Tal vez a causa de su agotamiento, los perfectos crueles le parecieron aún más espantosos. Tally se sentía como un ratón en una jaula llena de halcones, esperando a que uno se lanzase en picado y la atrapase. Esta vez el viaje en el aerovehículo había sido aún más horripilante. Se concentró en las náuseas que le sacudían el estómago, tratando de olvidar por qué estaba allí. Mientras Tally y su escolta avanzaban por el pasillo, intentó serenarse y arreglarse un poco la ropa y el pelo.
Desde luego, no parecía que la doctora Cable acabara de levantarse. Tally intentó sin éxito imaginarse el aspecto que tendría aquella mujer con el pelo alborotado. Sus ojos astutos de un gris metálico no debían de cerrarse nunca lo suficiente para dormir.
—Bueno, Tally. Veo que has reconsiderado tu postura.
—Sí.
—¿Y ahora responderás a todas nuestras preguntas? ¿Sinceramente y por propia voluntad?
Tally soltó una risa sarcástica.
—No tengo otra opción.
La doctora Cable sonrió.
—Siempre hay opciones, Tally. Tú has tomado tu decisión.
—Fantástico. Oiga, hágame las preguntas ya.
—Desde luego. Primero de todo, ¿qué le ha pasado a tu cara?
Tally suspiró y se tocó los arañazos con una mano.
—Los árboles.
—¿Los árboles? —repitió la doctora Cable arqueando una ceja—. Muy bien, y ahora pasemos a temas más importantes: ¿de qué hablasteis Shay y tú la última vez que la viste?
Tally cerró los ojos. Había llegado el momento de incumplir la palabra que le había dado a Shay. Pero una vocecita en su agotado cerebro le recordó que también estaba manteniendo una promesa. Ahora por fin podría reunirse con Peris.
—Habló de marcharse, de huir con alguien llamado David.
—Ah, sí, el misterioso David —comentó la doctora Cable arrellanándose en su asiento—. ¿Y dijo hacia dónde iban David y ella?
—A un lugar llamado el Humo. Una especie de ciudad, pero más pequeño. Al parecer, nadie manda allí, y nadie es perfecto.
—¿Y dijo dónde estaba?
—No, la verdad es que no. —Tally suspiró y se sacó del bolsillo la nota arrugada de Shay—. Pero me dejó estas indicaciones.
La doctora Cable ni siquiera miró la nota. En lugar de eso, empujó un trozo de papel desde su lado de la mesa hasta el de Tally. Con ojos de sueño, Tally vio que era una copia de la nota en 3-D que reproducía incluso las ligeras incisiones de la esmerada escritura de Shay sobre el papel.
—Nos tomamos la libertad de hacer una copia la primera vez que estuviste aquí.
Tally le lanzó una mirada furiosa a la doctora Cable al darse cuenta de que la habían engañado.
—Entonces, ¿para qué me necesita? No sé nada más que lo que acabo de decir. No le pedí que me contase nada más. Y no fui con ella, porque… quería… ¡ser perfecta!
A Tally se le hizo un nudo en la garganta, pero decidió que en ninguna circunstancia —especial o no— iba a llorar delante de la doctora Cable.
—Me temo que las instrucciones de la nota nos resultan bastante crípticas, Tally.
—A mí también.
Los ojos de halcón de la doctora Cable se entornaron.
—Parecen estar pensadas para ser leídas por alguien que conozca muy bien a Shay. Alguien como tú, tal vez.
—Sí, bueno, entiendo algo. Pero después de las dos primeras líneas, me pierdo.
—Estoy segura de que es muy difícil. Sobre todo después de una larga noche de… árboles. Sin embargo, sigo pensando que puedes ayudarnos.
La doctora Cable abrió un pequeño maletín que estaba en el centro de la mesa. El cerebro cansado de Tally se esforzó por hallar sentido a los objetos del maletín; una bengala, un saco de dormir arrugado…
—Eh, es como el kit de supervivencia que llevaba Shay.
—Así es, Tally. Estos kits de guardabosques desaparecen de vez en cuando, por lo general cada vez que se fuga uno de nuestros imperfectos.
—Bueno, misterio resuelto. Shay dijo que estaba preparada para viajar hasta el Humo con un equipo como este.
—¿Qué más llevaba?
Tally se encogió de hombros.
—Una aerotabla especial, con energía solar.
—Por supuesto, una aerotabla. ¿Por qué les gustan tanto a los malhechores? ¿Y qué supones que pensaba comer Shay?
—Tenía comida deshidratada en paquetes.
—¿Como esta?
La doctora Cable sacó un paquete plateado de comida.
—Sí. Tenía suficiente para cuatro semanas. —Tally inspiró profundamente—. Dos semanas, si yo la hubiese acompañado. Dijo que era más que suficiente.
—¿Dos semanas? No debe de estar muy lejos —comentó la doctora Cable mientras sacaba una mochila negra de un lateral de su mesa y empezaba a meter en ella los diversos objetos—. Podrías hacerlo.
