14. Imperfecta de por vida

Seguidamente habían avisado a los guardianes de su regreso, ya que todos los demás imperfectos habían sido invitados a una excursión sorpresa. Aun así, estaba claro que los guardianes no habían llegado a tiempo para conservar sus cosas, y cuando Tally llegó a su antigua habitación, vio que lo habían reciclado todo: prendas de vestir, ropa de cama, mobiliario, las imágenes de la pantalla mural… Todo había vuelto a convertirse en Imperfecto Genérico. Parecía incluso que otra persona se hubiese mudado allí brevemente antes de volver a marcharse, dejando tan solo una lata de refresco en la nevera.

Tally se sentó en la cama; estaba todavía tan atónita que no pudo llorar. Supo que pronto estallaría en llanto, seguramente en el peor momento y en el peor lugar posible. Ahora que había terminado la entrevista con la doctora Cable, su rabia y rebeldía se estaban desvaneciendo, y no quedaba nada que la sostuviese. Sus cosas se habían esfumado, su futuro se había esfumado, solo quedaba la vista de Nueva Belleza desde su ventana.

Permaneció un rato más sentada allí con la mirada perdida. No podía creerse todo lo ocurrido: los perfectos crueles, los extraños edificios en las afueras de la ciudad, el terrible ultimátum de la doctora Cable. Tally se sentía como si alguna arriesgada aventura hubiese salido muy mal. Una nueva realidad extraña y horrible se había abierto ante sus ojos, haciendo pedazos el mundo que hasta ahora ella conocía.

Todo lo que le quedaba de él era el pequeño petate de lona que había preparado para el hospital. Ni siquiera recordaba haberlo traído de vuelta. Sacó la escasa ropa que contenía, metida al azar, y encontró la nota cifrada de Shay. La leyó en busca de pistas.

Coger la rusa justo después del hueco,

hasta encontrar uno que es largo y plano.

Frío es el mar y ojo con las aberturas.

En la segunda, cometer el peor de los errores.

Cuatro días después, tomar el lado que desprecias,

y buscar en las flores ojos de pirómano.

Una vez hallados, disfrutar del vuelo.

Luego esperar sobre la cabeza calva a que se haga la luz.

Casi nada de aquello tenía sentido para ella, tan solo algunas palabras sueltas. Era evidente que Shay había querido ocultar su significado a cualquier otra persona que pudiese leer la nota, utilizando referencias que solo ellas dos podían entender. Ahora entendía la actitud paranoica de su amiga. Después de conocer a la doctora Cable, Tally comprendía por qué David quería mantener en secreto su ciudad, campamento o lo que fuese.

De repente, Tally cayó en la cuenta de que aquella nota era lo que quería la doctora Cable. La mujer había estado todo el tiempo sentada frente al petate, pero nadie se había molestado en registrarlo. Eso significaba que Tally había conseguido preservar el secreto de Shay y que aún tenía algo con lo que negociar.

Pero también significaba que Circunstancias Especiales podía cometer errores.

Tally vio regresar a los demás imperfectos antes de la hora de comer. Mientras salían del transporte escolar, todos miraron hacia su ventana. Antes de agacharse y retroceder hacia las sombras, Tally observó que algunos la señalaban.

Minutos después, oyó a unos niños en el pasillo que se callaron al pasar junto a su puerta. A algunos incluso les entró la risa tonta, algo muy propio de los nuevos imperfectos siempre que trataban de permanecer en silencio.

¿Acaso se estaban riendo de ella?

Un gruñido de su estómago le recordó que no había desayunado ni había cenado la noche anterior. Se suponía que no debía comer ni beber en las dieciséis horas previas a la operación. Estaba muerta de hambre.

Sin embargo, se quedó en su habitación hasta después del almuerzo. No podía afrontar una cafetería llena de imperfectos que observarían cada uno de sus movimientos, preguntándose qué había hecho para seguir teniendo una cara imperfecta. Cuando ya no pudo soportar el hambre, subió furtivamente a la azotea, donde dejaban las sobras para quien las quisiera.

Unos cuantos imperfectos la vieron en el pasillo. No dijeron esta boca es mía y se apartaron a su paso, como si fuese a contagiarles algo. Tally se preguntó qué les habrían dicho los guardianes. ¿Que había hecho demasiadas de las suyas? ¿Que no era operable, que era una imperfecta de por vida? ¿O solo que era una Circunstancia Especial?

