Durante el trayecto de regreso por el río, Tally no dejó de darle vueltas a la cabeza mientras sujetaba con fuerza el indicador de posición con la mano de las cicatrices.
Cuando le relatara a Shay su encuentro con Andrew Simpson Smith, cambiarían de planes. Teniendo el indicador, podrían tomar la delantera a Zane y los suyos y presentarse en el Nuevo Humo mucho antes que ellos. A su llegada, los rebeldes se encontrarían con un campamento tomado por Circunstancias Especiales, lleno de habitantes del Humo hechos prisioneros y fugitivos capturados. El hecho de aparecer una vez que la rebelión hubiera sido aplastada no haría que Zane se sintiera precisamente chispeante.
Y lo peor era que estaría solo el resto del viaje, vagando por el exterior sin poder contar con más ayuda que la de sus amigos rebeldes en caso de que le ocurriera algo grave. Una mala caída de la aerotabla y puede que Zane no sobreviviera para ver el Nuevo Humo.
Pero ¿hasta qué punto le importaba todo aquello a Shay? Lo que ella quería en el fondo era dar con el Nuevo Humo, rescatar a Fausto y vengarse de David y de los demás. Cuidar de Zane no entraba dentro de lo que ella entendía por los objetivos de una misión importante.
Tally lamentó de repente haberse tropezado con Andrew Simpson Smith, y frenó la aerotabla hasta detenerse por completo.
Por supuesto, Shay no sabía nada aún del indicador de posición. Y tampoco tenía por qué. Si se ceñían al plan original y seguían la pista de los rebeldes como habrían hecho los antiguos, Tally podría guardar el indicador para usarlo únicamente por si perdían el rastro…
Abrió la mano y se quedó mirando el pequeño dispositivo y las cicatrices de la palma, deseando tener algo de la claridad que había sentido la noche anterior. Por un momento pensó en sacar el cuchillo, pero recordó la cara que había puesto Zane al ver sus cicatrices.
Tampoco hacía falta que se hiciera más cortes.
Tally cerró los ojos y deseó poder pensar con claridad.
En sus días de imperfecta, siempre había evitado tener que tomar decisiones como aquella, siempre había huido de los conflictos. Así era como había acabado traicionando al Viejo Humo sin querer, por temor a revelar que llevaba un rastreador. Y como había perdido a David, por no confesarle que había sido una espía.
Mentir a Shay en aquella situación era lo que habría hecho la Tally del pasado.
Respiró hondo. Ahora era una especial; tenía claridad y fortaleza. Esta vez le diría la verdad a Shay.
Cerrando el puño, Tally impulsó la aerotabla para que avanzara de nuevo a toda velocidad.
Diez kilómetros río arriba, su antena de piel emitió una señal de aviso al captar la de Shay.
—Empezaba a estar preocupada por ti, Tally-wa.
—Lo siento, jefa. Me he encontrado con un viejo amigo.
—¿En serio? ¿Lo conozco yo?
—No lo has visto nunca. ¿Recuerdas las historias que te contaba al calor de una hoguera sobre una Zona Experimental Restringida? Pues resulta que la gente del Humo ha empezado a liberar a los aldeanos y a entrenarlos para que ayuden a los fugitivos.
—¡Eso es un disparate! —exclamó Shay y, haciendo una pausa, añadió—: Pero, vamos a ver. ¿Cómo es que tú lo conocías? ¿Es que era del mismo poblado al que fuiste a parar?
—Así es, y me temo que no es una coincidencia, Shay-la. Se trata del sacerdote que me ayudó, ¿recuerdas? Le conté dónde estaban las Ruinas Oxidadas. Él fue el primero en escapar, y ahora los del Humo lo honran.
Shay silbó asombrada.
—Qué aleatorio, Tally. ¿Y cómo se supone que iba a ayudar a los rebeldes? ¿Enseñándoles a despellejar un conejo?
—Es una especie de guía. Los fugitivos le dan una palabra clave, y él les entrega unos indicadores de posición que muestran el camino para llegar al Humo. —Tally respiró hondo—. Y a mí también me ha dado uno, por los viejos tiempos.
Cuando Tally llegó al punto donde se hallaba Shay, los rebeldes ya habían acampado. Al abrigo de la oscuridad, los vio desfilar uno a uno hacia la orilla del río para hundir sus depuradores en el agua encenagada. Shay y ella se habían escondido en la dirección del viento, y el olor de los envases de comida autocalentable les llegaba desde el campamento de los fugitivos. Al aspirar el aire impregnado del aroma a FideCurry, VegeThai y EspagBol, que tanto odiaba, Tally recordó vívidamente todos los sabores y texturas de los días que había pasado en plena naturaleza. Su oído captó fragmentos de las conversaciones aún llenas de excitación que mantenían los rebeldes mientras se preparaban para pasar la noche.
—Han hecho un buen trabajo con este chisme… no hay manera de saber cómo llegar al destino final —comentó Shay, jugando con el indicador de posición—. Solo señala un punto en el camino, y hasta que no llegas allí no te da el siguiente. Tendremos que seguir todo el recorrido para averiguar dónde termina. Seguro que nos lleva por una ruta pintoresca —dijo con un resoplido.
