Está en un callejón oscuro, buscando el olor de la cosa-que-mata, sabiendo que lo ha perdido pero siguiéndole el rastro por la mujer, por el niño, porque es un perro bueno.
Lata vacía, olor de metal, herrumbre. Charco de agua de lluvia, gotas de aceite brillando en la superficie. Abeja muerta flotando en el agua. Interesante. No tanto como un ratón muerto, pero interesante.
Las abejas vuelan, las abejas zumban, las abejas lastiman como un gato, pero esta abeja está muerta. Primera abeja muerta que ve. Interesante, que las abejas mueran. No recuerda haber visto un gato muerto, así que se pregunta si los gatos mueren como las abejas.
Es raro pensar en la muerte de los gatos.
¿Quién podría matarlos?
Trepan a árboles y lugares adonde nadie llega, y te arañan la nariz con esas zarpas afiladas, tan rápido que ni te das cuenta; así que si algo puede matar gatos, tampoco puede ser bueno para los perros, nada bueno, algo cruel y más rápido que los gatos.
Interesante.
Avanza por el callejón.
En un lugar-de-personas están cocinando carne. Se relame los labios porque aún tiene hambre.
Papel. Envoltorio de golosinas. Huele bien. Lo retiene con la pata y lo lame. El envoltorio sabe bien. Lame, lame, lame, pero eso es todo, no hay mucho, muy poco dulce en el papel. Así es casi siempre, unas lamidas y mordiscos y nada más, rara vez hay tanto como quiere, nunca quiere, nunca hay más de lo que quiere.
Huele el papel para cerciorarse y se le pega al hocico, así que sacude la cabeza, liberándose del papel. El papel se eleva en el aire y flota en la brisa aleteando como una mariposa.
Interesante. De pronto cobró vida y echó a volar. ¿Cómo es posible? Muy interesante. Lo sigue al trote y el papel flota allá arriba, así que él salta, lanza una dentellada, yerra, y ahora lo quiere de veras, tiene que atraparlo, salta, muerde, yerra. ¿Qué está pasando?, ¿qué es esto? Sólo un papel y ahora vuela como una mariposa. Lo necesita de veras. Trota y salta y muerde y esta vez acierta, lo mastica, pero es sólo papel, así que lo escupe. Lo mira fijamente, esperando, observando, dispuesto a atacar, a no dejarse engañar, pero ya no se mueve más, está muerto como la abeja.
¡Cosa-policía-lobo! La cosa-que-mata.
Ese extraño y odioso olor le llega de pronto en la brisa marina, y se tensa. Olisquea, busca. La cosa mala anda por la noche, cerca del mar.
Sigue el olor. Al principio es tenue y por momentos se disipa, pero luego se intensifica. Comienza a excitarse. Se acerca cada vez más, atravesando calles, callejones y parques. La cosa mala es la cosa más rara e interesante que ha olido jamás.
Luces brillantes. Bip-bip-biiip. Coche. Faltó poco. Pudo quedar muerto en un charco como esa abeja.
Persigue el olor de la cosa mala, apresurándose, las orejas erguidas, alerta y atento, pero aún confiando en su olfato.
Luego pierde el rastro.
Se detiene, gira, olfatea el aire. La brisa no ha cambiado de rumbo, aún viene desde el mar. Pero ya no trae el olor de la cosa mala. Espera, huele, espera, gira, gime de frustración. Huele, huele, huele.
La cosa mala ya no anda por la noche. Se perdió en alguna parte, tal vez en un lugar-de-personas donde no pasa la brisa. Como un gato encaramado a un árbol, fuera de su alcance.
Merodea un rato, jadeando indeciso, y entonces un hombre asombroso viene por la acera, tambaleando y zigzagueando, llevando una botella en una mano, murmurando. El hombre despide más olores de los que el perro olió jamás en una sola persona, la mayoría desagradables, como el de muchas personas hediondas en un solo cuerpo. Vino fermentado. Pelo grasiento, sudor agrio, cebollas, ajo, humo de velas, arándano. Tinta de periódico, adelfa. Pantalón húmedo. Franela húmeda. Sangre seca, pis de gente débil, menta en un bolsillo, un trozo de jamón seco y pan mohoso olvidado en otro bolsillo, mostaza seca, lodo, hierba, una pizca de vómito, cerveza rancia, zapatillas de lona podrida, dientes podridos. Además pedorrea al caminar, pedorrea y murmura, se apoya un rato en un árbol, pedorrea, y luego sigue zigzagueando y se detiene para apoyarse en la pared de un lugar-de-personas y pedorrear un poco más.
Todo esto es interesante, pero lo más interesante es que, entre los muchos olores, el hombre lleva un residuo del olor de la cosa mala. Él no es la cosa mala, no, pero conoce a la cosa mala, viene de un lugar donde se encontró con la cosa mala hace poco, tiene el contacto de la cosa mala.
Sin duda es ese olor, tan raro y maligno: como el olor del mar en una noche fría, una cerca de hierro en un día caluroso, ratones, muertos, rayos, trueno, arañas, sangre, orificios negros en el suelo, como todas esas cosas pero no del todo.
El hombre pasa a su lado y él retrocede con la cola entre las patas. Pero el hombre ni siquiera lo ve, sólo sigue su camino y dobla la esquina metiéndose en un callejón.
Interesante.
Observa.
Espera.
Le sigue.