Aunque todas las miradas se apartaban de ella, nunca se había sentido tan observada.

En la azotea habían preparado para ella una bandeja con su nombre, envuelta en papel transparente. Alguien se había fijado en que no había comido. Y, por supuesto, todo el mundo daba por hecho que se escondería.

La visión de la bandeja de comida, marchita y solitaria, hizo que asomasen a sus ojos las lágrimas reprimidas. Le ardía la garganta como si se hubiese tragado algo afilado, y solo tuvo tiempo de volver a su habitación antes de estallar en llanto.

Al llegar allí, se dio cuenta de que, a pesar de todo, no se había dejado la bandeja. Comió mientras lloraba, saboreando la sal de sus lágrimas en cada bocado.

Sus padres llegaron al cabo de una hora.

Ellie entró la primera y estrechó a Tally en un fuerte abrazo que casi la dejó sin aliento.

—¡Tally, mi pobre niña!

—No vayas a hacerle daño, Ellie. Ha tenido un mal día.

Aunque le costaba respirar, se estaba bien en aquel abrazo aplastante. Ellie siempre olía bien, como una mamá, y Tally siempre se sentía como una niña pequeña entre sus brazos. Permaneció así un minuto entero, y luego dio un paso atrás, esperando no volver a llorar. Miró a sus padres tímidamente, preguntándose qué debían de pensar. Se sentía fracasada.

—Me sorprende que hayáis podido venir.

—¿Acaso crees que íbamos a dejarte sola? —dijo Ellie.

Sol hizo un gesto de incredulidad con la cabeza.

—Nunca he oído nada semejante. Es ridículo. ¡Llegaremos hasta el fondo de todo este asunto, no te preocupes!

Tally sintió que le quitaban un peso de encima. Por fin sentía que alguien estaba de su parte. Los ojos de perfecto de su padre brillaban con serena firmeza. No cabía duda de que lo resolvería todo.

—¿Qué os han dicho? —preguntó Tally.

Sol hizo un gesto y Tally se sentó en la cama. Ellie se acomodó junto a ella mientras él caminaba de un lado a otro por la pequeña habitación.

—Bueno, nos han hablado de esa tal Shay. Parece que siempre ha sido muy problemática.

—¡Sol! —le interrumpió Ellie—. Esa pobre chica ha desaparecido.

—Parece que ha querido desaparecer.

Su madre frunció los labios en silencio.

—No es culpa suya, Sol —dijo Tally—. Lo único que quería era no convertirse en perfecta.

—Así que es una librepensadora. Muy bien. Pero debería haber tenido sentido común y no arrastrar a nadie con ella.

—No me ha arrastrado a ninguna parte. Estoy aquí. —Tally miró por la ventana la imagen familiar de la ciudad de Nueva Belleza—. Donde al parecer estaré siempre.

—Vamos, vamos —dijo Ellie—. Han dicho que cuando les hayas ayudado a encontrar a esa tal Shay todo seguirá su curso con normalidad.

—No importa si la operación se produce con unos días de retraso. Será una excelente anécdota que podrás explicar de mayor —comentó Sol riéndose por lo bajo.

Tally se mordió el labio inferior.

—No creo que pueda ayudarles.

—Bueno, solo tienes que hacer todo lo que puedas —dijo Ellie.

—No puedo. Le prometí a Shay que no le contaría a nadie sus planes.

Ellie y Sol se miraron. Todos se quedaron en silencio un momento.

Sol se sentó y cogió una mano de Tally entre las suyas. Eran cálidas y fuertes, y estaban casi tan arrugadas como las de un viejecito de tanto trabajar en su taller de carpintería. Tally se dio cuenta de que no había visitado a sus padres desde la semana de las vacaciones estivales; recordaba que entonces lo único que deseaba era regresar, para reanudar sus correrías con Shay. Pero ahora se alegraba de verlos.

—Tally, de pequeños todos hacemos promesas, precisamente por ser imperfectos; todo es emocionante, intenso e importante, pero tienes que madurar. Al fin y al cabo, no le debes nada a esa chica. No ha hecho más que causarte problemas.

Ellie le cogió la otra mano.