Tally carraspeó.
—Habla en singular, Shay-la.
—¿Qué quieres decir, Tally? —inquirió Shay.
—Yo me quedo con los rebeldes. Con Zane.
—Tally… eso es una pérdida de tiempo. Podemos viajar el doble de rápido que ellos.
—Lo sé —dijo Tally, volviéndose hacia Shay—. Pero no voy a dejar a Zane en plena naturaleza con unos críos de ciudad. No en su estado.
—Das pena, Tally-wa —le espetó Shay con un gruñido—. ¿Es que no tienes fe en él? Si no paras de decirme lo especial que es.
—No se trata de ser especial. Esto es el exterior, Shay-la. Aquí puede pasarle cualquier cosa: un accidente, el ataque de un animal peligroso o que se ponga peor. Adelántate tú sola. O avisa al resto de los cortadores; así no tendrás que preocuparte por si te descubren. Pero yo me quedo cerca de Zane.
Shay entrecerró los ojos.
—Tally… esto no depende de ti. Te estoy dando una orden.
—¿Después de lo que hicimos anoche? —Tally dejó escapar una risa ahogada—. Es un poco tarde para darme lecciones sobre el funcionamiento de la cadena de mando, Shay-la.
—¡No se trata de la cadena de mando, Tally! —gritó Shay—. Se trata de los cortadores. De Fausto. ¿Prefieres a esos cabezas de burbuja antes que a nosotros?
—No. Prefiero a Zane.
—Pero tienes que venir conmigo. ¡Me prometiste que dejarías de causar problemas!
—Shay, te prometí que si convertían a Zane en un especial, dejaría de intentar cambiar las cosas. Y cumpliré mi promesa, una vez que Zane sea un cortador. Pero hasta entonces… —Tally trató de sonreír—. ¿Qué vas a hacer? ¿Denunciarme ante la doctora Cable?
Shay dejó escapar poco a poco el aire entre los dientes. Tenía las manos cerradas en posición de lucha y los dientes al descubierto, mostrando sus extremos afilados.
—Lo que voy a hacer es ir allí —dijo, señalando los fugitivos con el mentón—, y decirle a Zane que es un desastre, un primo, y que has estado engañándolo, riéndote de él. Dejemos que vuelva a casa asustado mientras nosotros acabamos con el Humo de una vez por todas, a ver si entonces se convierte en un especial.
Tally apretó los puños, aguantando la mirada de Shay. Zane ya había pagado con creces la falta de valor de ella; esta vez tenía que mantenerse firme. Su mente buscó una respuesta con la que amenazar a Shay.
Al cabo de un momento la encontró, y comenzó a mover la cabeza de un lado a otro.
—No puedes hacerlo, Shay-la. No sabes adónde te llevará ese indicador. A lo mejor tienes que pasar otra prueba, y no ante un bárbaro, sino ante un habitante del Humo que sabrá quién eres, y que no te dará las indicaciones para llegar al siguiente destino. —Tally señaló a los fugitivos—. Una de nosotras tiene que quedarse con ellos. Por si acaso.
Shay escupió en el suelo.
—Fausto te importa un bledo, ¿verdad? Es probable que ahora mismo estén experimentando con él, ¡y tú quieres perder el tiempo siguiendo a esos cabezas de burbuja!
—Sé que Fausto te necesita. No te pido que te quedes conmigo. —Tally tendió los brazos hacia Shay—. Una de nosotras tiene que tomar la delantera, y la otra tiene que quedarse con los rebeldes. No hay más remedio.
Shay volvió a soltar el aire entre los dientes y se acercó airada a la orilla del río. Una vez allí, cogió una piedra plana del fango y la alzó en la mano, preparada para lanzarla al agua.
—Shay-la, podrían vernos —susurró Tally. Shay se quedó inmóvil, con el brazo en alto—. Mira, siento todo esto, pero reconocerás que no soy aleatoria del todo, ¿no?
La respuesta de Shay fue mirar fijamente la piedra por un momento antes de dejarla caer en el fango de nuevo y sacar su cuchillo. Acto seguido, comenzó a subirse la manga del traje de infiltración.
Tally le dio la espalda, confiando en que, una vez que tuviera la mente clara, Shay entrara en razón.
Vio el campamento de los fugitivos, donde todo el mundo comía con cuidado, al haberse percatado por lo visto de que podían quemarse la lengua con los platos autocalentables. Aquella era la primera lección que uno aprendía al salir al exterior, que no se podía confiar en nada, ni siquiera en la comida. No era como en la ciudad, donde no había una esquina afilada que no hubiera sido redondeada, donde todos los balcones estaban equipados con un campo de resistencia por si uno caía y donde los alimentos nunca llegaban a quemar.
No podía dejar a Zane allí solo, aun cuando el hecho de quedarse con él hiciera que Shay la odiara.
