas hasta bien entrada la noche, mucho después de la hora feliz en que la bella Sophia cayó al fin en los anhelantes brazos de su enamorado Tom.

Lector, por fin hemos llegado al final de nuestra historia. Aunque a ratos pensaras que las cosas iban a suceder de otro modo, Tom Jones ha resultado siendo el más feliz de los mortales, pues yo no conozco felicidad igual a la posesión de una mujer como Sophia.

Y ahora, en previsión de que alguien desee saber algo más de algunas de las personas que han desempeñado papel importante en esta historia, vamos a satisfacer esa curiosidad con tan pocas palabras como nos sea posible.

Mr. Allworthy no accedió jamás en volver a ver a Blifil, pero cedió a los ruegos de Tom, secundados por Sophia, y le pasa doscientas libras anuales, a las que Jones añade particularmente un tercio. Con esta renta, Blifil habita en uno de los condados del Norte, a unas doscientas millas de Londres, y ahorra todo lo que puede con el fin de lograr un puesto en el Parlamento representando a un distrito vecino. Últimamente se ha transformado en metodista, pues abriga esperanzas de casarse con una rica viuda que pertenece a esta secta y que posee bienes en el condado donde él vive.

Square dejó de existir poco después de escribir la carta de que se habló a su tiempo. En cuanto a Thwackum, continúa en su vicaría. Ha llevado a cabo infructuosos intentos para volver a ganar la confianza de Mr. Allworthy o bien para congraciarse con Tom Jones. Halaga a ambos en su cara, pero habla mal de ellos a su espalda. Para que ocupe su puesto, Mr. Allworthy ha tomado a Mr. Abraham Adams, que resulta muy simpático a Sophia, tanto que le destina a profesor de sus hijos.

Mrs. Fitzpatrick se separó de su esposo y conserva restos de su fortuna. Habita en el mejor barrio de Londres y es tan buena administradora que vive con la renta de su fortuna sin incurrir en deudas.

Mrs. Western acabó reconciliándose con su sobrina Sophia y pasa a veces meses enteros con ella.

Lady Bellaston hizo en una ocasión una visita a Sophia, y se condujo con Jones como si nunca en la vida le hubiera visto, felicitándole cordialmente por su matrimonio.

Mr. Nightingale compró una finca con destino a su hijo, vecina a la de Tom Jones, y en ella residen el joven Nightingale, su esposa, Mrs. Miller y la hija menor de ésta. Ambas familias mantienen un trato asiduo y amistoso.

Respecto a los personajes de menos cuantía, diremos que Mrs. Waters se retiró al campo, disfrutando de una pensión de sesenta libras al año que le pasa Mr. Allworthy. La dama se ha casado con el párroco Supple, al que Western, a ruegos de Sophia, ha señalado una pensión de importancia.

George el guardabosque, al enterarse de que su robo había sido descubierto, huyó, y jamás volvió a saberse de él. Jones se apresuró a entregar cierta cantidad a su familia, aunque no a todos en proporciones iguales, pues Mary alcanzó mayor participación.

En cuanto a Partridge, Jones le ha concedido cincuenta libras al año. El antiguo criado de Tom se ayuda trabajando de maestro de escuela, como antes, y alimenta esperanzas de casarse con miss Mary Seagrim, matrimonio que lleva camino de convertirse en realidad, gracias a la intervención de Sophia.

Y ahora vamos a despedimos de Jones y de Sophia. Los esposos, a los dos días de su boda, acompañaron al campo a Mr. Western y a Mr. Allworthy. Western cedió a su hijo político su casa solariega y la mayor parte de sus fincas, retirándose a otra casa más pequeña situada en otro lugar de sus propiedades y que es muy apropiada para la caza. Visita muy a menudo a Jones, y los jóvenes esposos hacen todo lo que pueden para serle agradables. Y lo deben hacer muy cumplidamente, pues el anciano declara que jamás se sintió tan feliz como ahora. En casa de Jones, Western dispone de un gabinete y de una antecámara para él solo, donde puede beber a sus anchas. Su hija está siempre dispuesta, lo mismo que de soltera, para tocar en el clavecín todo lo que él desea oír, ya que Tom Jones ha asegurado a su esposa que siente una gran satisfacción cuando ve que contribuye a hacer la felicidad del anciano, de modo que las atenciones que la joven guarda a su padre son siempre aprobadas por el marido.

Sophia ha dado ya a su esposo dos hijos preciosos, un varón y una hembra. Y el abuelo siente tanto cariño hacia ellos que se pasa mucho tiempo en el cuarto de los niños, y afirma que el balbuceo de su nieta, que tiene año y medio, resulta para él mucho más agradable que los ladridos de los mejores perros de Inglaterra.

También Mr. Allworthy se portó con Tom Jones liberalmente, mostrando en todas las ocasiones un profundo afecto hacia él y hacia Sophia, a la que quiere como a una hija. Y la tendencia de Tom hacia el vicio se ha corregido por completo debido a las constantes conversaciones con su tío y a su unión con la virtuosa Sophia. Además, el joven, a fuerza de reflexionar sobre sus pasadas locuras, ha adquirido una prudencia y una discreción muy poco comunes.

Para terminar, diremos que lo mismo que es muy difícil encontrar un hombre y una mujer más dignos que esa pareja, tampoco es posible imaginarlos más felices. Se profesan el cariño más puro, un cariño que aumenta de día en día y se ve confirmado con mutuas consideraciones. También se comportan con la mayor amabilidad con sus parientes y amigos, y muestran tanta condescendencia, indulgencia y caridad con sus inferiores, que no hay en el lugar arrendatario o criado que no bendiga el día en que Tom Jones tomó por esposa a Sophia.