—Además, estarás ayudándola, Tally. ¿Quién sabe dónde estará ahora y en qué lío estará metida? Me sorprende que la dejases marcharse así. ¿No sabes lo peligroso que es estar ahí fuera?

Tally no pudo menos de asentir. Al mirar el rostro de Sol y Ellie, todo parecía muy claro. Tal vez si colaboraba con la doctora Cable, ayudaría realmente a Shay y volvería a encauzar su propia vida. Pero al pensar en la doctora Cable hizo una mueca.

—Deberíais haber visto a las personas que investigan a Shay. Parecen…

Sol se echó a reír.

—Supongo que a tu edad debes de haberte llevado un buen susto, Tally, pero nosotros los mayores lo sabemos todo de Circunstancias Especiales; eso que quede claro. Puede que sean duros, pero solo hacen su trabajo, ¿sabes? El mundo de ahí fuera también es duro.

Tally suspiró. Tal vez su reticencia se debía solo a que los perfectos crueles la habían asustado.

—¿Alguna vez los habéis visto? Son realmente muy extraños.

Ellie frunció el ceño.

—Bueno, no puedo decir que haya visto a ninguno con mis propios ojos.

Sol se echó a reír.

—Bueno, ¿y quién quiere verlos, Ellie? Créeme, Tally, si ahora haces lo correcto, seguramente nunca más volverás a verlos. Todos podemos pasar sin esa clase de cosas.

Tally miró a su padre y por un momento vio en su expresión algo que no era sensatez ni seguridad. Sol se reía con demasiada facilidad de Circunstancias Especiales, rechazando todo lo que pudiera estar ocurriendo fuera de la ciudad. Por primera vez en su vida, Tally se encontró escuchando a un perfecto mediano sin tranquilizarse del todo, y al darse cuenta se sintió mareada. Además, no podía dejar de pensar que Sol no sabía nada del mundo exterior al que había huido Shay.

Tal vez la mayoría de la gente no quisiera saber nada. A Tally se lo habían enseñado todo sobre los oxidados y la historia antigua, pero en la escuela nunca decían una sola palabra sobre las personas que vivían fuera de las ciudades en ese mismo momento, personas como David. Hasta que conoció a Shay, Tally tampoco había pensado en ello.

Ella no podía rechazarlo todo tan fácilmente como su padre.

Además, le había hecho a Shay una promesa solemne. Aunque solo fuese una imperfecta, una promesa era una promesa.

—Voy a tener que pensarlo.

Por un momento, se hizo un silencio incómodo en la habitación. Había dicho algo que sus padres no esperaban.

Entonces Ellie se rió y le dio unas palmaditas en la mano.

—Bueno, por supuesto, Tally.

Sol asintió tras recuperar una expresión de firmeza.

—Sabemos que harás lo correcto.

—Pero, mientras tanto —dijo Tally—, ¿podría ir a casa con vosotros?

Sus padres intercambiaron otra mirada de sorpresa.

—La verdad, me resulta muy extraño estar aquí ahora. Todo el mundo sabe que yo… yo ya no tengo clases, así que solo sería como volver a casa para las vacaciones de otoño, aunque un poco antes.

Sol se recuperó primero y le dio unas palmaditas en el hombro.

—Vamos, Tally, ¿no crees que te resultaría aún más raro estar en Ancianópolis? En esta época del año allí no hay ningún niño de tu edad.

—Cariño, estás mucho mejor aquí con los demás niños —añadió Ellie—. Solo eres unos meses mayor que ellos. Además, ¡no tenemos tu habitación preparada!

—No me importa. Nada podría ser peor que esto —dijo Tally.

—Oh, solo tienes que encargar un poco más de ropa y volver a poner esa pantalla mural como a ti te gusta —dijo Sol.

—No me refería a la habitación…

—En todo caso —interrumpió Ellie—, ¿por qué armar un escándalo? Todo esto pasará enseguida. Solo tienes que tener una pequeña charla con Circunstancias Especiales y contárselo todo. Entonces te mandarán donde de verdad quieres estar.

Los tres miraron por la ventana, hacia las torres de la ciudad de Nueva Belleza.

—Quizá tengáis razón.

—Preciosa —dijo Ellie, dándole unas palmaditas en la pierna—, ¿qué otra opción tienes?