UN CAPÍTULO BREVE, PERO QUE POSEE LA SUFICIENTE ENJUNDIA PARA CONMOVER A UN LECTOR BONDADOSO.
Mr. Allworthy tenía por norma no castigar nunca a nadie, ni incluso despedir a un criado, mientras su ánimo no estuviera tranquilo. Así que decidió aplazar la sentencia contra Tom Jones hasta la tarde.
El desgraciado joven acudió a la mesa a la hora de costumbre, pero su corazón estaba demasiado lleno de angustia para que se permitiera comer. Su dolor se vio aumentado por las duras miradas que le dirigió Mr. Allworthy, y de esto dedujo Tom que Western había descubierto todo lo que existía entre Sophia y él, aunque ni por asomo sospechaba la historia de Blifil, puesto que en gran parte era inocente, y como le había perdonado y olvidado todo al parecer, no creía que hubiera ido ahora con el cuento.
Pero cuando acabaron de comer y los criados estuvieron fuera, Mr. Allworthy dio comienzo a su discurso. Expuso, en una larga perorata, las muchas iniquidades de que Tom Jones era culpable, particularmente, las que le habían revelado aquella mañana, y concluyó:
—A no ser que puedas demostrar tu inocencia, estoy resuelto a echarte de mi lado para siempre.
Eran muchas las desventajas que tenía Tom Jones para defenderse. En primer lugar, apenas conocía la acusación, ya que al hablar Mr. Allworthy de la borrachera, etc., mientras estaba enfermo, suprimió por modestia todos los detalles que se referían a él, y que eran precisamente la materia que constituía el delito. Jones no pudo negar la acusación. Además, sentía su corazón tan lleno de dolor y su ánimo tan deprimido, que no acertó a decir nada en su defensa. Se mostró conforme en todo y, como un criminal desesperado, se entregó en brazos de la clemencia.
—Aunque me considero culpable de muchas locuras y distracciones, espero no haber cometido nada que me haga merecedor del mayor castigo para mí en este mundo.
Allworthy repuso:
—Te he perdonado ya muchas veces en atención a tu juventud y en la esperanza de que te enmendarías. Pero veo que eres un réprobo incorregible, y sería criminal que nadie te alentara y te ayudase. Por si esto fuera poco, tu audaz intento de conquistar a miss Sophia justifica plenamente mi deseo de castigarte. La gente, que siempre ha criticado la consideración que te he tenido, podría pensar, con aparente justicia, que estaba de acuerdo contigo para cometer acción tan baja e indigna, una acción que tú podías pensar que yo rechazaría de plano, una acción que si te hubieras interesado lo más mínimo por mi honor y mi tranquilidad jamás se te hubiera ocurrido llevar a cabo. ¡Qué vergüenza! Apenas si hay castigo para tus crímenes y apenas si encuentro justificación para lo que pienso concederte. Ya sé que te has educado como un hijo mío, y no te dejaré sin recursos en el mundo. Cuando abras esta cartera encontrarás algo que te permitirá, si te aplicas por tu parte, ganarte la vida honradamente. Pero si lo empleas en fines indignos, en adelante no me consideraré obligado a proporcionarte nada más. Y estoy, además, resuelto a no hablar contigo a partir de hoy en ninguna ocasión ni por ningún motivo. No puedo por menos de decirte que la parte de tu conducta que más me ha lastimado es tu malquerencia hacia ese excelente muchacho, me refiero a Blifil, el cual se ha comportado con tanto cariño y tan honradamente contigo.
Las últimas palabras fueron una dosis demasiado amarga para que Tom pudiera tragarla. Un torrente de lágrimas inundó sus ojos y toda facultad de hablar y de movimiento pareció huir de él. Transcurrió bastante tiempo antes de que se sintiera en condiciones de poder obedecer las perentorias órdenes de Mr. Allworthy, lo que al cabo hizo, no sin antes besar las manos del caballero con un afecto tan difícil de fingir como de ser descrito.
El lector será muy débil si, al considerar el aspecto con que Jones apareció ante Mr. Allworthy, se queja del rigor de la sentencia. Sin embargo, todos los vecinos, bien por esta misma debilidad o por algún otro motivo peor, condenaron esta justicia y severidad con la mayor crueldad. Incluso las personas que antes habían censurado a Mr. Allworthy por la amabilidad y cariño que demostraba al bastardo —suyo propio, según la opinión más general—, ahora gritaron a voces, protestando porque hubiera arrojado al joven de su casa. Las mujeres, en especial, se colocaron al lado de Tom Jones, y con este motivo contaron tales cosas que no tendría espacio en este capítulo para mencionarlas todas.
Un detalle, sin embargo, no debe omitirse, y es que en sus censuras y reproches nadie mencionó jamás la cantidad de dinero que contenía la cartera que Mr. Allworthy entregó a Jones, y que no fueron menos de quinientas libras. Pero todos estaban de acuerdo en que había sido arrojado sin dinero alguno, y algunos añadieron que incluso desnudo, de casa de su inhumano padre.