CAPÍTULO III

UN PROYECTO DE MRS. FITZPATRICK Y SU VISITA A LADY BELLASTON.

Cuando Mrs. Fitzpatrick se retiró a descansar, sus pensamientos estuvieron dedicados tan sólo a su prima Sophia y a Mr. Jones. Se sentía un tanto ofendida con la primera por la falta de confianza que había descubierto en ella. Y estaba reflexionando en esto cuando se le ocurrió que, si daba con la forma de proteger a Sophia de aquel individuo y devolverla a su padre, con toda seguridad prestaría un gran servicio a la familia, lo que sin duda serviría para que ella pudiera reconciliarse con su tío y su tía.

Como éste era uno de sus deseos mayores, y la esperanza de conseguirlo parecía muy razonable, no le quedaba más que buscar la forma conveniente de hacerlo. Intentar examinar la cuestión con Sophia no parecía acertado, puesto que si como Mrs. Honour había contado a Abigail, Sophia sentía una fuerte atracción hacia Tom Jones, tratar de convencerla para que no se casara con el joven sería una empresa muy semejante a la de convencer a una polilla para que no se precipitase en la llama de una bujía.

Como sin duda el lector recordará, Sophia había conocido a lady Bellaston en casa de Mrs. Western en un tiempo en que también le acompañaba Mrs. Fitzpatrick, y debido a esta circunstancia también se conocían ésta y lady Bellaston. Ambas, además, eran parientas lejanas de Mrs. Western. Así que Mrs. Fitzpatrick, después de mucho pensarlo, decidió visitar a lady Bellaston y participarle el proyecto que había concebido a escondidas de Sophia. No tenía la menor duda de que aquella dama, a la que en muchas ocasiones había oído ridiculizar el amor romántico y los matrimonios desproporcionados, se mostraría conforme con ella en el asunto de aquel proyectado matrimonio y le prestaría toda su ayuda para impedir que se llevara a efecto.

A la mañana siguiente, antes de la salida del sol, se apresuró a vestirse, y a hora tan inoportuna como imprevista se presentó en casa de lady Bellaston, a cuya habitación pudo llegar sin que Sophia se diera cuenta de nada, pues aunque la joven estaba despierta, se hallaba aún en el lecho, con Mrs. Honour roncando a su lado.

Mrs. Fitzpatrick dio mil excusas a lady Bellaston por visitarla a una hora tan intempestiva y añadió:

—No me hubiera atrevido a molestarla de no mediar un asunto de gran trascendencia.

Acto seguido informó a la dama de todo, contándole lo que su doncella le había dicho, sin olvidar la visita que la tarde anterior le había hecho Tom Jones.

Lady Bellaston contestó con una sonrisa:

—Entonces ha visto usted a ese terrible hombre, ¿eh? Le suplico que me diga si, en efecto, posee una figura tan atrayente como dicen, pues Etoff me ha estado hablando de él la pasada noche durante dos horas seguidas. La muchacha está enamorada de él sólo por su reputación.

Tal vez sorprenda un poco al lector, pero el caso es que Mrs. Etoff, que tenía el honor de vestir y desvestir a lady Bellaston, se había enterado de todo lo concerniente a Mr. Jones, y, ni corta ni perezosa, se lo contó todo a su señora mientras la desnudaba, por lo que la tarea duró nada menos que hora y media. A la dama le gustaba siempre lo que le contaba su doncella en parecidas circunstancias, pero aquella vez prestó una atención más despierta que la habitual a lo que decía sobre Jones, ya que mistress Honour le había descrito como un muchacho encantador, y Mrs. Etoff, por su parte, aumentó en su informe tanto la belleza del joven, que lady Bellaston empezó a imaginárselo como un prodigio de la naturaleza.

La curiosidad que las palabras de su doncella habían inspirado a la dama creció de punto al oír las palabras de Mrs. Fitzpatrick, la cual ensalzó ahora tanto a Jones como antes se había manifestado contraria por su nacimiento, su carácter y su carencia de fortuna.

Cuando lady Bellas ton estuvo enterada de todo, dijo con la mayor gravedad:

—Señora, ciertamente éste es un asunto trascendental. Nada es más digno de alabanza que el papel que usted se ha impuesto, y me alegraré mucho si me es dable contribuir a salvar a una joven de tanto mérito y a quien tanto estimo.

—¿No cree usted, señora, que lo mejor sería escribir inmediatamente a mi tío diciéndole en dónde se encuentra mi prima? —preguntó Mrs. Fitzpatrick con ansiedad.

La otra dama reflexionó un instante, hasta que contestó:

—Lo que usted dice no me parece lo más acertado. Mrs. Western piensa que su hermano es un bruto y no puede permitir que Sophia vuelva a estar bajo su dominio. Recuerdo que oí decir que se había comportado como un monstruo con su propia mujer, ya que se trata de uno de esos hombres que se creen con derecho a tiranizamos, y a mí me parece que nuestro deber es rescatar a cualquier mujer que tenga la desgracia de caer bajo su dominio. Lo que hay que procurar es que miss Western no vea al muchacho hasta que las nuevas amistades que aquí contraiga la hagan cambiar de modo de pensar.

—Señora, si él supiera en donde se encuentra Sophia —contestó la otra—, es seguro que haría los imposibles para llegar a su presencia.

—Es imposible que él venga —replicó su amiga—. Aunque… quizá es posible que se entere de algo y se ponga a rondar la casa. A mí me gustaría conocerle. ¿No habría medio de que yo pudiera verle? Sophia puede intentar verle sin yo enterarme.

—Ese joven me ha amenazado con otra visita esta tarde —contestó Mrs. Fitzpatrick—. Si usted quiere hacerme el honor de visitarme entre seis y siete, es seguro que se encontrará usted con él. Y en el caso de que Mr. Jones llegue antes que usted, ya inventaré yo un pretexto para retenerle.

Lady Bellaston se apresuró a contestar:

—Iré en cuanto acabe de cenar. Será alrededor de las siete, lo más tarde. Juzgo imprescindible conocerle. Por lo demás, creo que realizamos una buena acción al cuidar de este modo de miss Western. Sería un casamiento desastroso.

Mrs. Fitzpatrick agradeció el trabajo que la otra dama se tomaba para salvar a su prima, y, después de un rato de trivial charla, se despidió, apresurándose a montar rápidamente en su silla de mano sin ser vista ni por Sophia ni por Mrs. Honour, regresando inmediatamente a su casa.