—Como? —dijo David.
—Que tú tomes las píldoras no demostrará nada, Tally —argumentó Maddy—. Tú no tienes las lesiones.
—Pero las tendré. Volveré a la ciudad, me atraparán y la doctora Cable me hará la operación. Dentro de pocas semanas, venís a buscarme y me aplicáis el tratamiento. Ya tenéis al paciente.
Los tres permanecieron en silencio. Las palabras habían salido por sí solas de la boca de Tally. Le costaba creer que las hubiese pronunciado.
—Tally… —David negó con la cabeza—. Eso es absurdo.
—No es absurdo. Necesitáis un paciente que dé su consentimiento, alguien que acceda, antes de convertirse en perfecto, a ser curado, de modo experimental o no. Es la única forma.
—¡No puedes entregarte! —exclamó David.
Tally se volvió hacia Maddy.
—Ha dicho que hay un noventa y nueve por ciento de posibilidades de que esas píldoras funcionen, ¿verdad?
—Sí, pero ese uno por ciento restante podría dejarte como un vegetal, Tally.
—¿Un uno por ciento? Comparado con entrar en Circunstancias Especiales, es pan comido.
—Tally, ni se te ocurra. —David la sujetó por los hombros—. Es demasiado peligroso.
—¿Peligroso? David, podéis entrar en la ciudad de Nueva Belleza sin problemas. Los imperfectos de ciudad lo hacen constantemente. Cuando me hayan operado, me sacáis de mi mansión y me ponéis sobre una tabla. Os seguiré hasta aquí, igual que ha hecho Shay. Entonces me curáis.
—¿Y si los especiales intentan modificarte la memoria, como hicieron con mi padre?
—No lo harán —dijo Maddy.
Sorprendido, David se quedó mirando a su madre.
—No se molestaron en hacerlo con Shay, que recuerda perfectamente el Humo. Az y yo éramos los únicos que les preocupaban. Como nos habíamos pasado la mitad de la vida concentrados en las lesiones cerebrales, supusieron que nunca dejaríamos de hablar de ellas, ni siquiera siendo perfectos.
—¡Mamá! —gritó David—. Tally no irá a ninguna parte.
—Además —continuó Maddy—, la doctora Cable no haría nada que perjudicase a Tally.
—¡Deja de hablar como si eso fuera a ocurrir!
Tally miró a Maddy a los ojos. La mujer asintió. Estaba segura de lo que decía.
—David —dijo Tally—, tengo que hacerlo.
—¿Por qué?
—Por Shay. Es la única forma de que Maddy la cure. ¿No es así?
Maddy asintió.
—No tienes por qué salvar a Shay —dijo David despacio y con tranquilidad—. Ya has hecho bastante por ella. La seguiste hasta el Humo y la rescataste de Circunstancias Especiales.
—Sí, he hecho mucho por ella. —Tally inspiró despacio—. Yo tengo la culpa de que esté así, perfecta y descerebrada.
David negó con la cabeza.
—¿De qué estás hablando?
Tally se volvió y cogió su mano.
—David, no fui al Humo solo para asegurarme de que Shay estaba bien. Fui allí para llevarla de regreso a la ciudad —dijo con un suspiro—. Fui para traicionarla.
Tally se había imaginado tantas veces contándole su secreto a David, había soñado con aquella confesión tantas noches, que no podía creer que aquello no fuese una pesadilla más en la que se veía obligada a decir la verdad. Pero en ese momento se encontró con que las palabras brotaban como un torrente.
—Fui una espía de la doctora Cable. Por eso sabía dónde estaba la sede de Circunstancias Especiales. Por eso vinieron al Humo los especiales. Yo llevaba un rastreador.
—Lo que dices no tiene sentido —respondió David—. Cuando vinieron, opusiste resistencia. Te escapaste. Ayudaste a rescatar a mi madre…
—Había cambiado de opinión. Yo nunca quise activar el rastreador, es cierto. Quería vivir en el Humo. Pero la noche anterior a la invasión, cuando me enteré de lo de las lesiones… Después de besarnos —concluyó cerrando los ojos—, lo accioné de forma accidental.
—¿Qué fue lo que accionaste?
—Mi colgante. No era mi intención. Quería destruirlo. Pero fui yo quien condujo a los especiales hasta el Humo, David. Soy yo la que tiene la culpa de que Shay sea perfecta y de que tu padre esté muerto.
—¡Te lo estás inventando! No voy a dejar que…
—David —dijo Maddy en tono seco, haciendo callar a su hijo—, no miente.
Tally puso cara de sorpresa. Maddy la miraba con tristeza.
—La doctora Cable me contó cómo te había manipulado, Tally. Al principio no la creí, pero la noche que nos rescatasteis acababa de traer a Shay para que lo confirmase.
Tally asintió.
—Shay descubrió al final que yo era una traidora.
—Todavía lo recuerda —dijo Maddy—, pero ya no le importa. Tally tiene que hacerlo por eso.
—¡Estáis locas! —gritó David—. Mira, mamá, no te des tanta importancia y dale a Shay las píldoras. Yo lo haré por ti —concluyó tendiéndole la mano.
—David, no dejaré que te conviertas en un monstruo. Además, Tally ya ha tomado una decisión.
David las miró, incapaz de creer nada de lo que estaba oyendo. Por fin se decidió a hablar:
—¿Fuiste una espía?
—Sí, al principio.
David hizo un gesto de incredulidad con la cabeza.
—Hijo…
Maddy dio un paso adelante, tratando de abrazarlo.
—¡No!
Se volvió y echó a correr, arrancando la cortina y dejando sin habla a los que estaban dentro; hasta Shay se quedó en silencio.
Antes de que Tally pudiera ir tras él, Maddy la sujetó del brazo con firmeza.
—Deberías irte a la ciudad hoy mismo.
—¿Esta noche? Pero…
—De lo contrario, te convencerás de que no tienes que hacerlo, o te convencerá David.
Tally se soltó de un tirón.
—Tengo que despedirme de él.
—Tienes que irte.
Tally se quedó mirando a Maddy y asimiló sus palabras poco a poco. Aunque la mirada de la mujer contenía más tristeza que rabia, había algo frío en sus ojos. Tal vez David no la culpaba por la muerte de Az, pero Maddy sí.
—Gracias —dijo Tally despacio, obligándose a sostener la mirada de Maddy.
—¿Por qué?
—Por no decírselo. Por dejar que lo hiciese yo misma.
Maddy movió la cabeza y esbozó una sonrisa.
—David te necesitaba estas últimas semanas.
Tally tragó saliva y se apartó, mirando la ciudad.
—Aún me necesita.
—Tally…
—Me iré esta noche, ¿de acuerdo? Pero sé que será David quien me traiga de regreso.