Unas manos agarraron los hombros de Tally en la oscuridad.
—¡Lo has conseguido! —exclamó la voz de David.
Sorprendida, Tally fue incapaz de hablar, pero lo atrajo hacia sí y enterró la cara en su pecho.
—¿Quién más está contigo?
Ella negó con la cabeza.
—¡Oh! —murmuró David.
Entonces la abrazó más fuerte mientras la cueva temblaba a su alrededor. El rugido de un aerovehículo pasó despacio sobre sus cabezas, y Tally imaginó las máquinas de los especiales registrando cada grieta de la roca en busca de indicios de su presa.
¿Los había llevado hasta David? Eso sería estupendo, la traición final.
El sordo fragor de la persecución volvió a pasar sobre ellos, y David la atrajo aún más hacia la negrura por un largo camino sinuoso que se hizo más frío y oscuro. Un silencio húmedo y helado se instaló alrededor de Tally, que volvió a pensar en el tren lleno de oxidados muertos que acaso estaba allí, enterrado entre aquellas piedras.
Esperaron en silencio durante lo que parecieron horas, abrazados, sin atreverse a hablar hasta mucho después de que los sonidos de los vehículos se desvaneciesen.
—¿Qué está pasando en el Humo? —susurró David por fin.
—Esta mañana han llegado los especiales.
—Lo sé, los he visto —dijo abrazándola con más fuerza—. No podía dormir, así que he llevado mi tabla a la montaña para ver salir el sol. Han pasado justo por encima de mí, veinte aerovehículos a la vez cruzando la cadena montañosa. Pero ¿qué está pasando ahora?
—Nos han metido a todos en la conejera y nos han separado en grupos. Croy dice que van a devolvernos a nuestras ciudades.
—¿Croy? ¿A quién más has visto?
—A Shay y a un par de amigos suyos. Puede que el Jefe haya logrado salvarse. El y yo hemos intentado escapar juntos.
—¿Y mis padres?
—No lo sé.
Tally se alegró de que estuviera oscuro. El miedo que percibía en la voz de David ya era lo bastante doloroso. Sus padres habían fundado el Humo y conocían el secreto de la Operación. El castigo que les aguardaba sería cien veces peor que el destinado a los demás.
—No puedo creer que al final haya ocurrido —dijo él quedamente.
Tally trató de pensar en algo reconfortante que decir. En la oscuridad solo veía la sonrisa burlona de la doctora Cable.
—¿Cómo te has escapado? —preguntó.
Tally le cogió las manos y las colocó sobre sus muñecas, donde aún permanecían las pulseras de plástico de las esposas.
—He cortado esto, me he subido al tejado del puesto de intercambio y luego he robado la aerotabla de Croy.
—¿Con los especiales vigilándote?
Ella se mordió el labio inferior sin decir nada.
—Es increíble. Mi madre dice que son sobrehumanos. Su segunda Operación aumenta todos sus músculos y les renueva el sistema nervioso. Su aspecto es tan aterrador que a muchas personas les entra el pánico la primera vez que los ven. Pero debería haber imaginado que lograrías escapar —dijo David estrechándola con más fuerza aún.
Tally cerró los ojos, aunque daba lo mismo teniendo en cuenta la absoluta oscuridad. Deseó que pudiesen permanecer allí para siempre, sin tener que enfrentarse nunca a lo que sucedía en el exterior.
—Solo ha sido un golpe de buena suerte.
Tally se quedó atónita al ver que ya estaba mintiendo de nuevo. Si hubiese empezado diciendo la verdad sobre sí misma, ellos habían sabido qué hacer con el colgante. Lo habrían atado a alguna ave migratoria, y la doctora Cable se hallaría de camino a Sudamérica en lugar de estar en la biblioteca supervisando la destrucción del Humo.
Pero Tally sabía que ya era tarde para decir la verdad. David nunca volvería a confiar en ella ahora que había destruido su hogar y su familia. Ya había perdido a Peris, a Shay y su nuevo hogar. No podría soportar perder también a David.
Además, ¿de qué serviría ahora una confesión? David se quedaría solo, y ella también, cuando más se necesitaban el uno al otro.
Él le acarició el rostro.
—Sigues pareciéndome increíble, Tally.
