CAPÍTULO VIII

PROYECTOS DE LADY BELLASTON PARA ARRUINAR A TOM.

El amor había echado raíces muy profundas en el corazón de lord Fellamar para que pudieran ser arrancadas por las rudas manos de Mr. Western. Impulsado por su resentimiento, había encargado al capitán Egglane de una misión, que éste se apresuró a cumplir. Pero el capitán no la hubiera llevado a cabo de haber podido hablar con él después de entrevistarse con lady Bellaston, lo que sucedió al día siguiente en que recibió la afrenta. Sin embargo, tan diligente se mostró el capitán en el desempeño de su deber, que luego de haber averiguado, tras de muchas indagaciones, el domicilio de Mr. Western ya entrada la noche, el resto de la misma se la pasó en una taberna para no perder la oportunidad de ver a Western a primera hora de la mañana. Ésta fue la razón de que no recibiera a tiempo la contraorden que el lord le envió a su casa. A la tarde siguiente al del intento de violación de Sophia, el lord, como ya hemos narrado, visitó a lady Bellaston, que le hizo una completa descripción del modo de ser de Mr. Western, convenciéndose de lo absurdo que era ver ofensas en las palabras del caballero, en especial si se acariciaban proyectos tan honrosos respecto a su hija. Luego, el lord descubrió a lady Bellaston la violencia de su pasión por Sophia, y la dama le prometió ayudar su causa, dándole ánimos y asegurándole que sería bien acogido por los familiares de la muchacha, incluso hasta por el propio padre, cuando éste recuperara la razón y pudiera enterarse claramente de la oferta hecha a su hija. El único peligro, según afirmó lady Bellaston, estaba en Tom Jones, pues, aunque se trataba de un individuo sin oficio ni beneficio, se había hecho de un modo u otro con ropa presentable y ahora se hacía pasar por un caballero.

—Para proteger a mi prima he tenido necesidad de averiguar el domicilio de ese joven —afirmó a continuación, dando la dirección al lord—. Estoy pensando —añadió—, puesto que ese individuo es demasiado poco para hacerle el honor de sentir el menor odio contra él, si no le sería a usted posible dar con un medio para obligarle a que se alistara y se enrolara en un barco. Ni la ley ni la propia conciencia impiden que se lleve a cabo esta idea, pues aunque anda bien vestido, es un simple vagabundo, y es tan apropiado como cualquiera otro de los que tanto abundan por las calles para ser alistado en la Marina. Mirando la cosa desde el punto de vista moral, evitar que una joven dama sea víctima de un tipo así constituye un acto de los más meritorios, y con respecto al joven, a no ser que consiga triunfar en sus intentos, Dios no lo permita, sería el único modo de evitar que acabe en la horca y también es posible que sea para él el modo de que emprenda una vida decente.

Lord Fellamar agradeció profundamente a lady Bellaston el partido que tomaba a su favor y de cuyo éxito dependía su felicidad futura. Suplicó al propio tiempo a la dama que hiciera el favor de comunicar seguidamente a la familia su propuesta de matrimonio, dándole carta blanca en todo y poniendo su fortuna entera a su disposición. Y tras de una serie de elogios y alabanzas de Sophia, se despidió de la dama y se marchó, no sin que antes recibiera el encargo de que desconfiara de Tom Jones y no perdiera el tiempo en poner al joven a buen recaudo, para evitar que hiciera más intentos de arruinar a Sophia.

En el mismo instante en que Mrs. Western quedó aposentada en su alojamiento envió una tarjeta de salutación a lady Bellaston, y en cuanto ésta la recibió voló a casa de su prima, poseída por la impaciencia de un novio, gratamente impresionada por la oportunidad que se le ofrecía de un modo tan inesperado. Prefería cien veces más la perspectiva de hacer la propuesta de matrimonio a una mujer con sentido común, conocedora, además, del mundo, que a un caballero a quien se le honraba llamándole hotentote, aunque no temía por parte de él una negativa.

Reunidas al cabo las dos damas, y tras de unos breves y ceremoniosos saludos, entraron en materia, la que concluyeron en el acto, pues Mrs. Western, tan pronto como oyó el nombre de lord Fellamar, enrojeció de placer. Y cuando conoció lo profundo de la pasión del caballero, la seriedad de su propuesta y la generosidad de su oferta, se mostró de acuerdo en absoluto, empleando para ello las palabras más encendidas.

