Si adentrarse en la vida de alguien puede alcanzar la categoría de aventura, desde luego no se me ocurre otra más indicada que la de Nikola Tesla. A pesar de ser un perfecto desconocido para la mayoría, el ir descubriendo su enorme significado y la trascendencia de sus aportaciones supone una sorpresa continua. A la hora de abordar la biografía tesliana, uno tiene la impresión de enfrentarse a una figura que casi parece más un personaje literario que alguien de carne y hueso, hasta tal punto los mimbres de su historia parecen responder a la decisión de un creador de ficción más que a los avatares de una existencia real.
No son muchas las personas que han decidido bucear en esta imagen fantástica para trascender hacia lo que de real esconde; o quizá sería más indicado decir que no son muchas las que se han enfrentado a él con una mirada limpia de ideas preconcebidas y exenta de tergiversaciones y simplificaciones, pero he tenido la suerte de que algunas de ellas me hayan ayudado en esta búsqueda. Es de justicia mencionar aquí a Juan Peire, catedrático de la UNED, y quien ejerció de guía a través de las implicaciones científicas y técnicas de los descubrimientos de Tesla, con especial atención a dos preguntas que fueron desde el principio el germen de estas páginas: ¿por qué su nombre no es universalmente conocido? Y, ¿es verdaderamente viable su sistema de transmisión inalámbrica?
La misma paciencia tuvo Alejandro Polanco, creador y sustento del imprescindible blog Tecnología Obsoleta (www.alpoma.net), todo un ejemplo de cómo los más variados temas científicos pueden ser divulgados con amenidad sin renunciar al rigor. En sus escritos he encontrado pistas y datos que me han ayudado a completar mi retrato; además, atendió a mis preguntas con amabilidad y detalle. En la misma línea, el físico Abelardo Gil-Fournier me asesoró en la comprensión del cambio de modelo científico que supuso el paso del siglo xix al xx, indispensable para comprender la significación de la figura de Tesla. La misma atención que me dispensó Francisca García, una interesantísima artista chilena que ha centrado gran parte de su trabajo en el universo tesliano, y que contestó a mis preguntas desde el punto de vista creativo, como forma de comprender cómo algo nacido dentro de las fronteras de la ciencia puede ser capaz de despertar inquietudes y búsquedas en el campo artístico.
Fuera de España, encontré el consejo de John W. Wagner, profesor jubilado y probablemente una de las personas que más están haciendo en Estados Unidos por promover la recuperación de la figura de Tesla, una tarea en la que ha involucrado además a varias generaciones de estudiantes. Su labor ha conseguido que muchas de las más importantes universidades norteamericanas hayan aceptado acoger un busto del científico, pero su objetivo mayor, que la Smithsonian le reconozca como merece, aún permanece inalcanzado. Desde luego, no será por falta de energía y constancia.
Y finalmente, no quiero dejar de dar las gracias al grupo que administra la imprescindible web www.teslauniverse.com, creada por la TCBA (Asociación de Constructores de Bobinas Tesla, en sus siglas en inglés), que con su trabajo dedicado y voluntario han reunido una cantidad creciente de información sobre él y sus obras, que en muchos casos supera el mero amauterismo. Sus foros son un lugar inmejorable para resolver cualquier duda, y además han demostrado su capacidad movilizadora, como se demostró en 2009, cuando una operación de especulación inmobiliaria pretendió derribar lo que aún queda del edificio principal de Wardenclyffe.
Y, finalmente, habría que incluir una lista larguísima de personas que, en el transcurso de estos meses, me han ido enviando cada mención sobre Tesla que encontraban en películas, series, libros, recortes, anuncios, videojuegos o camisetas. Muchos de los detalles aquí mencionados no estarían si no hubiera sido por ellos. Cuando me entraban dudas sobre si esta historia podía interesar a alguien, mi buzón de mail o mi muro de Facebook recibía la aportación de alguno de estos anónimos colaboradores, que parecían tan ilusionados como yo. Eso me despejaba todas las dudas.
Por supuesto, todos mis allegados son en parte autores de este libro, bien por haber soportado mi ensimismamiento tesliano, bien por su paciencia ante mis cambios de humor y mis dudas. Dado que el riesgo de dejar fuera a alguien es demasiado elevado, he preferido reducir la mención a las siguientes personas, que en cierta forma representan a todas las demás: Pilar Alvarez, mi editora, por ser la primera, antes incluso que yo, en creer en este proyecto; Cristina Núñez Pereira, por el entusiasmo con el que se enfrentó a unos textos que requieren de algo tanto o más importante que el dominio del idioma: la sutileza, la pasión y el entrar en el juego tesliano, unas veces fascinante y otras enervante. Lola Ferreira e Isabel Lerma, mis compañeras de trabajo, por soportar interminables comidas en las que parecía que Tesla fuera el cuarto comensal, y porque sin su paciencia y comprensión todo habría sido mucho más difícil. E Isabel Gómez y Pedro Pablo Hormigos, como representantes de tantos otros cuya amistad ha resonado fuerte en mí durante la redacción de este texto.
Miguel A. Delgado