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Bryan Drackman dormía.

Era un sueño profundo, satisfactorio. Reparador.

Soñaba con el poder. Él era un vehículo para el rayo. Aunque en su sueño era de día, los cielos estaban oscuros, cubiertos por las negras nubes del Juicio Final. De esa tormenta para terminar con todas las tormentas, ondulantes ríos de electricidad hacia él, y de sus manos, a su voluntad, brotaban rayos. Estaba Deviniendo. Cuando el proceso terminara, él sería la tormenta destructora y purificadora que arrastraría con todo lo que había sido, bañaría el mundo en sangre, y en los ojos de aquellos a quienes permitiera sobrevivir vería respeto, adoración, amor, amor.