—Tenías razón. Ha sido horrible.
—Pobre Tally-wa… —Shay se acercó a ella con la aerotabla. La imagen de la luna reflejada en el agua del río que fluía a sus pies les seguía el ritmo, deformándose al máximo con las ondas de la corriente—. No sabes cuánto lo siento.
—Pero ¿por qué está tan distinto? Es como si no fuera la misma persona.
—Eres tú quien no eres la misma persona, Tally. Ahora eres especial, y él no es más que un mediocre.
Tally hizo un gesto de negación con la cabeza, tratando de recordar al Zane de cuando ambos eran perfectos. Lo chispeante que era, el modo en que se le iluminaba la cara de la emoción cuando hablaba, lo mucho que se entusiasmaba ella con él, hasta el punto de querer tocarlo… Incluso cuando se ponía pesado, en ningún momento lo había visto mediocre. Pero aquella noche parecía haber perdido algo esencial, como el champán cuando se queda sin gas.
En su mente tenía una pantalla dividida con dos imágenes totalmente contrapuestas, una en la que veía a Zane tal como lo recordaba y otra en la que lo veía como era ahora. Tras los interminables minutos que había pasado con él, tenía la sensación de que la cabeza se le iba a partir por la mitad.
—No quiero esto —dijo en voz baja. Tenía el estómago revuelto, y su visión perfecta hacía que percibiera la luz de la luna reflejada en el agua con una intensidad y nitidez excesivas—. No quiero ser así.
Shay derrapó con la aerotabla para cruzarse directamente en la trayectoria de Tally y detenerse en seco en una peligrosa maniobra. Tally se echó hacia atrás, y ambas tablas chirriaron cual sierras circulares al parar, quedándose a solo unos centímetros la una de la otra.
—¿Así cómo? ¿Pesada? ¿Patética? —gritó Shay con una voz afiladísima—. ¡He intentado convencerte de que no vinieras!
Tally sintió que el corazón le iba a estallar de la fuerza con la que latía, y la invadió una ráfaga de ira.
—¡Tú sabías que reaccionaría así al verlo!
—¿Crees que lo sé todo? —inquirió Shay con frialdad—. No soy yo quien está enamorada. No lo he estado desde que me robaste a David. Pero puede que pensara que el amor lo cambiaba todo. Y bien, Tally-wa, ¿ha hecho que veas a Zane especial?
Tally se estremeció. Bajó la vista al agua negra, con una sensación de náusea. Intentó mantenerse glacial, y recordar el modo en que Zane le había hecho sentir cuando ambos eran perfectos.
—¿Qué fue lo que nos dijo la doctora Cable? ¿Que tenemos unas lesiones especiales en el cerebro? ¿Algo que hace que veamos a los demás patéticos? ¿Como si nosotros fuéramos mejores?
—¡Es que lo somos, Tally-wa! —Los ojos de Shay brillaron como monedas, reflejando las luces de Nueva Belleza—. La operación nos ha dado la claridad para verlo. Por eso todos los demás parecen confundidos y penosos, porque así es la mayoría de la gente.
—Zane, no —repuso Tally—. Él nunca fue penoso.
—Él también ha cambiado, Tally-wa.
—Pero no es culpa suya… —Tally le dio la espalda—. ¡No quiero ver así! ¡No me gusta sentir que me da asco cualquiera que no forme parte de nuestro grupo!
Shay sonrió.
—¿Prefieres ser toda alegría y afecto, como una cabeza de burbuja inepta? ¿O vivir como una habitante del Humo, cagando en hoyos, comiendo conejos muertos y sintiéndote orgullosa por ello? ¿Qué es lo que no te gusta de ser especial?
Tally cerró los puños como si fuera a luchar.
—No me gusta ver mal a Zane.
—¿Y crees que alguien lo ve bien? ¡Tiene el cerebro hecho polvo!
Tally notó que le escocían los ojos, pero no llegaron a salirle las lágrimas. Nunca había visto llorar a un especial, y ni siquiera sabía si podría.
—Respóndeme a una pregunta: ¿hay algo en mi cabeza que haga que lo vea mal? ¿Qué nos ha hecho la doctora Cable?
Shay dejó escapar un suspiro cargado de frustración.
—Tally, en todo conflicto, tanto un bando como otro hacen cosas que afectan al cerebro de la gente. Pero al menos nuestro bando lo deja bien. La ciudad hace a los cabezas de burbuja como son en pro de su felicidad y de la seguridad del planeta. Y a nosotros nos hacen ver el mundo con tal claridad que su belleza resulta casi dolorosa, de ese modo no dejaremos que la humanidad intente destruirlo de nuevo. —Shay acercó la tabla a la de Tally y la cogió por los hombros—. Pero los del Humo son unos aficionados. Experimentan con la gente, y los convierten en unos tarados como Zane.
—Zane no es ningún… —comenzó a decir Tally, pero fue incapaz de terminar la frase. La parte de ella que despreciaba la debilidad de Zane era demasiado fuerte; no podía negar la sensación de repulsión que él le inspiraba, como si fuera algo que no debía tener derecho a vivir.