—¿Hacerlo? ¿Hacer qué?
—El viaje. Hasta ese lugar que llaman el Humo.
—¿Yo?
—Tally, solo tú puedes entender esas indicaciones.
—Ya se lo he dicho: ¡no sé lo que significan!
—Pero una vez que estés de viaje lo sabrás. Y si tienes… la motivación suficiente.
—Pero ya le he dicho todo lo que quería saber. Le he dado la nota. ¡Me lo prometió!
La doctora Cable negó con la cabeza.
—Mi promesa, Tally, fue que no serías perfecta hasta que nos ayudases en todo lo que pudieras. Estoy segura que puedes hacer lo que te pido.
—Pero ¿por qué yo?
—Escúchame bien, Tally. ¿De verdad crees que es la primera vez que nos hablan de David o del Humo, o la primera vez que encontramos unas indicaciones garabateadas sobre como llegar allí?
Tally se estremeció al oír aquella voz afilada y al ver la crueldad que expresaba el rostro de aquella mujer.
—No lo sé.
—Ya hemos visto todo esto antes. Pero cada vez que vamos nosotros mismos, no encontramos nada más que humo.
Tally volvía a tener un nudo en la garganta.
—¿Y cómo se supone que voy a encontrarlo yo?
La doctora Cable cogió la copia de la nota de Shay.
—Esta última línea, donde dice «esperar sobre la cabeza calva» hace una referencia clara a un punto de encuentro. Ve allí y espera. Tarde o temprano te recogerán. Si envío un aerovehículo lleno de especiales, es probable que tus suspicaces amigos prefieran no aparecer.
—¿Quiere decir que tengo que ir sola?
La doctora Cable inspiró profundamente con una expresión de hastío.
—Tampoco es tan complicado de entender, Tally. Has cambiado de opinión. Has decidido escapar y seguir a tu amiga Shay. Una imperfecta más escapando de la tiranía de la belleza.
Tally miró aquel rostro cruel a través de un velo de lágrimas.
—¿Y luego qué?
La doctora Cable sacó otro objeto del maletín, un collar con un pequeño colgante en forma de corazón. Presionó a ambos lados y el corazón se abrió con un chasquido.
—Mira dentro.
Tally se acercó a los ojos el diminuto corazón.
—No veo nada… ¡Ay!
El colgante había lanzado un destello que la deslumbró por un momento. El corazón emitió un breve pitido.
—El localizador solo responderá a tu huella ocular, Tally. Una vez que se active, estaremos allí en cuestión de horas. Podemos viajar muy deprisa. —La doctora Cable dejó caer el collar sobre la mesa—. Pero no lo actives hasta que estés en la zona que llaman el Humo. Nos ha costado algún tiempo organizar todo esto, por lo que quiero que funcione, Tally.
Tally parpadeó para eliminar la imagen que persistía en su retina después del destello y trató de obligar a hacer un último esfuerzo a su cerebro agotado. Ahora se daba cuenta de que en ningún momento habían pretendido que se limitase a responder a sus preguntas, sino que querían que fuera una espía, una infiltrada. Se preguntó cuánto tiempo hacía que lo tenían planeado, y en cuántas ocasiones habían intentado los de Circunstancias Especiales convencer a un imperfecto de que trabajase para ellos.
—No puedo hacerlo.
—Sí que puedes, Tally. Tienes que hacerlo. Considéralo como una aventura.
—Por favor. Nunca he pasado una noche entera fuera de la ciudad sola.
La doctora Cable hizo caso omiso del sollozo que entrecortaba las palabras de Tally.
—Si no accedes ahora mismo, buscaré a otra persona, y tú serás imperfecta para siempre.
Tally alzó la mirada, tratando de ver a través de las lágrimas que ahora corrían por sus mejillas, de atisbar más allá de la cruel máscara de la doctora Cable y averiguar la verdad. Estaba allí, en sus apagados ojos de color gris metálico: era una garantía fría y terrible, distinta de la que un perfecto normal podría transmitir jamás. Tally se dio cuenta de que la mujer hablaba en serio.
O Tally se infiltraba en el Humo y traicionaba a Shay, o sería una imperfecta de por vida.
—Tengo que pensarlo.
—Les contarás que huíste la noche antes de tu cumpleaños —dijo la doctora Cable—. Eso significa que tienes que recuperar cuatro días perdidos. Si hay más retrasos, no te creerán y adivinarán lo que ha pasado. Así que decide ahora. No tendrás otra oportunidad.
—No puedo. Estoy demasiado cansada.
La doctora Cable señaló la pantalla mural y apareció una imagen. Como un espejo, pero en primer plano, mostraba a Tally tal como estaba en ese momento: con los ojos hinchados y desaliñada, con el rostro castigado por el agotamiento y los arañazos, con el pelo alborotado… Tally observó horrorizada su propia imagen.
—Esa serás tú para siempre, Tally.
—Apáguelo…
—Decide.
—De acuerdo… lo haré. ¡Apáguelo!
La pantalla mural lanzó un destello y quedó a oscuras.