La conversación derivó más tarde hacia Tom Jones, y las dos primas se lamentaron patéticamente del desdichado afecto que, según ellas, Sophia sentía por el mentado individuo, y que mistress Western atribuía a la absurda norma de conducta seguida por su hermano. No obstante, expresó su confianza en que la clara inteligencia de su sobrina, que si bien era probable que no abandonase su amor por complacer a Blifil, era muy posible que no tardara en decidir sacrificar una simple inclinación a los galanteos de un caballero fino y educado, que le proporcionaría al mismo tiempo un título y una gran fortuna.

—Pues tengo que conceder a Sophia —prosiguió— que el joven Blifil es del tipo de hombre que se hace odioso, como sabes bien que sucede con todos los hombres que viven en el campo y sólo cuentan con su fortuna como recomendación.

—No me sorprende demasiado —repuso lady Bellaston— lo que le sucede a Sophia. Puedo asegurarte que ese Tom Jones es un muchacho muy agradable y posee una virtud que los hombres aseguran que es una gran recomendación para nosotras. ¿Qué dirías (te vas a reír, pues yo misma no puedo contarlo sin hacerlo), qué dirías si te contase que ese individuo ha tenido la desfachatez de hacerme el amor? Por si no me crees, aquí tengo una prueba bien palpable de ello, una carta escrita de su puño y letra.

Acto seguido entregó a su prima la carta con la proposición de matrimonio que, si el lector siente el deseo de recordar, podrá encontrar en el capítulo XV de esta historia.

—¡Me llena de asombro! —exclamó Mrs. Western—. ¡Es el colmo de la osadía! Si me das tu permiso, quizá pueda sacarle provecho a esa carta.

—Tienes completa libertad para hacer con ella lo que gustes —repuso lady Bellaston—. Me gustaría, no obstante, que no la viera nadie más que Sophia, y esto sólo cuando se presente la ocasión.

—Bien, ¿y qué respondiste al atrevido mozo? —inquirió Mrs. Western.

—Simplemente, le mandé a paseo —contestó lady Bellaston—. No siento el menor deseo de volverme a casar. Basta con una sola vez, si se es una mujer razonable.

Lady Bellaston pensaba que aquella carta haría inclinarse la balanza en contra de Tom Jones en el corazón de Sophia, y al fin decidió entregársela a su prima, parte con la esperanza de conseguir que la joven despachara de una vez a Tom Jones, parte por contar con el testimonio de Mrs. Honour, la cual, luego de convenientemente sondeada, parecía dispuesta a testimoniar lo que ella quisiera.

Pero acaso al lector le extrañe el motivo por el cual lady Bellaston, que tanto odiaba a Sophia, deseaba proporcionarle un marido que tanto podía convenir a la muchacha. A estos lectores yo les aconsejaría que estudiaran con la mayor atención la naturaleza humana, y ese estudio descubrirá que las mujeres consideran tan terrible desgracia verse contrariadas en sus inclinaciones amorosas, que suponen que el colmo del odio es contrariar éstas en la mujer odiada. También podrán descubrir que una mujer que haya gozado alguna vez de la posesión de un hombre, está dispuesta a entregar su alma al diablo con tal de impedir que otra mujer goce también de él.

Mas si no satisfacen las precedentes razones, confieso que no encuentro otras para justificar las acciones de lady Bellaston, a no ser que pensemos que había sido sobornada por lord Fellamar, lo que no tengo motivos para pensar.

Éste era el asunto que Mrs. Western estaba preparando para proponérselo a Sophia, con una especie de discurso a modo de prólogo sobre las locuras del amor y lo prudente y sabio que era prostituirse legalmente entregándose sin amor, cuando de súbito aparecieron su hermano y Blifil. De nuevo se produjo la frialdad en el trato de la dama con el joven, que si bien el caballero Western, como era costumbre en él, atribuyó a una causa errónea, dio lugar a que Blifil, que era mucho más astuto que el padre de Sophia, sospechara la verdadera causa.