DONDE SE DA CUENTA DE UNA CONVERSACIÓN QUE TOM JONES TUVO CONSIGO MISMO.
Tom recibió sus cosas, remitidas desde casa de Mr. Allworthy, a temprana hora de la mañana, con la siguiente respuesta a su carta:
Tom:
Mi tío me ha encargado que te diga que, como las medidas que tomó contra ti fueron puestas en práctica tras de madura reflexión y de la más completa constatación de tu indignidad, jamás conseguirás alterar lo más mínimo su resolución. He sentido una gran sorpresa ante tu afirmación de que habías renunciado a miss Sophia, a la cual es inconcebible que te hubieras atrevido a aspirar, ya que esa joven, tanto por su nacimiento como su fortuna, es enormemente superior a ti. Por último, mi tío me ha pedido que te dijera que la única prueba que puedes dar de obediencia a sus deseos es salir inmediatamente de esta comarca. No puedo terminar esta carta sin darte un consejo de cristiano, y es que a partir de ahora pienses seriamente en corregir tu vida. Que te sea concedida esa gracia será siempre el mayor deseo de tu humilde servidor.
W. Blifil
Muchas y encontradas emociones despertó esta misiva en el ánimo de nuestro héroe. Pero las más pacíficas se impusieron a las más iracundas, y un chorro de lágrimas acudió presuroso en su ayuda, impidiendo tal vez que su infortunio le volviera loco.
Pero algo después se avergonzó por conformarse con aquella solución y, levantándose, exclamó:
«Bien, proporcionaré a Mr. Allworthy la única prueba que exige de mi obediencia. Partiré de aquí inmediatamente. Pero ¿hacia dónde? Dejemos que el destino decida. Puesto que nadie se preocupa por la suerte que pueda correr este pobre desgraciado, procuraré que sea también para mí un asunto indiferente. Pero ¿no existe, en realidad, nadie que se preocupe? ¿No tengo motivos para pensar que existe alguien que vale más que nada en el mundo? ¿Tengo derecho a pensar que Sophia no es indiferente a nada de cuanto me ocurre? ¿Abandonaré entonces a lo único que tengo? ¿No me reuniré con ella? ¿Tengo esperanzas de volverla a ver, si accede a ello, sin exponerla a la cólera de su padre? ¿Puedo pensar en pedir a Sophia que consienta en su propia ruina? ¿Puedo satisfacer cualquier pasión mía a semejante precio? ¿Vagaré por esta región como un ladrón, inspirado por tales intenciones? No, desprecio, detesto semejante idea. Adiós, amada».
Aquí el amor cerró sus labios y se desahogó por sus ojos.
Una vez tomada la resolución de abandonar el país, comenzó a pensar adonde se dirigiría. El mundo, según la frase de Milton, se abría ante él, y Jones, al igual que Adán, no tenía hombre alguno a quien recurrir en demanda de consuelo y ayuda. Todos sus conocimientos se limitaban a Mr. Allworthy, y no tenía motivos para esperar nada de él, ya que el caballero le había arrojado de su vera. Los hombres de carácter bondadoso deberían ser más comedidos en la manera de apartar de su lado a los que de ellos dependen, ya que las consecuencias para el infeliz que sufre cae de lleno sobre ellos.
La segunda preocupación de Jones fue el rumbo que daría a su vida o el negocio a que se dedicaría. Pero las perspectivas que se abrían ante él eran un verdadero vacío. Toda profesión y todo negocio requiere tiempo para llevarlo adelante, y, lo que es peor, dinero, ya que las cosas están formadas de tal modo que tratar que salga algo de la nada no es una afirmación más cierta en física que en política, y por esta razón todo individuo que carece de recursos queda excluido de poderlos adquirir.
Al fin, el océano, ese amigo hospitalario de los desventurados, le abrió los brazos, y luego de alquilar unos caballos, partió para Bristol con el fin de poner en práctica su proyecto.
Pero antes de acompañarle en esta expedición, volvamos de nuevo a casa de Mr. Western y veamos lo que le aconteció a la encantadora Sophia.