Pero la culpa no era de Zane, sino de la doctora Cable, por no haber hecho de él un especial. Por seguir sus malditas normas.
—Mantente glacial —dijo Shay en voz baja.
Tally respiró hondo, en un intento de controlar la rabia y la frustración que sentía. Dio rienda suelta a sus sentidos, hasta que oyó cómo el viento mecía las hojas de los pinos y percibió los olores que emanaban del agua, procedentes de las algas de la superficie y de los minerales que yacían bajo el lecho. Su corazón se apaciguó un poco.
—Dime una cosa, Tally: ¿estás segura de que amas de verdad a Zane, y no solo al recuerdo que conservas de él?
Tally cerró los ojos con un gesto de dolor. En su interior, las imágenes contrapuestas de Zane seguían enfrentándose entre sí, y ella se veía atrapada entre ambas, sin que la claridad acudiera en su ayuda.
—Verlo me revuelve el estómago —musitó—. Pero sé que eso no está bien. Quiero volver a… sentir lo que sentía antes.
—Pues entonces, escúchame —dijo Shay, bajando la voz—. Tengo un plan… un modo de quitarle el collar.
Tally volvió a abrir los ojos, y apretó los dientes al pensar en el collar que Zane tenía en el cuello.
—Haré lo que sea, Shay.
—Pero tiene que parecer que Zane ha escapado por sus propios medios, si no, Cable no lo querrá. Y eso significa engañar a Circunstancias Especiales.
Tally tragó saliva.
—¿Y realmente podemos hacer eso?
—¿Quieres decir si nuestro cerebro nos lo permitirá? —Shay soltó un resoplido—. Pues claro. No somos cabezas de burbuja. Pero debes saber que ponemos en riesgo todo lo que tenemos.
—¿Y harías eso por Zane?
—Lo hago por ti, Tally-wa. —Shay exhibió una amplia sonrisa, y sus ojos centellearon—. Y por diversión. Pero necesito que estés absolutamente glacial. —Shay sacó su cuchillo.
Tally volvió a cerrar los ojos al tiempo que hacía un gesto de asentimiento. Lo que más deseaba en aquel momento era claridad. Alargó la mano para coger el cuchillo de Shay por la hoja.
—Un momento, la mano no…
Pero Tally la deslizó con fuerza por la hoja, cortándose la carne con su borde afilado. La delicada y afinada red de nervios que surcaban la palma de su mano, de una sensibilidad cien veces mayor que la de cualquier aleatorio, quedó partida en dos con un alarido. Ella misma se oyó gritar.
El momento especial le sobrevino con su extraordinaria claridad, y Tally pudo ver por fin a través de sus enmarañados pensamientos: en lo más profundo de su ser había hilos de permanencia, cosas que no habían cambiado ya fuera imperfecta, perfecta o especial, y el amor era una de ellas. Anhelaba volver a estar con Zane, y sentir todo lo que había sentido antes con él, pero multiplicado por mil con sus nuevos sentidos. Quería que Zane supiera lo que era ser un especial, y ver el mundo con toda su claridad glacial.
—Está bien —dijo Tally con voz entrecortada y, abriendo los ojos, añadió—: Estoy contigo.
El rostro de Shay estaba radiante.
—Buena chica. Pero lo normal es utilizar los brazos.
Tally abrió la mano y, al separarse el cuchillo de la carne, sintió una nueva punzada de dolor. Aspiró hondo para llenarse los pulmones de aire.
—Sé que duele, Tally-wa —le dijo Shay en un susurro, contemplando la hoja ensangrentada con cara de fascinación—. A mí también me pone mala ver así a Zane. No sabía que estuviera tan hecho polvo, te lo digo en serio. —Su aerotabla se acercó un poco más a la de Tally, y Shay le puso una mano con cuidado sobre la palma herida—. Pero no voy a dejar que esto te destroce, Tally-wa. No quiero que te vuelvas una mediocre sensiblera. Convertiremos a Zane en uno de los nuestros y salvaremos la ciudad; lo arreglaremos todo. —Shay sacó un botiquín de primeros auxilios de una bolsa que tenía en el traje de infiltración—. Como ahora voy a hacerlo contigo.
—Pero Zane no va a abandonar a la gente del Humo.
—Ni tiene por qué. —Shay roció la herida con espray cutáneo, que alivió el dolor de inmediato, convirtiéndolo en un leve cosquilleo—. Solo tiene que demostrar que es chispeante. Nosotras nos encargaremos del resto: lo rescataremos a él y a Fausto, y luego capturaremos a David y a los demás. Es la única manera de parar lo que está sucediendo. Como ha dicho Zane, arrestar a un puñado de perfectos no servirá de nada. Hay que cortar esto de raíz: debemos encontrar el Nuevo Humo.
—Lo sé —dijo Tally, asintiendo, con la mente aún glacial—. Pero Zane está tan lisiado que los del Humo sabrán que lo hemos dejado escapar. Harán pedazos cualquier objeto que lleve consigo y escanearán hasta el último hueso de su cuerpo.