Tally se estremeció, sintiendo que aquellas palabras se retorcían en su interior como un cuchillo.
Justo entonces, Tally hizo un trato consigo misma. Al final le contaría a David lo que había hecho sin querer. No en ese momento, pero sí algún día. Si conseguía mejorar las cosas y arreglar parte de lo que había destruido, tal vez David la comprendería.
—Iremos tras ellos —dijo—. Los rescataremos.
—¿A quiénes? ¿A mis padres?
—Vinieron de mi ciudad, ¿verdad? Entonces, es ahí donde los llevarán. Y a Shay y a Croy también. Los rescataremos a todos.
David soltó una risa amarga.
—¿Nosotros dos? ¿Contra un grupo de especiales?
—No nos esperarán.
—Pero ¿cómo los encontraremos? Nunca he estado en una ciudad, pero me han dicho que son muy grandes. Más de un millón de personas.
Tally inspiró despacio, recordando una vez más su primer viaje al despacho de la doctora Cable. Los edificios bajos de color tierra en las afueras de la ciudad, más allá del cinturón verde entre las fábricas. La enorme colina deforme en las proximidades.
—Sé dónde estarán.
—¿Que sabes qué?
David se apartó de ella.
—He estado allí, en la sede central de Circunstancias Especiales.
Se produjo un silencio.
—Pensaba que era secreta. La mayoría de los chicos que vienen aquí ni siquiera creen en su existencia.
Tally prosiguió, íntimamente horrorizada al ver que se le ocurría otra mentira con tanta facilidad.
—Hace algún tiempo me metí en un lío muy grave, de los que son objeto de una atención especial —dijo apoyando otra vez la cabeza contra David y alegrándose de no poder ver su expresión confiada—. Me colé en Nueva Belleza, la ciudad a la que llevan a los perfectos recién operados, donde viven divirtiéndose sin parar.
—He oído hablar de ella. Y los imperfectos no pueden entrar, ¿verdad?
—En efecto. Se considera un incidente grave. Bueno, yo me puse una máscara, me colé en una fiesta y les estropeé la diversión. Estuvieron a punto de atraparme, así que cogí un arnés de salto.
—¿Qué es eso?
—Es como una aerotabla, pero lo llevas puesto. Lo inventaron para escapar de los edificios altos cuando se produce un incendio, pero los nuevos perfectos lo utilizan sobre todo para hacer el tonto. Así que cogí un arnés, puse en marcha una alarma de incendios y salté desde la azotea. Mucha gente se quedó sin palabras.
—Shay ya me contó toda la historia de camino al Humo, diciendo que eras la imperfecta más genial del mundo —dijo él—. Pero yo solo pensé que las cosas debían ser muy, muy aburridas en la ciudad.
—Sí, supongo.
—Pero ¿te atraparon? Shay no me lo contó.
Tally siguió improvisando, apoyando sus mentiras en los hechos reales.
—Sí, creí que no me habían pillado, pero encontraron mi ADN o algo así. Unos días más tarde me llevaron a Circunstancias Especiales y me presentaron a una mujer aterradora. Creo que era la que estaba al mando. Fue la primera vez que vi a los especiales.
—¿De verdad parecen tan malos de cerca?
Tally asintió en la oscuridad.
—Son guapísimos, pero de una forma cruel y horrible. La primera vez es la peor. De todos modos, solo querían asustarme. Me advirtieron que tendría graves problemas si volvían a atraparme o si se lo decía a alguien. Por eso nunca se lo conté a Shay.
—Eso explica muchas cosas.
—¿Sobre qué?
—Sobre ti. Siempre me has parecido muy consciente de hasta qué punto era peligroso estar aquí, en el Humo. De algún modo, sabías cómo eran realmente las ciudades, incluso antes de que mis padres te contasen la verdad sobre la Operación. Yo nunca había conocido a ningún otro fugitivo que lo comprendiese de verdad.
Tally asintió ante la verdad de sus palabras.
—¿Y aun así quieres volver allí a buscar a mis padres y a Shay, arriesgándote a que te atrapen y a que manipulen tu mente?
—Tengo que hacerlo —respondió Tally con voz entrecortada.
David la abrazó con más fuerza y trató de besarla. Ella tuvo que apartarse, porque no podía contener las lágrimas.
—Tally, eres increíble.