47. Noche a solas

Tally y Shay fueron las primeras en llegar a la cueva. Croy apareció unos minutos más tarde, de una forma completamente sorpresiva. Él y su tabla surcaron velozmente la cascada en una explosión repentina de salpicaduras y maldiciones. Cayó en la oscuridad y su cuerpo rodó dando golpes por el suelo de piedra.

Tally salió del fondo de la cueva con una linterna en la mano.

Croy sacudió la cabeza mientras gemía.

—Les he dado esquinazo.

Tally miró hacia la entrada de la cueva, donde la cortina de agua parecía un muro sólido contra la noche.

—Eso espero. ¿Dónde están los demás?

—No lo sé. Maddy nos ha dicho que fuésemos todos por caminos distintos. Como yo volaba solo, primero he dado toda la vuelta al cinturón verde para despistarlos.

Croy reclinó la cabeza en la pared sin dejar de jadear. Se le cayó de la mano un indicador de posición.

—¡Vaya! Te has dado mucha prisa.

—Desde luego, y sin pulseras protectoras.

—Ya sé lo que es eso. Al menos tú ibas calzado —dijo Tally—. ¿Te ha perseguido alguien?

Croy asintió.

—He conservado el rastreador tanto como he podido. Me seguían varios especiales. Pero en el cinturón había un montón de gente con aerotablas, ¿sabes?, jóvenes de la ciudad. Los especiales nos confundían todo el rato.

Tally sonrió. Dex, An y Sussy habían hecho bien su trabajo.

—¿Están bien David y Maddy?

—No sabría decirte si están bien —respondió Croy suavemente—, pero han salido justo detrás de ti y no me ha parecido que les siguiese nadie. Maddy ha dicho que se dirigían directamente a las ruinas. Se supone que nos encontraremos allí con ellos mañana por la noche.

—¿Mañana? —repitió Tally.

—Maddy quería estar a solas con David durante un tiempo, ¿sabes?

Tally asintió, pero se le encogió el corazón. David la necesitaba. Al menos, eso esperaba. La idea de que él tuviese que afrontar la muerte de Az sin ella redobló la sensación de frío que tenía en el estómago.

Por supuesto, Maddy estaba allí. Al fin y al cabo, Az era su marido, y Tally había visto a aquel hombre una sola vez. Pero aun así…

Suspiró. Tally trató de recordar las últimas palabras que le había dicho a David y tuvo ganas de volver atrás y decirle algo más reconfortante. Ni siquiera había tenido tiempo de abrazarlo. Desde la invasión del Humo, Tally solo se había separado de David una hora, durante la tormenta, y ahora pasaría un día entero sin verlo.

—Tal vez debería ir a las ruinas. Podría ir esta noche caminando.

—No digas tonterías —dijo Croy—. Los especiales siguen buscando.

—Pero ¿y si necesitan algo?

—Maddy ha dicho expresamente que no vayas.

Astrix y Ryde se presentaron media hora más tarde. Entraron en la cueva con más elegancia que Croy y con sus propias historias sobre persecuciones de aerovehículos. Daba la sensación de que los especiales estaban confundidos y abrumados por todo lo que estaba ocurriendo esa noche.

—Ni siquiera se nos han acercado en ningún momento —dijo Astrix.

Ryde hizo un gesto de incredulidad con la cabeza.

—Estaban por todas partes.

—Es como si hubiésemos ganado una batalla, ¿sabéis? —dijo Croy—. Los hemos vencido en su propia ciudad. Los hemos puesto en ridículo.

—Puede que ya no tengamos que escondernos en el bosque —dijo Ryde—. Podría ser como cuando éramos imperfectos haciendo de las suyas, pero contándole la verdad a toda la ciudad.

—¡Y si nos atrapan, Tally puede venir a rescatarnos! —gritó Croy.

Tally trató de sonreír ante los gritos de entusiasmo, aunque sabía que sería incapaz de relajarse hasta la noche siguiente, cuando volviera a ver a David. Se sentía exiliada, aislada de lo único que le importaba de verdad.

Shay se había dormido en una pequeña hendidura después de quejarse de la humedad y de su pelo y de preguntar cuándo iban a llevarla a casa. Tally volvió a rastras hasta el lugar en que se hallaba su amiga y se acurrucó a su lado, tratando de olvidar el daño que había sufrido la mente de Shay. Al menos, el nuevo cuerpo de Shay no era tan flaco; resultaba suave y cálido en la fría humedad de la cueva. Pegada contra ella, Tally consiguió dejar de tiritar.

Sin embargo, tardó mucho en conciliar el sueño.

Cuando despertó, olía a VegeThai.

Croy había encontrado los paquetes de comida y el depurador, y estaba preparando la comida con agua de la cascada, mientras trataba de aplacar a Shay.