Al cabo de un instante oyó que Shay se ponía en pie y se volvía hacia ella. Le sangraba el brazo, sus tatuajes flash se movían a un ritmo vertiginoso y, al verla acercarse, Tally se fijó en la agudeza reveladora de su mirada.
—Está bien. Nos separamos —anunció. Tally intentó sonreír, pero Shay hizo un gesto de negación con la cabeza—. No te atrevas a alegrarte por esto, Tally-wa. Creía que el hecho de convertirte en una especial te cambiaría. Creía que, si podías ver el mundo con claridad, pensarías un poco menos en ti misma. Que no serías solo tú y tu último novio; creía que podría importarte algo más de cuando en cuando.
—Los cortadores me importan, Shay, de veras. Me importas tú.
—Eso era antes de que volviera a aparecer Zane. Ahora no te importa nada más. —Shay movió la cabeza con un gesto de indignación—. Con lo que me he esforzado en intentar complacerte, con todo lo que estoy haciendo por ti… Pero no tiene sentido.
Tally tragó saliva.
—Pero tenemos que separarnos… es la única manera fiable que tenemos de asegurarnos de que el indicador funciona.
—Lo sé, Tally-wa. Entiendo tu lógica. —Shay miró a los fugitivos mientras la indignación hacía que todo el rostro le diera vueltas a un ritmo frenético—. Pero respóndeme a una cosa: ¿has llegado a la conclusión de que teníamos que separarnos tras una reflexión meditada, o ya tenías decidido quedarte con Zane, pasara lo que pasara?
Tally abrió la boca, pero un instante después volvió a cerrarla.
—No te molestes en mentir, Tally-wa. Ambas sabemos la respuesta —sentenció Shay con un resoplido antes de darse la vuelta y chasquear los dedos para llamar a su aerotabla—. Creía que habías cambiado, pero sigues siendo la misma imperfecta egocéntrica que siempre has sido. Eso es lo que me asombra de ti, Tally, que ni siquiera la doctora Cable ni los cirujanos han podido con tu ego.
Tally notó que comenzaban a temblarle las manos. Esperaba una discusión, pero no aquello.
—Shay…
—Eres un fracaso incluso como especial, siempre preocupada por todo. ¿Por qué no puedes ser glacial sin más?
—Siempre he intentado hacer lo que tú…
—Pues ya puedes dejar de intentarlo. —Shay metió la mano en el compartimento de almacenaje de su tabla y sacó un espray cutáneo, con el que se roció el brazo sangrante durante unos segundos. Luego extrajo unos cuantos paquetes sellados más y los lanzó a los pies de Tally—. Ahí tienes un paquete de plástico inteligente, por si necesitas ir de incógnito. Un par de señales luminosas de antena de piel y un repetidor vía satélite. —Shay dejó escapar una risa amarga, con la voz aún temblorosa por el desprecio que destilaban sus palabras—. Incluso te dejaré una de las granadas que me quedan. Por si algo grande se interpone entre el chico tembleque y tú.
La granada cayó en el fango y Tally se estremeció.
—Shay, ¿por qué estás…?
—Deja de hablarme. —La orden hizo callar a Tally, que se limitó a mirar cómo Shay se bajaba la manga del traje de infiltración y se tapaba la cara con la capucha, reemplazando su expresión de ira con una máscara de oscuridad nocturna, a través de la cual su voz se oyó distorsionada—. No pienso quedarme aquí de brazos cruzados ni un segundo más. Fausto es mi responsabilidad, no ese hatajo de cabezas de burbuja.
Tally tragó saliva.
—Espero que esté bien.
—Ya me imagino —dijo Shay antes de subir a la tabla de un salto—. Pero, visto lo visto, me trae sin cuidado lo que esperes o pienses, Tally-wa. Ya no me importa, ni me importará nunca más.
Tally intentó hablar, pero la última frase de Shay salió de su boca con tanta frialdad que le fue imposible articular una sola palabra.
La silueta de Shay, que se alzaba ya en el aire, resultaba casi invisible con los oscuros árboles de la otra orilla al fondo. Tras deslizarse con sigilo hasta colocarse sobre las aguas del río, se adentró en la oscuridad a toda velocidad, desapareciendo al instante, como algo que dejara de existir en un abrir y cerrar de ojos.
Pero Tally oía aún su respiración a través de la conexión de antena de piel, una respiración que percibía fuerte y airada a medida que perdía intensidad, como si Shay siguiera con el semblante contraído por el odio y la indignación. Tally intentó pensar en algo más que pudiera decir, algo que explicara la razón de su proceder. Quedarse con Zane era más importante que ser un cortador, más importante que cualquier promesa que pudiera haber hecho en su vida.
Aquella decisión tenía que ver con la naturaleza intrínseca de Tally Youngblood, ya fuera imperfecta, perfecta o especial…
Pero al cabo de un instante Shay quedó fuera de su alcance, sin que Tally hubiera dicho una sola palabra. Y, de repente, se vio sola y buscando un escondite, a la espera de que los rebeldes se durmieran.