—Me consta que lo harán —respondió Shay, sonriendo—. Pero estará limpio.
—Y entonces, ¿cómo le seguiremos la pista? —preguntó Tally.
—Como se hacía antes.
Shay viró en redondo y alargó el brazo para coger a Tally por la mano que no sangraba. Juntas ascendieron con el estrépito de las hélices elevadoras que cobraban vida bajo la superficie de las tablas mientras Shay tiraba de Tally para que subiera cada vez a mayor altura, hasta que la ciudad entera apareció a sus pies como un gran cuenco de luz rodeado de oscuridad.
Tally se miró la mano. El dolor había perdido intensidad hasta convertirse en un apagado palpitar que iba acompasado con el latido de su corazón, y el espray cutáneo estaba congelando la sangre que manaba de la herida, transformándola en un polvo que se llevaba el viento a medida que se elevaban en el aire. El corte estaba ya cerrado, tan solo quedaba a la vista un rastro de piel levantada. La cicatriz le atravesaba los tatuajes flash, rompiendo el sistema de circuitos dérmico que los hacía girar. La palma de la mano de Tally se veía surcada por una maraña de rayas en movimiento, como la pantalla de un ordenador tras sufrir un fallo grave.
Sin embargo, Tally mantenía la mente clara. Dobló los dedos para que el dolor le subiera en punzadas por el brazo.
—¿Ves la oscuridad que se extiende hacia allí, Tally-wa? —dijo Shay, señalando hacia el borde más cercano de la ciudad—. Ese es nuestro espacio, no el de los aleatorios. Nosotras estamos diseñadas para movernos en plena naturaleza, y vamos a seguir la pista de Zane-la y sus amigos a cada paso de su recorrido.
—Pero creía que habías dicho que…
—Con medios electrónicos no, Tally-wa. Nos valdremos de la vista y el olfato, y de todos los recursos de rastreo que se empleaban antes en el bosque. —Los ojos de Shay relampaguearon—. Como hacían los preoxidados.
Tally recorrió con la mirada el destello anaranjado de las fábricas hasta la oscuridad que delimitaba la frontera de la ciudad con el exterior.
—¿Los preoxidados? ¿Te refieres a buscar ramas partidas y todo eso? La gente que va en aerotablas no suele dejar muchas huellas a su paso, Shay-la.
—Es cierto. Por eso no sospecharán en ningún momento que alguien les sigue, porque nadie utiliza ese tipo de rastreo desde hace al menos trescientos años. —Los ojos de Shay centellearon de nuevo—. Pero tú y yo podemos oler el cuerpo sucio de un humano a un kilómetro de distancia, y una hoguera apagada a diez. Vemos en la oscuridad y oímos mejor que los murciélagos. —El traje de infiltración de Shay se tornó negro como la noche—. Podemos volvernos invisibles y movernos sin hacer el menor ruido. Piénsalo bien, Tally-wa.
Tally asintió lentamente. Los habitantes del Humo jamás imaginarían que hubiera alguien capaz de ver en la oscuridad, oír el más leve paso y detectar por el olfato el rastro de una hoguera o de una comida hecha por medios químicos.
—Y si vamos tras él —añadió Tally—, Zane estará bien, aunque se pierda o resulte herido.
—Exacto. Y, una vez que encontremos el Nuevo Humo, tú y él podréis estar juntos.
—¿Estás segura de que la doctora Cable lo convertirá en un especial?
Shay se apartó de Tally de un empujón y soltó una carcajada mientras su tabla descendía.
—Cuando vea lo que he planeado, seguro que le da mi puesto.
Tally volvió a mirarse la mano herida, donde aún sentía un cosquilleo, y la acercó a la cara de Shay para tocarle la mejilla.
—Gracias.
—No hace falta que me des las gracias, Tally-wa —repuso Shay, moviendo la cabeza de un lado a otro—. No después de cómo te he visto en la habitación de Zane. No soporto verte tan abatida. No es propio de un especial.
—Lo siento, jefa.
Shay se echó a reír y volvió a tirar de ella para que la siguiera en dirección al polígono industrial, desviándose del río para luego descender hasta una altura de vuelo normal.
—Como tú has dicho, anoche no me habrías dejado tirada, Tally-wa. Y ahora tampoco vamos a dejar tirado a Zane.
—Y además rescataremos a Fausto.
Shay se volvió hacia ella y le dedicó una sonrisa sesgada.
—Claro, no podemos olvidarnos del pobre Fausto. Y del otro regalito… ¿cuál era?
—El fin del Nuevo Humo —dijo Tally tras respirar hondo.
—Buena chica. ¿Alguna otra pregunta?
—Sí, una más: ¿dónde vamos a encontrar algo capaz de cortar una aleación orbital?
Shay describió un giro completo con la tabla y le puso un dedo frente a los labios.
—En un lugar muy especial, Tally-wa —susurró—. Sígueme, y lo descubrirás todo.