—Una pequeña escapada me hacía gracia, pero yo no sabía que ibais a arrástrame hasta aquí. Estoy harta de todo este rollo de la rebelión. Tengo una resaca horrorosa y necesito lavarme el pelo.

—Hay una cascada aquí mismo —dijo Croy.

—¡Pero el agua está fría! Estoy harta de acampar por ahí.

Tally salió a rastras de la hendidura donde había dormido. Tenía todos los músculos doloridos y todavía sentía las rocas clavadas en el cuerpo. A través de la cortina de la cascada, caía el atardecer. Se preguntó si alguna vez podría volver a dormir por la noche.

Shay estaba en cuclillas sobre una roca, escarbando en el VegeThai y quejándose de que no picaba lo suficiente. Incluso desaliñada, con la ropa de fiesta sucia y el pelo pegado a la cara, seguía estando imponente. Ryde y Astrix la observaban en silencio, un tanto impresionados por su aspecto. Eran dos de los viejos amigos de Shay que habían huido al Humo la vez que ella se echó atrás, por lo que debía de hacer meses que no veían una cara perfecta. Todo el mundo parecía dispuesto a soportar sus quejas.

Una ventaja de ser perfecto era que la gente sobrellevaba con paciencia los defectos de uno.

—Buenos días —dijo Croy—. ¿AlboNabos o VerdArroz?

—Lo que sea más rápido.

Tally estiró los músculos. Quería llegar a las ruinas lo antes posible.

Cuando cayó la oscuridad, Tally y Croy salieron sigilosamente de detrás de la cascada. No había señales de los especiales en el cielo. Tally dudaba de que alguien los buscase por allí. Cuarenta minutos desde la ciudad en una tabla rápida era una larga distancia.

Cuando comprobaron que no había peligro, todo el mundo voló río arriba, hasta un lugar próximo a las ruinas. Luego vino una larga caminata en la que los cuatro imperfectos compartieron la carga de tablas y provisiones. Shay había dejado de quejarse y se había instalado en un silencio quejumbroso y resacoso. La marcha parecía fácil para ella. Su físico fibroso conseguido a base de trabajo duro en el Humo no había desaparecido en dos semanas; además, la operación reafirmaba los músculos de los nuevos perfectos, al menos durante un tiempo. Y aunque Shay había dicho que quería volver a casa, no parecía habérsele pasado por la cabeza regresar por su cuenta.

Tally se preguntó qué iban a hacer con ella. Sabía que no estaban en una situación fácil. Az y Maddy habían trabajado en vano durante veinte años, pero no podían dejar a Shay así.

Por supuesto, en cuanto estuviese curada, su odio hacia Tally volvería.

¿Qué era peor? ¿Que una amiga tuviera una lesión cerebral o que una amiga te despreciara?

Llegaron al límite de las ruinas después de la medianoche y entraron en el edificio abandonado en el que habían acampado Tally y David.

David estaba esperándolos fuera.

Parecía agotado. Sus ojeras resultaban visibles incluso a la luz de las estrellas. Sin embargo, abrazó a Tally con fuerza tan pronto como se bajó de la tabla, y ella lo estrechó también entre sus brazos.

—¿Estás bien? —le susurró Tally, y luego se sintió estúpida. ¡Cómo iba a estar bien!—. Oh, David, claro que no. Lo siento mucho, yo…

—Chist. Ya lo sé —dijo él apartándose con una sonrisa.

Tally se sintió invadida por el alivio y apretó las manos de David como para confirmar que era real.

—Te he echado de menos —dijo.

—Yo también.

David la besó.

—Sois tan monos… —dijo Shay peinándose con los dedos el pelo revuelto.

—Hola, Shay. —David le dedicó una sonrisa cansada—. Parecéis hambrientos, chicos.

—Solo si tienes comida de verdad —dijo Shay.

—Me temo que no. Tres clases de curry rehidratado.

Con un gemido, Shay entró en el edificio medio desmoronado. Los ojos de David la siguieron, pero no parecía impresionado como Ryde y Astrix. Era como si David no viese su belleza.

—Por fin tenemos algo de suerte —dijo mientras se volvía.

Tally observó su rostro marcado por el agotamiento.

—Tenemos el bloc que llevaba la doctora Cable en funcionamiento. Mamá estaba arrancando la parte del teléfono para que no pudieran seguirnos la pista a través de él y consiguió visualizar las notas de trabajo de la doctora Cable.

—¿Sobre qué?

—Todos sus datos sobre la conversión de perfectos en especiales. No solo la parte física —explicó mientras la estrechaba contra sí—, sino también el tratamiento de las lesiones cerebrales. Es decir, lo que no les contaron a mis padres cuando eran médicos.

Tally tragó saliva.

—Shay…

David asintió.

—Mamá cree que podrá curarla.